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El trabajo invisible que sostiene el bienestar

"Lo central del bienestar es comprender qué pueden hacer las personas con su tiempo y energía". Imagen: IA Copilot
"Lo central del bienestar es comprender qué pueden hacer las personas con su tiempo y energía". Imagen: IA Copilot

Cada vez que pregunto a las madres venezolanas qué les quita más tiempo, la respuesta es casi siempre la misma: "lo que nadie ve": bañar a un adulto mayor, cocinar para la semana, acompañar al niño a la escuela, llevarlo al control médico, ayudar con tareas, vigilar una fiebre, lavar y ordenar la ropa..., son actividades diarias, un trabajo silencioso que mantiene la vida en marcha, pero pocas veces cuenta como trabajo a favor del bienestar.


He visto familias donde una sola persona -casi siempre una mujer- carga con todo: cuida niños de día, atiende a un padre enfermo de noche y, en las horas que sobran, intenta ganarse la vida. Cuando esa persona se agota o enferma, todo se desmorona: cae la asistencia escolar, baja el ingreso familiar, se multiplican las urgencias médicas. Por eso insisto: el cuidado no es un asunto privado, es infraestructura de bienestar, ya que sostiene la salud, la educación y el trabajo de toda la familia.


Según el economista indio Amartya Sen, desde la capacidad, lo central del bienestar es comprender qué pueden hacer las personas con su tiempo y energía: si alguien pasa doce horas cuidando sin respiro, pierde capacidad de estudiar, trabajar o descansar. Desde la economía del cuidado según las economistas Nancy Folbre y Diane Elson: lo que importa es cómo se distribuye ese trabajo no remunerado entre hogar, comunidad y servicios, porque cuando todo recae en una persona, el sistema es ineficiente e injusto. Desde la pobreza de tiempo (Vickery, Goodin), la pregunta es cuántas horas se pierden en colas, traslados o tareas duplicadas que podrían organizarse mejor.


En Venezuela, estos tres problemas se superponen, ya que las familias enfrentan sobrecarga extrema, descoordinación de servicios (horarios escolares que no calzan con consultas ni transporte) y altísimos costos de oportunidad (perder un día de ingreso para un trámite de veinte minutos). El resultado: se postergan controles preventivos, se multiplican urgencias y se refuerza el círculo vicioso de la crisis.


Desde Unidad Visión Venezuela no discutimos políticas nacionales que pueden tardar años en implementarse, en cambio proponemos una organización barrial que puede arrancar en dos meses y aliviar vidas hoy mismo.


Agenda mensual de cuidado por parroquia, una cartelera física y digital que consolide horarios de vacunación, pesquisas, consultas itinerantes, apoyo escolar y actividades recreativas, con el objetivo de evitar recorridos y esperas  innecesarias y permitir a las familias planificar sus actividades de atención. En varios países latinoamericanos el agendamiento y control de asistencia en salud, ya es exclusivamente online, un ejemplo: Ecuador. Como ciudadanos, podemos comenzar a construir estas agendas desde la unidad básica de gestión, el Municipio.


Puntos de cuidado breves. Mesas semanales de noventa minutos en escuelas, templos o clubes para el control de presión, peso y talla; orientación familiar; actualización de vacunas; derivaciones, etc. Alto impacto, a bajo costo, sin burocracia. Este modelo funciona en parroquias donde no llega ni el agua: voluntarios capacitados, protocolo simple, registro básico.


Alfabetización práctica para cuidadores. Talleres de sesenta minutos sobre señales de alarma, organización del botiquín, higiene del sueño, uso del celular para recordatorios. Empoderar sin medicalizar. Una madre que sabe identificar deshidratación evita una urgencia; un hijo que aprende a dar medicamentos correctamente protege a sus padres o abuelos.


Organizar el cuidado libera tiempo para estudiar, trabajar, descansar; reduce costos con menos urgencias, menos duplicación de tareas; eleva el capital humano al permitir que los niños aprendan de su entorno, los adultos rindan más, y los mayores sean acompañados con dignidad.


También genera lo que los economistas llaman externalidades positivas: cuando una familia sostiene rutinas de sueño, alimentación y controles, baja la presión sobre servicios de urgencia y mejora la convivencia del entorno, es un círculo virtuoso donde todos ganamos.


Como legislador en campaña permanente, mi trabajo es poner el cuidado en el centro de la agenda política con acciones medibles: apoyar la conformación de comités, facilitar espacios para puntos de cuidado, gestionar horarios coordinados con servicios públicos y transportistas, defender presupuesto para lo que funcione. Como ciudadanos, todos debemos apoyar, difundir y complementar participativamente las iniciativas que favorecen el bienestar autogestionado.


El cuidado no es un favor que las familias se hacen a sí mismas, es trabajo real que sostiene la economía y la sociedad. Reconocerlo, medirlo y organizarlo en el barrio -con reglas simples y resultados a la vista- es una de las políticas de bienestar más efectivas y asequibles que existen.


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