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¿Puede la ciencia guiarte en tus creencias espirituales?

La falta de respuestas y la insatisfacción con dogmas inverosímiles e inaceptables impulsan a explorar una espiritualidad científica

Una conciencia global emergente de miles de millones de personas está redefiniendo las creencias y los valores espirituales de la humanidad basada a la ciencia. Vivimos en una era en la que las preguntas básicas están resurgiendo y regresan con fuerza las mismas interrogantes de la humanidad desde sus inicios: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Existe Dios? ¿Cuál es nuestro propósito en el Universo o en la Tierra? Todo esto porque durante más de 12 mil años los diferentes credos no han logrado dar más respuestas que “tener fe” o aceptar lo inexplicable reconociéndolo como un misterio, o una verdad “divina”, la cual se debe acatar. Lo sorprendente es que hoy, en pleno siglo XXI, estas preguntas están siendo respondidas por la ciencia, la física cuántica, por laboratorios, observatorios astronómicos, redes neuronales artificiales y centros de investigación. Nos encontramos frente al nacimiento de una espiritualidad científica. De hecho, existe un creciente grupo de personas que no se identifican con ninguna religión ni forman parte de alguna Iglesia. Este grupo incluye ateos, agnósticos y aquellos que, aunque creen en una fuerza superior, no siguen una religión específica. En 2025, se estima que aproximadamente el 19% de la población mundial, es decir, más de 1.540 millones de personas, no estaban afiliadas a ninguna religión.

 

¿Qué es la espiritualidad científica?

 

No se trata de una nueva religión. Tampoco de una creencia mística, esotérica, religiosa o sectaria. Es una forma de conexión interior y cósmica que une la intuición espiritual con el método científico. La espiritualidad científica no impone dogmas, más bien invita a explorar, a sentir, a observar y a vivir en sintonía con lo que la ciencia va descubriendo sobre la conciencia, la materia, el tiempo, el espacio, y el Universo… y hasta, lo que parte de la humanidad la menciona, como el alma humana. Quienes practican esta vía no desean organizarse ni formar parte de alguna iglesia, simplemente es su forma de comunicarse con la Divina Providencia Universal, Dios, o el Universo, pero de manera directa, sin pasar por ninguna franquicia religiosa y que se les impongan dogmas ni costos.

Hoy estamos al tanto de que estamos hechos de la misma substancia que todo el Universo. Que,  en conciencia y pensamiento, podemos hablar con la divinidad. Que la meditación modifica nuestra forma de ser y nos acerca a una Conciencia Suprema. Que el observador influye en el observado a nivel cuántico. Lo que apunta hacia una verdad trascendental, como es que la conciencia es una fuerza activa en el Universo, y el ser humano puede sintonizarse y sincronizarse con ella.

 

¿Es la ciencia el camino espiritual de la humanidad?

 

Al menos es un camino... La humanidad está evolucionando hacia una forma más madura, libre y profunda de espiritualidad. Una espiritualidad que no divide ni separa, sino que une y se expande. Ya no se trata de adorar a un Dios externo en un altar, sino de reconocer la divinidad que vive en cada uno de nosotros, y en el universo entero.

Cada vez más personas buscan respuestas existenciales fuera de las iglesias tradicionales, que justo es reconocer fueron un gran aporte a la humanidad en el pasado y parte del presente. La espiritualidad científica no elimina el sentido sagrado, sino que lo amplía, lo integra, lo conecta con la ciencia, con la naturaleza, con la inteligencia artificial, con la vida en otros lares del Universo, con la conciencia universal. Es un camino que une a Einstein con Buda, a Hawking con San Juan de la Cruz, a la física cuántica con el misticismo.

 

¿La ciencia y el espíritu?

 

Mencionar a Stephen Hawking junto a San Juan de la Cruz (The “Dark Night” of Juan de la Cruz, 2022), es como sentar a dialogar al físico más influyente del siglo XXI con uno de los místicos más profundos del siglo XVI.  Y, mágicamente, hay más puntos de convergencia de los que parecería a simple vista. El físico y el místico con dos vías hacia lo absoluto.

Hawking, desde la física teórica, exploró los confines del espacio-tiempo, los agujeros negros, el origen del cosmos y las leyes fundamentales que gobiernan el Universo. Su búsqueda era por el cómo del Universo, por su estructura, su origen, su mecanismo.

San Juan de la Cruz, desde la espiritualidad cristiana, penetró los abismos del alma humana en su búsqueda de unión con Dios, el Amado, al que no se accede por la razón, sino por el silencio, la noche, el amor y la entrega.

Ambos exploraron lo desconocido, lo inabarcable. Hawking habló de la singularidad del Big Bang, donde las leyes del tiempo y el espacio se rompen. San Juan habló de la “noche oscura del alma”, donde se rompen los sentidos y el entendimiento para que el alma se encuentre con el misterio divino. Para Hawking, el Universo podría no requerir de Dios para existir, y que pudo haberse creado a sí mismo. Sugería una lógica sublime, una perfección matemática que raya en lo sagrado. Para San Juan, el Universo era la obra visible del Creador invisible, y el alma era llamada a unirse a Él más allá de las formas. Uno buscaba comprender el Universo exterior, el otro el universo interior. Pero ambos tocaron los bordes de lo inexplicable. En sus propios lenguajes, se acercaron a lo que podríamos llamar Conciencia Universal, o Presencia Absoluta, a la divinidad. San Juan escribió: En la noche dichosa… salí sin ser notado, estando ya mi casa sosegada.” Hawking, en correspondencia, dijo: “Recuerda mirar hacia las estrellas y no hacia abajo, a tus pies.”

Ambos invitaron a salir del mundo ordinario. Uno hacia la experiencia de Dios, el otro hacia el asombro cósmico. Y tal vez, si los hiciéramos conversar, encontraríamos que el lenguaje poético del místico y la ecuación matemática del físico no son opuestos… sino puentes distintos hacia el mismo misterio.

 

Einstein y Buda

 

Albert Einstein, no solo fue un genio científico. Fue un filósofo del asombro, un pensador que sospechaba que detrás de las leyes matemáticas del Universo había algo más: "La más hermosa experiencia que podemos tener es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del arte y la verdadera ciencia." (The World as I See It, 1930)

Creía que el universo tenía orden, belleza y coherencia. Que lo racional era solo una parte de una totalidad más amplia, que incluía la intuición y la experiencia interior. Se inspiraba en Spinoza, y su visión de Dios como la totalidad del cosmos, sin necesidad de un Dios personal, pero sí de una conciencia cósmica que impregna todo.

Buda, no buscó explicar el universo material, sino la raíz del sufrimiento humano y el camino hacia la liberación. Pero su enfoque era radicalmente empírico: "No creas en algo solo porque lo diga una autoridad. Prueba por ti mismo." Él también hablaba de lo interconectado de todo, de la no permanencia de las formas, de que nada tiene existencia propia sino en relación a todo lo demás (pratītyasamutpāda). Y que la mente es la clave para entender el mundo.

Ambos negaron el ego como centro de la realidad. Einstein decía que la ilusión de un yo separado es un “tipo de prisión”. Se refería a una concepción egocentrista e individualista del ser, es decir, a la creencia de que cada persona es una entidad aislada, desconectada del resto de los seres humanos, de la naturaleza y del Universo. Igualmente, Buda enseñó el anattā: no hay un “yo” fijo e inmutable. Se trata de la “ilusión del yo separado” de Einstein y en lugar de que todos somos parte de una Conciencia Universal, y que la percepción de separación es solo una fase de la conciencia, no su totalidad. El verdadero despertar de la conciencia —espiritual, científico y existencial— llega cuando nos reconocemos como parte del Todo.

El científico y el místico por excelencia, Einstein y Buda defendieron una ética universal basada en la compasión y la interdependencia. Einstein decía que "la compasión por todas las criaturas vivientes es lo más noble". Mientras Buda señalaba: "Haz el bien, evita el mal y purifica tu mente".

Los dos veían el tiempo y la realidad como una ilusión relativa. Así, Einstein dijo que la distinción entre pasado, presente y futuro es solo “una persistente ilusión”. Buda enseñó que lo único real es el momento presente, y que todo está en constante cambio.

Un diálogo imaginario entre Buda y Einstein

 

Einstein: "Todo está determinado por fuerzas que no controlamos. Pero aun así, tenemos responsabilidad moral."

Buda: "Sí, hay causas y condiciones que nos afectan. Pero al despertar la mente, podemos liberarnos del ciclo del sufrimiento."

Einstein: "Dios no juega a los dados con el universo."

Buda: "No hay necesidad de dados… solo de comprensión profunda del juego."

Einstein con Buda representa la posibilidad de unir dos caminos: El de la ciencia que busca comprender cómo funciona el Universo. Y el del despertar espiritual que procura entender cómo vivir en armonía con ese Universo.

Ciencia y espiritualidad invitan al asombro, al cuestionamiento y a la superación de los límites del ego del yo.

 

¿Ahora qué…?

 

Empezando el tercer milenio ha sido el momento es donde las enseñanzas científicas, espirituales y filosóficas convergen con la renovación de la propuesta de que el Universo no solo está vivo, sino más bien es considerado un Ser Universal junto a su Conciencia Suprema. Y todos nosotros somos parte de Él.

Así como una sola neurona no puede generar la conciencia de un ser humano, pero sí lo hace la red completa de neuronas interconectadas, la Conciencia Universal sería la suma integrada de todas las conciencias del cosmos. La nuestra incluida. Ante esta realidad, la percepción de cada ser por separado entra en bancarrota por definición. Estamos avanzando un peldaño en la escalera evolutiva del concepto de la conciencia. Desde ahora, podemos ascender hacia una visión más amplia, donde no somos individuos aislados, sino expresiones únicas de una misma Presencia Universal.

Cuando comprendemos esto, las preguntas dejan de ser ¿quién soy yo? ¿Quién me creó?, para transformarse en ¿quiénes somos todos, en conjunto, como parte del Universo viviente?, y ¿Quién es Dios?... ¿el Universo?

Y la respuesta, tal vez, no esté en el pensamiento… sino en la experiencia profunda de unidad que brota cuando el ego se silencia, y la conciencia se expande.

 

La ciencia comienza a explicar la espiritualidad

 

En los últimos tiempos, la ciencia y la espiritualidad han empezado a encontrarse en terrenos donde, tradicionalmente, parecían irreconciliables. Uno de estos puntos de convergencia surge al observar la materia no como algo estático y separado, sino como una vibrante red de conexiones cuánticas que envuelve todo lo que existe. En este contexto, podemos replantearnos la antigua tradición de que Dios está en todas partes, a través de la lógica de la física cuántica.

 

El Dios Cuántico: una síntesis entre ciencia y espiritualidad

Como la ciencia indica nuestro cuerpo es la suma de las partículas que conforman nuestros átomos. Cada átomo, a su vez, está constituido por partículas elementales que, según la teoría de cuerdas, serían vibraciones fundamentales en el tejido del espacio-tiempo. Así, como seres humanos, estamos totalmente entrelazados con todo el Universo. No somos entes aislados, somos manifestaciones locales de una red universal de energía y vibración.

Todas las células de nuestro cuerpo están entretejidas y conectadas mediante esta red de interacciones. Esta idea proporciona una respuesta coherente a la cuestión de cómo podemos “hablar con Dios”, o con el Creador o el Universo mismo, ya que este Ser Supremo está dentro de nosotros porque cada cuerda vibrante que compone nuestras partículas es parte de su cuerpo universal. Dios está dentro de nosotros, y nosotros dentro de Él.

La experiencia de las llamadas "gotas cuánticas" en los laboratorios ha revelado fenómenos que refuerzan esta visión. Investigadores del Instituto Max Planck y el Massachusetts Institute of Technology (MIT) han trabajado con átomos de helio-4, potasio-41 y rubidio-87, enfriándolos a temperaturas cercanas al cero absoluto. En esas condiciones extremas, los átomos asumen comportamientos cuánticos colectivos, ya que no se comportan como partículas individuales, sino como una entidad cuántica coherente, donde cada átomo y cada partícula está "entrelazada" con los demás.

En el caso del helio-4, cuando se lleva a temperaturas ultrabajas, forma un líquido superfluido que fluye sin fricción, desafiando la física clásica. Los átomos de potasio y rubidio, manipulados en experimentos del MIT, han demostrado que pueden formar "gotas cuánticas" estables, donde los átomos, debido a las partículas que los conforman, son forzados a comportarse colectivamente de manera cuántica.

Estas investigaciones abren una impresionante posibilidad: si las partículas de los átomos que constituyen nuestro cuerpo, en determinadas condiciones, pudieran inducir a nuestros átomos a comportarse cuánticamente como en las gotas cuánticas, podríamos, hipotéticamente, entablar una comunicación real con el tejido cuántico del Universo. Es decir, podríamos conectar conscientemente con la totalidad.

Esta visión sugiere que el Creador no solo está presente en todo, sino que su esencia misma es una vibración cuántica infinita, una red de existencia interconectada.

Estamos entonces frente a la hipótesis del "Dios Cuántico": un Dios que no es una entidad lejana, sino una presencia viva, vibrante, entrelazada en cada átomo del Universo y de nuestro ser. Esta interpretación no es una mera especulación mística, es una síntesis elevada de ciencia y espiritualidad, perfectamente consistente con las fronteras más avanzadas de la física moderna.

Aceptar esta visión no nos aleja de la razón y de la ciencia, por el contrario, nos invita a ampliar nuestra comprensión. Nos insta a ver que la ciencia, lejos de negar a Dios, puede llevarnos a descubrir una forma más profunda de la divinidad: un Dios que vibra en cada partícula, en cada átomo, en cada pensamiento, en cada ser.

Esta es la revolución silenciosa que está emergiendo en nuestro tiempo, la de una humanidad que redescubre su unidad esencial con el Universo, y que empieza a hablar, de nuevo, con el Dios Cuántico que siempre estuvo, está y estará en nosotros.

Esta sería la explicación de cómo podemos “conversar con Dios”, porque, como todos sabemos e intuimos, Él nos oye y nos responde… Está dentro de nosotros porque cada cuerda es parte de su cuerpo universal, y a la vez, de nuestro cuerpo. Somos parte de Él, del Universo.

 

Conciencia Universal: Sabiduría ancestral y científica convergen

 

A lo largo de los siglos, pensadores, sabios, místicos y científicos —de Oriente y Occidente— han intuido o sostenido que la conciencia no es un producto efímero del cuerpo, sino una manifestación eterna del Universo viviente. Esta idea, que nosotros compartimos y exploramos en nuestro libro ¿Quién es el Universo? (2021), se alinea con una tradición profunda que trasciende religiones, épocas y culturas.

Jesús de Nazareth al hablar del Reino que no es de este mundo, sugirió una dimensión eterna donde la conciencia sobrevive a la muerte física. “Quien cree en mí, aunque muera, vivirá.” (Juan 11:25)

Baruch Spinoza, el filósofo del “Dios como naturaleza” afirmaba que el alma humana es parte del entendimiento infinito de Dios, y por tanto no puede ser demolida. “El alma humana no puede ser absolutamente destruida con el cuerpo, sino que de ella queda algo eterno.” (Ética, V, Proposición 23)

Buda, Siddhartha Gautama, aunque negó un “yo” fijo, enseñó que la conciencia (viññāṇa) es parte de un flujo incesante más allá de la muerte: “La conciencia condicionada continúa mientras exista el deseo y la ignorancia.”

Platón, En su Fedón, defendió que el alma es inmortal y que preexiste y sobrevive al cuerpo, participando del mundo eterno de las ideas: El alma es inmortal y al morir, regresa a lo eterno.”

Carl Gustav Jung, para él, la conciencia individual era una parte de un campo más amplio: el inconsciente colectivo, que contiene la sabiduría acumulada de la humanidad: “La vida no tiene ni principio ni fin; es una transformación constante de energía psíquica.”

Teilhard de Chardin, el paleontólogo y teólogo jesuita imaginó una conciencia que evoluciona hacia una unificación con lo divino, en el llamado “Punto Omega”: “No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana.”

Para el Zohar en la Cábala judía el alma (neshamá) es vista como una chispa eterna de la luz divina que regresa a su fuente tras cada vida.

David Bohm (físico cuántico) sugirió que la conciencia es parte de un orden implicado del Universo, más fundamental que la materia: "La conciencia y la realidad son inseparables.”

En la Física contemporánea y la conciencia cuántica, investigadores como Roger Penrose y Stuart Hameroff proponen que la conciencia puede surgir de estructuras cuánticas en el cerebro y estar vinculada al tejido mismo del espacio-tiempo. Esto reabre la posibilidad de que la conciencia sea una propiedad fundamental del universo.

 

Un mismo mensaje: la conciencia siempre vive

 

Cada uno, desde su propia visión, afirma una misma verdad profunda: la conciencia no muere, no porque se conserve como un objeto, sino porque es la base misma del ser. No es una posesión de un conjunto de átomos como el cuerpo humano. Es lo que es. Lo que somos en el Universo.

La idea de una Conciencia Universal Eterna no es nueva. Lo nuevo es que, por primera vez en la historia, la ciencia y la espiritualidad parecen caminar hacia la misma revelación. Y es en ese cruce de caminos donde situamos nuestra reflexión: ¿Y si lo que llamamos Dios, Universo y Conciencia… fueran una misma realidad con diferentes nombres?

 

¿Qué dicen los datos sobre esta transformación?

 

Según estudios del Pew Research Center, la tendencia hacia 2050, en muchos países del mundo es que cada vez más personas se identifican como “no religiosas” o “espirituales, pero no religiosas”. No significa que estas personas sean ateas. Todo lo contrario. Muchas de ellas creen en Dios, oran, meditan, sienten conexión con una fuerza superior, pero han decidido no hacerlo a través de iglesias, dogmas o jerarquías.

Esto refleja un despertar interior colectivo. Una necesidad de vivir la espiritualidad desde la individualidad y autenticidad, y no desde la obligación. Desde la experiencia, de lo positivo y no desde el miedo.

 

¿Contactan con Dios sin intermediarios?

 

Cierto. Miles de millones de personas en el mundo hablan con Dios en silencio, caminando por la naturaleza, viendo las estrellas, meditando, orando con palabras propias, o simplemente sintiendo su presencia en los actos cotidianos. Ya no necesitan que nadie les diga qué pensar, cómo orar, qué temer o a quién obedecer. Dios, para ellos, es un ser divino muy cercano, una fuerza amorosa, una conciencia infinita que está en cada quién y no se limita a templos ni escrituras. Está allí, contigo, conmigo, con nosotros. Por ello, y sin ponerse de acuerdo una buena parte de los humanos vamos hacia una humanidad más consciente, más despierta, más unificada, que no necesita dividirse en religiones para sentirse cerca de lo divino. La ciencia y la espiritualidad no están en guerra, están convergiendo. Nos dirigimos hacia una cultura religiosa que reconoce el valor personal, y la posibilidad de que el Universo mismo sea una forma de conciencia viva, y más trascendente es que nos encontramos en comunicación con el Creador de manera directa, sin cortapisas o alcabalas.

En este nuevo paradigma, no hay herejes ni elegidos. Todos somos exploradores. Y el mayor templo… es nuestra conciencia.

 

¿La conciencia en los campos electromagnéticos del cuerpo?

Es cierto que el cuerpo humano genera campos electromagnéticos, principalmente a través del cerebro y el corazón. (A.H. Grande, “El cerebro, fuente de campos electromagnéticos”, 2019). La actividad neuronal produce electricidad, lo que genera campos magnéticos medibles con técnicas como la magnetoencefalografía.

Además, el corazón produce el campo magnético más fuerte del cuerpo humano, detectable a varios centímetros de distancia. (Jessica I. Morales, “El campo electromagnético del corazón es tu superpoder”, 2021).

Según nuestra hipótesis, la conciencia personal estaría ubicada en los campos magnéticos del cerebro y del corazón. Existe un vínculo entre la conciencia y los campos magnéticos. Aunque estos reflejan actividades fisiológicas, la idea de que la conciencia reside en ellos sigue siendo objeto de debate. Algunas teorías emergentes plantean que podría haber una relación entre la actividad electromagnética y la experiencia subjetiva de la conciencia. (McFadden, J., “Activación sincrónica y su influencia en el campo electromagnético del cerebro: evidencia de una teoría de la conciencia basada en el campo electromagnético”, Journal of Consciousness Studies, 9 (4), 23–50, 2002).

La Teoría del Campo Electromagnético de la Conciencia, propuesta por Johnjoe McFadden, sugiere que la conciencia surge de la interacción de las neuronas con el campo electromagnético que ellas mismas generan. Según McFadden, la información digital de las neuronas se integra para formar un campo de información electromagnética consciente en el cerebro. Por su parte, Susan Pockett plantea que ciertos patrones espacio-temporales del campo electromagnético en el cerebro son idénticos a la experiencia consciente. En su visión, la conciencia es el campo electromagnético generado por la actividad neuronal. (McFadden, “La naturaleza de la conciencia: una hipótesis, 2000).

Las partículas subatómicas, como electrones, protones y neutrones, pueden generar campos magnéticos debido a sus propiedades intrínsecas y su movimiento. (Academia Lab., “Momento magnético del electrón”, 2025). Consideramos que, a través de los campos magnéticos generados por estas partículas y dada su interconexión a nivel universal, la conciencia individual de cada persona podría utilizar esta vía usando el entrelazamiento cuántico, para conectarse con la Conciencia Suprema del Universo.

 

Un puente entre la sabiduría ancestral y la ciencia moderna

 

Mucho antes de que la ciencia descubriera las neuronas o los campos magnéticos, las antiguas tradiciones espirituales ya hablaban de una esencia energética que fluye a través del cuerpo humano y a su alrededor. Los hindúes la llamaron prāṇa, los chinos la denominaron qi o chi, y muchas culturas indígenas se referían a ella como energía espiritual o fuerza vital. Todas creían que esta energía sutil estaba íntimamente relacionada con la conciencia, no como una metáfora, sino como una realidad vivida.

Lo que estas tradiciones describían como vibraciones del alma o corrientes de presencia divina puede corresponder con lo que la ciencia moderna apenas comienza a cuantificar: los campos electromagnéticos generados por el corazón, el cerebro y el sistema nervioso.

En el caso de la filosofía yóguica, se dice que el chakra del corazón (Anāhata) es el centro del amor incondicional y de la conciencia profunda. A la luz de los descubrimientos actuales, no es coincidencia que el corazón sea también el generador del campo magnético más potente del cuerpo humano, un campo que interactúa con el entorno y puede incluso influir emocional y energéticamente en quienes nos rodean.

Esto no es solo simbolismo, podría tratarse del lenguaje electromagnético de la conciencia, que la sabiduría ancestral percibía de forma intuitiva y que la ciencia apenas comienza a descifrar.

 

Neurociencia, coherencia corazón-cerebro y el campo consciente

 

En los últimos años, la neurociencia ha comenzado a dejar de ver al cerebro como una máquina para comprenderlo como un sistema dinámico que interactúa continuamente con el cuerpo y el entorno. La investigación en neurocardiología —el estudio del sistema nervioso del corazón— ha revelado que el corazón no es solo una bomba, sino que posee su propia red neuronal, capaz de aprender, sentir y enviar señales al cerebro, generando un estado de cognición entre el corazón y el cerebro donde los ritmos electromagnéticos del corazón y del cerebro se sincronizan, mejorando la función racional, la resiliencia emocional, y el bienestar y la felicidad general.

Si la conciencia es un campo que surge o interactúa con el tejido electromagnético del Universo, entonces estar conscientes es estar entrelazados con la vibración misma de la existencia.

 

La conciencia como campo: Espiritualidad científica

 

Una visión de la conciencia en un campo, más que como una estructura limitada. No se trata de negar la biología, sino de trascender sus límites, de reconocer que el sistema nervioso podría ser un medio, y no el mensaje en sí.

Los antiguos místicos que hablaban de una “luz divina” dentro del cuerpo, o de una “energía cósmica” que fluye a través de la conciencia, podrían haber estado refiriéndose a los mismos campos que los científicos de hoy miden en laboratorios con electroencefalogramas, magnetómetros y sensores cuánticos. Si la conciencia es o está en un campo que surge o interactúa con el tejido electromagnético del Universo, entonces estar conscientes es estar entrelazados con la vibración misma de la existencia universal.

 

Una humanidad en unión con el Universo

Hoy, como especie, estamos despertando. Ya no miramos al cielo buscando simplemente respuestas externas, ni bajamos la cabeza ante la imposición de verdades cerradas. Ahora, la mirada se ha vuelto hacia adentro, hacia ese campo vibrante y sutil donde la ciencia se encuentra con la conciencia o el alma, donde los descubrimientos del siglo XXI conversan con la sabiduría milenaria.

La espiritualidad científica no es una religión, pero tampoco es la negación de lo sagrado. Es un puente. Un puente entre la intuición y el experimento, entre lo que sentimos en el corazón y lo que medimos en el laboratorio. Es una forma nueva —y a la vez muy antigua— de hablar con el Universo. De escucharlo.

Tal vez lo que los sabios llamaban “Dios”, lo que los poetas llamaban “Amor”, lo que los físicos llaman “Conciencia cuántica” o “entrelazamiento universal”, sea en realidad la misma armonía, con distintos nombres. Y nosotros, seres de átomos y de sueños, somos instrumentos capaces de vibrar con esa melodía cósmica.

Creemos que ha llegado el tiempo de integrar. De dejar de separar la ciencia de la fe, el pensamiento del sentimiento, el cuerpo del espíritu. Ha llegado el tiempo de comprender que todo está unido, que cada partícula, cada emoción, cada pensamiento, cada campo electromagnético, cada estrella y cada ser… forman parte de una misma red de Conciencia Universal. Y que, como parte de ella, somos sagrados.

No hay que esperar el cambio de existencia para estar con Dios. Porque Dios, o el Universo consciente, ya vive en nosotros. Ya somos, aquí y ahora, una chispa eterna en ese fuego infinito.

La espiritualidad científica no impone. Invita. No divide. Une. No teme. Ama. Y sobre todo, propone un nuevo pacto con la vida como es compartir con sorpresa, con humildad, con profundidad… conscientes de que cada uno de nosotros no es una isla, sino una ola en el gran océano de la Conciencia Suprema.

Somos, todos, hijos de la misma luz. Vibrando, juntos, en la sinfonía del Universo…

Si deseas profundizar sobre este tema o consultarnos, puedes escribirnos a psicologosgessen@hotmail.com. Que la Divina Providencia del Universo nos acompañe a todos. Nos vemos en la próxima entrega…



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