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El cirujano de hierro


Foto  Pixabay
Hay errores en el accionar político español muy parecidos a lo que vemos en Venezuela. Foto: Pixabay

El periodista ecuatoriano Carlos Villacis sostiene que la figura del dictador, en la

actualidad, es el paradigma de las formas de gobierno de concentración y abuso

de poder y que, a pesar de las distinciones conceptuales e históricas, se suelen

confundir en una misma realidad, las formas de gobierno dictatorial, despótico y

tiránico. De forma amplia, se entiende que el dictador se arroga todos los poderes

políticos y los ejerce sin limitación alguna. Este hecho constituye un abuso de

autoridad que está basado en la conculcación del orden constitucional establecido.


Para algunos analistas políticos, el dictador por antonomasia sería como el

“cirujano de hierro” planteado por el político y escritor español, Joaquín Costa, en

su libro, Oligarquía y caciquismo. Allí Costa decía que, el cirujano de hierro debía

ser un hombre sabio, duro, aunque compasivo, que no le temblara el pulso para

favorecer a las mayorías; heroico, con entrañas y coraje para tener a raya al

enjambre de malvados que viven de hacer morir a los demás. Además, este

personaje debería tener cualidades espirituales y ser capaz de llevar a cabo una

política encaminada a eliminar el caciquismo.​ Al contrario del pensamiento de los

analistas, Costa sostiene que el “cirujano de hierro” no debe ser indubitablemente

identificado con un dictador.​


La solución propuesta por Costa para eliminar el caciquismo que se forma en los

grupos políticos, consiste en aplicar una política quirúrgica de urgencia, ejecutada

por un cirujano de hierro, quien debe tener virtudes similares a las del filósofo-rey

de Platón: conocer bien la anatomía del pueblo, demostrar una compasión infinita,

tener buen pulso, mostrar valor de héroe, manifestar un ansia desesperada por

tener una patria y aborrecer las injusticias.


El cirujano de hierro debe presentar cualidades fundamentalmente espirituales, ser

el encargado de llevar a cabo una política encaminada a eliminar el caciquismo, al

margen del Parlamento, para ayudar a mejorar al país,​ sería una suerte de

dictador benévolo.​ La apelación al cirujano se situaba en el marco de la progresiva

radicalización política de Costa y sus críticas continuas al régimen de la

Restauración Borbónica de 1876, las cuales pueden serle igualmente formuladas

a muchos gobiernos en el mundo contemporáneo.


El político español señalaba que el parlamentarismo de la Restauración se había

convertido en parlamentarismo de partidos y dado que estos no tienen estructura

democrática, pasan a ser órganos del Estado y al estar subvencionados por él, no

pueden ser controlados por los ciudadanos. En Venezuela los partidos no están

financiados por el Estado, pero en muchas ocasiones, son apoyados por

mecenas, tanto o más peligrosos que los órganos del poder público.


Ya para aquella época, las observaciones de Costa eran críticas con el Poder

Electoral de finales de 1800. Deploraba que no hubiera castigo electoral para los

gobernantes corruptos, a consecuencia de la servidumbre voluntaria del

electorado. Cuestionaba el hecho de que, los miembros de los partidos pudieran

ser sustituidos, pero no los partidos, ya que, el sistema electoral proporcionaba

coartadas e impunidad a las organizaciones políticas.


En las elecciones –decía Costa – “nada se decide y los programas de los partidos

se parecen cada vez más entre sí, y por tanto, las elecciones no constituyen

ningún mecanismo de formación de la voluntad popular. Para él, con el paso del

tiempo, los eventos electorales iban adquiriendo un carácter plebiscitario y se

transformaban en actos de adhesión al imperante régimen de gobierno. Para

Costa, los electores estaban identificados sentimentalmente con el jefe del partido

y en consecuencia, la voluntad popular pasaba a ser solo una metáfora que

expresaba el dominio absoluto de los partidos sobre las instituciones y la

sociedad.


En sus reflexiones, Costa criticaba los errores cometidos a lo largo del tiempo en

el accionar político español y me asombra la similitud que percibo entre esas

circunstancias vividas por el Estado Ibérico y la actual realidad venezolana, la cual

queda demostrada cuando él expresaba: “No hemos aprendido nada, no nos sirve

de lección nuestro propio escarmiento: vivimos hoy como ayer, no se ha decretado

desde nuestra caída una sola ley salvadora, tenemos igual organización política,

nos gobiernan los mismos hombres que nos perdieron, los mismos partidos que

no tuvieron inspiraciones, energía ni patriotismo en los momentos críticos, y que,

como si hubiesen sido triunfadores, siguen repartiéndose la nación empobrecida”.



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