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EL búho perseguidor


El búho es implacable para enseñar idiomas

Desde niño siempre quise aprender idiomas porque me parecía genial poder hablar con

personas de otras partes del mundo, y conocer su cultura. Esto a mamá no le hacía mucha

gracia, pues cuando no había internet, la única manera de comunicarse con otros países era

por el teléfono fijo de CANTV. Así que cada vez que llegaba la factura, mi pobre madre tenía

que ir a reclamar por llamadas a Roma, Portugal, o Estados Unidos. Si se hicieron o no esas llamadas, esa es otra historia, pero no es importante aclararlo ahora.


Afortunadamente crecí en Catia, un barrio popular de Caracas, relativamente cerca del puerto

y el aeropuerto de La Guaira, por lo que mis vecinos eran familias migrantes, venidas de

diversos lugares como El Líbano, Siria, Madeira, Sicilia, Kiev, entre otras. Me parecía fascinante poder aprender el idioma de todas estas personas, para saber de qué estaban hablando.


Italiano fue uno de los primeros idiomas que traté de aprender. Descubrí este idioma

gracias a las películas de Federico Fellini y a mi compañero del colegio Jesús Obrero, Luis

Gardelli, quien me enseñó algunas palabras, por no decir mis primeras groserías. Y también me pasaba algunas revistas de futbol en italiano.


Tiempo después mi papá comenzó a trabajar en la Av. Solano de Caracas, justo en el edificio

donde funcionaba (creo que todavía existe) la librería “El Libro Italiano” y me regaló un

diccionario español-italiano. Todo iba viento en popa, hasta que apareció una chica

espectacular de rulos rubios que me voló la cabeza. El tema es que la familia de la joven era

portuguesa, por lo que el idioma “de la bota” quedó en pausa, pues me tenía que dedicar al

portugués, lengua en la que también me defiendo bastante bien.


Tras terminar la relación con la chica, que duró algunos años, retomé el estudio de otro

idioma, en este caso inglés, pues por temas de trabajo, era necesario que me perfeccionara en la lengua de Shakespeare; por lo que una vez más el italiano quedó de lado.


Y así pasaron los días, los meses y los años, me casé, tuve hijos, me separé, me mudé de país, me puse de novio, me volví a separar (no importa cuando lean esto), y por alguna razón, hace como dos semanas afloró en mí el deseo de retomar mis estudios de italiano.


Lo más cumbre es que, aunque en Buenos Aires funciona la Asociación Dante Alighieri, que es una academia de italiano que cuenta con prestigio internacional. Preferí irme por la tecnología y me descargué Duolingo, una aplicación donde puedes aprender el idioma que prefieras, desde donde quieras y cuando lo desees… al menos es lo que te dicen, porque la verdad tiene un búho que te persigue y te obliga a estudiar cuando él quiere, es decir, cada segundo de tu vida.


Este búho malvado es peor que un cobrador de la mafia, pues, aunque apagues el celular, el

tipo lo enciende y te manda un mensaje tipo “¿Vas a perder el tiempo durmiendo en lugar de

estudiar?, si abres la alacena para buscar café, el búho te pasa una taza y te manda a estudiar.


Incluso si metes un pollo en el horno para cocinarlo, cuando suena la alarma para avisarte que está listo, abres la puerta y está el pollo cocido, pero también el búho mandándote a estudiar.


El otro día estaba tan saturado que, me fui a una iglesia a confesarme, y tras escuchar mis

pecados el sacerdote me puso de penitencia cursas 10 lecciones en la aplicación ¡Obviamente había hablado con el búho”


Ustedes se preguntarán ¿Por qué no desinstalas la app y ya? Porque tengo miedo que el búho se aparezca con una patota de búhos y me quieran golpear. Así que no me queda más remedio que seguir aprendiendo y terminar el curso, para ver si el búho desaparece de mi vida.


Bueno, ahora los tengo que dejar, porque el búho se enteró que estoy escribiendo esto,

cuando podría estar usando estos minutos ¿saben para qué? Si, para bajarme Duolingo plus.

Ciao, fino alla prossima settimana (adiós y hasta la próxima semana).


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