Lo primero que debo decir es que esta columna fue inspirada por un tuit: alguien escribió en tono de broma “Que es eso de ser Workaholic, búsquense una adicción seria” y aunque en principio me generó una risa cómplice, luego me hizo reflexionar. Creo que es la primera vez que lo digo en público: Soy Workaholic prácticamente desde los 17 años.
¿Cuándo comenzó este problema? Justamente con mi primer trabajo. Y es que cuando eres adolescente comienzas a tener conciencia de tu verdadera situación económica. Desde niño crecí en una burbuja porque papá y mamá eran profesionales, vivíamos en una casa grande y hasta teníamos una propiedad en el campo con vacas, gallinas, árboles frutales, etc. Además, para mi cumpleaños número 8 me regalaron un caballo. ¿Cómo no pensar que éramos ricos?
En realidad, no lo éramos, pero en los 80 aunque veníamos del llamado viernes negro y la economía en Venezuela estaba difícil, todavía se vivía bien. Pero a medida que fui creciendo y cambiando, la situación económica del mundo y la de mi familia también cambió. Así que para comprarme ropa y pagar mis cosas, decidí conseguirme un trabajo. Mi primer empleo fue como “el chico de la fotocopiadora” en la consultora empresarial de mi tío Enrique.
Poco después cuando quise estudiar cine, me tocó encontrar algo más, por lo que mi tío Antonio me ayudó a entrar en una compañía de TV Satelital, donde trabajé por 11 años, pero eso se los cuento otro día.
Justo en esa cablera comencé con el tema de la adicción al trabajo. Cuando cobré mi primer sueldo sentí un poder nunca antes visto, tener dinero me dio un sensación de libertad indescriptible. La plata me daba la posibilidad de hacer lo que quisieras, y eso a los 18 años lo es todo, o al menos eso creía entonces.
A los pocos meses descubrí un vacío legal que le convenía tanto a la empresa como al empleado: Las horas extras. Para ganarme ese dinero adicional, solo tenía que trabajar hasta 16 horas, en lugar de las 8 reglamentarias. Lo que demuestra que a finales de los 90 a las empresas no les interesaba la salud de sus empleados, menos mal que ahora si les interesa… (se supone).
En fin, gracias a mi dedicación que sinceramente era más bien mi deseo de ganar dinero, ascendí rápidamente en la compañía. Y al subir de nivel descubrí otro instrumento que me permitía ganar más dinero que las horas extras: El % de ganancias por ventas. Esto quiere decir que, por cada suscripción, paquete de programación o Decodificador adicional que venda tu equipo, tú te llevas un porcentaje de esa operación comercial.
La verdad no me podía quejar, el mundo comenzaba un nuevo siglo, y yo ganaba muy bien, al punto que los 21 años ya tenía auto, viajaba y compraba todo lo que quería. Todo fue hermoso hasta que llegó “El paro petrolero” eso para mí fue el punto de quiebre económico al menos en mis finanzas. En 2002 comenzó mi carrera cuerpo a cuerpo con la inflación, una batalla que continúa hoy 20 años después.
Justo con el paro petrolero y para tratar de mantener mi nivel de vida, me busqué otros trabajos, sin dejar la empresa de TV satelital, así que comencé a trabajar de productor en una cadena de noticias, y también a escribir en revistas, en una industria para entonces novedosa: Las páginas webs.
Pero, aunque hacía mucho esfuerzo, y dormía poco, nunca llegué a tener la comodidad económica que tuve a finales de los 90.
Mi salud comenzó a verse afectada, por lo que busqué ayuda con un profesional que en Venezuela atendió y creo que lo sigue haciendo desde las sombras: El psicólogo. Digo que trabaja en la clandestinidad, porque la salud mental en Venezuela, al menos a mediados de los 2000 era un tema tabú.
Conocer a mi psicóloga Iliana me cambió la vida, me ayudó a entender que el dinero ciertamente es necesario, pero hay otras cosas más importantes. Ella me ayudó a buscar el equilibrio en mi vida.
Ahora, dos décadas después, vivo en Argentina, un país que tiene grandes problemas económicos y donde la inflación está comenzando a mermar mis pocos ahorros y mi nivel de vida. Pero ahora decidí actuar temprano, por lo que ya busqué una terapeuta que me ayudará a pasar este trance.
Para ahorrar tiempo y sesiones (es decir dinero) en nuestro primer encuentro le dije:
- Yo sé cuál es mi problema, soy Workaholic.
A lo que ella contestó:
- No te preocupes, viniste al lugar indicado. “Trabajaremos” en eso…
Cuando escuché a la doctora decir la palabra “Trabajaremos”, me sentí aliviado, porque según entendí, igual seguiré trabajando, pero supongo que ella me ayudará con mi adicción al trabajo… Al menos eso espero.
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