Crónica de una migrante venezolana
- Enrique Rondón Nieto

- hace 2 horas
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Suena el claxon del carro, son las 12 de la noche, han venido a buscarme. Abrazo a mis hijos y a mi madre. Son abrazos apresurados. Nunca abracé a mi madre. Siento sus huesos, su enorme tristeza. !Un abrazo dice tanto!. Miro alrededor de mi casa: pocos muebles, todo se ha vendido para comer. La luz mortecina refleja la vacuidad desoladora de la casa en silencio. No hay palabras, se hace lo que se debe hacer. Por eso no hay llanto, no existe un discurso ceremonial de despedida. Es un momento inefable.
Me espera un autobús con décadas encima. Parece un animal cansado, estropeado y maltrecho. Sin hablar de sus ruedas lisas. No las miro mucho, espero que cumpla su cometido; que me lleve hasta la frontera. No pienso mucho, no siento nada. Solo camino al filo de la somnolencia de una madrugada oscura y fría. Me saludan un par de jóvenes. No sobrepasan los 20 años. También migran. Lucen un aspecto famélico; ropas desgastadas, desprolijas. Sus ojos inyectados de cansancio. Puedo atisbar su anhelo inquebrantable de no quedarse a morir de hambre ni ver morir sus pocos sueños o muchos tal vez. Hablamos un rato como si nos conociéramos de toda una vida.
Llega el momento. Hay que subir, hay que marchar…. El frio con sus garras se aferra a mí rasgándome el alma, tiemblo, frio ¿Miedo? No lo demuestro. Estoy parada justo en la boca de la vacuidad. Es enorme, oscura, silenciosa. Veo cómo devora a todo el que se adentra en ella. Se amontonan las preguntas en mi cabeza, van danzando alrededor de la hoguera de mis temores más profundos, ¿saldré de allí? ¿lograré llegar al otro lado sin daño colateral?
Tomo una respiración profunda como si fuese la última bocanada de aire para mis pulmones. Me aferro al mango de mi equipaje. Es en estos momentos cuando esa conexión con Dios o con esa fuerza mayor cobra sentido. La necesidad de sentir que algo a alguien me protegerá, esa fuerza inexplicable, inexpugnable... hágase su voluntad. Me derramo en las manos de la incertidumbre y de la fe... avanzo.







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