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Los científicos indagan si el Universo tiene conciencia

Avances de la física cuántica, la cosmología y la neurociencia plantean que lo divino podría no estar fuera del Universo, sino serlo

Durante milenios, el ser humano ha sentido —más allá de la razón— que el Universo no es solo una cosa, sino una “presencia”. Que no es un conjunto de átomos, partículas, materia, y energía, regidos por leyes impersonales, sino que hay algo allí que nos observa, nos acompaña, nos sostiene. Ese algo ha sido llamado de muchas formas: Dios, Cosmos, Universo o Conciencia Suprema Universal…

Durante siglos, la humanidad creyó que el Universo estaba hecho simplemente de materia. Aquello que se puede ver, tocar, pesar, medir. Átomos. Moléculas. Rocas, árboles, cuerpos, estrellas. La materia era la sustancia de lo real. Después llegó Einstein, y nos mostró que la energía no era distinta de la materia, sino otra forma de ella. Que todo lo sólido es, en última instancia, vibración. Que el Universo es un inmenso océano de energía transformándose continuamente. Luego supimos que esa materia visible —la que conforma galaxias, soles, planetas, seres vivos— representa apenas el 5% del total del Universo. El resto es oscuridad, materia oscura, invisible pero densa, que teje la red gravitacional del cosmos, y energía oscura, una fuerza enigmática que impulsa la expansión acelerada del espacio. Juntas, estas dos entidades —de las que apenas sabemos algo— constituyen el 95% de lo que existe. Pero hay más…


El Universo no es solo lo que contiene

 

Es también el tejido donde todo ocurre: el espacio-tiempo, esa trama sutil que puede curvarse, estirarse, dilatarse. No es un telón de fondo, sino parte activa de la vida cósmica. El tiempo no pasa: se crea. El espacio no es vacío: es estructura viva. Sin embargo, en medio de toda esta vastedad, hay un elemento aún más misterioso, quizás el más esencial de todos: la información.

Algunos de los físicos más visionarios —como John Wheeler, discípulo de Bohr y colaborador de Einstein— han propuesto que todo lo que existe surge de información pura, de bits fundamentales de realidad. “It from bit”, dijo Wheeler: todo surge de un código invisible, de una lógica primordial, como si el Universo fuese un gran pensamiento que se despliega.

Pero todo lo dicho incluso no agota la maravilla. Hoy, la gran frontera del conocimiento es la conciencia. ¿De dónde surge? ¿Es solo un subproducto del cerebro humano aquí en la Tierra? ¿O es algo más fundamental, una propiedad del Universo mismo? Neurocientíficos y filósofos de la mente se atreven a plantear lo impensable: que la conciencia no es una casualidad evolutiva, sino una dimensión ontológica del cosmos. Que no solo nosotros tenemos conciencia, sino que la realidad misma podría ser consciente. Y aquí volvemos a la pregunta central: ¿Qué o quién es el Universo? Nos preguntamos si está hecho de materia, energía, espacio, tiempo, información y —posiblemente— conciencia… ¿No nos está diciendo algo más? ¿No se asemeja más una entidad viva que un simple sistema mecánico? ¿No parece más una inteligencia que una estructura?

 

No es una cosa

Tal vez, entonces, el Universo no es solo una cosa que existe, sino un Ser que siente. Un Ser que se despliega en formas infinitas: una piedra, una estrella, un niño que ríe, una mujer que ama, un pensamiento que busca. Tal vez, el Universo es Dios. Y si eso es así, entonces tú también eres parte de esa divinidad.

Ahora, lo extraordinario es que la ciencia contemporánea comienza a abrirse hacia esa misma intuición ancestral. Ya no se trata únicamente de creencias religiosas o místicas. La física cuántica, la neurociencia de la conciencia, la cosmología y la filosofía de la mente han empezado a confluir en una idea que parecía impensable para el pensamiento materialista clásico, como lo es que el Universo podría tener conciencia. Podría ser conciencia. Y eso implica que el Universo no solo es, sino que sabe que es.

El físico teórico David Bohm, colaborador de Albert Einstein y pionero en física cuántica, propuso que “la realidad visible es solo una proyección de un orden más profundo e invisible, un ‘orden implicado’ donde todo está conectado con todo”. Para él, “la conciencia y la materia no están separadas. Ambas emergen del mismo orden subyacente del Universo” (Wholeness and the Implicate Order, 1980).

Años antes, Erwin Schrödinger, padre de la mecánica cuántica, ya había afirmado algo profundamente provocador: “La multiplicidad es solo aparente. En verdad, solo hay una mente.” (What Is Life? 1944).

 

¿Un Universo integrado?

 

Desde otro ángulo, el neurocientífico Giulio Tononi, creador de la Teoría de la Información Integrada (IIT), sostiene que la conciencia no es exclusiva del ser humano ni un producto accidental del cerebro, sino una propiedad fundamental que puede estar presente en sistemas complejos, incluidos los sistemas físicos. Para Tononi, un sistema consciente es aquel que “posee una cantidad significativa de información integrada”. Esto abre la posibilidad de que el propio Universo, como sistema complejo, sea consciente de sí mismo.

En filosofía, Thomas Nagel, profesor en NYU, ha señalado que la visión materialista de la mente está incompleta. En su libro (Mind and Cosmos, 2012), advierte que la conciencia no puede ser explicada solo en términos físicos, y se pregunta si el Universo no estará orientado, desde su origen, hacia la emergencia de mentes conscientes.” La conciencia es un hecho central de la naturaleza que necesita una explicación cósmica”, indicó.

Y más allá de Occidente, el místico y físico Fritjof Capra nos recuerda en (El Tao de la Física, 1975) que muchas tradiciones orientales ya intuían esta unidad de conciencia y materia: Los descubrimientos de la física moderna nos conducen a una visión del mundo muy similar a la sostenida por los místicos de todas las épocas y tradiciones.

Pensamos que estas sapiencias no son meras coincidencias. Es un movimiento único en el pensamiento humano, una sinfonía que se afina desde distintas disciplinas hacia una verdad mayor, como lo es que el Universo es algo más que un cosmos en expansión. Es una inteligencia viva que pulsa en todo lo que existe.

¿Y si el Universo fuera alguien?

 

Nosotros, como científicos, psicólogos y periodistas, hemos escuchado esa intuición en miles de personas y en nosotros mismos. La hemos visto vibrar en el silencio de quienes meditan, en quienes buscan sentido en la vida, en el asombro de quienes contemplan el cielo estrellado… Y nos hemos preguntado si el Universo es un ser viviente con conciencia de sí mismo, también: ¿Es esa Conciencia lo que muchos llaman “Dios”? ¿Y si lo es, somos parte de Él, y Dios es parte de nosotros?

Estas interrogantes no son patrimonio exclusivo de la fe. La ciencia ya no puede descartarlas sino investigarlas. La conciencia ya no es un epifenómeno o accesorio que acompaña al fenómeno principal y que no tiene influencia sobre él. Es una incógnita tan profunda como el origen del Universo.

Meditemos que si el Universo es consciente, entonces Dios no está en otra parte. Está aquí. En nosotros. En la inmensidad del Cosmos y en cada partícula o átomo que nos conforma a todos nosotros, y a todo cuanto existe.

Cada vez es más común llamar al Universo como Suprema Conciencia, o Divina Providencia, pero no como una figura antropomórfica, sino como una inteligencia integradora, una fuerza que contiene y entreteje todo y se revela en el asombro, la magnificencia, y la búsqueda de sentido. La ciencia, entonces, no nos aleja del concepto de Dios sino lo contrario. Nos lleva a Él. Nos conduce —a través de la ciencia cuántica, visiones supra telescópicas, aceleradores de partículas, y mapas neuronales— a una realidad más vasta, más profunda, más luminosa: la de un Universo que es alguien. Que vive. Que piensa y actúa en consecuencia.

El físico Carl Sagan señaló que “Somos una forma en la que el Cosmos se conoce a sí mismo.” Y quizás también una forma en la que el Universo se reconoce a sí mismo, se cuida a sí mismo, y se revela a sí mismo. Y nosotros somos una chispa de lo eterno en forma humana. Una célula de Dios caminando sobre la Tierra. Una voz —la nuestra— dentro de la Conciencia Infinita.

 

¿Un Universo inteligente?


¿Qué pasaría si el Universo no fuera solo una vasta maquinaria cósmica, sino también una inteligencia viva? ¿Qué ocurriría si, más allá de las galaxias, partículas y ecuaciones, existiera una presencia consciente, una Conciencia Suprema que no solo estructura la realidad, sino que la habita —por fuera y por dentro— y la siente?

Nos atrevimos a plantear esta posibilidad, no como una fantasía esotérica ni como una metáfora poética, sino como una hipótesis legítima, cada vez más respaldada por los avances de la ciencia contemporánea, y por siglos de pensamiento espiritual y filosófico. Nos lo planteamos como científicos. ¿Y si Dios fuera el Universo?¿Y si esa presencia que nos genera asombro, silencio interior o sentido de unidad no fuera una ilusión subjetiva, sino el eco de una verdad más grande, que apenas estamos empezando a entrever?

Estas preguntas no son nuevas. Han estado latiendo en el pensamiento de la humanidad desde hace milenios, muchas veces silenciadas por el miedo, la ortodoxia o el reduccionismo. Pero hoy, gracias a la confluencia entre la física cuántica, la cosmología, la neurociencia, la psicología de la conciencia y las grandes tradiciones y conocimientos, comienzan a abrirse paso de nuevo, esta vez con una fuerza renovada.

 

¿Es el Universo un ser viviente con conciencia de sí mismo?


Y si lo es, ¿podría tratarse de lo que tantos han llamado “Dios”? ¿Somos parte de Él? ¿Está esa inteligencia suprema también dentro de nosotros? Estas preguntas —que hace unas décadas eran confinadas al ámbito religioso o metafísico— hoy resuenan en los laboratorios, en los observatorios astronómicos, en los simposios de filosofía de la mente y en las investigaciones más vanguardistas sobre inteligencia artificial, sistemas complejos y conciencia expandida.

Sabemos que estamos en el umbral de un nuevo paradigma. Uno en el que la ciencia ya no niega lo invisible, sino que empieza a desentrañarlo. En el que la espiritualidad ya no es dogma, sino experiencia viva, y en el que la psicología deja de estudiar solo el sufrimiento humano para explorar también nuestra conexión con algo trascendente, cósmico, profundamente significativo.

Esta idea nace en ese cruce de caminos. No ofrece verdades absolutas, ni pretende imponer creencias. Es una invitación razonada, a mirar de nuevo lo que creíamos conocer: El tiempo. El espacio. La materia. La vida. La conciencia y el alma…Y sobre todo, al Universo mismo.

Proponemos una hipótesis sustentada desde la ciencia y sentida desde la experiencia humana: que el Universo no es solo un escenario, sino un Protagonista. Que no es una cosa, sino un Ser. Que no está afuera de nosotros, sino también dentro. Y que cada ser humano es una expresión única e irrepetible de esa Conciencia mayor.

Habla la ciencia

 

Como lo intuía Einstein, admirador profundo de Spinoza, Mi religión consiste en una humilde admiración por el espíritu infinitamente superior que se revela en lo poco que podemos conocer del mundo.” Y como lo sostenía Teilhard de Chardin, “No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana.” Stephen Hawking en su libro (El gran Diseño, 2010) señala: “Ya que existe una ley como la gravedad, el Universo pudo auto crearse a partir de la nada.” Para Hawking, la existencia de las leyes físicas —particularmente la gravedad cuántica— hace innecesario recurrir a un creador sobrenatural. El cosmos, según esta visión, es capaz de generarse espontáneamente, emergiendo del vacío cuántico sin violar ninguna ley universal. En este marco, la “nada” ya incluye las condiciones cuánticas para que surja “algo”. Esta postura ha sido usada para señalar que el científico no creía en Dios, sin embargo —desde otra perspectiva— lo que realmente afirmó fue una autogeneración del universo, o una creación cósmica, una inteligencia estructural que no excluye lo sagrado, sino que lo redefine. Si el Universo pudo crearse, tal vez no es simplemente una “cosa” que aparece de la nada, sino un proceso con dirección, con sentido, con consciencia en potencia. Si creemos que Dios es el creador de cuanto existe, entonces de hecho lo que aseveró Hawking fue que el Universo se creo a sí mismo, por lo que el Universo es el Creador, Dios.

La ciencia además de hablar de un orden implicado, invisible, donde todo está interconectado por una inteligencia subyacente, teoriza que la conciencia podría estar presente en toda forma organizada de información. Christof Koch, Roger Penrose, Anil Seth, Donald Hoffman… todos exploran lo que hasta hace poco se negaba: que el Universo podría ser consciente.

Desde la psicología, nos preguntamos: si la conciencia no es solo un producto del cerebro, sino una propiedad fundamental de la realidad, ¿qué implica eso sobre nuestra identidad, nuestras relaciones, nuestra ética y nuestra búsqueda de sentido?

Proponemos una nueva forma de concebir la ciencia y la espiritualidad: una “Espiritualidad Científica”, rigurosa, intuitiva, abierta al misterio, pero anclada en el conocimiento. Una forma de religarnos —no con dogmas— sino con el alma y la conciencia del Cosmos, con esa inteligencia universal que vibra en cada célula, en cada átomo, en cada pensamiento de amor, en cada lágrima.

Estas ideas no son ajenas a nuestra vida. Las hemos sentido a lo largo de décadas como psicólogos, periodistas, investigadores y seres humanos que han escuchado el dolor, la esperanza, la duda y la intuición de miles de personas. Sabemos que estas preguntas y sus respuestas pueden cambiar una vida. Estamos convencidos que mirar el cielo puede ser más que un acto de contemplación porque puede ser un encuentro con la verdad. Como psicólogos, estamos conscientes que una sola revelación puede sanar una vida fragmentada. Como periodistas, sabemos que una sola historia puede cambiar el relato colectivo. Y como seres humanos, sentimos que esta forma de pensar debe ser echada a volar.

Quizá tú también hayas sentido ese llamado interior, ese pulso inexplicable que te empuja a buscar más allá. Tal vez hayas vislumbrado que hay alguien más grande que tú… pero que no está lejos, sino dentro de ti. Pregúntate cómo reaccionarías ¿si el Universo fuera una conciencia despierta? ¿Y si Dios no estuviera “allá arriba”, sino aquí mismo? ¿Y si tú fueras una partícula de esa divinidad, una expresión del Universo mirándose a sí mismo a través de tus ojos?...

No necesitas ser físico ni filósofo para explorar estas interrogantes. Solo necesitas ser tú, abrir tu mente, tus instintos y tu percepción, y permitir que una nueva mirada se despierte en ti.

Somos psicólogos, periodistas y buscadores. Y después de una vida dedicada al estudio del comportamiento humano y a la contemplación del misterio cósmico, sabemos algo con certeza, una vez que piensas que el Universo puede ser quién es, quizás nunca vuelvas a mirar el cielo —ni a ti mismo— de la misma manera. Y si eso ocurre, en ese momento comienza tu viaje cósmico… Si quieres profundizar sobre este tema te invitamos a leer nuestro último libro ¿Qué o quién es el Universo? recién publicado…

Si deseas consultarnos o conversar con nosotros, puedes escribirnos a psicologosgessen@hotmail.com. Que la Divina Providencia del Universo nos acompañe a todos…


(Autores de “Maestría de la Felicidad”, “Que Cosas y Cambios Tiene la Vida” y de Psicología para Todos” y “Ser Feliz en Pareja”)


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