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Lo esperado y lo impredecible


Los venezolanos requerimos con urgencia establecer y crear redes de contacto, discusión y participación. Foto: Majonews1, Pixabay

La historia de las sociedades está marcada por episodios de crisis sociales, políticas,

económicas. Salir de esas dificultades en gran medida depende tanto de una dirigencia política como de la conciencia de los ciudadanos. En el caso de Venezuela todas estas crisis hoy se hacen presentes, con el agravante de que aparentemente no pareciese existir una dirigencia capaz de concretar alguna opción viable que nos lleve a superar nuestro contexto actual.


En los últimos 20 años nuestro país ha vivido un sinfín de procesos electorales, realizados con la intención de querer dar una pincelada de democracia participativa, sin embargo, estos

procesos han sido dudosos, cuestionados y en ocasiones, cuando los resultados fueron

ventajosos para la oposición, los ignoraron e invalidaron descaradamente. Pero esto no impide que para el 2024 vivamos nuevamente un proceso electoral, y es en este momento donde la ciudadanía se vuelve a encontrar con los rostros de la dirigencia política. Algunos de estos rostros son nuevos, otros son viejos, algunos son rostros de época porque sólo los vemos en tiempos de elecciones, rostros fotográficos porque aparecen en todas las fotos donde se retratan los supuestos representantes de la unidad opositora, rostros virtuales porque desde una conexión por youtube dictan los pasos a seguir para salir de nuestra crisis. Todos rostros decididos a persuadir a la ciudadanía para que lo elija como el candidato idóneo para asumir tan grande compromiso, aunque para algunos de estos candidatos no pareciese tener tanta importancia.


Y es en este momento donde los ciudadanos debemos hacernos responsables del dirigente a escoger, porque independientemente de estar de acuerdo en ir a las elecciones o de

abstenernos, es innegable la necesidad de una dirigencia que pueda volver a motivar a la

sociedad a implicarse en lo político, a asumir el compromiso ciudadano. De tal modo que

como ciudadanos tenemos la terea de reflexionar, deliberar y establecer qué debe tener ese

representante o dirigencia para ser digno de ser apoyado, es decir, cuáles deben ser las

capacidades y virtudes para asumir el compromiso de ser nuestro dirigente. A este respecto,

estamos obligados a no abandonar nuestro responsabilidad de buscar vivir una vida digna,

recordando lo que dijo Karl Jasper: “Un pueblo responde por su vida política”


Es indudable que en los últimos años las figuras de oposición que han sido relevantes en la

esfera política han generado desaliento y frustración en gran parte de la población,

contribuyendo al debilitamiento de la sociedad y aislamiento individual. Los venezolanos

sentimos que vivimos tiempos oscuros, de los cuales pareciese que nadie pudiese sacarnos.

Hemos abandonado las discusiones y preocupaciones por la política y lo social, lo que ha

traído como fatal consecuencia que nos limitemos únicamente a inventar nuevas formas de

sobrevivir. Esta situación ha jugado a favor del sistema, en tanto que a mayor indiferencia por

parte de los venezolanos, mayor el fortalecimiento y permanencia de los que se encuentran en el poder. Dicho en otras palabras, mientras menos confrontemos y cuestionemos nuestra

situación, mayor la capacidad de que el gobierno establezca más dominio sobre la población.


A pesar de este sentir, los que permanecemos en Venezuela, aun cuando experimentamos los arrebatos del desánimo, no dejamos de albergar la posibilidad de un cambio. Pero, como ya mencioné, este cambio requiere de la consolidación de una dirigencia, y este es uno de los trabajos que como sociedad debemos asumir, exigir y contribuir en su creación.


En este sentido, nuestra dirigencia tiene que tomar conciencia que no simplemente se

confronta con un gobierno de ideales contrarios, al cual puede derrotar con una simple

contienda electoral. Es necesario que reconozca que es un sistema que a través de sus

mecanismos ideológicos y de control ha logrado permear la casi totalidad de las estructuras

sociales, lo que dificultad su salida del poder. El sistema que vivimos no es dependiente de

una figura, no es José, Hugo, Manuel; no son ellos los que le dan su fortaleza. Poder descifrar

los flancos débiles del sistema es parte del trabajo de la dirigencia.


Por otra parte, la dirigencia política debe reconocer que vivimos situaciones tan precarias que, aun cuando los venezolanos quisiéramos participar en la política, impiden que nos vinculemos con la acción y reflexión. Y esto se puede apreciar especialmente fuera de Caracas, donde el transporte público es casi inexistente debido a la escasez o alto costo de la gasolina. A eso se la suma la ineficiencia de la comunicación telefónica, es sabido de sectores del país en los cuales ninguna operadora de telecomunicación funciona. Sin dejar de mencionar la falta de internet y de servicio eléctrico. Cualquier intento de trasmitir algún mensaje se disuelve en el sólo hecho de no tener medios para hacerlo llegar. Así, vemos cómo han logrado desconectar y desvincular a la población, dejándolos en relación con un entorno muy mínimo e inmediato.


En tal sentido, requerimos con urgencia establecer y crear redes de contacto, discusión y

participación, en dónde los ciudadanos y la dirigencia pueda encontrarse y reflexionar sobre el cómo hacer frente a nuestra crisis.


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