¿De verdad vamos hacia una guerra mundial?
- Vladimir Gessen
- 6 ago
- 16 Min. de lectura
Amenazas con bombas nucleares y un mayor uso de misiles hipersónicos, drones, IA y armas cognitivas marcan una vía a una conflagración total
¿Estamos al borde del abismo global?
Luego de las dos guerras mundiales del siglo XX, la humanidad ha vivido bajo la premisa de que el “equilibrio del terror” —la capacidad mutua de destrucción total entre potencias nucleares— impediría nuevos conflictos a escala global. No obstante, en el presente, ese balance se ha vuelto más inestable y ambiguo. Nuevas tensiones geoestratégicas, armas hipersónicas, inteligencia artificial, ciberconflictos, el ascenso de potencias como China, la guerra de Rusia a Ucrania, y la erosión de los tratados internacionales han multiplicado los factores de riesgo.
Como han advertido académicos como John Mearsheimer (2014) y Graham Allison (2017), el mundo camina hacia un ciclo de competencia sistémica, parecido al que precedió a la Primera Guerra Mundial. Pero a diferencia de 1914, hoy los conflictos pueden escalar más rápido, con armas más letales y actores más diversos, incluyendo redes no estatales y sistemas autónomos.
Escenarios de guerra mundial a corto plazo (2025–2035)
Los escenarios que vamos a describir a continuación han sido evaluados por su probabilidad estimada, la magnitud de su posible escalada, y su capacidad para involucrar a múltiples potencias globales. Las probabilidades están basadas en análisis geopolíticos recientes que coinciden con el cuadro de indicadores militares del centro de investigación de RAND, con la visión general de la evolución de la seguridad internacional del anuario del Stockholm International Peace Research Institute SIPRI, 2024, y con el Centro de Estrategia y de estudios internacionales CSIS, 2025, y en la dinámica observable de conflictos actuales.
Escenario Indo-Pacífico: China vs. Estados Unidos y aliados
Según los análisis estratégicos y proyecciones actuales, existe el 30 % de probabilidades que ese escenario ocurra dentro del período evaluado entre 2025 y 2035. El estimado se basa en factores como la acumulación militar, las declaraciones políticas, los antecedentes históricos, las alianzas vigentes, la geopolítica estratégica y el comportamiento reciente de los actores involucrados. El desencadenante sería la invasión o el bloqueo naval de Taiwán por China. Este es, según múltiples centros estratégicos y juegos de guerra, el escenario más plausible de conflicto de alta intensidad en esta década. La militarización de islas en el Mar del Sur de China, la doctrina de “reunificación” proclamada por Xi Jinping y el estrechamiento de la cooperación entre Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, Australia e India, elevan el riesgo de enfrentamiento.
Un ataque sobre Taiwán podría desencadenar una respuesta aliada, bajo el liderazgo de Estados Unidos, con bloqueos navales, sabotajes cibernéticos y una batalla por el control del espacio satelital. El uso de IA y drones autónomos sería masivo. La guerra se desarrollaría en múltiples niveles, tanto el económico, como el digital y el militar.
Escenario Euroasiático: Rusia vs. OTAN
La probabilidad de que se extienda la guerra de Ucrania es estimada en el 25 por ciento. El desencadenante sería un incidente militar que escale la guerra entre Ucrania y Rusia, o la expansión castrense de la OTAN a Ucrania o hacia otro país como Moldavia. Tras la invasión de Ucrania en 2022, Rusia ha intensificado su doctrina militar defensiva y ofensiva, incluyendo el despliegue de armas nucleares tácticas en Kaliningrado y Bielorrusia. La OTAN, de acuerdo a conceptos estratégicos, en respuesta, ha reforzado el flanco este mediante el despliegue permanente de tropas, armamento avanzado, sistemas antiaéreos y brigadas multinacionales en países como Polonia, Rumanía, Estonia, Letonia y Lituania. Desde la invasión rusa a Ucrania en 2022, la Alianza Atlántica ha incrementado sus ejercicios militares conjuntos, ha fortalecido los sistemas de inteligencia compartida y ha elevado el nivel de alerta en la región oriental. Este reforzamiento tiene un objetivo disuasorio, pero también revela una realidad estratégica, el frente oriental europeo se ha convertido nuevamente en una línea de tensión crítica, como no se veía desde la Guerra Fría. En este contexto, un incidente militar fronterizo —incluso accidental— o un ataque híbrido atribuido a Rusia, como el sabotaje de infraestructuras críticas, ciberataques, o el uso de milicias sin identificación oficial, contra cualquiera de los países bálticos podría activar el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, que es la piedra angular de la OTAN, la cual establece que un ataque contra un Estado miembro será considerado como un ataque contra todos, y autoriza la respuesta colectiva. Esto generaría una escalada regional inmediata, en la que Estados Unidos, Reino Unido, Francia y otros aliados en el Medio Oriente podrían verse obligados a intervenir directamente, no solo de forma defensiva, sino posiblemente ofensiva, si las operaciones rusas continúan.
Dado el entorno saturado de propaganda, desinformación y operaciones encubiertas, el riesgo de errores de cálculo, falsas atribuciones o reacciones desproporcionadas es alto. Una chispa mal interpretada en Kaliningrado, el corredor de Suwałki o la frontera estonia-rusa podría transformarse rápidamente en una conflagración militar europea de gran escala, arrastrando a actores globales y comprometiendo la estabilidad continental. De hecho el considerable aumento del presupuesto militar de los países europeos demuestra que se preparan para la guerra con Rusia.
Escenario en Oriente Medio: Irán, Israel y potencias
La probabilidad estimada de una confrontación en el Medio Oriente es del 20 por ciento, y los desencadenantes inmediatos serían otro bombardeo israelí a instalaciones nucleares iraníes o un nuevo ataque directo de Irán contra Israel. La estrategia no reversible del alto mando político y militar de Israel ha sido clara y consistente: no permitirá que Irán desarrolle armas nucleares, incluso si ello implica asumir el costo de una guerra regional.
La ruptura del acuerdo nuclear (JCPOA) ha debilitado el régimen de inspección internacional y, como resultado, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) ya no puede ejercer funciones de verificación ni en Irán ni en Israel. A esto se suma que Israel mantiene una política de ambigüedad sobre su arsenal nuclear, aunque se le atribuye la posesión de bombas atómicas, lo que eleva la percepción de amenaza estratégica en Teherán.
El trasfondo ideológico y político de Irán es igualmente peligroso: la retórica antiisraelí de este país, sostenida desde la Revolución Islámica de 1979, alimenta un clima de confrontación permanente. Por otro lado, la expansión de la influencia iraní a través de milicias y aliados en Siria, Irak, Líbano (Hezbolá) y Yemen (hutíes) ha consolidado un eje regional que podría responder de manera coordinada a cualquier ataque israelí.
Un ataque preventivo israelí podría detonar una respuesta múltiple desde Teherán y su red de actores no estatales, abriendo varios frentes de guerra simultáneos. A su vez, Estados Unidos, Arabia Saudita y Turquía, o India, podrían verse arrastrados a una escalada, ya sea por compromisos de seguridad, intereses estratégicos o por proteger sus fronteras y sus rutas energéticas vitales. Rusia, China, o Corea del Norte, aunque probablemente evitarían involucrarse de forma directa, podrían intervenir indirectamente con apoyo logístico, diplomático o cibernético, prolongando y haciendo más complejo el conflicto.
En este escenario, el riesgo de una guerra regional abierta con impacto global es real, ya que afectaría los precios internacionales del petróleo, la estabilidad de aliados clave de Occidente y el equilibrio de poder en el Golfo Pérsico.
¿Pakistán versus Israel si este ataca a Irán?
Pakistán poseía alrededor de 170 armas nucleares a principios de 2025, con proyecciones que podrían elevarlas a cerca de 200 hacia finales de este año. Otras instituciones, como SIPRI, estiman el arsenal en un rango de 100 a 120 cabezas nucleares. Basándonos en la declaración del miembro del Consejo de Seguridad Nacional de Irán y general del ejército iraní, Mohsen Rezaei quien señaló que "Pakistán nos ha asegurado que si Israel usa una bomba nuclear contra Irán, tomará represalias con una bomba atómica contra Israel", obviamente aparece este escenario de guerra nuclear Pakistán Vs. Israel, porque ambas naciones tienen esos armamentos.
Escenario global descentralizado: Guerra híbrida multipolar
Este escenario tiene una probabilidad estimada de presentarse de un 15 por ciento, lo que lo hace menos probable que los anteriores, pero potencialmente más devastador por su carácter impredecible. Su desencadenante podría ser un colapso cibernético global o la liberación intencional de una pandemia artificial diseñada con capacidades avanzadas de propagación y letalidad.
Este escenario contempla una guerra sin frentes definidos, donde la línea entre la paz y el conflicto se desdibuja por completo. Actores estatales y no estatales emplearían ciberataques de gran escala, capaces de inutilizar redes eléctricas, sistemas bancarios, centros de control de tráfico aéreo y cadenas de suministro globales. Los ataques serían invisibles hasta que sus efectos se hicieran sentir: apagones prolongados, caída de mercados financieros y disrupción de servicios esenciales como agua potable y telecomunicaciones.
Paralelamente, podrían emplearse armas biológicas de nueva generación —virus modificados genéticamente— para debilitar poblaciones y desestabilizar economías enteras. Esto, combinado con operaciones de desinformación masiva, manipularía la percepción pública, sembrando el caos, el miedo y la desconfianza en las instituciones.
Otro elemento crítico de este escenario es el riesgo asociado a la automatización militar y la inteligencia artificial. Algoritmos de defensa o ataque que operen sin supervisión humana efectiva podrían cometer errores de cálculo, interpretar falsamente señales de ataque o escalar represalias de manera automática, generando una crisis global sin un responsable claramente identificado.
Este tipo de guerra híbrida y descentralizada plantea un desafío inédito ya que no habría frentes físicos que conquistar, ni ejércitos claramente definidos. La lucha se daría en los sistemas digitales, en los laboratorios clandestinos y en las narrativas públicas. El impacto global podría ser mayor que el de cualquier guerra convencional, pues bastaría desestabilizar los nodos críticos de la infraestructura planetaria para paralizar la vida cotidiana.
Esto parece exagerado, pero en sus 21 lecciones para el siglo XX, Yuval Noah Harari nos lo advierte: “¿Estamos a las puertas de una nueva guerra mundial?... La historia no hace concesiones. Si el futuro de la humanidad se decide en nuestra ausencia, porque estamos demasiado ocupados dando de comer y vistiendo a nuestros hijos, ni los demás ni nosotros nos libraremos de las consecuencias. Esto es muy injusto, pero ¿quién dijo que la historia es justa?”
También nos previene el Informe de Riesgos Globales 2023 donde explora algunos de los riesgos más graves que podemos enfrentar durante la próxima década e igualmente El Instituto de las Naciones Unidas de Investigación sobre el Desarme (UNIDIR).
Otros escenarios que pueden involucrar a las tres superpotencias
Incluyen conflictos entre India y Pakistán, Corea del Norte y Corea del Sur, colapsos en África, o en América Latina que activen intervenciones externas y la conducta de las potencias de aumentar sus “espacios vitales”, que alude a la tendencia de los Estados más poderosos a expandir su influencia geopolítica, económica o territorial para garantizar su seguridad, acceso a recursos y proyección estratégica como lo hizo la Alemania nazi. Hoy en día, China aspira una expansión en el Mar del Sur de China y proyección hacia África y América Latina. Rusia Intenta recuperar influencia en el espacio postsoviético, y, más reciente Estados Unidos ha asomado que desea —en el sentido de interés estratégico y búsqueda de mayor influencia—, una mayor presencia, más control indirecto y mayor capacidad de veto sobre decisiones clave en Groenlandia y Panamá, que son piezas de alto valor geopolítico. Asimismo, mantiene redes de alianzas y bases en regiones estratégicas en Europa, Asia, y el Medio Oriente.
¿Una región pacífica en riesgo?
América latina ha sido históricamente una región con menos guerras interestatales que otras partes del mundo. Los conflictos armados entre países han sido escasos. A pesar de ello, la relativa ausencia de guerras no significa la omisión de la violencia: Es hoy una de las regiones más implacables del planeta en términos de homicidios, crimen organizado, tráfico de drogas y conflictos sociales no convencionales. A medida que se intensifican las crisis climáticas, políticas y económicas, y se fragmentan las estructuras estatales, el riesgo de conflictos armados, tanto internos como transnacionales, se incrementa.
Escenarios posibles de intervención
Países con riesgo de conflicto
México
El tipo de riesgo es en ámbito de la “Guerra criminal” entre carteles con desbordes paramilitares y con la probabilidad de intervención de fuerzas estadounidenses. Las causas son el alto poder territorial y económico de los cárteles, y su infiltración en las estructuras del Estado. Asimismo, los conflictos entre las fuerzas de seguridad y los grupos armados con capacidad de fuego paramilitar. Un escenario que va tomando forma es la pérdida del control nacional en zonas de México y la fragmentación territorial en estados como Guerrero, Michoacán, Zacatecas o Sinaloa, y que tenga consecuencias como un conflicto social con implicaciones políticas si se agrava la crisis de gobernabilidad.
Por otra parte, Donald Trump ha calificado públicamente a los cárteles mexicanos como “terroristas” y ha sugerido emplear “fuerza letal” incluso sin el consentimiento del gobierno mexicano. En 2023 y 2024, líderes republicanos plantearon oficialmente designar a los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras, lo cual permitiría legalmente una intervención armada limitada bajo la legislación antiterrorista de Estados Unidos. Trump ya lo decretó así.
El Escenario sería de operaciones especiales transfronterizas para capturar o eliminar cabecillas del narcotráfico. La intervención sería en aéreas selectivas contra instalaciones de producción o tráfico de drogas y una intervención unilateral o conjunta con fuerzas aliadas en caso de colapso parcial del Estado mexicano en ciertas regiones.
Las primeras consecuencias serían, la ruptura diplomática con México y una posible insurgencia nacionalista. También reacciones violentas de los cárteles con atentados transfronterizos. Y una polarización interna en Estados Unidos entre partidarios y detractores de la intervención.
Venezuela
Los tipos de riesgos son la intervención externa, o algún conflicto transfronterizo o alguna perturbación interna. Las causas tienen que ver con la crisis humanitaria prolongada y un eventual colapso institucional. El hecho de que existan milicias armadas y colectivos, y la presencia de guerrilla extranjera como el ELN, y las disidencias de las FARC contribuyen al peligro de eventuales enfrentamientos cívicos militares. Además, el reclamo fronterizo del Territorio Esequibo en el oeste de Venezuela en sus límites con Guyana puede eventualmente significar la ocupación de ese territorio creando un conflicto que derive en el apoyo de Estados Unidos e Inglaterra al gobierno de Guyana creando una confrontación de proporciones. Otros escenarios puede ser un estallido de violencia interna en caso de ruptura política mayor, o de una transición forzada, así como la intervención externa por parte de otros países si se provoca un desborde regional o migratorio extremo.
Groenlandia
En el contexto del interés geopolítico por el Ártico, desde 2019, Donald Trump propuso públicamente “comprar Groenlandia” a Dinamarca, lo cual quiere hacer realidad ahora en su segundo gobierno, aunque Groenlandia y Dinamarca han dicho no a semejante proposición. Groenlandia es clave en el control de las rutas árticas y posee recursos estratégicos como las tierras raras. Estados Unidos ya tiene una base aérea estratégica en Thule, Groenlandia. Pero pensamos que este es un escenario improbable pero estratégico. No obstante, se ha incrementado la presencia militar estadounidense en su base allí, incluso sin la aprobación de Dinamarca. Y Donald Trump ha insistido en que EEUU debería “hacerse” con Groenlandia, presentándolo como un objetivo de seguridad nacional. La prensa y centros de análisis registraron ese renovado impulso.
Panamá
Aparece una diatriba por el control del Canal entre este país y EEUU. El principal antecedente histórico es la Intervención directa de en 1989 para capturar a Manuel Noriega por parte de Estados Unidos. También, la presencia militar histórica hasta 1999, cuando se entregó el canal a Panamá. El escenario es que bajo el actual gobierno en Washington, se reocupara temporalmente el canal si se alega alguna amenaza de sabotaje, terrorismo o influencia extranjera hostil que pudiera ser China. Se trataría de una intervención preventiva en caso de que una potencia rival intente tomar control indirecto del canal a través de inversión o apoyo militar. No es solo un bluff retórico porque Trump afirmó que se debería recuperar el control del Canal de Panamá desde su primer discurso presidencial. Se negó a descartar la posibilidad de usar fuerza militar para asegurar el control del canal, pues lo consideró vital para la “seguridad económica” estadounidense y ante el Congreso anunció que su administración “reclamará el Canal de Panamá”, y el Secretario de Defensa Pete Hegseth instruyó preparar "opciones militares creíbles" para garantizar acceso militar y comercial sin restricciones. Panamá respondió con firmeza y el presidente José Raúl Mulino rechazó cualquier idea de entrega o control externo, declaró el Canal como “patrimonio inalienable nacional” y afirmó que cualquier intervención sería inaceptable. Por ahora, la política efectiva del Pentágono se ha movido hacia la cooperación con Panamá y la contención de la influencia china
Otros países latinos en riesgo de conflictos
Colombia
Ha mantenido una Guerra interna prolongada. con regionalización del conflicto. Las Causas han sido la reconfiguración del conflicto armado tras el Acuerdo de Paz de 2016. Pero surgieron las denominadas disidencias de las FARC, se mantiene el ELN y nuevas bandas narco-paramilitares. Existen zonas sin control Estatal con presencia de grupos armados y disidencias transfronterizas en la frontera con Venezuela. El escenario posible es la escalada de los conflictos focalizados que afecten a países vecinos como Ecuador, Venezuela y Brasil, especialmente en zonas de selva y de producción y tráfico de drogas. Durante el gobierno de Gustavo Petro hasta agosto de 2008 no se prevé algún problema de confrontación con Venezuela, Brasil y los Estados Unidos.
Haití en manos de pandillas
El tipo de riesgo se debe al colapso estatal total y el conflicto urbano armado. Las causas son el vacío de poder en ausencia de gobierno efectivo. Las Bandas armadas controlan gran parte de la capital Port-au-Prince y del país. Habría que sumar la pobreza extrema, la inseguridad alimentaria y las catástrofes climáticas. El escenario posible es la intervención internacional bajo el auspicio de la ONU o de alguna coalición de países regionales. Mientras tanto, se profundizará la guerra urbana entre facciones por el control del territorio.
¿Guerras en América Latina?
Aunque es improbable una guerra interestatal convencional en América Latina, crece cada vez más la posibilidad de una intensificación de conflictos armados de naturaleza híbrida con el crimen organizado, la insurgencia irregular, colapsos institucionales y confrontaciones entre Estado y actores no estatales armados. La clave para evitar guerras no está solo en la diplomacia internacional, sino en reconstruir los pactos sociales internos, fortalecer la gobernabilidad democrática y cortar los vínculos entre poder político y economías ilegales. No hay que perder de vista el
La guerra de última generación: Dos sub-escenarios
Guerra mundial sin armas nucleares tácticas
Las características de los armamentos han evolucionado hasta un punto en el que el campo de batalla sería irreconocible. Armas hipersónicas, capaces de alcanzar velocidades de hasta Mach 10, harían prácticamente inútiles los sistemas de defensa tradicionales. Sistemas de inteligencia artificial y enjambres de drones autónomos librarían combates con una intervención humana mínima, mientras ciberarmas y ataques satelitales podrían colapsar internet, inutilizar el GPS, paralizar los sistemas bancarios y dejar a oscuras redes energéticas enteras.
Los frentes ya no serían únicamente territoriales, porque se abrirían de forma simultánea en el espacio, el ciberespacio y los centros urbanos. Mientras un país combate en sus ciudades por el control de la infraestructura crítica, otro podría estar defendiendo sus redes digitales de un ataque masivo que paralice su economía. Guerrillas urbanas, apoyadas por IA para coordinar tácticas y operaciones, disputarían el control de ciudades inteligentes, atacando centros de datos, redes de transporte y plantas de energía.
La “guerra cognitiva” sería otro frente decisivo dado que la manipulación masiva de poblaciones a través de redes sociales y narrativas falsas erosionaría la cohesión interna de los Estados, debilitando gobiernos desde adentro sin necesidad de un solo disparo.
Las consecuencias humanitarias y geopolíticas serían devastadoras. Millones de desplazados surgirían de urbes colapsadas, cadenas de suministro globales quedarían interrumpidas y la economía mundial sufriría un derrumbe generalizado. La fragmentación política y el vacío de poder podrían abrir paso a nuevas formas de autoritarismo o incluso al colapso de estructuras estatales en algunos países, mientras potencias rivales intentarían consolidar esferas de influencia en medio del caos.
Guerra mundial con armas nucleares tácticas
En este escenario, además de los elementos tecnológicos presentes en la guerra sin armas nucleares tácticas, se sumaría el uso limitado pero devastador de bombas nucleares tácticas de entre 5 y 20 kilotones, diseñadas para destruir ciudades medianas, bases militares o concentraciones de tropas. Este tipo de armas serían empleadas en frentes específicos, y posibles focos de conflicto como Europa del Este, como sería el caso de en la frontera polaco-ucraniana, el Indo-Pacífico, en torno a Taiwán o el Mar del Sur de China, o el Medio Oriente, como señala la estrategia del departamento de Defensa de Estados Unidos.
El objetivo estratégico de estas detonaciones sería el de “escalar para desescalar”, es decir, obligar al adversario a retroceder o negociar mostrando una disposición a infligir un daño limitado, pero inaceptable. Sin embargo, la percepción de amenaza existencial podría provocar una rápida escalada hacia un conflicto nuclear total.
Los frentes serían simultáneamente territoriales y tecnológicos, tales como ataques con armas nucleares tácticas sobre puntos críticos, combinados con la guerra cibernética, ataques satelitales, manipulación social masiva y operaciones de drones autónomos. Las ciudades se convertirían en blancos prioritarios y la destrucción parcial de metrópolis enteras provocaría millones de desplazados, epidemias derivadas de la radiación y colapso de sistemas sanitarios. Las consecuencias humanitarias serían desproporcionadas incluso en un uso “limitado” con cientos de miles de fallecidos inmediatos, efectos radiactivos duraderos en el ambiente, crisis alimentarias globales por el impacto en las cadenas de suministro y mercados energéticos, además de una profunda inestabilidad política. En lo geopolítico, el empleo de armas nucleares tácticas podría dinamitar el régimen internacional de no proliferación, empujando a otras potencias medianas a desarrollar su propio arsenal nuclear para no quedar indefensas.
El mundo posterior a este conflicto sería más inestable que nunca, con alianzas rotas, nuevas carreras armamentísticas y amplias zonas del planeta inhabitables por décadas. No en balde el Reloj del Juicio Final marca que faltan 89 segundos, para que acontezca. Mas cerca que nunca...
¿Es ingenuo este escenario?
Pues no. Buena parte de los tanques de pensamiento en el Mundo piensan que puede suceder… Observe este evento, cuando dos altos mandatarios emocionalmente incurren en amenazas nada racionales y evalúe el instante en donde nos encontramos: Dmitry Medvedev, expresidente ruso y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, recientemente hizo declaraciones argumentando que cada nuevo ultimátum del presidente de Estados Unidos contra Rusia representa "una amenaza y un paso hacia la guerra" y advirtió que Moscú cuenta con capacidades nucleares como medio de última respuesta. Por ello, el presidente Donald Trump anunció que había ordenado posicionar ¡dos submarinos nucleares! en las “regiones apropiadas” cerca de Rusia como medida de precaución ante lo que calificó como declaraciones “falas e inflamatorias” de Medvedev. Los medios británicos y agencias internacionales coinciden en que este acto marcó una escalada en la confrontación entre las dos potencias… donde cada vez son más frecuente el mencionar la palabra y la amenaza nuclear.
El filo de la historia
La posibilidad de una guerra mundial no es únicamente una cuestión de fuerzas armadas ni de alianzas estratégicas. Es, en esencia, el reflejo del estado de conciencia y cultural de la humanidad, de nuestras ansiedades más profundas y de las narrativas que elegimos creer. El verdadero peligro no solo reside en el alcance de las armas que poseemos, sino en las decisiones que tomamos bajo presión y en la facilidad con la que aceptamos como inevitables los relatos de confrontación y miedo.
Hoy estamos, como especie, ante un umbral peligroso, el de un mundo irracionalmente hipermilitarizado, hiperdigitalizado y emocionalmente fracturado, donde un error de cálculo, un algoritmo mal diseñado o un líder cegado por la soberbia podrían desatar una cadena de acontecimientos imposible de detener.
Evitar el abismo exige repensar la seguridad colectiva no como un juego de suma cero —donde el triunfo de unos implica la derrota de otros— sino como una empresa de supervivencia compartida, un pacto renovado que reconozca que la humanidad entera está en el mismo barco. Las armas hipersónicas, las ciberherramientas y las bombas nucleares tácticas no son solo reflejos de nuestra capacidad técnica, sino que lo que está en juego es si nuestra madurez ética y política será capaz de contenerlas. Aún estamos a tiempo. Pero cada día que pasa sin construir confianza, sin fortalecer instituciones y sin recuperar un sentido de propósito común, la línea entre la paz y el colapso se vuelve más delgada. Depende de nosotros. Cada palabra que decimos, cada voto que emitimos, cada decisión que tomamos puede inclinar la balanza. La historia no está escrita, y podemos elegir seguir el guion de la desconfianza y el miedo, o atrevernos a imaginar un futuro distinto, donde la cooperación sea más poderosa que la confrontación. Porque si algo nos enseña la historia es que los imperios caen, las armas envejecen y los mapas cambian, pero la vida —nuestra vida y la de quienes amamos— es lo único verdaderamente irremplazable. Este es el momento de actuar con lucidez y con valor. Si no lo hacemos ahora, puede que mañana sea demasiado tarde…
… ¿Y mientras tanto la ONU que hace?... Lo trataremos en una próxima oportunidad… Si desea darnos su opinión o contactarnos puede hacerlo en psicologosgessen@hotmail.com... Que la Divina Providencia Universal nos acompañe a todos…

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