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¿Qué viene ahora después del ataque?

Si una respuesta iraní provoca que Israel se sienta amenazado existencialmente la opción nuclear táctica podría activarse. El riesgo es real

El ataque ya ocurrió. Como lo anticipamos en el Escenario 1 del artículo anterior titulado “¿Bomba nuclear cambiará la historia en 15 días?” Estados Unidos ha ejecutado un bombardeo preventivo contra instalaciones nucleares iraníes, utilizando bombarderos B-2 Spirit, y armas de penetración profunda GBU-57. El objetivo fue neutralizar lo que la inteligencia occidental ha considerado un avance peligroso e inminente hacia la construcción de un arma nuclear por parte del régimen iraní. El golpe fue quirúrgico, devastador, y, hasta el momento, limitado a blancos militares.

Pero nada de esto será realmente “limitado”. Este bombardeo marca un antes y un después. Porque en esta partida, cada movimiento redibuja las reglas. Y la gran pregunta que hoy se impone, con urgencia, es la siguiente: ¿Es probable que uno de los actores —Estados Unidos, Irán o Israel— recurra a un arma nuclear, tal vez táctica?

 

La reacción inmediata de Irán: orgullo, rabia, y cálculo 

En las primeras horas tras el ataque, el ayatolá Ali Khamenei declaró que “la respuesta será múltiple y en todos los frentes”. En efecto, ya se han registrado movilizaciones del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC), ataques de misiles hacia el Golfo Pérsico, y un incremento del hostigamiento desde Líbano por parte de Hezbollah.

Pero Irán sabe que un ataque nuclear directo sería suicida, además de que no hay indicios de que posea aún esta arma, y aunque ha amenazado con enriquecer uranio al 90 %, no tiene —al menos en lo declarado— la capacidad inmediata de montar una bomba en un misil o vehículo. Por lo que estimamos que Irán responderá con fuerza, pero de forma convencional como sería el terrorismo asimétrico, ciberataques, guerra por delegación, sin lanzar una bomba nuclear porque creemos que no la tiene… aún.

 

Israel es el punto más sensible del tablero

Israel ve este ataque estadounidense como una confirmación de su doctrina: “Golpear antes de ser golpeado”. Pero también lo pone en alerta máxima. Si Irán lanza misiles hacia Tel Aviv, o activa sus proxies, o grupos armados, milicias, o gobiernos aliados que actúan indirectamente en Siria, el Líbano y en Gaza, Israel podría considerar un contraataque masivo. Pero que ocurre ¿si detectan que Fordow u otra instalación nuclear en Irán sigue operativa en secreto? Israel ha construido —en la sombra— una capacidad de defensa nuclear desde hace décadas. Submarinos Dolphin II patrullan el Mediterráneo. Misiles Jericho III tienen alcance suficiente para llegar a Irán. Y se estima que el país posee entre 80 y 90 ojivas nucleares, como ya señalamos en el artículo anterior, algunas de estas bombas son adaptables para ataques tácticos.

Si Irán, o un actor como Hezbollah u otro grupo yihadista, o Hamas, utiliza armas químicas, o si Israel sufre una ofensiva coordinada que amenace su existencia, la tentación del arma nuclear táctica podría materializarse.

Pensamos que Israel no será el primero en usar el arma nuclear en esta guerra… a menos que sienta que su supervivencia está comprometida. Pero esa línea puede cruzarse más rápido de lo que muchos imaginan.


Estados Unidos: disuasión, presión, contención

El uso de bombas convencionales por parte de los superbombarderos B-2 fue, en sí mismo, un mensaje. EEUU mostró su capacidad de actuar con precisión, sin desplegar tropas, sin iniciar una guerra terrestre. Pero esta intervención no fue gratuita. Pone en riesgo a sus bases en Qatar, Kuwait y Turquía, además de sus aliados en la región.

El gran dilema es ¿Qué hará Washington si Irán ataca directamente territorio israelí o responde con una ofensiva masiva en el Golfo?

La doctrina estadounidense en el siglo XXI ha sido ambigua respecto al uso de armas nucleares tácticas. Pero el Nuclear Posture Review (2022), un documento oficial del Departamento de Defensa de EEUU contempla escenarios de uso “proporcional” ante amenazas existenciales a aliados clave. Estados Unidos no quiere una guerra nuclear. Pero su simple intervención ha hecho que esa posibilidad deje de ser un tabú abstracto, y si las cosas escalan, su arsenal no está fuera de la mesa, aunque sería su último recurso. Donald Trump ha manifestado que todas las opciones se encuentran sobre la mesa.

 

El factor sorpresa

Los puntos clave son en primer lugar que Irán busca resistir sin verse arrinconado. Segundo, Israel por su parte quiere eliminar toda posibilidad de arma nuclear enemiga, y tercero, Estados Unidos busca evitar una escalada, mientras que ya está dentro del conflicto. Pero hay otro actor, que no responde a órdenes ni cálculos: el error humano. Un radar que interpreta mal una señal. Un general que actúa por impulso. Un misil que cae fuera de su blanco. En la Guerra Fría evitamos el apocalipsis por minutos. Hoy, con más actores y tecnología descentralizada, la probabilidad de una escalada no intencional es mayor que nunca.


¿Puede internacionalizarse la guerra EEUU, Irán e Israel?

 

China, Rusia y Pakistán pueden actuar a favor de uno u otro bando en una guerra entre Estados Unidos, Irán e Israel, pero sus formas de intervención dependerían de sus intereses estratégicos, sus alianzas regionales y sus límites geopolíticos.

Rusia: El Apoyo a Irán es probable. Vladimir Putin mantiene una alianza táctica con Irán, basada en intereses comunes como contrarrestar la influencia occidental en Medio Oriente. Han cooperado en Siria, comparten posturas en foros internacionales, y Rusia ha vendido armamento y tecnología militar a Irán. Puede apoyar en inteligencia, armamento, ciberdefensa, respaldo diplomático en la ONU, y quizás presencia naval en el Mediterráneo. No obstante evitará un enfrentamiento directo con EEUU. Aunque hostil a la hegemonía estadounidense, Rusia difícilmente buscaría una guerra directa con occidente, especialmente en el contexto de una confrontación nuclear. Solamente lo haría si se cruzan sus líneas rojas como un ataque directo contra instalaciones rusas o aliados estratégicos.

China: Debe sostener su política de neutralidad activa. Pekín mantiene relaciones con Irán, Israel y EEUU, y busca estabilidad para garantizar su crecimiento económico y su proyecto geopolítico de la Ruta de la Seda, por lo que su probable estrategia sea jugar el papel de mediador, vetar resoluciones agresivas en el Consejo de Seguridad de la ONU, y evitar sanciones que dañen su economía. Puede apoyar de forma indirecta a Irán ya que China importa petróleo iraní pese a sanciones, y podría oponerse a una intervención militar contra Irán, al tiempo que proporciona apoyo económico, cibernético o diplomático. Procurará no comprometer su relación comercial con EEUU ni verse arrastrada a una guerra no deseada.

 Pakistán: Siempre ambiguo, pero con inclinación pro-Irán. Pakistán comparte frontera con Irán y posee una población chiita significativa, pero también ha sido históricamente aliado de Arabia Saudita, rival de Irán, y de Estados Unidos. En caso de una guerra regional es más probable que intente no involucrarse directamente, aunque podría ofrecer apoyo simbólico a Irán si este es percibido como víctima de agresión. Cualquier involucramiento directo puede tensar aún más su relación con India y con las potencias occidentales.

Corea del Norte (RPDC) sí podría actuar en una guerra entre EEUU, Irán e Israel, pero de forma indirecta, provocadora y oportunista, más que como un aliado formal de Irán o un actor central en el conflicto. Su participación dependería de si ve una ventana estratégica para debilitar a EEUU o ganar influencia internacional.

Ninguna de estas naciones quiere una guerra nuclear. Todas prefieren conflictos prolongados y de desgaste donde puedan influir sin comprometerse militarmente. Las formas de participación pueden incluir ciberataques y guerra de información. Suministro de armas o tecnología. Movilización de opinión internacional contra EEUU o Israel.

La clave está en cómo escalan los primeros movimientos. Si cae una bomba nuclear —aunque sea táctica— el tablero geopolítico cambia completamente y con él, así como las decisiones de estas potencias, que pudieran tomar un peligroso partido.


¿Estamos más cerca de una guerra nuclear?

Sí... No porque alguien lo desee, sino porque la arquitectura del conflicto —basada en amenazas existenciales, en religiones, fanatismos, nacionalismos, y tecnología de destrucción masiva— nos ha acercado como nunca al uso real, y no solo simbólico, del poder nuclear. A pesar de ello, aún quedan opciones diplomáticas. Porque hay voces racionales en los altos mandos. Porque la historia, a veces, se detiene justo antes del abismo.

El verdadero temor no es únicamente la explosión. Es lo que venga después. Porque si una sola bomba nuclear, aunque sea táctica y de bajo alcance radioactivo cae —en Irán, en Siria, en Israel, en cualquier punto del mapa— ya no estaremos hablando de evitar el desastre, sino de sobrevivir a sus réplicas. Sería la primera vez desde 1945 que el mundo vea lo innombrable… y puede volver a ocurrir. Y entonces, como humanidad, habremos cambiado de era. Para siempre.




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