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Foto del escritorOmar Estacio Z.

Imitar al corrupto equivocado


Con Paraqueima no queda otro camino que especular sobre el verdadero motivo de su caída en desgracia. Foto: Twitter @TarekwilliamSaab

Lo que para usted, amable lectora, amable lector, es bueno; es malo para los roboLucionarios más característicos. Lo que para estos últimos es pecaminoso, para sus antípodas morales, es honroso. La probidad es motivo de recelo entre los integrantes de tal gavilla. Irrelevante que el espécimen que ellos mismos metan en sus lupas se encuentre en las “alturas” del Poder o que revisen el caso del portero más modesto de cualquier ministerio. Me parece ver y oír a uno de los peones alzados en referencia:

-No tengo más camino que destituir y mandar ¡preso, pa´ que sepa que hay gobierno! al camarada Zutano. Anoche le ofrecí generosamente, pegarlo en el guiso de las sillas de ruedas para huerfanitos pobres y ¿Saben qué me contestó? ¡Con un susurro de “Ave María, Purísima”, al tiempo que se santiguaba ¿Qué respuesta es esa? ¿Ah? ¡Estamos ante una inaceptable exaltación de la honestidad que expone al odio público a los roboLucionarios de pura cepa y que, de paso, convierte automáticamente al sospechoso, en integrante de un complot terrorista contra la continuidad de nuestro proceso de cambios pero hacia atrás, como el cangrejo!


Los roboLucionarios de verdad -y peor, los de mentira, es decir, todos- no son corteses, ni valientes. Tal es el imperativo cromosómico que le legó el “Comandante Eterno” a su anhelado “Hombre Nuevo”.


A diario se dan los casos de jóvenes y no tan jóvenes, que roban, asesinan, delinquen; que se convierten en azotes y en lugar de esconder sus fechorías se jactan de haberlas perpetrado, con la convicción que ello les hará merecedores de ascensos en la nomenclatura que usurpa el Poder en mi amada Venezuela.

Yo soy, yo, y mi circunstancia y si no la defiendo a ella, no me salvo, yo”. Habría que aclararle, en primer término, al señor Ernesto Paraqueima, protagonista de la crónica de hoy, que la anterior frase, no es de la autoría de dos personas, sino de un solo señor que se apellidaba Ortega y Gasset. En todo caso, el exalcalde de El Tigre, estado Anzoátegui, sometido desde la semana pasada a la picota por la fementida RoboLución, no ha hecho otra cosa, que apegarse a la filosofía orteguiana, aunque, no sepa quién es y le tenga sin cuidado, el mencionado caballero.


Están por cumplirse 23 años de constante saqueo de las gemas éticas que, por siglos, han adornado nuestro gentilicio. Y, además, el crimen, sí paga - en dólares o en criptomonedas- en la RoboLución.

Si el susodicho, Comandante Eterno, años atrás, de manera pública, le ofreció sexo a su mujer “para esta noche” y en alguna que otra en sus peroratas les informó a quienes le oían que no aguantaba las ganas de hacer una “necesaria” ¿Qué tiene de procaz que Paraqueima, en ceremonia oficial haya inaugurado un burdel o le haya obsequiado un “consolador”, como regalo de cumpleaños, pa´gozá, a una humilde residente de la referida municipalidad?


¿Quién ha abusado peor de su Poder? ¿Paraqueima, que prevalido de su referido carguito insultaba, a diario, en un programa radial de la localidad a todo aquel que se atrevía a quejarse de su gestión como alcalde? ¿O el hombre del mazo dando, que difama, ofende y se pavonea como chistoso o pretendido ocurrente, cada miércoles, desde un estudio de TV que de lo valiente o de lo machote que es, ha hecho instalar en el piso 11, del edificio central del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, SEBIN, sector de Sábana Grande, Caracas?


Muy criminal que Paraqueima se haya mofado del mural pintado por niñitos excepcionales. Pero más aberrante es payasear como hipotético bailarín de salsa, minutos después de ordenar, desde algún búnker subterráneo, “¡plomo, carrizo!” contra una manifestación, integrada por jóvenes desarmados.


Como Paraqueima no hizo, como funcionario público, más que emular a uno o a varios próceres roboLucionarios, no queda otro camino que especular sobre el verdadero motivo de su caída en desgracia incluido -por mucho que nos repugne el personaje- el desconocimiento de sus derechos más elementales.


Tal vez no repartió algún botín o imitó al corrupto equivocado. O quizás, las dos cosas al mismo tiempo.



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