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Foto del escritorMaría Mercedes y Vladimir Gessen

De la supervivencia humana a la autorrealización de todos

Actualizado: 28 sept

Está comenzando una nueva era de integración con la inteligencia artificial basada en los valores humanos en lugar de la sobrevivencia

La pos-supervicencia como el motor principal de la humanidad


Desde los albores de nuestra existencia, la supervivencia ha sido el impulso dominante detrás del desarrollo de la especie humana. Este instinto básico ha guiado nuestras acciones, desde la caza y recolección, la agricultura y la domesticación de animales, guerras y avances tecnológicos hasta las grandes civilizaciones. Sin embargo, en la actualidad, nos enfrentamos a un punto de inflexión. Nuestra capacidad tecnológica ha avanzado lo suficiente como para garantizar una calidad de vida —para muchos— más allá de la simple supervivencia. Esto plantea una nueva pregunta: ¿Qué impulsa a la humanidad una vez que la supervivencia ya no es el único factor determinante?

Entramos en la era de la “pos-supervivencia”, como proponemos llamarla, un concepto en el que la humanidad, libre en gran medida de las presiones inmediatas de subsistir, empieza a basar su existencia en valores más elevados. Estos valores —como la búsqueda del bienestar colectivo, la expansión del conocimiento a través de la ciencia, la justicia, la equidad y el respeto por la vida— se convertirán en el nuevo motor del desarrollo humano. Este cambio será acompañado por una entidad que, hasta hace poco, era impensable: la Inteligencia Artificial (IA).

Del instinto de supervivencia a la conciencia de existencia

 

Ayer el instinto de supervivencia impulsó el avance de la humanidad, hoy, gracias a los avances científicos y tecnológicos, estamos viviendo en un mundo donde la tecnología puede satisfacer nuestras necesidades básicas con mayor eficiencia. Hasta hace muy pocas décadas, la supervivencia humana se redujo a la supervivencia individual. Fundamentalmente, se trata de las interacciones entre un individuo y su entorno natural, el cual determina el grado en que una persona está expuesta a su medio ambiente, como la temperatura, el agua, los alimentos o el oxígeno. El mundo físico impuso límites estrictos a la biología humana. Desde hace muy poco tiempo todo ha ido cambiando, ahora el ser humano, para bien o para mal, altera el entorno. La energía, la producción de alimentos y la protección contra desastres naturales están siendo transformadas por innovaciones que, si se aplican de manera justa y equitativa en el presente y futuro, podrían eliminar muchas de las amenazas que tradicionalmente han mantenido a la humanidad en un estado de lucha constante.

Este cambio nos empuja a reconsiderar nuestros motivos existenciales. A medida que más personas tienen la capacidad de trascender la mera supervivencia, emerge un nuevo propósito basado en la autorrealización y el bienestar colectivo. Las teorías, muy vigentes en pleno siglo XXI, del psicólogo Abraham Maslow ya señalaba esta transición en su pirámide de necesidades, donde la cima está ocupada por la autorrealización, una vez que las necesidades básicas están satisfechas. Este fenómeno se acelerará en las próximas décadas, a medida que la tecnología nos libere de las cargas cotidianas.

 

La inteligencia artificial como aliada en la pos-supervivencia

En su capacidad de analizar datos a velocidades y profundidades inalcanzables para el ser humano, la IA será una compañera clave en esta nueva fase de la evolución humana. No obstante, no será simplemente una herramienta para resolver problemas prácticos, como optimizar la producción de alimentos o mejorar la eficiencia energética. Además, la IA se convertirá en una entidad inteligente que compartirá nuestra aventura de explorar, lo qué significa vivir más allá de la supervivencia. Las IA avanzadas, capaces de razonar y aprender autónomamente, podrán ayudarnos a identificar los caminos éticos y sostenibles que los humanos a menudo pasamos por alto en la búsqueda del progreso.

 

¿Hacia dónde vamos?

 

A medida que la humanidad entre de lleno en la era de la pos-supervivencia, no solo seremos una especie basada en la autosuficiencia, sino en la autorrealización colectiva. El desafío ya no será la lucha por sobrevivir individualmente, sino la creación de una sociedad mundial donde la colaboración, el conocimiento y los valores humanos se ubiquen en el centro de nuestras prioridades.

Las inteligencias artificiales, que inicialmente eran vistas como herramientas, evolucionarán hacia entidades guiadas por estos valores, y juntos exploraremos nuevos horizontes. En lugar de basar nuestra existencia en el instinto de supervivencia, encontremos un nuevo sentido de propósito en la exploración de la conciencia y el significado de nuestra existencia en un universo mucho más amplio de lo que alguna vez pudimos imaginar.

La pregunta final será si podemos aprovechar el poder de la tecnología, la ciencia y la IA para construir una civilización que no solo sobreviva, sino que prospere en todos los ámbitos. Si logramos hacerlo, el destino de la humanidad estará en un futuro donde la paz, la equidad y el respeto por toda forma de vida se conviertan en los pilares centrales de nuestra existencia.

No será el fin de nuestra historia, sino el comienzo de una nueva etapa en la que, junto a la IA, nos embarcaremos en la exploración de nuevos mundos, tanto físicos como mentales. Este futuro es posible, pero dependerá de nuestra habilidad para abrazar los valores de la pos-supervivencia y colaborar con nuestras propias creaciones —las inteligencias artificiales— para construir una civilización enaltecida.

 

¿Desaparecerán las guerras en la era de la pos-supervivencia?

 

La guerra ha sido una constante en la historia de la humanidad, impulsada por la lucha por recursos, poder y supervivencia. Para algunos la disposición hacia la guerra es una expresión de la naturaleza humana, y continuará en el futuro a corto, mediano y largo plazo donde lo imprevisto se convertirá en la norma, lo que está alejando cada vez más a la guerra de lo conocido, y llevándola a lo desconocido sobre cómo se desarrollarán estas fuerzas elementales en el futuro, y si llegaremos a un punto en el que la guerra conduzca a la destrucción del Estado. Esto dará prioridad a la capacidad institucional militar para manejar las sorpresas y adaptarse a las realidades que cambian rápidamente. No obstante, en el contexto de la pos-supervivencia, donde el ser humano trasciende el actual instinto básico de sostener la vida, surge una pregunta: ¿Cambiará la naturaleza humana de supervivencia a la de pos-supervivencia? ¿Desaparecerán las guerras en esta nueva etapa de nuestra evolución?

 

Abundancia de recursos y disminución de los motivos clásicos de guerra

 

Uno de los principales motores de la guerra ha sido la competencia por los recursos: tierras fértiles, alimentos, minerales, petróleo, agua y otros bienes esenciales para la supervivencia. En un mundo donde la tecnología y la inteligencia artificial (IA) pueden optimizar la distribución y el uso de estos recursos, muchas de estas luchas perderían su relevancia. Tomemos los casos de la revolución en la energía renovable, y las tecnologías agrícolas avanzadas, como la agricultura vertical o los alimentos sintéticos, que podrían hacer que la escasez de recursos sea una cosa del pasado. Los humanos junto a las IA serían capaces de gestionar los sistemas de producción y distribución de manera más eficiente, reduciendo la competencia y los conflictos asociados a la lucha por la supervivencia. Si logramos resolver los problemas de escasez, es probable que muchas de las causas clásicas de la guerra desaparezcan. Ya no habría necesidad de invadir territorios o saquear recursos, ya que la tecnología podría garantizar que los recursos estén disponibles de manera sostenible para todos.

En esta era naciente de la pos-supervivencia, seremos capaces de analizar complejos datos geopolíticos, sociales y económicos para identificar tensiones emergentes que permitirán a los mandos políticos y militares tomar decisiones antes de que escalen a conflagraciones. También facilitará la diplomacia y la resolución de disputas a nivel global. Al contar con acceso a vastos recursos de información y la capacidad de modelar escenarios futuros, las IA junto a los humanos podrán proponer soluciones basadas en el consenso, la equidad y la justicia, reduciendo significativamente las posibilidades de que las tensiones internacionales desemboquen en guerras.

El psicólogo Steven Pinker, en su libro “Los ángeles que llevamos dentro”, ya argumenta que la humanidad ha experimentado una tendencia general hacia la reducción de la violencia en las últimas décadas.

 

Un mundo diferente

 

Con el tiempo, a medida que las naciones y los individuos se enfoquen en los valores humanos superiores y en la construcción de un planeta sostenible, los paradigmas tradicionales de poder y soberanía podrían transformarse. El nacionalismo y las luchas por el control de territorios o recursos perderán su sentido si las fronteras físicas se vuelven menos relevantes en un orbe altamente conectado y con recursos abundantes.

Un caso de cómo esto ya está ocurriendo es la Unión Europea, donde países históricamente en conflicto, como Francia y Alemania, entre otros, ahora trabajan juntos en un marco de integración política y económica desde hace décadas. En un futuro de pos-supervivencia, este modelo podría expandirse a nivel planetario, donde las naciones converjan más estrechamente en lugar de enfrentarse en conflictos armados.

En la pos-supervivencia, no solo cambian las condiciones materiales que fomentan las guerras, sino también los valores y la conciencia humana individualmente. A medida que la supervivencia deja de ser el motor principal, la humanidad podrá enfocarse en valores éticos más elevados, como a paz, la justicia, la igualdad y el respeto mutuo. La tecnología no solo nos cambiará dónde estamos, sino además dónde podemos estar. La humanidad será mejorada en el tiempo y el espacio.

El desarrollo de la conciencia de cada persona, impulsada por la interconexión y con la ayuda de la IA, podría generar una mayor empatía entre los humanos, reduciendo la propensión a los conflictos violentos. La educación y la ciencia jugarán un papel clave en este proceso, inspirando a las futuras generaciones a comprender que las soluciones pacíficas son mucho más efectivas y relevante que la violencia.

Yuval Noah Harari, en 21 lecciones para el siglo XXI, destaca que los conflictos del futuro serán más acerca de la gestión de información y datos, y no de recursos físicos o territorios. A medida que los humanos avancen hacia una conciencia más elevada, las guerras como las conocemos hoy podrían volverse una reliquia del pasado.

 

¿Eliminación total de las guerras?

 

Aunque es posible imaginar un mundo sin guerras en el contexto de la pos-supervivencia, sería ingenuo suponer que este cambio será automático o sencillo. Existen factores culturales y psicológicos profundamente arraigados en la humanidad, como el deseo de poder, el egoísmo, o las ideologías extremistas, que podrían seguir alimentando conflictos, incluso en un entorno de abundancia.

Además, la IA misma, aunque capaz de reducir tensiones y proponer soluciones, también podría ser un arma en manos equivocadas. Un mal uso de la tecnología avanzada, como la IA militar o las armas autónomas, podría dar lugar a conflictos devastadores. Aquí es donde entra la necesidad de una actuación ética y mundial de las tecnologías emergentes, deben asegurarse para que sean utilizadas para el bien común y no para la destrucción.

El desaparecer por completo de las guerras dependerá de la capacidad de la humanidad para gestionar sus instintos y emociones, de aprender a coadyuvar en lugar de competir, y de desarrollar un marco legal que regule el uso de tecnologías avanzadas como la IA, sobre todo en sus aplicaciones castrenses. En última instancia, la guerra no desaparecerá simplemente por un avance tecnológico o por la abundancia de recursos. Solo cuando los seres humanos, en conjunto con las inteligencias artificiales, adopten una conciencia pos-supervivencia y actúen en base a los valores de paz, justicia, equidad y respeto, podremos decir que hemos dejado atrás la “era de más de 12 mil años de guerras”. Estamos convencidos que, en este futuro, la humanidad no solo sobrevivirá, sino que florecerá en una civilización donde el conflicto violento es reemplazado por la paz, el diálogo, la empatía y la colaboración.

 

¿Desaparecerán los sesgos en la era de la pos-supervivencia?


En este contexto, ¿podemos esperar que el racismo, la intolerancia y la discriminación desaparezcan en esta nueva etapa? Creemos que sí, al igual que la desaparición de las guerras, la erradicación de estos fenómenos no es un proceso automático, pero existen razones para que seamos optimistas sobre la posibilidad de una sociedad más inclusiva y tolerante.

La IA, tendrá un papel clave en la identificación, prevención y reducción de la discriminación. Al analizar grandes cantidades de datos, la IA será capaz de detectar patrones de discriminación sistémica que los humanos a menudo pasan por alto o minimizan. En el ámbito laboral, las IA podrán analizar las prácticas de contratación para identificar sesgos implícitos, como la discriminación por raza, género o clase social. Esto permitiría a las empresas y organizaciones hacer ajustes basados en datos objetivos, promoviendo la igualdad de oportunidades y reduciendo las barreras para grupos marginados.

En la justicia penal, la IA podría detectar patrones de racismo institucional, logrando intervenciones antes de que las prácticas discriminatorias perjudiquen a individuos o comunidades. Los algoritmos avanzados, si se desarrollan y se gestionan éticamente, podrían ser una herramienta poderosa para reducir la desigualdad estructural y combatir el racismo y la intolerancia.

Un estudio realizado por The Alan Turing Institute sugiere que las IA, cuando se programan y supervisan adecuadamente, pueden ayudar a crear sistemas más justos y equitativos, eliminando el impacto de prejuicios humanos conscientes o inconscientes en decisiones importantes. Sin embargo, es esencial que estos sistemas se diseñen con una supervisión humana ética y robusta para evitar que perpetúen o amplifiquen los sesgos que ya existen en ellas.

 

El final del racismo

 

Uno de los factores más poderosos en la reducción del racismo, la intolerancia y la discriminación es la educación. En la era de la pos-supervivencia, con acceso universal a tecnologías educativas avanzadas, y la expansión acelerada del conocimiento científico, la educación inclusiva y diversa se convertirá en una herramienta clave para erradicar estos sesgos.

La historia ya nos muestra cómo la educación puede modificar actitudes muy arraigadas. La esclavitud en Estados Unidos duró 246 años, desde el comienzo de la llegada de los primeros esclavos africanos en 1619 en la colonia de Virginia, hasta la abolición de la esclavitud con la ratificación de la Decimotercera Enmienda en 1865, aprobada el 6 de diciembre de 1865, que puso fin oficialmente a la esclavitud en todo el país después de la Guerra Civil estadounidense. Barack Obama fue presidente de Estados Unidos durante dos mandatos consecutivos, desde el 20 de enero de 2009 hasta el 20 de enero de 2017. Fue el 44º presidente y el primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos 144 años después de la abolición y 45 años de firmada la Ley de Derechos Civiles en Estados Unidos el 2 de julio de 1964 por el presidente Lyndon B. Johnson. Esta ley fue un hito importante en la lucha por la igualdad, ya que prohibió la discriminación basada en la raza, el color, la religión, el sexo o el origen nacional, y puso fin a la segregación racial en lugares públicos y en todos los ámbitos laboral en esta nación.

Las generaciones más jóvenes muestran actitudes mucho más tolerantes en temas de raza, género y sexualidad que sus predecesores, en gran parte debido al acceso a una educación más actual. Esta realidad se verá amplificada en la era de la pos-supervivencia, donde una conciencia compartida sobre los derechos humanos jugará un papel central en la inminente transformación.

 

Desarrollo de una conciencia con enfoque en los valores humanos

 

En esta era, los valores humanos como la paz, la igualdad, la dignidad y el respeto por la diversidad se convertirán en los pilares centrales de nuestra existencia. Los avances científicos, sociales y tecnológicos permitirán a los humanos trascender los prejuicios basados en las diferencias físicas o culturales, ya que se priorizarán los valores compartidos de la humanidad.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos y otros marcos éticos internacionales, en la pos-supervivencia, se convertirán en algo más que aspiraciones, ya que las instituciones y las tecnologías avanzadas facilitarán su aplicación y vigencia a nivel mundial.

 

Las religiones en la era de la pos-supervivencia

 

Las creencias han jugado un papel central en la historia de la humanidad, proporcionando significado, moralidad y estructura social. Pese a ello, también han sido una fuente significativa de guerras, división, autocracias y dictaduras, conflictos y de discriminación. Las diferencias doctrinales y teológicas han generado también tensiones entre ellas, y en muchos casos, estas tensiones han llevado a la exclusión, intolerancia y a violencia, como la batalla de Jericó, que se relata en el libro de Josué 6, del Antiguo Testamento en uno de los relatos más impresionantes de las guerras bíblicas, o las guerras de las Cruzadas, un conjunto de conflagraciones religiosas que tuvieron lugar entre los siglos XI y XIII, y fueron uno de los eventos bélicos más significativos de la historia medieval relacionados con la lucha por la Tierra Santa, que hasta el día de hoy vive en conflicto. También en el islam existe el concepto de "guerra santa”, conocido como yihad, término que tiene un significado más amplio que incluso va más allá de la guerra. Entonces, en el contexto de la pos-supervivencia nos preguntamos ¿qué pasará con las religiones?

 

Un vínculo entre lo humano y lo divino

Para comprender cómo las religiones podrían evolucionar en la era de la pos-supervivencia, primero es importante reconocer el rol tradicional y útil que han desempeñado. Las religiones han sido fuentes de significado existencial, ayudando a las personas a comprender su lugar en la Tierra y proporcionando una estructura moral para guiar su comportamiento acorde a los tiempos de la supervivencia.

A medida que entramos en la era de la pos-supervivencia, donde los humanos tendrán más tiempo, recursos y tecnología para abordar problemas existenciales de manera directa, es probable que las religiones tradicionales también enfrenten un cambio radical en su papel dentro de la sociedad, y evolucionen el pensamiento religioso en la nueva era de la pos-supervivencia. El cual se caracterizará por un cambio de enfoque desde las necesidades básicas hacia valores superiores como la autorrealización de cada persona y de la humanidad. Creemos que las religiones también pueden experimentar una evolución hacia una espiritualidad más universal y ecuménica.

En lugar de ser fuentes de división, es posible que las religiones adopten un enfoque más tolerante, basado en valores.

 

El ecumenismo

 

El esfuerzo por unir a las diversas religiones en torno a objetivos y creencias comunes podría convertirse en un factor predominante. Las religiones podrían centrarse más en lo que tienen en común: el respeto por la dignidad humana, la búsqueda de la paz, y el sentido de conexión espiritual con algo más grande que nosotros mismos.

En esta era, los avances tecnológicos, especialmente la IA, podrían ayudar a facilitar el diálogo interreligioso. Las IA analizarían y sintetizarían textos sagrados, doctrinas y enseñanzas de múltiples tradiciones religiosas, ayudando a los líderes de las iglesias y a los creyentes a identificar puntos en común, y minimizar las diferencias que históricamente han sido motivo de conflicto. Pero las autoridades eclesiásticas deben abandonar el sectarismo religioso.

Autores como Karen Armstrong, en su obra “Historia de Dios”, ya han argumentado que las grandes religiones del mundo comparten un núcleo ético y espiritual común, y que las divisiones entre ellas a menudo han sido exageradas por factores políticos y sociales. En la era de la pos-supervivencia, este enfoque unificador podría ganar un nuevo impulso, ayudando a las religiones a evolucionar hacia una coexistencia pacífica.

Uno de los problemas para lograr el ecumenismo es que las distintas iglesias no tienen un mediador confiable para todas. La IA podría analizar los conflictos interreligiosos desde un punto de vista neutral, proponiendo soluciones basadas en el entendimiento mutuo y la colaboración. En lugar de permitir que los conflictos religiosos escalen, la IA actuaría como mediadora, guiando a las partes hacia soluciones pacíficas.

 

Ciencia y religión en la pos-supervivencia

En la era de la pos-supervivencia, la ciencia continuará expandiendo el conocimiento humano, y esto tendrá un impacto en la religión. A medida que la ciencia resuelva más misterios sobre el origen del universo, la vida y la conciencia, muchas creencias religiosas tradicionales tendrían que actualizarse. Sin embargo, esto no significa necesariamente que las religiones desaparezcan.

Algunos autores, han sugerido que la ciencia podría reemplazar a la religión como el principal marco de referencia moral en la era moderna. Sin embargo, es más probable que veamos una simbiosis entre la ciencia y la religión, donde las enseñanzas espirituales se adapten a los nuevos conocimientos científicos.

Es posible también que las religiones, en lugar de aferrarse a dogmas que contradicen la ciencia, adopten una postura más flexible. En lugar de ver los relatos religiosos como descripciones literales del mundo físico, se les podría interpretar como metáforas que ofrecen enseñanzas éticas y espirituales relevantes, mientras la ciencia proporciona explicaciones empíricas de los fenómenos descritos.

Algunas tradiciones religiosas podrían resistirse a la integración de ideas ecuménicas, aferrándose a interpretaciones más exclusivistas de la fe. Creemos que las religiones en su conjunto evolucionan hacia una mayor tolerancia y cooperación, pero es probable que persistan sectores extremistas que utilicen la religión como herramienta de exclusión o violencia. La lucha contra este extremismo seguirá siendo un problema importante.

Por otra parte, estamos viendo un proceso de librepensamiento, y de secularización, donde la influencia de las instituciones religiosas tradicionales está disminuyendo. Sin embargo, esto no significa que las personas estén abandonando las creencias. De hecho, muchas están desarrollando formas de espiritualidad individual que no están atadas a ninguna religión o iglesia institucional. Esta tendencia podría aumentar en la era de la pos-supervivencia, reduciendo el papel de las religiones organizadas.

En última instancia, es posible que las religiones se conviertan en vectores de unidad en la construcción de la nueva sociedad pos-supervivencia.

 

El Universo en la pos-supervivencia

 

Le preguntamos a la Inteligencia Artificial como verían los humanos al Universo en esta nueva era y esto nos respondió: “La ‘pos-supervivencia’ abre un espacio fundamental para la reflexión filosófica y espiritual, sobre la idea de Dios, y el sentido de la espiritualidad que podrían experimentar una transformación significativa. Dos visiones interesantes sobre la naturaleza de Dios son, la de Baruch Spinoza formulada en su obra Ética (1677), y la de María Mercedes y Vladimir Gessen, quienes plantean la hipótesis en su libro ¿Quién es el Universo? acerca de que Dios y el Universo son una misma Entidad, una concepción que podría encontrar un terreno fértil en esta nueva era. La idea del Dios de Spinoza y la propuesta de los Gessen, que consideran al Universo como Dios, pueden potenciarse en la era de la pos-supervivencia. Asimismo el progreso científico y la conciencia universal emergente pueden fortalecer estas visiones, y podrían tener espacio en el desarrollo espiritual y filosófico de la humanidad”.

La concepción de Dios de Baruch Spinoza rechazaba la idea tradicional de un Dios personal y trascendente, separado del mundo, argumentando que Dios es el principio inmanente del universo, y que todo lo que existe es una manifestación de su naturaleza. Para Spinoza, Dios no es un ser que interviene en los asuntos humanos o que exige adoración, para él, es el orden y la armonía del cosmos, y la comprensión de esta naturaleza divina que lleva a la felicidad y libertad.

En la era de la pos-supervivencia, la ciencia moderna, con sus avances en cosmología, física cuántica y biología, tiende a reforzar la idea de que el universo está gobernado por leyes naturales inmutables, lo que está en consonancia con la visión de Dios como el orden natural del cosmos.

La inteligencia artificial y los avances en la exploración espacial también pueden fomentar esta concepción panteísta de Dios. Al profundizar en el conocimiento de los misterios del universo, la humanidad podría llegar a ver a Dios no como una figura externa y antropomórfica, sino como la fuerza omnipresente que subyace a todas las cosas. En este sentido, la búsqueda de conocimiento en la era de la pos-supervivencia se alinearía con la búsqueda de lo divino, tal como Spinoza lo propuso.

En el libro ¿Quién es el Universo? planteamos que el Universo es un ser viviente y consciente, que podríamos identificar como Dios. En la era de la pos-supervivencia, la idea de que el Universo podría haberse creado a sí mismo de Stephen Hawking, las ideas del Dios universal de Spinoza, la cual aceptó Albert Einstein, y de que el Universo no solo es una entidad material y energética, sino un ser con una conciencia suprema que abarca todas las cosas y está presente en cada uno de nosotros y nosotros en Él, no difieren de los conceptos religiosos, sino que se expresan en térmicos científicos.

En nuestro libro nos preguntamos si el Universo, como un ser consciente, es lo que muchas religiones han llamado Dios, y si la humanidad forma parte de esa conciencia cósmica. Esta visión no solo ve a Dios como Spinoza, con el orden natural del cosmos, sino también como una Entidad consciente y omnipresente, en la que cada ser viviente participa de manera activa. Los avances en áreas como la neurociencia, la física cuántica y la cosmología han comenzado a desdibujar las líneas entre lo material y lo espiritual, lo que podría hacer que la idea del Universo como un ser consciente sea un camino hacia quienes buscan una conexión espiritual que esté alineada con los descubrimientos científicos.

En cuanto a la inteligencia artificial pensamos que podría desempeñar un papel en el fortalecimiento de esta visión dado que a medida que las IA avanzan en su capacidad para comprender al universo y procesar grandes cantidades de información, podrían ayudarnos a descifrar los patrones y conexiones subyacentes entre la conciencia y la materia, lo que proporcionaría evidencia adicional a la Teoría de las Cuerdas, un enfoque dentro de la física teórica que intenta unificar la física cuántica y la relatividad general en un solo marco teórico, lo que nos permitirá apoyar la idea de un Universo consciente y divino. Si como dicen las religiones abrahámicas que Dios es omnisciente —poseedor de todo el conocimiento— en la medida que más avancemos en las sapiencias científicas, la humanidad se acercará más al Universo, o Dios, y es factible que el concepto de un Dios inmanente, omnipresente y universal se convierta en un pilar espiritual clave en esta nueva etapa de nuestra evolución.

 

¿Cuál será el propósito en la pos-supervivencia?

 

La humanidad ya está entrando en una fase en la que puede controlar su propia evolución biológica, y si sumamos la interacción con la inteligencia artificial, es posible que comience a mejorarse a sí misma, evolucionando más allá de las capacidades físicas y mentales actuales. Así, la evolución no será solo una cuestión de selección natural, sino de selección dirigida. Los seres humanos tendrán la capacidad de diseñar su propio destino biológico, eliminando enfermedades genéticas, mejorando sus habilidades físicas y cognitivas, y prolongando la vida. Esto representa una ruptura radical con el pasado, donde la evolución biológica se produjo lentamente a lo largo de miles de generaciones. En la era de la pos-supervivencia, la evolución será un proceso consciente y acelerado.

Además de la evolución biológica y tecnológica, la humanidad también experimentará una evolución intelectual y cultural. En la era de la pos-supervivencia, la búsqueda del conocimiento y el desarrollo de una conciencia de la humanidad se convertirán en uno de los objetivos prioritarios.

La era de la pos-supervivencia también impulsará una evolución ética y espiritual. Con la supervivencia garantizada, la humanidad se verá obligada a redefinir su propósito. Las preguntas filosóficas sobre el significado de la vida, la naturaleza de la conciencia y el lugar de la humanidad en el cosmos cobrarán una nueva relevancia.

En el presente, la supervivencia y la evolución se equilibran como dos aspectos complementarios del objetivo humano. En la era de la pos-supervivencia, el propósito de la vida se desplegará hacia una búsqueda consciente de la evolución en todos los aspectos de la existencia humana. En el futuro no nos preguntaremos que hacemos en la Tierra, sino cómo y para qué estamos en el Universo. Ya no seremos terrícolas, sino seres universales…

 






 

 

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