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Foto del escritorMitzy C. de Ledezma

La violencia buena y mala


Foto referencial: Pixabay

Los que creemos en la democracia nunca deberíamos optar por las acciones

de violencia como las que se han visto en algunos países de nuestro

continente en estos últimos años. Están los casos relacionados con los motines

escenificados el día 6 de enero de 2022 en los Estados Unidos de

Norteamérica y de Brasil en el día 8 de enero de 2023. En los dos escenarios

se desbordó el caos y los manifestantes dejaron a su paso rastros evidentes de

destrucción.


Eran seguidores de los expresidentes Donald Trump y del expresidente

brasileño Jair Bolsonaro, y ambos grupos argumentaban estar motivados por

los supuestos fraudes electorales perpetrados en contra de sus respectivos

lideres. Tanto en Washington como en Brasilia, los asaltantes consiguieron

superar al pequeño número de policías que intentaron frenarles y se abrieron

paso destrozando ventanas y forzando puertas.


Inmediatamente las redes sociales fueron invadidas por mensajes que

reprochaban semejantes eventos, propios de factores fascistas. Nadie

comprometido con los principios democráticos debe guardar silencio cuando se

producen estos eventos vandálicos. Hasta ahí estamos plenamente

coincidentes con esos mensajes de rechazo y reprobación. Pero veamos ahora

las dobles caras, los dobles raseros y las panificaciones cínicas, cuando

también recientemente, en Chile, Colombia, Ecuador y ahora en Perú, grupos

dirigidos a control remoto desplegaron actos de violencia que pusieron en

jaque la paz de esos países.


En el inventario tenemos el estallido social, que fue como bautizaron una serie

de masivas manifestaciones y disturbios originados en Santiago de Chile,

acciones que lograron un tremendo impacto en las capitales regionales. Todo

ese desborde de violencia ocurrió, principalmente entre octubre de 2019 y

marzo de 2020. Uno de sus propiciadores terminó siendo elegido como nuevo

presidente de Chile.


Transcribo un resumen que circula en redes sociales para describir lo que

explotó esas protestas: “El factor detonante de estos sucesos fue el alza en la

tarifa del sistema de transporte público de Santiago, que entró en vigencia el 6

de octubre de 2019. Tras el aumento de las tarifas, miles de estudiantes

secundarios se organizaron para realizar actos de evasión masiva en el Metro

de Santiago. Con el paso de los días, el número de evasores aumentó,

registrándose incidentes dentro de las estaciones del ferrocarril subterráneo. La

situación se agravó el día viernes 18 de octubre de 2019, cuando fueron

cesadas las operaciones de la red subterránea por el enfrentamiento de la

multitud con Carabineros, lo cual llevó al entonces ministro del Interior y

Seguridad Pública, Andrés Chadwick, a interponer querellas por delitos

contemplados en la Ley de Seguridad del Estado contra quienes hubieren

cometido daños, saqueos e incendios”.


Las protestas en la hermana republica colombiana, también denominadas

como "Paro Nacional #21N" fue una serie de manifestaciones realizadas

de manera no consecutiva, que se desarrollaron en varias ciudades del país a

partir del 21 de noviembre de 2019 al 21 de febrero de 2020. Esas

manifestaciones sacudieron a Colombia, mantuvieron en vilo a millones de

ciudadanos y casi desmoronan al gobierno constitucional del presidente

Duque.


Otros hechos similares se pusieron en marcha en Ecuador, país en el que se

trancaron las vías de comunicación como consecuencia de la jornada de

protestas convocadas por sectores indigenistas el día 13 de junio de 2022. Eso

mismo sucede ahora, pero en Perú, en cuyas calles se protagonizan

confrontaciones violentas en las que


Ante ese cuadro enumerado y descrito arriba, se han dejado escuchar voces

que condenan todos los actos violentos, no así algunos lideres relacionados

con el Foro de Sao Paulo que parecieran tener a la mano dos tijeras diferentes

para cortar y ajustar sus “definiciones.” Por ejemplo, para algunos lideres de

ese FSP, los intentos golpistas asumidos por Hugo Chávez Frías los días 4 de

febrero y 27 de noviembre del año 1992, fueron “actos heroicos”, al extremo

que avalan que esas fechas se hayan declarado como “festividades patrias”.


No hace falta más comentarios para que se entienda lo que deseo exponer en

este escrito. Está a la vista la impostura con que hacen sus valoraciones y

emiten sus juicios, claramente sesgados, algunos promotores del “progresismo

latinoamericano”.


Mitzy C. de Ledezma

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