Estoy sentado frente a la computadora a las 4 de la madrugada con la ansiedad normal que produce la proximidad de un viaje. En unas horas volaré por primera vez a México, donde trabajaré por una semana.
Tras revisar minuciosamente el equipaje, asegurándome de no dejar algo, tomo el celular y
me pongo a revisar las redes sociales.
Luego de ver fotos, Reels de cine y algunos memes políticos, me topo con un posteo de esa
maravillosa actriz argentina Cecilia Roth, donde comparte el concepto de “La banalidad del
mal” expresado por la historiadora y filosofa alemana Hannah Arendt.
En el posteo de Cecilia se puede leer:
“Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino
garantizar que ya nadie crea en nada. Un pueblo que ya no puede distinguir entre la verdad
y la mentira, no puede distinguir entre el bien y el mal.
"Y un pueblo así, privado del poder de pensar y juzgar, está, sin saberlo ni quererlo,
completamente sometido al imperio de la mentira. Con gente así puedes hacer lo que
quieras."
Mientras escribo esto, en Venezuela, país donde nací, hay estados enteros que tienen más de 14 horas sin electricidad. Un grupo atribuye la falla eléctrica al régimen de Maduro, que lo hace tal vez para ocultar “cosas”, o simplemente para demostrar que tiene el poder.
Por su parte el régimen de Maduro dice que la falla obedece a un ataque de la oposición, que, junto a Estados Unidos, está tratando de derrocarlo, pues según Nicolás, “Él ganó las
elecciones” aunque el CNE no ha mostrado aún la primera acta.
¿Quién dice la verdad? No importa, da igual. Tal vez nunca lo sabremos. Cada pedazo de país
defiende lo que cree cierto. Pero ¿Y si ninguna de las dos cosas son verdad? Hablo de la falla
eléctrica, porque en cuanto a las elecciones todos sabemos lo que pasó.
Y en Argentina, país que me adoptó, aunque tenemos luz eléctrica carecemos de claridad en
cuanto a lo qué está pasando.
Por ejemplo, mientras unos condenan el veto del presidente que frenó el aumento en las
jubilaciones, otros lo justifican diciendo que “el país no está pasando por un buen momento y
es necesario el sacrificio”. Sin embargo, esos mismos aplauden que la administración Milei
impulse una ley de blanqueo donde aquellos que regularicen bienes o tenencias de hasta 100 mil dólares, no tendrán que pagar impuesto por dichos activos.
Nuevamente hago la pregunta: ¿Quién tiene razón, los que defiende a los jubilados, o los que
aplauden el blanqueo de capitales?
Mientras en la opinión pública ya está instalada “La grieta” y la sociedad es bombardeada con
noticias verdaderas, fake news, y ataques de un grupo y otro, para hacernos creer a los
argentinos que hay dos posiciones ideológicas. Se comienzan a escuchar de posibles acuerdos entre el partido político que gobierna y la oposición para obtener poder en el congreso.
¿Son malos los acuerdos? ¿Es ilegal? Y la verdad no, son simplemente los políticos haciendo
política. Ahora bien, para que esas “juntadas” pasen desapercibidas por la sociedad, es
importante mantener a la gente ocupada y polarizada.
Que cada quien crea en una postura u otra. Lo importante es convertirnos, como decía Arendt, “En un pueblo privado del poder de pensar y juzgar… completamente sometido al imperio de la mentira. Con gente así puedes hacer lo que quieras”.
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