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Un nuevo orden tripolar se impone

China, Rusia y EEUU avanzan en zonas de influencia y redefinen en secreto el nuevo reparto territorial sin consultar al resto del mundo.

Estrategias ocultas de las tres grandes potencias se dirigen al expansionismo y requerirán anexarse territorios y colocar a distintos países bajo se égida…

El pasado febrero reseñamos que en 1945, cuando la II Guerra Mundial se acercaba a su fin, los líderes de las tres grandes potencias aliadas —Franklin D. Roosevelt (EEUU), Winston Churchill (Reino Unido) y Joseph Stalin (Unión Soviética)— se reunieron en Yalta, una ciudad de Crimea, hoy arrebatada de Ucrania por Rusia, para decidir el futuro del mundo. Sus decisiones incluyeron la división de Alemania, la creación de la ONU, la “liberación” de Europa del Este, que en la práctica significó la sovietización de esos países. Esta reunión era imposible hacerla en secreto en medio de la guerra, y porque los tres lideres del mundo debían verse cara a cara para discutir, negociar y tomar decisiones. Yalta fue un acto fundacional del orden que nos ha regido durante más de medio siglo, donde tres superpotencias —EEUU, Reino Unido y la URSS— impusieron sus zonas de influencia. Para los observadores, se repartieron el mundo…

 

¿Un nuevo Yalta tácito?

 

Hoy, aunque no hay conferencias oficiales como Yalta, el mundo parece moverse de forma soterrada hacia un nuevo reparto tripolar, encabezado por tres jefes de Estado, Xi Jinping, Vladimir Putin y Donald Trump.

La China de Jinping encarna una potencia en ascenso económico-tecnológico con ambiciones geopolíticas crecientes en Taiwán, Mar Meridional de China, y comienza a establecer determinantes vínculos con países en Africa y Latinoamérica, incrementando su expansión económica global vía la “Franja y la Ruta”.

Rusia con Putin, reivindica el espacio postsoviético como zona de influencia rusa a través de Ucrania, Georgia, Bielorrusia, y desafía abiertamente al orden occidental.

Estados Unidos con Trump en la Casa Blanca, aunque promueve un giro hacia el aislacionismo comercial o neoproteccionismo, lo hace con deseos imperiales puntuales anunciando que tomará el Canal de Panamá, Groenlandia, y fortalece su presencia en el Medio Oriente a través de su alianza con Israel, y sus exclusivas relaciones con los líderes árabes.

Trump se reunió con el príncipe heredero Mohammed bin Salman y el rey Salman en Saudi Arabia. En Qatar tuvo un encuentro de Estado, con acuerdos multimillonarios en aviación y defensa, y visita de la base militar, y en los Emiratos, firmó acuerdos tecnológicos y militares, además de sellar e un acuerdo estratégico —principalmente militar y energético— con una inversión de $600 mil millones, incluyendo un contrato de armas por $142 mil millones. También asistió a la cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC), conjuntamente con los líderes de los países árabes. Además, sostuvo una histórica reunión con el presidente interino de Siria, Ahmed al‑Sharaa, marcando la primera reunión presidencial con un mandatario sirio desde hace 25 años.

 

¿Qué países buscan controlar cada una de las superpotencias?


Rusia

Vladimir Putin quiere una revisión imperial del espacio postsoviético. Putin no oculta su aspiración de reconstruir el poder ruso en las fronteras históricas del Imperio zarista y la URSS, bajo la narrativa de “restaurar la soberanía eslava”.

Las zonas de influencia directa serían Ucrania que ya ha sido parcialmente invadida y anexionada las regiones de Crimea y del Donbás. Bielorrusia, bajo control político y militar ruso convirtiéndose en un prácticamente Estado satélite y Georgia, fraccionada tras la guerra de 2008, además de que Rusia controla Abjasia y Osetia del Sur.

Entre otras zonas de influencia extendida o simbólica estarían Kazajistán y Asia Central con Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán, exrepúblicas soviéticas donde Moscú busca mantener primacía frente al avance chino. Moldavia, a través del enclave separatista prorruso de Transnistria, un territorio separatista situado en una estrecha franja de tierra entre el río Dniéster y la frontera oriental de Moldavia con Ucrania. Aunque internacionalmente es reconocido como parte de Moldavia, funciona como un Estado de facto independiente, con su propio gobierno, ejército, moneda y fronteras. También aspira a mantener amistad con Siria dada su base naval en Tartus. En cuanto a Serbia y los Balcanes Putin apoya movimientos eslavos y ortodoxos contrarios a la Union Europea y la OTAN.

 

China


Xi Jinping tiene una estrategia de expansión económica y geoestratégica multipolar que busca construir un nuevo orden mundial centrado en Asia, con dominio tecnológico, comercial y cultural a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative), también conocida como la Nueva Ruta de la Seda, es un ambicioso proyecto geoestratégico lanzado por el presidente Xi Jinping en 2013. Aunque inicialmente se presentó como un plan de infraestructura y conectividad económica, en realidad es una estrategia integral para consolidar la influencia global de China en los tres planos fundamentales del poder del siglo XXI, el tecnológico, el comercial y el cultural.

Los objetivos geopolíticos de China claves son en primer lugar, integrar Taiwán, la cual es considerada una provincia rebelde. En cuanto al Mar Meridional de China, desde 2013, Xi Jinping ha iniciado una agresiva campaña de reclamo territorial y transformación geográfica, que incluye drenar atolones y arrecifes para construir bases sobre ellos como en los arrecifes de Subi, Mischief y Fiery Cross. Instalando pistas de aterrizaje militares, radares, baterías antiaéreas, y bases navales. De esta forma fortalece zonas exclusivas de defensa aérea sobre aguas disputadas. Estas estructuras, lejos de ser defensivas, funcionan como portaaviones fijos y avanzados, en pleno mar.

La militarización del Mar Meridional afecta directamente a varios países del Sudeste Asiático, cuyas zonas económicas exclusivas (ZEE) se solapan con los reclamos chinos, como es el caso de Vietnam que enfrenta tensiones constantes con buques pesqueros y militares chinos. Filipinas sufre la ocupación de zonas ricas en pesca y gas natural. Malasia e Indonesia ven amenazadas sus aguas territoriales y de explotación energética. Y Brunéi y Taiwán también reclaman la expansión de China.

¿Qué busca China con esta estrategia?

 

Convertir el Mar Meridional en un "lago chino" que limite la proyección naval estadounidense y de sus aliados en Asia. Establecer una línea defensiva avanzada, parte del concepto de “la cadena de islas”, para asegurar el libre tránsito de su comercio, pero condicionado para sus rivales. Además, el mar alberga enormes reservas de gas natural y petróleo, aún sin explotar. La región contiene algunas de las zonas pesqueras más ricas del mundo, vitales para la seguridad alimentaria china en el futuro.

Por otra parte, aumenta el dominio simbólico y cultural porque al reivindicar el mar como parte del antiguo “Imperio del Centro”, refuerza la narrativa nacionalista del renacimiento chino.

Las zonas de expansión de Pekín —vía inversión y dependencia— son el sudeste asiático con países como Camboya, Laos, Myanmar y Filipinas que tienen fuerte dependencia económica con China. Al mismo tiempo África, en especial la subsahariana, cuanta con presencia masiva china en infraestructura, minería, puertos, préstamos e influencia política.

En América Latina ya Venezuela, Bolivia y Argentina han firmado con China acuerdos energéticos, tecnológicos y financieros, y en Brasil, Perú y Ecuador Xi Jinping ha realizado grandes inversiones en minería, telecomunicaciones y comercio.

China ejerce control económico en Hong Kong donde se mantiene una fachada de “libertad económica”, y representa una victoria simbólica para Pekín.

China y Pakistán firmaron un megacuerdo firmado en 2015 como parte de la Franja y la Ruta. Incluye carreteras, puertos, zonas industriales, energía y telecomunicaciones, conectando el oeste de China con el puerto pakistaní de Gwadar, en el mar Arábigo. Esto le permite a China el acceso directo al Océano Índico sin pasar por el estrecho de Malaca, zona vulnerable controlada por Estados Unidos. Es uno de los pasos marítimos más estratégicos del mundo, y se encuentra en el Sudeste Asiático, entre la península de Malaca, que incluye parte de Malasia y el extremo sur de Tailandia y la isla de Sumatra, que pertenece a Indonesia. Es la ruta marítima más corta entre el Océano Índico y el Pacífico.

Así, China logra una ruta comercial estable para exportaciones y transporte energético, y reafirma su influencia en una potencia nuclear aliada como Pakistán, en una región altamente inestable. Aunque China no tiene bases militares formales en Pakistán, ha logrado estacionar personal de seguridad y técnicos armados en proyectos clave. Supervisa el desarrollo del puerto de Gwadar, con infraestructura potencialmente utilizable como base naval, y ha establecido un grado de dependencia económica y tecnológica tal que limita la autonomía estratégica de Pakistán, que se ha convertido en el principal socio geopolítico de China en el mundo musulmán, con dependencia financiera, tecnológica y militar, y al mismo tiempo sin que Pekín haya violado su soberanía formalmente.

 

Estados Unidos 


Donald Trump prevé un imperio selectivo con prioridades estratégicas. A pesar de un discurso aislacionista y antiglobalista, impulsa un modelo de “poder puntual”, centrado en intereses específicos, con voluntad imperial en zonas clave.

Considera que EEUU debe poseer un control militar y estratégico. Para ello Trump ha declarado su intención de recuperar el Canal de Panamá como un activo de seguridad nacional.

Él piensa y actúa para lograr que Groenlandia sea parte de Estados Unidos, e incluso Canadá. En Groenlandia, Intentará su compra u obtención territorial porque ha revivido como prioridad geoestratégica y militar al Ártico, especialmente con el cambio climático abriendo nuevas rutas en el Polo Norte y acelerando la competencia por sus recursos naturales.

Groenlandia —territorio autónomo danés, pero estratégicamente ubicado entre América del Norte y Europa— representa mucho más que una masa de hielo. Es una base natural para el control militar del Atlántico Norte y del paso ártico, lo que le da gran valor en la doctrina de defensa estadounidense. Alberga la base aérea de Thule, una instalación clave para el sistema de defensa antimisiles y de vigilancia espacial.

Su deshielo progresivo está revelando yacimientos de tierras raras, gas, petróleo y minerales estratégicos para la transición energética. El retroceso del hielo está convirtiendo al Ártico en un nuevo escenario de disputa entre potencias como EEUU, Rusia, China y Canadá.

Trump, que ha expresado sin ambigüedades su desprecio por los tratados multilaterales, piensa en términos de adquisición territorial y poder económico directo. Para él, Groenlandia no es una provincia lejana, sino un activo congelado esperando ser liberado por la potencia americana.

Es probable que busque vías más creativas de control como la instalación de infraestructuras estratégicas, alianzas exclusivas con el gobierno local, o presión diplomática sobre Dinamarca. Bajo su visión, Groenlandia es un nuevo “Canal de Panamá” del siglo XXI.

En el Medio Oriente para EEUU la Alianza con Israel es totalmente estratégica, y tendrá un apoyo incondicional —como si fuera un Estado de la Unión— frente a sus enemigos como Irán y otros países en la zona. Pensamos que para Donald Trump no es Israel quien ejerce influencia en el Gobierno y el Congreso de los Estados Unidos para que le apoyen en su existencia, sino que Israel es la presencia de EEUU en el Medio Oriente. Circunstancia que no ha entendido Irán, que para destruir a Israel, tendría que hacerlo con la primera potencia mundial

En cuanto a Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes y otros países árabes, Estados Unidos ha establecido la estrategia de buenos negocios multimillonarios y acuerdos en defensa y energía. Con Siria y con este primer contacto presidencial en décadas apunta a desarticular la influencia iraní y rusa, al igual que lo aspira en Irak, el Líbano y lo que podría ser Palestina. Mientras tanto trabaja para mantener la amistad de Jordania.

En América Latina, Estados Unidos se aleja pero de alguna forma Trump buscaría limitar la influencia china y rusa en la región. Es posible que intente reforzar el control indirecto sobre países clave como México, Colombia, Panamá, y Venezuela. Pero todo ello se complica al militarizar zonas estratégicas como el Caribe y Centroamérica ante los flujos migratorios o presencia extranjera.

 

Europa

Una de las paradojas más inquietantes del siglo XXI es ¿Qué papel jugará Europa —cuna de dos guerras mundiales, del humanismo moderno y de la idea de derechos universales— en un nuevo reparto tácito del mundo liderado por China, Rusia y Estados Unidos?

 

¿Europa y el nuevo reparto como en Yalta sin estar en la mesa?

 

Bueno ya pasó. En 1945, Europa fue el escenario, pero no el actor. En la Conferencia de Yalta de ese año, Europa no fue parte activa de las decisiones, aunque se trataba del futuro de su propio continente. Churchill representaba a la Gran Bretaña en declive, y la verdadera negociación fue entre Roosevelt y Stalin. El resultado fue que Europa amaneció dividida en dos bloques durante casi medio siglo, el Occidental, bajo la influencia estadounidense y capitalista, y el Oriental, bajo la hegemonía soviética y comunista.

La Europa continental quedó partida, ocupada y reconstruida según los intereses de las dos grandes potencias con la mitad de Europa en manos del Kremlin soviético tras el telón de hierro.

Hoy, Europa tiene más voz… pero menos poder. La Unión Europea posee instituciones, normas, moneda común y tratados de integración. Sin embargo, carece de una política exterior y de defensa verdaderamente unificada, y en muchos aspectos, ya que depende militarmente de EEUU a través de la OTAN. Aunque esta semana por fin aprobaron aportar cada uno de sus países miembros el 5 % del producto interno bruto de cada nación para dotar militarmente a la Unión, excepto España que aportará 2.1 % del PIB.

El otro problema es que requiere energía de terceros, en especial tras la guerra en Ucrania. Para colmo Europa está dividida internamente, tanto ideológica como económicamente. Frente a los movimientos de China, Rusia y Estados Unidos, hasta ahora la UE reacciona, discute, pero no decide. Muy probablemente Europa seguirá existiendo mientras pueda defenderse, negociando con las tres superpotencias. En el ínterin Jinping, Putin y Trump ven a Europa como un territorio a controlar o neutralizar.

Rusia busca debilitar a Europa desde dentro, por ello apoya partidos nacionalistas, desinformación y ciberataques. La guerra en Ucrania busca demostrar que la OTAN y la UE no pueden proteger a todos sus socios y apunta a neutralizar a Moldavia, Serbia y eventualmente a influir sobre Hungría o Eslovaquia.

China no confrontará militarmente, pero invade cada vez más comercial y tecnológicamente a Europa. Ha comprado puertos estratégicos en Grecia, Italia y Bélgica. Empuja el uso del yuan, y de empresas como Huawei, TikTok y la infraestructura de vigilancia digital, además de la venta de sus productos, bienes y servicios.

Para asombro de todos en medio de este escenario, Estados Unidos, y en particular Donald Trump, considera a Europa como aliado costoso y poco fiable. Trump ha cuestionado la OTAN, ha impuesto aranceles y ha dicho que Europa debería defenderse sola. Aun así, la presencia militar y económica estadounidense sigue siendo dominante, y no debería abandona ni a Europa ni a la OTAN, porque entregaría al viejo continente a Rusia y/o a China.

 

¿Qué puede hacer Europa?

 

Europa se encuentra en un cruce de caminos existencial, muy similar al que enfrentó en 1945. Tiene tres posibles escenarios. Uno, aceptar el nuevo reparto, resignándose al papel de espectador y adaptarse al orden impuesto por otros y perder soberanía estratégica y relevancia global. Dos, recuperar el protagonismo global, unificar su defensa, energía, diplomacia y tecnología bajo una verdadera Europa federal, pero requerirá valentía política, y ceder en las soberanías nacionales. La tercera opción es dividirse aún más, dejar que crezca el populismo y nacionalismo y como consecuencia seda ante el debilitamiento interno, y la eventual irrelevancia mundial.

La gran diferencia con 1945 es que hoy no habrá una mesa ni fotos históricas en Crimea como en Yalta. Este nuevo “reparto” será invisible, tácito, progresivo, digital, financiero y militar… y si Europa no despierta, podría descubrir que ha sido dividida de nuevo, sin que nadie le haya preguntado.

Europa inventó la idea de ciudadanía, pero hoy duda de sí misma. Fue la cuna de las revoluciones modernas, pero teme asumir el liderazgo global. Fue el continente conquistador, pero ahora es conquistado sin pólvora, sin banderas, sin advertencia.

El riesgo de Europa es convertirse en lo que más rechaza, en ser una periferia de la guerra o una plataforma operativa secundaria para Estados Unidos.

 

Recursos estratégicos en juego

 

Así como en Yalta se repartieron zonas de ocupación militar y de influencia ideológica, hoy los tres grandes buscan controlar recursos estratégicos como litio, gas, tierras raras y rutas marítimas. También puntos geográficos clave como estrechos, canales, y donde ubicar bases militares. Igual se buscan alianzas militares y tecnológicas como la OTAN, los BRICS, o la GCC. De esta forma se procura controlar la opinión pública y la cultura, a través de IA, redes sociales, y la infraestructura digital.

Este nuevo "Yalta sin mesa" se libra en los silencios diplomáticos, en las cumbres cerradas, y en los movimientos militares o financieros en bajo perfil.

 

¿Y el resto del mundo?

Aquí surge la gran pregunta, tan vigente como incómoda: ¿qué lugar ocupan América Latina y África en esta disputa entre gigantes?

 

América Latina 


Ha sido tradicionalmente considerada el “patio trasero” de Estados Unidos, pero en las últimas dos décadas China ha irrumpido como socio comercial e inversionista estratégico, financiando infraestructura crítica y asegurando el acceso a materias primas clave. Al mismo tiempo, Rusia ha buscado proyectar presencia simbólica y política, ya sea mediante apoyo militar en Venezuela o mediante alianzas diplomáticas con Cuba y Nicaragua.

Frente a esta nueva ola de influencia externa, la gran encrucijada de los pueblos latinoamericanos es clara. ¿Seguirán siendo un tablero de ajedrez donde otros juegan, sin soberanía efectiva ni voz propia? ¿O emergerán finalmente liderazgos regionales visionarios, capaces de articular una integración real —no solo cultural y lingüística, sino también política, económica y tecnológica— que convierta a América Latina en una unión de naciones con peso estratégico propio? Solo si actúa como bloque cohesionado, podrá la región negociar de tú a tú con las grandes potencias, y no resignarse, una vez más, a ser el botín del nuevo orden mundial.


África

Se ha convertido en un escenario clave del nuevo tablero geopolítico global. China avanza con una estrategia de recolonización económica de África, centrada en inversiones masivas en minería, construcción de rutas comerciales, telecomunicaciones y préstamos estatales que muchas veces generan dependencia estructural.

Rusia, por su parte, ha buscado consolidar su presencia mediante alianzas con gobiernos autoritarios y el despliegue de grupos mercenarios como Wagner, operando en conflictos locales a cambio de concesiones mineras o influencia militar. Mientras tanto, Estados Unidos reacciona con lentitud, pero comienza a reposicionar a África como pieza estratégica para contener el avance chino y evitar la consolidación de rivales en sectores clave como los minerales raros, la energía y la conectividad digital.

El gran riesgo para el continente es quedar atrapado en una nueva lógica de guerras por delegación —“proxy wars”— que se refieren a conflictos armados en los que grandes potencias no se enfrentan directamente entre sí, sino que apoyan a terceros actores como gobiernos, milicias, o grupos insurgentes, para defender sus intereses estratégicos en un territorio ajeno, donde las potencias externas compiten por recursos y control político, a costa de la soberanía, la estabilidad y el desarrollo autónomo de las naciones africanas.

 

Esto es lo que viene

Sí, definitivamente puede hablarse de una especie de “Yalta 2.0”, aunque más caótica, informal y multipolar. Las grandes potencias no están sentadas alrededor de una mesa, pero actúan como si ya hubieran trazado sus zonas de dominio, en un mapa global que se redibuja entre acuerdos tácitos, maniobras militares, sanciones cruzadas y pactos silenciosos.

Lo que está en juego es la gobernanza del planeta en los próximos 50 años, bajo la amenaza creciente de un orden impuesto, más que negociado.

Y si el mundo se reparte otra vez sin consultar a Europa, África o América Latina —ni a sus pueblos, ni a sus sueños—, la historia podría repetirse no como tragedia, sino como farsa... o como catástrofe.

Porque a diferencia de 1945, hoy el conflicto ya no se encuentra en suspenso, sino en curso. En Ucrania, una guerra prolongada y desgastante amenaza con desbordar las fronteras de Europa. Y en Medio Oriente, el enfrentamiento entre Estados Unidos, Irán e Israel se acerca peligrosamente a la línea roja de lo irreversible, con la posibilidad real de un ataque nuclear táctico que cambie para siempre la escala del horror.

No es solo un nuevo reparto del mundo lo que se está gestando. Es una mutación del equilibrio global, donde el error humano, la arrogancia política o el cálculo equivocado pueden desencadenar consecuencias que ninguna potencia —ni siquiera las que se creen invulnerables— podrá controlar.

El momento de decidir el futuro no llegará más adelante. Es ahora. Y quien no esté en la mesa, será parte del menú. Pero aún no todo está escrito. La historia también ha sido transformada por pueblos que supieron despertar a tiempo. La cooperación, la conciencia global y el liderazgo ético siguen siendo posibles. Si hay voluntad, visión y unidad, el futuro puede ser redibujado por quienes hoy parecen invisibles. Y quizá, esta vez, el mundo no se reparta… sino que se reencuentre…

Si deseas profundizar, comentar o consultar sobre este tema puede conectarme en psicologosgessen@hotmail.com

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