¿Cuáles son los escenarios que nos estremecen?
- Vladimir Gessen

- 27 sept
- 13 Min. de lectura
Seis frentes que desatarían una guerra mundial: Ucrania-Rusia, China-Taiwán, EEUU-Rusia, China-Taiwán-EEUU, Israel-Irán y Venezuela-EEUU…
Observamos que la humanidad vive bajo una tensión parecida a la de los años treinta y cuarenta del siglo pasado. No estamos en una guerra mundial abierta, y es lejana, pero la atmósfera psicológica es la misma: miedo, desconfianza, discursos nacionalistas, bloques de poder enfrentados y la sensación de que basta un error de cálculo para desencadenar lo peor. Es como un preludio de que se transita hacia una guerra mundial aunque poco a poco. Todavía no explotó, pero cada frente es un foco de peligro. El mundo se encuentra, otra vez, en una disyuntiva. Los conflictos locales amenazan con transformarse en conflagraciones globales, y las potencias caminan sobre un terreno minado por la historia, el orgullo y la desconfianza. Los historiadores calculan que en total han existido entre miles de guerras significativas a lo largo de toda la historia de la humanidad y hemos pasado más tiempo en guerra que en paz, de acuerdo a un estudio clásico citado por la UNESCO sobre los últimos 3,400 años, donde se determina que apenas 250 de ellos habrían sido de paz relativa. Entonces, la pregunta es inevitable: ¿Estamos condenados a repetir el siglo XX, con guerras mundiales que arrasaron generaciones, o podemos frenar la lógica de la destrucción antes de que sea demasiado tarde?
Las noticias de hoy ya no son simples notas diplomáticas, son advertencias. En Europa, ya los cielos se llenan de drones y misiles. En Asia, las armadas de China y Estados Unidos cruzan el estrecho de Taiwán. En el Medio Oriente, Israel e Irán en cualquier amanecer pueden iniciar una guerra nuclear. Los analistas militares hablan de “focos de tensión”. Prefiero hablar de “miedos colectivos”, del miedo ruso a perder su estatus de potencia, del temor de que la agresividad de China pueda desplazar a EEUU del primer lugar, el miedo estadounidense a ceder el liderazgo global, y el sobresalto israelí a desaparecer bajo una lluvia de misiles iraníes. Pareciera que el miedo mueve más ejércitos que el odio en este siglo y más reciente, la aprensión ha llegado ahora al Mar Caribe.
Escenario de Guerra Ucrania-Rusia
Es la confrontación ya de años y parece no tener final. Cada ataque con misiles o drones, cada ofensiva y contraofensiva, es un recordatorio de que Europa vive la guerra más sangrienta desde 1945. El riesgo mayor no está en Kiev, sino en Varsovia o Bucarest. Basta un proyectil fuera de control que caiga en Polonia o Hungría o en cualquier territorio de la OTAN para obligar una respuesta de Europa en contra de Rusia. Incluso con drones de amenazas o amedrentamientos sobre Polonia y hasta en Dinamarca que los analistas suponen que proceden de Rusia
El conflicto en Ucrania es la herida abierta más visible del sistema internacional. La invasión rusa de 2022 transformó a Europa y colocó a la OTAN frente al mayor desafío desde la Guerra Fría. Tenemos tres escenarios posibles: Escenario de escalada: Rusia, acorralada por sanciones y pérdidas militares, intensifica sus ataques con misiles, incluso arriesgando confrontaciones directas con otros países de la OTAN. El peligro radica en que un solo error, como un misil que caiga en territorio aliado, podría encender la chispa de un enfrentamiento nuclear.
Escenario de contención: Occidente continúa el apoyo militar a Ucrania, pero sin cruzar el umbral de la guerra directa, y Kiev avanza en su autodefensa con drones, misiles de largo alcance e inteligencia artificial. El conflicto se prolonga como una guerra de desgaste sin un claro vencedor. Este es el escenario más probable.
Escenario de negociación forzada: La presión interna en Rusia y el agotamiento de recursos en Ucrania obligan a un alto al fuego supervisado por la ONU o mediadores externos. No sería la paz duradera, sino una pausa precaria.
Escenario de China-Taiwán-EEUU: Frágil equilibrio
En el Pacífico, Pekín, Washington y Taipéi miden fuerzas como gladiadores que saben que no pueden golpearse sin arrastrar a medio planeta. La isla de Taiwán es el corazón tecnológico del mundo. Un bloqueo o una invasión no solo pondría en jaque a sus habitantes, más bien paralizaría la economía global. El mar de China es hoy un tablero de ajedrez donde se juega el futuro del orden mundial. Pekín considera a Taiwán parte de su territorio y ha prometido la “reunificación”, incluso, por la fuerza si es necesario.
Estos son los escenarios: Escenario de invasión anfibia: China lanza un ataque para tomar la isla, calculando que EEUU no intervendrán de manera decisiva. El riesgo es que un error en esta estrategia provoque una guerra en todo el Indo-Pacífico, arrastrando a Japón, a Corea del Sur y a Australia.
Escenario de bloqueo: Pekín opta por rodear la isla con su armada, cortar rutas marítimas y asfixiar su economía, esperando la rendición sin una invasión total. Lo cual puede llevar, si Estados Unidos y sus aliados intervienen, a un conflicto de alta intensidad.
Escenario de disuasión prolongada: Taiwán se rearma, la alianza con EEUU se fortalece, y el equilibrio de poder mantiene la paz inestable, basada en la amenaza mutua y la interdependencia económica global.
Escenario EEUU-Rusia: ¿Amistad o enemistad?
Más allá de Ucrania, la confrontación entre Washington y Moscú, además de política y militar, es psicológica. Es la sombra de la Guerra Fría proyectada en el siglo XXI. Los choques ya ocurren, pero en silencio, con ciberataques, sanciones, sabotajes. Ambos saben que una guerra abierta sería un suicidio nuclear. Y sin embargo, el roce es constante. Más allá de Ucrania, el enfrentamiento entre Washington y Moscú es una lucha por legitimidad global. La tensión recuerda a la Guerra Fría, pero ahora con un componente más imprevisible, como es el uso de sanciones financieras, ciberguerra y campañas de desinformación masivas. Las posibilidades son: Escenario de confrontación directa: Un incidente en el Báltico, el Ártico o el Caribe podría desencadenar enfrentamientos militares. Washington y Moscú saben que la línea roja es delgada, porque un choque limitado podría escalar rápidamente a lo nuclear.
Escenario híbrido: Lo más probable en el corto plazo es que la confrontación siga en el terreno económico, cibernético y diplomático, con acciones militares indirectas. Una guerra fría renovada, con nuevos campos de batalla invisibles.
Escenario de detente: Bajo presión internacional, EEUU y Rusia podrían verse forzados a un pacto de coexistencia. Pero la desconfianza es tan profunda que parece improbable en el presente, a pesar de la supuesta amistad Putin-Trump.
Escenario Israel-Irán: El bíblico Armagedón
El polvorín más explosivo está en Medio Oriente. Israel cree que Irán avanza hacia el arma nuclear y no lo permitirá por supervivencia. Irán asegura que no consentirá que Israel los ataque y promete su desaparición. El tablero está lleno de intermediarios, como Hezbolá en el Líbano, Hamás en Gaza, los hutíes en Yemen. Es la guerra de otros que puede transformarse en la guerra de todos. El Medio Oriente sigue siendo el epicentro de las tensiones históricas. La rivalidad entre Israel e Irán encierra el riesgo más explosivo de todos, porque puede ser una guerra que involucre armas nucleares tácticas. ¿Qué puede ocurrir? Escenario de ataque preventivo: Israel, convencido de que Teherán insistirá en secreto desarrollar su arsenal nuclear, lanza bombardeos sobre instalaciones iraníes. La respuesta iraní podría incluir ataques con misiles sobre Tel Aviv y Haifa, reabriendo la puerta a un conflicto regional total que escale a nivel mundial. Este escenario es el más probable y a corto plazo.
Escenario de guerra por intermediarios: Se mantienen los choques indirectos nuevamente con Hezbolá en el Líbano, Hamás en Gaza, y los hutíes en Yemen, todos como brazos armados en la “guerra por poder” entre Irán e Israel.
Escenario de negociación regional: Bajo presión de EEUU, la ONU y mediadores árabes, podría hacer surgir un pacto de no proliferación nuclear regional. Este sería el escenario más deseado, pero también el más frágil, además de poco probable.
Escenario de Confrontación Venezuela–EEUU
Es hoy un frente estratégico que no se puede dejar fuera, porque está directamente conectado con las tensiones globales, y en él aparecen involucrados Rusia, China e Irán. En septiembre de 2025, la confrontación se ha intensificado. Estados Unidos desplegó buques de guerra en el Caribe bajo el argumento de la lucha contra los carteles del narcotráfico y ha realizado ataques puntuales contra embarcaciones de narcotraficantes, venezolanas. Caracas respondió denunciando violaciones de soberanía, movilizando tropas y anunciando el fortaleciendo de su alianza con Rusia, Irán y China. Rusia le aporta armamento, asesores y tecnología militar, ampliando su presencia en puertos venezolanos. Irán ofrece cooperación en inteligencia, drones y petróleo, en un frente simbólico de resistencia contra Washington. China juega un papel más económico y tecnológico, pero también estratégico, ya que asegura el acceso a recursos energéticos. ¿Cuáles serían los escenarios?:
Escalada militar limitada: EEUU continúa operaciones de interdicción marítima antidrogas, bombardeos selectivos, y patrullajes en el Caribe. El riesgo mayor sería un choque directo entre buques o aviones que detone una confrontación regional, o algún bombardeo de instalaciones del narcotráfico o a movimientos guerrilleros como el ELN en territorio venezolano. Venezuela respondería con movilización de milicias, ejercicios militares, represión masiva y severa a la oposición interna, y amenazas de extender el conflicto a la frontera con Colombia o al territorio en disputa del Esequibo. EEUU escala con más ataques misilísticos en contra del denominado “cartel de los soles”, aunque evitará una invasión o asentar su ejército en Venezuela.
Escenario de Guerra por intermediarios: Similar al Medio Oriente, Venezuela se convierte en plataforma de influencia para Rusia e Irán y, quizás de China, en el hemisferio occidental. Podrían desplegarse drones iraníes, sistemas de misiles rusos y cooperación de inteligencia china. EEUU responde intensificando sanciones, operaciones cibernéticas, y apoyo a la oposición venezolana.
Escenario Estancamiento prolongado: Ni guerra abierta ni paz. Siguen escalando las sanciones, las maniobras militares, y los enfrentamientos puntuales en altamar. El gobierno venezolano sobrevive gracias al apoyo externo, mientras EEUU utiliza el conflicto como presión estratégica contra Rusia, Irán y China en los otros tableros y escenarios mundiales. La población venezolana sigue siendo la mayor víctima, atrapada entre la crisis interna y la presión internacional.
Escenario de Intervención regional o multilateral: La presencia de una fuerza militar en Venezuela solo ocurriría en caso extremo, de forma parcial, y sería una operación coordinada y encabezada por EEUU con apoyo de aliados de la OTAN y gobiernos latinoamericanos, justificando la acción bajo la bandera de la “seguridad hemisférica”. Rusia, China e Irán podrían usar la crisis venezolana como escenario de confrontación indirecta con Washington, para lograr ventajas en otros frentes como Ucrania, Asia y el Medio Oriente.
Implicaciones psicológicas y estrategias
Para Washington, Venezuela es vista no solo como un problema regional, sino como un punto de entrada de potencias rivales al hemisferio. La narrativa es la de un “enemigo externo” que amenaza la seguridad interna de EEUU. Para Caracas, el discurso de “resistencia antiimperialista” es su base de legitimidad interna. Se transforma el miedo en cohesión política, aun cuando la sociedad atraviesa una crisis humanitaria sin precedentes. Para Moscú, Pekín y Teherán, Venezuela es un símbolo y un peón estratégico. No es solo petróleo, es la posibilidad de demostrar que EEUU ya no controla su propio continente. Por ello, el escenario Venezuela–EEUU no es un conflicto aislado. Es parte de un sistema interconectado de tensiones mundiales. Si se agudiza en el Caribe, Rusia lo usará para negociar concesiones en Ucrania. Irán podría vincularlo con su conflicto con Israel, abriendo varios frentes simultáneos a Washington, y China lo usaría como moneda de presión en el Indo-Pacífico. En otras palabras, Venezuela es el “eslabón débil” donde las potencias rivales pueden medir fuerzas sin chocar directamente en Europa o Asia.
El mapa de la humanidad parece un tablero de ajedrez donde cada pieza, aunque sea un peón, es un ejército, y cada movimiento, un riesgo existencial. Estamos ante un dilema histórico, o aprendemos a detenernos, o repetiremos el siglo XX con armas aún más destructivas.
Escenario de “dominancia visual”
El despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe —con un portaaviones ligero, un submarino nuclear, destructores, marines y cazabombarderos F-35 y un portaviones nuclear en camino— no puede entenderse únicamente como una operación contra el cartel de los Soles en Venezuela. Es también un ejercicio deliberado de “dominancia visual”, una demostración de fuerza que busca enviar un mensaje inequívoco a toda la región: Nicaragua, Cuba y Venezuela no podrán consolidar un bloque aliado con Rusia, Irán y China en el llamado “Golfo de América”, como lo bautizó Donald Trump al renombrar el Golfo de México. El gesto es simbólico y estratégico porque se proyecta sobre Panamá, insinuando que el canal sigue siendo un interés vital para Washington, y se extiende hacia Guyana, donde operan compañías petroleras estadounidenses que el Pentágono estaría dispuesto a proteger. Más allá de la narrativa del narcotráfico, lo que está en juego es la reafirmación del principio geopolítico clásico de Estados Unidos, como es que ninguna potencia rival establecerá un enclave de influencia en el hemisferio occidental. Recuerdo que la fuerza desplegada por Estados Unidos en 2025 en el Mar Caribe y en la base de Puerto Rico es ahora, de lejos, la mayor presencia militar de toda la cuenca caribeña. La mayor capacidad naval con un grupo anfibio con el USS Iwo Jima (LHD-7), que funciona como un portaaviones ligero con helicópteros, V-22 Osprey y capacidad para operar cazas, un submarino nuclear de ataque y varios destructores/cruceros con misiles de largo alcance. Ninguna otra marina en la región posee este nivel de proyección de fuerza. Venezuela tiene fragatas y patrulleros, pero sin comparación tecnológica ni numérica. Cuba apenas mantiene una fuerza naval simbólica, y México carece de medios ofensivos de esta magnitud. La superioridad aérea con el despliegue de 10 a 15 F-35 basados en Puerto Rico y decenas de otros caza bombarderos coloca a EEUU con la única flota aérea de última generación operativa en la región. Ningún país del Caribe, Centroamérica ni Sudamérica dispone de una fuerza aérea comparable. Los más cercanos son los Su-30 de fabricación rusa venezolanos, que ya son de una anterior generación y muy inferiores frente a los F-35. La fuerza expedicionaria de marines de entre 4 has 10 mil soldados acantonados o en vía de hacerlo, en la fuerza anfibia, con helicópteros, vehículos blindados y logística de desembarco, y con fuerzas especiales en tierra en Puerto Rico, constituyen la capacidad de intervención rápida más poderosa del hemisferio. En cuanto al apoyo tecnológico y de inteligencia, la fuerza estadounidense en el Caribe integra sus despliegues con satélites, radares, sistemas de guerra electrónica, y ciberoperaciones. Lo que nos parece y se hace evidente es que estamos presenciando el restablecimiento de la Cuarta Flota de EEUU.
Hace tres décadas estuvo previsto
Hace 16 años, el 22 de mayo de 2008 escribí en el Informe Gessen: “Estados Unidos reactivó la IV Flota —creada hace 65 años para proteger el Caribe y el Canal de Panamá de los submarinos nazis y desactivada hace 58 años—, sumándola a sus siete flotas existentes: la Segunda en el Atlántico, la Tercera en el Pacífico, la Quinta en Oriente Medio, la Sexta en el Mediterráneo, la Séptima en el Índico, la Primera como Guardia Costera en guerra, y la Segunda y Tercera encargadas de defender las costas este y oeste de Norteamérica y cumplir compromisos con la OTAN. Las flotas estadounidenses suelen desplegarse en escenarios de alto riesgo bélico, por tanto, la reactivación de la IV Flota sugiere que Washington percibe un peligro similar en la región. El Pentágono lo justificó en la lucha contra terrorismo y narcotráfico, y para fortalecer la cooperación con “socios regionales”. Sin embargo, y sin dar explicaciones esta cuarta flota nunca se activó, y creemos que ahora es que está aconteciendo. En ese entonces (2008), un alto funcionario del gobierno estadounidense me explicó que la medida se decidía en el Pentágono y la casa Blanca en Washington, donde por hipótesis de guerra y planes contingentes elaborados por cientos de funcionarios parecía haber surgido un escenario de conflicto a futuro, priorizado en la planificación militar. Así, en la página oficial de la IV Flota de Estados Unidos se indicó el 24 de abril de 2008 que el jefe de Operaciones Navales, almirante Gary Roughead, anunció el restablecimiento de la Cuarta Flota. En el portal de noticias militares de EEUU: DVIDS, se publicó la nota: donde también se confirma que el anuncio oficial.
Ahora en 2025, la pregunta que hacemos es: ¿Cuál es la hipótesis de guerra y los planes contingentes de este escenario de guerra? ¿Terrorismo y narcotráfico… o algo más?...
Debo traer a colación que también el presidente Trump dijo recientemente que quería el canal de Panamá de vuelta para Estados Unidos: En el discurso ante el Congreso del 5 de marzo de 2025. Trump indicó: “Para fortalecer nuestra seguridad nacional, mi administración estará recuperando el Canal de Panamá, y ya hemos empezado a hacerlo”.
Al mismo tiempo no podemos dejar de pensar qué quiso decir la Casa Blanca y el Pentágono cuando Trump firmó la Executive Order 14172 el 20 de enero de 2025, que ordena a las agencias federales de Estados Unidos referirse al “Gulf of Mexico” como “Gulf of America” cambiando el nombre… Ahora —al menos militarmente— el golfo no parece ser de México sino de América, si tomamos en cuenta que ninguna fuerza terrestre regional puede igualar esa capacidad militar de confrontación y de despliegue inmediato. Incluso, las capacidades conjuntas que países como Venezuela, Cuba o Nicaragua puedan disponer, podría enfrentar a la virtual cuarta flota en reactivación sin ser destruida.
Debemos preocuparnos
El planeta está en una especie de “guerra mundial en cámara lenta”. Ningún frente ha explotado del todo, pero todos están en riesgo de hacerlo. Lo que une a estos escenarios es un patrón psicológico como son el miedo y la desconfianza mutua. Cada potencia actúa desde el temor a perder poder, territorio o legitimidad, y ese recelo, puede volverse más destructivo que el odio.
La humanidad tiene frente a sí dos caminos, repetir la espiral de guerras mundiales o atreverse a construir un orden de cooperación. La interrogante sigue abierta: ¿seremos capaces de usar nuestra inteligencia personal y colectiva para alejarnos del abismo, o seguiremos marchando, como sonámbulos, hacia una catástrofe anunciada?
Como psicólogo, sé que el miedo mal gestionado puede ser más peligroso que el odio. Veo que las potencias se mueven atrapadas hasta en pánico. Nadie quiere una guerra total, pero todos juegan como si estuvieran dispuestos a arriesgarla.
La humanidad enfrenta una elección, o seguimos marchando hacia una tercera guerra mundial, o despertamos y construimos un mundo basado en la cooperación y la confianza. La decisión aún está en nuestras manos, y donde se pueda, en nuestros votos. Quizás esta sea la mayor responsabilidad de nuestra era, demostrar que hemos aprendido de la barbarie que arrasó al siglo XX, y que hoy, por primera vez en la historia, tenemos la conciencia y la libertad de elegir no repetirla. El verdadero triunfo de la civilización no será la conquista de territorios ni el dominio de armas, sino la conquista de nosotros mismos, y que el miedo deje de dictar nuestro destino y que sea la esperanza y el amor a la humanidad la que marque el camino de todos… Si desea darnos su opinión o contactarnos puede hacerlo en psicologosgessen@hotmail.com... Que la Divina Providencia Universal nos acompañe a todos…
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