Los que creemos en la democracia nunca deberíamos optar por las acciones
de violencia como las que se han visto en algunos países de nuestro
continente en estos últimos años. Están los casos relacionados con los motines
escenificados el día 6 de enero de 2022 en los Estados Unidos de
Norteamérica y de Brasil en el día 8 de enero de 2023. En los dos escenarios
se desbordó el caos y los manifestantes dejaron a su paso rastros evidentes de
destrucción.
Eran seguidores de los expresidentes Donald Trump y del expresidente
brasileño Jair Bolsonaro, y ambos grupos argumentaban estar motivados por
los supuestos fraudes electorales perpetrados en contra de sus respectivos
lideres. Tanto en Washington como en Brasilia, los asaltantes consiguieron
superar al pequeño número de policías que intentaron frenarles y se abrieron
paso destrozando ventanas y forzando puertas.
Inmediatamente las redes sociales fueron invadidas por mensajes que
reprochaban semejantes eventos, propios de factores fascistas. Nadie
comprometido con los principios democráticos debe guardar silencio cuando se
producen estos eventos vandálicos. Hasta ahí estamos plenamente
coincidentes con esos mensajes de rechazo y reprobación. Pero veamos ahora
las dobles caras, los dobles raseros y las panificaciones cínicas, cuando
también recientemente, en Chile, Colombia, Ecuador y ahora en Perú, grupos
dirigidos a control remoto desplegaron actos de violencia que pusieron en
jaque la paz de esos países.
En el inventario tenemos el estallido social, que fue como bautizaron una serie
de masivas manifestaciones y disturbios originados en Santiago de Chile,
acciones que lograron un tremendo impacto en las capitales regionales. Todo
ese desborde de violencia ocurrió, principalmente entre octubre de 2019 y
marzo de 2020. Uno de sus propiciadores terminó siendo elegido como nuevo
presidente de Chile.
Transcribo un resumen que circula en redes sociales para describir lo que
explotó esas protestas: “El factor detonante de estos sucesos fue el alza en la
tarifa del sistema de transporte público de Santiago, que entró en vigencia el 6
de octubre de 2019. Tras el aumento de las tarifas, miles de estudiantes
secundarios se organizaron para realizar actos de evasión masiva en el Metro
de Santiago. Con el paso de los días, el número de evasores aumentó,
registrándose incidentes dentro de las estaciones del ferrocarril subterráneo. La
situación se agravó el día viernes 18 de octubre de 2019, cuando fueron
cesadas las operaciones de la red subterránea por el enfrentamiento de la
multitud con Carabineros, lo cual llevó al entonces ministro del Interior y
Seguridad Pública, Andrés Chadwick, a interponer querellas por delitos
contemplados en la Ley de Seguridad del Estado contra quienes hubieren
cometido daños, saqueos e incendios”.
Las protestas en la hermana republica colombiana, también denominadas
como "Paro Nacional #21N" fue una serie de manifestaciones realizadas
de manera no consecutiva, que se desarrollaron en varias ciudades del país a
partir del 21 de noviembre de 2019 al 21 de febrero de 2020. Esas
manifestaciones sacudieron a Colombia, mantuvieron en vilo a millones de
ciudadanos y casi desmoronan al gobierno constitucional del presidente
Duque.
Otros hechos similares se pusieron en marcha en Ecuador, país en el que se
trancaron las vías de comunicación como consecuencia de la jornada de
protestas convocadas por sectores indigenistas el día 13 de junio de 2022. Eso
mismo sucede ahora, pero en Perú, en cuyas calles se protagonizan
confrontaciones violentas en las que
Ante ese cuadro enumerado y descrito arriba, se han dejado escuchar voces
que condenan todos los actos violentos, no así algunos lideres relacionados
con el Foro de Sao Paulo que parecieran tener a la mano dos tijeras diferentes
para cortar y ajustar sus “definiciones.” Por ejemplo, para algunos lideres de
ese FSP, los intentos golpistas asumidos por Hugo Chávez Frías los días 4 de
febrero y 27 de noviembre del año 1992, fueron “actos heroicos”, al extremo
que avalan que esas fechas se hayan declarado como “festividades patrias”.
No hace falta más comentarios para que se entienda lo que deseo exponer en
este escrito. Está a la vista la impostura con que hacen sus valoraciones y
emiten sus juicios, claramente sesgados, algunos promotores del “progresismo
latinoamericano”.
Mitzy C. de Ledezma
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