Deshojando la margarita
- Adolfo Salgueiro

- 1 sept
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Deshojando la Margarita. Que sí habrá intervención militar norteamericana en nuestro territorio. Que no la habrá. Todo está sujeto al análisis y a la decisión final de Mr. Trump, cuyas idas y venidas hacen que su política exterior sea poco previsible. A veces no avisa y pega el golpe (Irán) y otras veces avisa mucho y al final no hace nada (Ucrania). Este columnista estima que una invasión con ocupación de territorio no la habrá porque tal aventura requiere un número de efectivos muy elevado dado el tamaño de Venezuela. Ese número superaría exponencialmente el muy reducido contingente de “marines” ya embarcados (4.500) que ha trascendido en los medios y discursos.
Quienes conocen de estos asuntos opinan que con ese número solo pudiera intentarse una operación quirúrgica (extracción) o una acción de alto impacto político.
La incertidumbre enunciada se fundamenta en las dos corrientes que al momento tienen cuerpo en Washington: a) hay que tomar medidas drásticas para asegurar el desplazamiento del poder de quienes oficialmente han sido calificados como terroristas y constituyen un peligro para la seguridad interna de Estados Unidos y b) Washington no está en plan de “regime change” ni con la intención principal de desplazar a quienes hoy ocupan Miraflores, pues no es prioritario restablecer la democracia en Venezuela sino combatir y eliminar el comercio de drogas cuya ruta es el Caribe occidental.
La primera tendencia la aúpa el secretario de Estado, Marco Rubio, quien ha adoptado un discurso que parece dejar pocas opciones pacíficas si el dictador y su combo se empeñan en no facilitar una transición. La segunda opción se origina en la boca del señor Chris Landau, subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, quien ha declarado que no es objeto del gobierno de Trump elegir ni colocar ni derrocar gobiernos extranjeros, “regime change”, tanto más si no media una movilización efectiva y decidida de amplios sectores locales.
Sabemos que dicha movilización no existe dadas las muy difíciles condiciones de vida y la ferocidad de la represión, lo cual permite deducir que será muy complicado y cruento encarar ese camino. La filosofía es que “los venezolanos se alcen y a lo mejor les podemos dar una mano”.
La existencia de estas dos opciones contrapuestas da lugar a la expresión que titula estas líneas “Deshojando la Margarita” y siendo que la decisión final dependerá de Washington y no de Caracas, vale la pena pasar una ojeada al ambiente que se vive sobre este particular en Estados Unidos.
Como se ha dicho, Venezuela no es ya tema central de la preocupación política ni mediática toda vez que sin restarle importancia no es tema de narrativa ni toma de posición por el público norteamericano en su conjunto, que por ahora está más pendiente de Ucrania, Rusia, etc., que en el clima democrático o no de la región.
Naturalmente, esta afirmación no es válida para el sur de la Florida donde residen varios cientos de miles de compatriotas, además de la determinante fuerza del exilio cubano y también de otros países de la región (Colombia , Haití , Nicaragua, etc.).
Es por ello que los legisladores nacionales por Florida (Cámara de Representantes y Senado) se pronuncian unánimemente en severos términos en contra de Maduro, pero sin abogar convincentemente por la opción de intervenir militarmente en territorio extranjero salvo puntuales excepciones.
En cambio la diáspora venezolana, cuyos participantes más activos son menos de la mitad del total, se decanta casi unánimemente por la acción militar en el territorio venezolano. Entretanto, constatamos que en el interior de Venezuela, aun cuando existe un fuerte deseo de transición, existen también políticos y dirigentes que -con convicción o cinismo- rescatan en alto volumen el “sagrado derecho de la soberanía“, junto al cual no hay que olvidar el igualmente sagrado derecho a la “autodeterminación de los pueblos”, que en el caso venezolano fue elocuentemente expresado en la elección del 28J.
La revisión del contenido de los medios de comunicación en Estados Unidos -salvo los dirigidos a colectividades específicas- revela que la generalizada aprobación al despliegue de una fuerza en el Caribe se centra más en la necesidad de contener el tráfico de drogas, como se dijo antes y por eso quienes se preocupan activamente del tema ya han celebrado la primera y reciente confiscación de un alijo de 34 toneladas de heroína llevado a cabo por una nave de la Guardia Costera de Estados Unidos.
Otros grupos hacen cuentas acerca de la justificación económica del gasto de movilización frente a los posibles e inciertos beneficios que pueda tener la campaña antidroga. Es la actitud del avestruz que esconde su cabeza bajo la tierra cuando se siente amenazada. Esto se nota más entre las clases menos favorecidas que ven con recelo, y hasta desaprobación, que Estados Unidos tenga siempre que ser la instancia final de batallas en las que participan otros actores que a la hora de pagar la cuenta se hacen los desentendidos.
Celebramos que varias naciones del continente hayan manifestado su solidaridad ante la grave situación que transcurre Venezuela (Argentina, Ecuador, Trinidad y Tobago) y algún otro han expresado solidaridad y disposición para cooperar. México, como siempre, se lava las manos con la excusa de la “no injerencia” inaceptable cuando se están cometiendo crímenes de lesa humanidad en el más cercano vecindario.
Vale la pena acotar que hasta el momento de escribir estas líneas Estados Unidos no ha incursionado en aguas territoriales de ningún país de la zona, aunque no se descarta que en estos últimos días los “próceres bolivarianos” dormirán preocupados y muy custodiados. Los 50 millones de dólares bien pudieran despertar algunas ambiciones.






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