¿Verdades y mentiras en los libros sagrados?
- Vladimir Gessen
- hace 4 horas
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Del Éxodo al Corán, de la Torá al Bhagavad Gita: la psicología de las religiones revela cómo los textos antiguos guían y transforman vidas...
¿Quién escribió los libros sagrados: los dioses o los hombres? ¿Son mitos inventados o destellos de lo eterno? ¿Qué nos revela la psicología de las religiones: Son construcciones humanas o mapas simbólicos de una conciencia colectiva? Debemos mirar más allá de los dogmas y descubrir si la verdadera revelación no está solo en los textos… sino dentro de ti?...
La psicología de las religiones y el poder de los libros sagrados
Las publicaciones religiosas antiguas, como la Biblia, han sido —y siguen vigentes— base estructural del pensamiento y comportamiento de la inmensa mayoría de los seres humanos. No se trata solo de una fe personal, están presentes el amor, en la política, la moral, el derecho, la organización social, incluso en la guerra y la paz. Todos los ámbitos han estado profundamente influidos por las interpretaciones de estos textos. El creyente no los cuestiona, por el contrario los sigue como designios divinos, y en ello moldea su conducta, su visión del mundo y sus decisiones más íntimas.
Testimonio de Sofía, 19 años, estudiante: "Cuando leo los Evangelios, me siento acompañada. No me interesa si todo ocurrió tal cual. Lo que me importa es la sensación de que alguien me dice que no tenga miedo, que confíe porque hay esperanza."
Análisis: Sofía ejemplifica la espiritualidad emocional de los jóvenes con menos preocupación por dogmas, más búsqueda de consuelo y compañía en lo sagrado.
La neurociencia de lo sagrado
Los avances recientes en neurociencia han abierto nuevas perspectivas para comprender la experiencia religiosa y espiritual. Estudios con técnicas de neuroimagen han identificado correlatos neuronales de la experiencia mística.
Durante estados de meditación profunda, oración intensa o experiencias cercanas a la muerte, se activan patrones específicos en áreas como el lóbulo parietal —que regula la orientación en el espacio y la percepción de sí mismo— y el sistema límbico, vinculado a las emociones y a la memoria afectiva (Newberg & D’Aquili, Why God Won’t Go Away, 2001). Andrew Newberg y su equipo realizaron experimentos con monjes budistas tibetanos en meditación y monjas franciscanas en oración contemplativa. En ambos casos, observaron una disminución notable de la actividad en el lóbulo parietal superior, región que nos da la sensación de límite corporal y de separación del entorno. Los participantes describieron la experiencia como un estado de unidad con el universo o con Dios. La ciencia mostró así que la vivencia espiritual de auto trascenderse tiene un correlato neurológico claro. Otros estudios han analizado experiencias cercanas a la muerte (ECM). Durante episodios de paro cardíaco, muchos pacientes reportan visiones de túneles luminosos, encuentros con seres fallecidos o sensaciones de paz infinita. Investigaciones recientes sugieren que estas experiencias podrían estar vinculadas a descargas neuronales extremas en el córtex temporal y occipital, produciendo percepciones vívidas y trascendentes (Borjigin et al., PNAS, 2013). Además, sustancias como la DMT (dimetiltriptamina), presente en la ayahuasca, una bebida psicoactiva, y enteógena —una sustancia natural, generalmente de origen vegetal, que al ser consumida produce estados alterados de conciencia con un marcado contenido místico, espiritual o visionario— han sido estudiadas por su capacidad de inducir experiencias descritas como “místicas”. Los voluntarios reportan visiones de entidades, sensación de disolución personal y comunión con lo absoluto. La neurociencia ha observado que la DMT altera la actividad en la red neuronal por defecto, el sistema cerebral que sostiene nuestra noción de identidad, lo cual podría explicar la vivencia de “ser uno con el todo” (Strassman, Rick. 2001. DMT: The Spirit Molecule).
La psilocibina presente en hongos del género Psilocybe, Panaeolus y otros, se ha utilizado durante siglos con fines religiosos, se sabe poco científicamente sobre sus efectos agudos y persistentes. Un estudio evaluó los efectos psicológicos agudos y a largo plazo en relación con el consumo del compuesto y encontró que la psilocibina puede ocasionar experiencias de tipo místico, tener una experiencia personal sustancial y sostenida y un significado espiritual. Lo que estos hallazgos muestran no es que lo sagrado sea una ilusión, sino que el cerebro humano está biológicamente preparado para abrirse a lo trascendente y de percibir que la sensación de unidad y vivencia de lo divino, y el encuentro con lo eterno, no son invenciones arbitrarias, sino experiencias reales que dejan huella en nuestro sistema nervioso. En este sentido, los libros sagrados pueden entenderse como mapas culturales que organizan y dan sentido a esas experiencias universales. Allí, donde la biología despierta el sentimiento de lo sagrado, la religión ofrece un lenguaje, imágenes y narrativas para interpretarlo. El profeta que relata una visión, el místico que habla de éxtasis, el chamán que describe un viaje espiritual, todos están dando forma simbólica a un estado profundo de conciencia que hoy podemos estudiar con la ciencia. De manera que la neurociencia no destruye la idea de Dios, más bien, sugiere que si existe, y se manifiesta a través de la mente humana. Y si no existe, como entidad externa a nosotros, los estados espirituales siguen siendo reales y transformadores, porque nacen de lo más hondo de nuestra condición neurológica y psicológica.
Los menonitas
Son un grupo cristiano anabaptista surgido en el siglo XVI en Europa, fundado por Menno Simons. Se caracterizan por su vida sencilla, agrícola y comunitaria, y consideran la Biblia su libro sagrado y guía espiritual. Los primeros menonitas surgieron en el siglo XVI en lo que hoy es Holanda y el norte de Alemania bajo el liderazgo de Menno Simons, y leen la Biblia en alemán o neerlandés. Con el paso del tiempo, emigraron a Europa del Este, México, Paraguay, Bolivia, Canadá y EE.UU y adoptaron el Plautdietsch, como lengua de uso cotidiano, (un dialecto germano), y en muchos casos tradujeron a su idioma la Biblia, basada en la escrita Martín Lutero (1522–1534) y en versiones posteriores aceptadas por las iglesias anabaptistas. Rechazo de la violencia y mantienen un compromiso con el pacifismo. También la simplicidad en la vida comunitaria, inspirada en el mensaje de Jesús de Nazaret. Desconfían de la autoridad política y religiosa centralizada. Aunque su Biblia no es diferente en textos baptistas, si lo es en la forma de vivirla ya que interpretan las sus enseñanzas de manera literal en cuanto al amor al prójimo, la vida minimalista y su modus vivendi, que se basa en la sencillez, el trabajo agrícola y la vida comunitaria. Los menonitas son un claro ejemplo de cómo un libro considerado sagrado puede moldear, de manera profunda y colectiva, el comportamiento y el estilo de vida de quienes siguen sus enseñanzas
Psicología de las religiones
Esta disciplina estudia cómo las creencias religiosas configuran actitudes, emociones y comportamientos. William James, reconocido como el padre de la psicología estadounidense. Su obra Principles of Psychology (1890) marcó un antes y un después al estudiar la conciencia, la atención, la emoción y los hábitos desde un enfoque científico. Fue pionero en explorar los estados de conciencia, incluyendo las experiencias místicas, las alucinaciones y el papel de la voluntad en la conducta humana. Él describió la religión como “la reacción total de un hombre a la vida” (The Varieties of Religious Experience, 1902), y señalaba que la fe y la experiencia religiosa no podían descartarse como ilusiones, porque constituían dimensiones esenciales de la vida y tenían consecuencias prácticas, emocionales y sociales en quienes las vivían.
Carl Gustav Jung, por su parte, interpretó las religiones como expresiones del inconsciente colectivo, donde los símbolos y arquetipos transmiten experiencias universales (Psychology and Religion, 1938). Y Mircea Eliade estableció que el mito y lo sagrado no eran invenciones ficticias, sino intentos de dotar de sentido a la existencia y de conectar lo humano con lo trascendente (Lo sagrado y lo profano, 1957).
Comprender a los libros sagrados, desde la perspectiva psicológica, no significa juzgar su verdad o falsedad, sino entender su impacto psicológico y social. Nos permite ver cómo miles de millones de personas, a lo largo de la historia, han tomado decisiones colectivas bajo su influencia. En el plano positivo, el mensaje de compasión y no violencia de Buda dio origen a prácticas espirituales centradas en la paz interior, que hoy inspiran la psicología humanista. En el cristianismo, en el sermón de la montaña, Jesús de Nazaret con su llamado al amor y al perdón, ha sido motor de movimientos sociales como el de Martin Luther King Jr. por los derechos civiles. En el judaísmo, la Torá transmitió principios de justicia que fundamentaron sistemas legales posteriores.
A pesar de ello, también existen consecuencias profundamente negativas: La Santa Inquisición, instaurada en Europa a partir del siglo XIII, utilizó a la Biblia como justificación para perseguir, torturar y ejecutar a miles de personas acusadas de “herejía”, por no creer en la “fe verdadera”. Un caso claro de cómo un texto sagrado, interpretado como verdad absoluta puede legitimar la violencia institucional. Otro evento fueron las Cruzadas medievales, emprendidas “en nombre de Dios” y de una “guerra santa”, que dejaron millones de muertos. En el islam, algunos grupos extremistas han manipulado pasajes del Corán para justificar el terrorismo, aunque la mayoría de los musulmanes viven su fe en clave de paz.
Testimonio de Clara, 72 años, sobreviviente de guerra: "Durante los bombardeos, lo único que me daba paz era rezar con un salmo. No pensaba si era histórico o no, solo sentía que alguien había escrito esas palabras para mí, para sostenerme en ese momento."
Análisis: Clara expresa el poder terapéutico de los salmos y la ayuda de los textos sagrados como refugio emocional en medio del horror. Es un caso de espiritualidad en la adversidad.
Rudolf Otto, en su célebre obra (Lo santo, 1917), mostró que la experiencia religiosa se mueve entre lo fascinante y lo tremendo, lo que atrae y lo que atemoriza. Esa ambivalencia se refleja en los efectos históricos de los libros sagrados ya que pueden inspirar compasión y libertad, o todo lo contrario: justificar intolerancia y violencia.
La psicología de las religiones nos permite entender que esto no es casualidad, sino expresión de cómo los textos sagrados activan en las personas sentimientos de identidad, pertenencia, miedo, esperanza y obediencia. Los libros sagrados según cómo se lean y apliquen, pueden alimentar la solidaridad y la espiritualidad, o la persecución y el fanatismo.
El pensamiento religioso ha acompañado siempre a la humanidad. En las cavernas prehistóricas ya se dibujaban símbolos que invocaban lo sagrado que veían en el firmamento cada noche encima de sus hogueras. En todos los pueblos antiguos aparecieron mitos que buscaban explicar el origen del mundo, la vida, la muerte, el bien y el mal. Pero esas creencias no quedaron en relatos aislados, sino que fueron recogidas en textos —orales primero, escritos después— que se convirtieron en los libros sagrados de cada cultura. Por eso, ver los textos sagrados desde la psicología de las religiones no es un ejercicio académico distante, sino una necesidad para comprender nuestro presente, porque las creencias religiosas, más allá de lo divino o lo humano que contengan, siguen siendo fuerzas activas que determinan el comportamiento de pueblos enteros, con sus luces y sus sombras.
El peso de una pregunta
¿Son los libros sagrados realmente la palabra de Dios, o son construcciones humanas que expresan, con metáforas, los límites de la comprensión de cada época? Como psicólogos, vemos en la interrogante un dilema central de nuestra condición humana, como es la necesidad de creer, frente a la necesidad de comprender. En ese sentido, las escrituras no son “mentiras”, sino expresiones de una verdad simbólica que buscaba responder a las grandes preguntas de la humanidad, y debemos leerlos como narrativas que trataban de explicar lo incomprensible con los limitados recursos intelectuales y científicos de esa época.
Testimonio de María, 52 años, católica practicante: "Cuando leo la Biblia no me pregunto si todo sucedió exactamente como está escrito. Para mí, cada relato es una enseñanza. El Éxodo me recuerda que siempre hay un camino hacia la libertad, aunque esté oculto. No necesito que sea histórico para que me oriente."
Análisis: María vive la Biblia desde un enfoque simbólico-existencial, no busca literalidad, sino guía ética y emocional. Representa la lectura inspiradora que resignifica lo escrito.
¿Quiénes escribieron los libros sagrados? porque Dios no fue
Ciertamente, ninguno de los llamados libros sagrados puede considerarse el “libro de Dios”. Son compilaciones de relatos, memorias y enseñanzas redactadas por seres humanos que intentaron dejar constancia —oral, jeroglífica o escrita— de hechos que marcaron su tiempo y de cómo los interpretaron. En muchos casos atribuyeron estos sucesos a la intervención de múltiples deidades o de un solo Dios, según la cosmovisión dominante en cada época.
Tomemos el caso de la Biblia, seguida por judíos, cristianos y católicos. Su autoría se atribuye tradicionalmente a alrededor de cuarenta figuras, entre ellas Moisés, Josué, Samuel, Esdras, Nehemías, Mardoqueo, Job, David, Salomón, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías, Mateo, Marcos, Lucas, Juan y Santiago. Cada uno escribió en contextos distintos, transmitiendo su propia visión de los acontecimientos y de la relación entre la humanidad y lo divino.
La Torá, que agrupa los libros del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, ha sido tradicionalmente atribuida a Moisés. Sin embargo, los últimos versículos del Deuteronomio relatan su propia muerte, lo cual ya implica la intervención de otros autores, y se estima que fue una redacción final mucho más tardía que lo ubican en el siglo VI a.C.
Testimonio de David, 65 años, judío: "La Torá no es para mí un libro escrito por Dios, sino el relato de mi pueblo, de su lucha y su esperanza. Lo leo con respeto crítico, sabiendo que es humano, pero al mismo tiempo siento que en sus páginas está la voz de generaciones que me antecedieron."
Análisis: David representa la dimensión de identidad de los textos sagrados, la Torá no es solo religión, es su historia y memoria colectiva y su pertenencia histórica.
Los estudios modernos coinciden en que la Torá no fue escrita por un solo hombre, sino que surgió de un proceso de redacción múltiple y de siglos de tradición oral. Richard Elliott Friedman sostiene, en Who Wrote the Bible? (1987), que el Pentateuco es el resultado de la fusión de diversas fuentes —conocidas como J, E, P y D— compiladas probablemente hacia el siglo V a.C. James Kugel, en How to Read the Bible (2007), refuerza esta visión al mostrar cómo los textos reflejan capas históricas, sociales y teológicas que se acumularon con el tiempo. En todos los casos, fueron seres humanos quienes transcribieron, editaron y reinterpretaron estos relatos. Bart D. Ehrman, especialista en el cristianismo primitivo, ha demostrado cómo incluso los textos del Nuevo Testamento fueron copiados, modificados y, en ocasiones, adaptados por los escribas en los primeros siglos (Misquoting Jesus, 2005).
En el caso de las célebres tablas de los Diez Mandamientos atribuidas a Dios revelan esta mediación humana. Según la tradición, las primeras fueron “talladas por el dedo de Dios”, pero Moisés las destruyó en un arrebato de ira al ver al pueblo adorando un becerro de oro. Luego, Dios le ordenó a Moisés que labrara dos lajas de piedra y escribiera en ellas los mandamientos (Éxodo 34:1). En otras palabras, no existe prueba alguna de un documento escrito directamente por Dios. lo que tenemos es el testimonio de un hombre que, con fervor religioso y autoridad espiritual, grabó en piedra lo que él mismo atribuía a lo divino. La verdad es que Dios nunca ha manifestado por sí mismo que la Biblia es su palabra, y quien si lo dijo fue un ser humano: Tomás de Aquino cuando afirmó que "El autor de las Sagradas Escrituras es Dios".
Testimonio de Jamal, 34 años, musulmán: "El Corán lo aprendí de niño en la voz de mi abuelo. Cuando lo leo, siento que Alá me habla a través de sus palabras y lo sagrado está en lo que despierta en mí, en cómo me guía cada día…"
Análisis: Aquí Jamal refleja la fuerza de la tradición oral y familiar en el islam, y su fe se sostiene en la experiencia interior de recibir la revelación. El énfasis en “Alá” y en que la voz llega “a través del Corán” respeta la sensibilidad islámica.
En el caso del Corán
El libro sagrado del islam tampoco puede considerarse el “libro escrito directamente por Dios”. Para los musulmanes, el Corán es la revelación literal de Alá transmitida al profeta Mahoma a través del ángel Gabriel (Yibril), pero fue a lo largo de unos 23 años, entre los años 610 y 632 de nuestra era. Sin embargo, lo que conocemos hoy como Corán es el resultado de un proceso de transmisión oral y de compilación posterior a la muerte del Profeta. Según la tradición islámica, Mahoma recitaba los versos recibidos, y sus compañeros los memorizaban y posteriormente los escribían en huesos, cuero o fragmentos de palma. Tras su muerte, el califa Abu Bakr (632–634) ordenó reunir estas revelaciones, preocupado por la pérdida de memoria de los primeros seguidores. Fue durante el califato de Uthmán ibn Affán (644–656) cuando se realizó la compilación definitiva, y se creó una versión oficial del texto y se ordenó destruir las variantes existentes para preservar la unidad doctrinal. Estudios críticos modernos matizan este relato. Investigaciones académicas, como las de Angelika Neuwirth (Der Koran als Text der Spätantike, 2010), muestran que el Corán debe leerse también como un documento de la antigüedad tardía, influido por el judaísmo, el cristianismo y las tradiciones árabes preislámicas. Christoph Luxenberg —un estudioso del islam— ha propuesto incluso que partes del Corán tienen raíces en textos litúrgicos siriaco-arámicos (The Syro-Aramaic Reading of the Koran, 2000). Desde la fe islámica, esa variante fue "custodiada" por la providencia divina. Lo cierto es que fue obra de discípulos, compiladores y calígrafos que fijaron en escritura lo que antes era palabra hablada, y es una obra que refleja la espiritualidad, la política y la cultura de la Arabia del siglo VII, y que sin embargo sigue siendo, para más de mil quinientos millones de personas, la palabra eterna de Dios. Para Fred M. Donner, un estudioso del islam y profesor de Historia del Cercano Oriente en la Universidad de Chicago, el Profeta Muhammad (ṢAAS) y sus seguidores estaban motivados principalmente por otros factores además de la religión, es decir, que el islam era más una cuestión política que religiosa.
Testimonio de Aisha, 29 años, musulmana progresista: "El Corán me inspira a ser justa y compasiva. Lo leo con ojos críticos, porque sé que fue transmitido por hombres en otra época. Pero encuentro en él un mensaje eterno, somo es el ser mejor persona y con los demás."
Análisis: Aisha representa la lectura crítica y renovadora dentro de una tradición religiosa: mantener la fe, pero reinterpretando el texto a la luz del presente.
El Bhagavad Gita
Uno de los textos sagrados del hinduismo, tampoco puede considerarse un “libro escrito por Dios” en sentido literal. Para los creyentes, se trata del diálogo divino entre el príncipe Arjuna y Krishna —una de las encarnaciones de Vishnu— en el campo de batalla de Kurukshetra. En él, Krishna revela a Arjuna verdades eternas sobre el deber, la devoción y el camino espiritual. Pero desde la perspectiva histórica y filológica, el Gita es parte de una vasta obra épica, el Mahabharata, cuya composición se extendió durante siglos. Se atribuye su autoría tradicionalmente al sabio Vyasa, pero en realidad es el resultado de una tradición oral transmitida y ampliada entre los siglos V a.C. y II d.C.
Testimonio de Ravi, 48 años, hindú: "El Bhagavad Gita me recuerda que cada acción, por pequeña que sea, puede tener un sentido espiritual. No lo tomo como un mandato rígido, sino como un consejo para vivir con más conciencia."
Análisis: Ravi encarna la dimensión práctica del hinduismo como es ver la espiritualidad en la vida cotidiana. Su testimonio enseña cómo lo sagrado inspira a la acción consciente.
Al igual que la Biblia y el Corán, el Bhagavad Gita no puede leerse como una crónica literal de sucesos históricos dictados por lo divino, sino como un texto escrito, comentado y reinterpretado por innumerables maestros a lo largo de los siglos, entre ellos Shankara, Rāmānuja y, en tiempos modernos, Mahatma Gandhi, quien lo consideraba su “manual de vida espiritual y política”. No fue escrito por Dios, pero sí revela la profundidad con que la humanidad, desde hace más de dos mil años, ha intentado escuchar su voz.
Testimonio de Elena, 41 años, agnóstica; "Nunca fui religiosa, pero cuando estudié el Bhagavad Gita entendí que Arjuna y Krishna me hablaban a mí y a mis dudas, mis miedos, y mis decisiones. No lo vivo como dogma, sino como filosofía. Son palabras antiguas, pero me hacen pensar en lo que quiero ser hoy."
Análisis: Elena muestra cómo un texto sagrado puede ser útil incluso fuera de la fe, como guía filosófica y psicológica. Su testimonio revela el valor universal de estas narraciones.
Otros libros sagrados
Los Vedas: son textos más antiguos del hinduismo, y no fueron escritos por un único autor. Durante siglos se transmitieron de manera oral por sacerdotes y sabios (rishis) hasta ser fijados en sánscrito entre 1500 y 500 a.C. Son himnos, plegarias y fórmulas rituales que reflejan la espiritualidad de los pueblos indoeuropeos en la India antigua.
Los Upanishads surgieron entre el 800 y el 300 a.C. como reflexiones filosóficas dentro de la tradición védica. Son la raíz de muchas escuelas del hinduismo y, aunque considerados revelación espiritual, son escritos humanos que profundizan en la experiencia de lo divino desde la filosofía y la meditación.
En el budismo, el Tripitaka o “tres cestos” reúne la disciplina monástica, los discursos del Buda y tratados filosóficos. Ninguno fue escrito por Siddhartha Gautama. Sus discípulos transmitieron oralmente sus enseñanzas durante siglos, hasta que fueron fijadas por escrito en Sri Lanka en el siglo I a.C. Lo que hoy llamamos palabras de Buda son recuerdos colectivos preservados por comunidades monásticas.
El Tao Te Ching, base del taoísmo, se atribuye a Lao Tse, aunque probablemente fue compilado entre los siglos VI y IV a.C. Habla del Tao, el camino que rige la naturaleza y la vida. Breve pero profundo, expresa en palabras humanas lo inefable: la vía invisible que sostiene el universo.
El Talmud es una recopilación de debates rabínicos sobre la Torá. Formado por la Mishná (siglo II d.C.) y la Guemará (siglos III–V), refleja siglos de interpretación y discusión humana sobre cómo aplicar la ley divina en la vida cotidiana.
El Popol Vuh, la “Biblia maya”, fue escrito en quiché en el siglo XVI a partir de antiguas tradiciones orales. Narra la creación del mundo, las aventuras de los héroes gemelos y la genealogía de los pueblos mayas, preservando la memoria espiritual de su cultura.
Palabras de hombres, no palabra de Dios
Como hemos señalado, las grandes tradiciones religiosas sostienen que sus textos son revelaciones directas de lo divino. Pese a que los estudios coinciden en que ninguno de estos libros nació como una obra unitaria dictada desde el cielo, sino como el resultado de procesos humanos de transmisión oral, compilación, edición e interpretación. Ahora bien, reconocer su condición humana no disminuye su valor espiritual. Por el contrario, lo hace más cercano y más significativo. Como hemos reflexionado en ¿Qué o Quién es el Universo? si concebimos al Universo como una Conciencia Suprema, entonces cada texto sagrado puede entenderse como una conexión parcial con esa conciencia universal, reflejado en el lenguaje, la cultura y las experiencias de distintos pueblos su cada época. No son dictados literales de Dios, pero sí huellas de la búsqueda humana por comprender y escuchar a lo divino.
Hechos, metáforas y ciencia
Los relatos milagrosos de los libros sagrados plantean un dilema: ¿son sucesos reales o interpretaciones míticas? El Éxodo y la apertura del Mar Rojo, leídos como actos sobrenaturales, podrían explicarse por fenómenos meteorológicos extremos. Algo similar ocurre con la “estrella de Belén”, que astrónomos modernos interpretan como una conjunción planetaria o un cometa.
Confrontar los relatos sagrados con la ciencia puede mostrar correspondencias, pero reducirlos a explicaciones naturales empobrece su sentido. Su fuerza está en la metáfora y se considera que los mitos son mapas simbólicos de la experiencia humana (The Power of Myth, 1988). Así, el Mar Rojo simboliza la liberación y la estrella de Belén, la esperanza que guía en la oscuridad.
El diluvio universal tiene paralelos en muchas culturas, desde el Poema de Gilgamesh hasta relatos indígenas. Estudios sugieren que pudo originarse en grandes inundaciones como las del Tigris, el Éufrates o el Mar Negro (Ryan & Pitman, Noah’s Flood, 1998). Lo que la ciencia describe como catástrofes naturales, los antiguos lo interpretaron como juicios divinos. Algo similar ocurre con las plagas de Egipto, que hoy podrían explicarse por sequías, epidemias o erupciones volcánicas, pero que el Éxodo narra como señales del poder de Yahvé. Incluso los relatos de resurrección, de Osiris a Jesús, reflejan el mismo arquetipo, la muerte y el renacer como metáfora del ciclo eterno de la vida.
El psicólogo Carl Gustav Jung profundizó sobre el tema, y vio en estos relatos símbolos universales del inconsciente colectivo (Arquetipos e inconsciente colectivo, 1954). En otras palabras, los milagros funcionan como lenguajes simbólicos que hablan al inconsciente colectivo. Carl Jung ya advertía que los arquetipos se manifiestan en narraciones cargadas de imágenes y metáforas que trascienden el tiempo y la cultura. Lo que importa no es demostrar científicamente si un milagro ocurrió, sino comprender qué verdad psicológica y/o espiritual expresa. La ciencia nos ayuda a comprender el “cómo”, pero los relatos sagrados apuntan al “para qué”. Y es en esa tensión, entre lo real y lo simbólico, donde los textos sagrados han conservado su poder a lo largo de los siglos, porque —más allá de su historia— tocan lo profundo de la condición humana.
Testimonio de Ana, 27 años, psicóloga: "En la universidad estudiamos a Jung y los arquetipos religiosos. Cuando leo mitos como el diluvio o la resurrección, pienso que todos llevamos dentro esas imágenes como la caída, la renovación, o la ilusión. No necesito creer literalmente en ellas para que me conmuevan."
Análisis: Ana muestra la lectura junguiana donde los relatos son arquetipos del inconsciente colectivo. Es la mirada psicológica que valida la fuerza simbólica de lo sagrado.
Psicología de la revelación
Jung comprendía a los símbolos religiosos como patrones que comparten todos los seres humanos, más allá de su cultura o tiempo histórico. Los arquetipos —el héroe, la madre, la muerte y la resurrección, la sombra y la luz— reaparecen constantemente en los textos sagrados porque no pertenecen a una religión particular, sino a la estructura misma de la psique humana (Psychology and Religion, 1938).
En este sentido, los libros sagrados no son meras crónicas espirituales ni relatos históricos, sino contenedores de arquetipos que condensan las experiencias más profundas de la humanidad. Nos hablan del miedo y del anhelo de trascendencia, de la necesidad de redención y del encuentro con lo divino. De allí nace que el creyente sienta que Dios le habla a través de las Escrituras. No porque sean dictados literales de lo divino, sino porque activan símbolos arquetípicos inscritos en lo más hondo de nuestra mente. La revelación, vista así, no ocurre solo desde “afuera”, como palabra llegada de la alguna deidad, sino también desde “adentro”, como resonancia interior de lo colectivo humano.
Testimonio de Miguel, 38 años, científico: "Trabajo con datos y fórmulas todos los días, pero cuando leo mitos antiguos me doy cuenta de que también necesito símbolos. La ciencia me explica cómo funciona la vida, pero las narraciones sagradas me ayudan a preguntarme por qué vale la pena vivirla."
Análisis: Miguel simboliza la conciliación entre ciencia y espiritualidad y reconoce que los textos sagrados no explican el “cómo”, pero sí inspiran el “para qué”.
La espiritualidad del presente
Vivimos en una era de ciencia y tecnología que nos ha permitido conocer más que nunca sobre el cosmos, la evolución de la vida y el funcionamiento del cerebro humano. Hemos explorado galaxias lejanas, descifrado el código genético y cartografiado regiones de la mente.
Sin embargo, a pesar de tantos avances, las preguntas esenciales permanecen intactas: ¿qué sentido tiene la existencia? ¿qué ocurre después de la muerte? ¿somos únicamente materia organizada o formamos parte de una Conciencia mayor que nos trasciende?
Los libros sagrados no responden estas preguntas en el lenguaje de la física, la biología o la neurociencia. No son tratados científicos ni manuales técnicos, pero siguen teniendo vigencia porque ofrecen lenguajes simbólicos de orientación existencial. En sus páginas encontramos relatos y metáforas que no describen el universo con fórmulas, pero sí lo interpretan y hablan del origen, del destino, del bien y del mal, de la justicia y de la esperanza. Creemos que el desafío de nuestra época consiste en integrar el conocimiento científico con la espiritualidad, para construir una visión del ser humano más completa. Porque si la ciencia nos dice cómo funciona el Universo, los textos sagrados —cuando se leen con una mirada abierta— nos recuerdan por qué seguimos buscando en ellos un propósito.
Testimonio de Esteban, 56 años, buscador espiritual: "De joven creí que los libros sagrados eran historias inventadas para manipular. Más tarde, al estudiarlos con calma, entendí que eran palabras de hombres que intentaban tocar lo eterno. Hoy no me importa si Moisés abrió el mar, o si Krishna habló con Arjuna en medio de una batalla. Lo que me importa es cómo despiertan en mí el valor de la fe, la esperanza frente a la muerte, el llamado a vivir con empatía. No busco certezas absolutas, busco sentido a mi vida. Y en esas viejas páginas, entre símbolos y metáforas, sigo encontrando destellos de verdad que me hacen sentir parte de algo mayor."
Análisis: Este testimonio refleja el tránsito de la desconfianza crítica al escrito religioso. Esteban representa al lector moderno que no necesita creer en la literalidad de los textos, pero descubre en ellos un mapa de sentido existencial. Su voz es un puente entre el escepticismo y la espiritualidad abierta
¿Mienten los libros sagrados?
No. No mienten, porque no fueron concebidos para engañar, sino para iluminar. Nacieron del asombro y del miedo, de la necesidad de explicar lo inexplicable, de la urgencia de hallar consuelo frente al dolor, y sentido frente al misterio y al temor. Son palabras humanas que transmiten voces divinas, son fragmentos de una conversación eterna entre la conciencia del hombre y aquello que llamamos Dios, Universo o Conciencia Suprema. En ellos, palpita la esperanza de generaciones enteras que encontraron en los mitos, en las parábolas y en los cantos sagrados la manera de sostenerse frente al vértigo de la existencia.
La verdadera falsedad no está en los textos, sino en nosotros, cuando los leemos hoy sin espíritu crítico o cuando los rechazamos sin comprender su dimensión simbólica. Lo peligroso no es que los libros antiguos existan, sino que los usemos como armas de dogma, o que los descartemos como fábulas inútiles, perdiendo así su riqueza espiritual y cultural. Cada relato, cada metáfora y cada plegaria son reflejos parciales de una verdad que nos trasciende, y que sólo podemos intuir desde la pequeñez de nuestra mente humana. Estos ancestrales libros son reflejos de lo eterno, fragmentos dispersos que, aun incompletos, dejan pasar destellos de luz. Al final, no importa que no hayan sido dictados por Dios sino escritos por los seres humanos. Lo que interesa es que nos recuerdan que seguimos siendo buscadores, peregrinos en camino hacia un sentido mayor. Y en esa búsqueda —cuando leemos, cuestionamos, interpretamos y sentimos— se juega lo más humano de nosotros mismos como es la capacidad de transformar la palabra en fe, la fe en esperanza, y la esperanza en amor. Buscar a Dios ha sido, y sigue siendo, la forma en que el Universo nos invita a reconocer su inmensidad y nuestro lugar en Él, y Su lugar en nosotros.
No olvidemos que una Conciencia Universal o Dios, si lo prefiere llamar así, es por definición el conocimiento total. La ciencia busca el conocimiento, por lo que a más nos aproximemos a este saber científico más nos acercaremos a Dios y quizás en algún momento podremos encontrarnos con la verdadera palabra de Dios. Nosotros no negamos el papel de las religiones como un mecanismo para tratar de acercarse a Dios. Pero igual pensamos que podemos encontrarlo al estudiar, analizar, buscar las verdades y el mayor conocimiento posible… y —sobre todo— seguir a nuestra propia conciencia. Para nosotros, quienes creemos en una Conciencia Universal, nos sirvió investigar comparativamente a distintas religiones, sus principios, sus historias, sus mitos y leyendas. Luego, fue útil la exploración científica, y analizar las enseñanzas de la ciencia. Y, del mismo modo, seguir los que nos indica nuestra intuición. Pensar, meditar, y al surgir una idea de cómo pudo ser la creación, entonces, considerarla. Deducir, proponer hipótesis, investigarlas, teorizar. Un camino fácil y nada complicado es seguir una religión, sus ritos, sus normas e intentar ese camino para encontrarse con Dios. Estamos seguros de que si usted, querido lector, busca a Dios, independientemente del camino que tome, la Conciencia Suprema le hallará. Así ha funcionado por más de 20 mil años. Pero si de verdad quiere entrar en contacto con la Divina Providencia del Universo y con su Conciencia Universal, o Dios, entonces debemos buscarlo dentro de nosotros mismos... porque allí está, y usted dentro de Él… Si quieres profundizar sobre este tema, consultarnos o conversar con nosotros, puedes escribirnos a psicologosgessen@hotmail.com. Hasta la próxima entrega… Que la Divina Providencia del Universo nos acompañe a todos…
María Mercedes y Vladimir Gessen, psicólogos.
(Autores de “Maestría de la Felicidad”, “Que Cosas y Cambios Tiene la Vida” y de “¿Qué o Quién es el Universo?”)
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