Un concepto que ha torturado la conciencia nacional
- Pedro Elías Hernández
- 10 oct 2023
- 3 Min. de lectura

Los recursos de capital no generan desarrollo económico, es el desarrollo económico lo que genera recursos de capital. Ese es un error terrible que ha cometido el liderazgo político venezolano durante varias décadas. El capital no es otra cosa que el consumo diferido, es decir, la parte de la riqueza material producida que decidimos no consumir en el presente para disponer de los medios que nos permitan producir los bienes y servicios que demandaremos en el futuro. A ese proceso se le llama ahorro. Algo crucial en cualquier sociedad.
Un país que no ahorra y no invierte no se desarrolla. El ahorro de los individuos, por separado y acumulado en colectivo, es la base del progreso y del combate a la pobreza. Si lo que produce una sociedad se lo consume, entonces no sale adelante, ya que las necesidades de las personas son infinitas y los recursos son siempre escasos.
En los últimos 48 años, Venezuela creció económicamente a un ritmo de 1,5% interanual, mientras que su población aumentó en promedio todos los años 3%. Eso quiere decir que el número de habitantes subió el doble de lo que se incrementó cantidad de bienes y servicios que generó nuestra economía en ese lapso
Igualmente, la participación por habitante en el PIB decreció más de 50% en las últimas décadas según datos que se desprenden del libro “La Historia Cuantitativa de Venezuela” del profesor Asdrúbal Baptista. Un estudio del Banco Mundial (BM)realizado especialmente para
Venezuela revela que nuestro país tiene, desde los años 80 del siglo pasado, una tasa negativa de entre 4 y 5% al medir su ahorro neto nacional. En otras palabras, una sociedad que no ahorra se empobrece ya que no tiene reservas financieras para costear las inversiones que demanda su crecimiento. En definitiva, lo que hacemos los venezolanos es consumir la mayoría de nuestros ingresos sin que casi nada de esos ingresos se destinen a producir, lo que a la larga lleva a agotar nuestras reservas materiales.
Cuando una nación tiene una tasa de ahorro negativa, entonces es una señal de que la riqueza del país se está acabando. Indica el mencionado estudio del BM que los venezolanos carecemos de la adecuada relación proporcional que debe existir entre las cantidades aplicadas a la inversión y el total de la riqueza producida. Por ejemplo, el milagro de la economía China se fundamentó en el hecho de que ese país invirtió todos los años el
equivalente a 45% del total de su PIB. O pensamos en ahorrar y en producir, antes que consumir, o esta sociedad nunca podrá vencer la pobreza.
Realizamos estas cavilaciones a propósito del famoso e histórico editorial “Sembrar el petróleo” publicado hace más de 87 años en el diario Ahora de la ciudad de Caracas y
cuya autoría corresponde a muestro gran pensador Arturo Uslar Pietri. Uslar es el responsable de popularizar la expresión “sembrar el petróleo”, concepto que ha perseguido y torturado a la conciencia de los venezolanos dado a que tal cosa jamás se hizo debidamente, convirtiéndose en una eterna aspiración.
De esta célebre nota periodística, que por su preclaro contenido y visión de futuro se convirtió en el ensayó de economía política más influyente del siglo XX en Venezuela, se nos ocurre llamar la atención sobre uno de sus pasajes que más fielmente expresa el espíritu de las ideas plasmadas por Uslar en aquel breve escrito: “La economía destructiva es aquella que sacrifica el futuro al presente, la que llevando las cosas a los términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la hormiga.”
Esta comparación hecha por el para entonces joven intelectual venezolano, recurre a una pincelada literaria para explicarnos el fenómeno económico que representa la renta petrolera y nos remite a uno de los relatos emblemáticos atribuidos a la autoría del célebre fabulista
griego Esopo.
Las fábulas esópicas siempre estaban cargadas de un denso contenido moral y ético. La de la hormiga y la cigarra nos habla de dos insectos, uno que en tiempo de verano, a pesar de la abundancia de alimentos, se dedicaba a recolectar granos de trigo y cebada para almacenar ante a llegada del invierno; y de otro que dedicaba la época veraniega a pasar todo el día cantando. La cigarra asombrada, se burlaba por la actitud de la hormiga, mientras ésta sólo guardaba silencio. A la llegada del invierno el insecto que consumió la época de la abundancia para nada más que divertirse, pasó hambre y necesidades, pero la hormiga pudo sobreponerse a la escasez por su espíritu ahorrativo y previsivo.
A casi nueve décadas de la publicación del editorial “Sembrar el petróleo”, los venezolanos de hoy seguimos dedicados de manera tenaz a querer parecernos más a la cigarra que a la hormiga. Nuevamente tenemos frente a nosotros la trágica consecuencia de no haber utilizado los excedentes petroleros de la época de bonanza para amortiguar los efectos de los recurrentes tiempos escasez.
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