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Vladimir Gessen: Todos los dictadores han sido condenados por la historia


28 November 2016

Ningún dictador ha sido absuelto, y más temprano que tarde Fidel Castro será juzgado y sentenciado por la historia. Basta pensar en Augusto Pinochet, Francisco Franco, Benito Mussolini, Idi Amín, Adolf Hitler, Joseph Stalin, Juan Vicente Gómez, Saddam Hussein, Pol Pot, Anastasio Somoza, François y Jean Claude Duvalier (padre e hijo), o Mao Zedong, Josip Tito, solo para nombrar algunos. Todos los dictadores, sin excepción, pueden haber sido famosos, pero están en las páginas más oscuras de la humanidad. Y, no existen crónicas donde se identifique a Fidel Castro como un demócrata. Nadie duda que fue un dictador...

La Dictadura Cubana

Todo dictador, por definición, es aquella persona que concentra todo el poder del Estado en sí mismo o en su elite. Puede llegar al poder por un golpe de estado, por una insurrección, o incluso, por elecciones, como fue el caso de Hitler. No importa como llegue, lo importante es que una vez tomado el poder destruyen las instituciones democráticas, y se sustenta el poder en base a un aparato político y militar, y no por la voluntad popular, la cual es burlada a través de mecanismos no realmente democráticos. Una dictadura se identifica porque no hay división de poderes. El poder judicial y el legislativo están al servicio del dictador, y si alguno de estos poderes se le enfrenta al dictador, de una u otra forma, es anulado.

Una característica de los dictadores es la presencia de presos políticos y las violaciones de derechos humanos en su régimen. Asimismo, siempre está presente el culto a la personalidad del dictador.

Muy difícilmente exista alguien que no considere dictador a Fidel Castro después de gobernar ¡52 años!, más de medio siglo, desde 1959 hasta el 2011, como primer ministro, presidente, primer secretario del partido comunista cubano y comandante en jefe de las fuerzas armadas de Cuba. Para colmo, cuando deja el poder por razones de salud, lo hereda un familiar como ocurre generalmente en las dictaduras, como es el caso de la dinastía de Corea del Norte con la sucesión de la familia de Kim Il Sung. En Cuba, a Fidel Castro lo sustituyó su hermano Raúl como presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministro, por ello Presidente de Cuba. También desde 2011 es el primer secretario del partido comunista, y el actual dictador de la Isla.

Por si fuera poco, en Cuba está prohibido cualquier partido opositor. Solamente existe un solo partido, el comunista.

Los dictadores, el culto a la personalidad y la historia

La característica común de los dictadores es el culto a la personalidad. Fue un dictador comunista, Nikita Krushchov, quien acusó a Stalin –después de su muerte- de practicar el “Culto a la personalidad”. Nikita, por cierto, siempre apareció como el más “fiel” y servil seguidor de Stalin… mientras estaba vivo. Nikita denunció los asesinatos masivos del “padrecito” Stalin. Su denuncia fue la piedra angular que, a la postre, derrumbó la dictadura comunista soviética.

En China, apenas murió Mao Zedong, fueron acusados -por los también comunistas Zhou Enlai y Deng Xiaoping- los denominados “Banda de los Cuatro” que incluía a la propia viuda de Mao, Jian Qing , y sus colaboradores más cercanos Yao Wenyuan, Zhang Chungiao, y Wang Hongwen. Pasó a liderar China Deng Xiaoping, y comenzó las reformas para avanzar hacia una economía de mercado. Es considerado el arquitecto de la actual China. La esposa de Mao, Jian Qing fue condenada a muerte y luego se le conmutó la pena. Ella se suicidó al poco tiempo de salir de la cárcel.

El mariscal Josip “Tito” que gobernó Yugoeslavia más de 3 décadas, igualmente ejercitó el culto a la personalidad. Cuando muere se dudaba que sus posibles “sucesores” pudieran impedir la división de Yugoeslavia. La confrontación religiosa y étnica fueron aumentando y al final estalló una de las más cruentas guerras civiles contemporáneas. Hoy no existe Yugoeslavia. Se dividieron en ¡seis! países: Eslovenia, Serbia, Macedonia, Croacia, Montenegro y Bosnia y Herzegovina.

El culto a la personalidad no es otra cosa que la adulación –o adoración- unipersonal de un caudillo que por lo general es un dictador o un autócrata. Uno de sus principales componentes es la mimetización de la figura del caudillo con el estado que rige. Si el “jefe”, “padre” o “supremo” de un país está amenazado, la “Patria” asimismo lo está. Por supuesto, si el “jefe supremo” no puede gobernar, pues la “Patria” sería ingobernable.

Otro componente que define sí se practica el culto a la personalidad es la existencia de un “enemigo común”, el cual puede ser nacional o internacional. Esto justifica el rol del caudillo porque es el “salvador” de la “Patria”. Los enemigos pueden ser una potencia extranjera, una clase étnica o social, un grupo económico o político nacional… o todos a la vez tratando de ir en contra del “líder”, o sea, del país.

Del mismo modo, es característica del culto a la personalidad, la persecución extrema de cualquier crítico del “jefe supremo”, es atacado ante la opinión para someterlo al escarnio público, es amenazado, perseguido y en algunas dictaduras hasta aniquilados. En cuanto a la propaganda, veremos al “supremo” en imágenes, fotografías, películas, videos y en todo medio masivo como un ser envuelto en un carisma cuasi-divino como el gran proveedor de la felicidad de “su pueblo”. Hasta cuando el caudillo se enferma, se pretende enfermar al país.

A Hitler y a Mussolini se les presentaba como los grandes benefactores de Alemania e Italia respectivamente. Al general Franco, como “caudillo de España por la voluntad de Dios”. A Stalin, como el “padrecito”. Estos “bondadosos” dictadores asesinaron a millones de seres humanos sin que se les moviera su aureola.

Otros casos adicionales de culto a la personalidad lo encontramos en Cuba con los hermanos Castro, en Corea del Norte con la dinastía Kim y los casos de Muamar al Gadafi, Saddam Hussein y Bashar Al Assad, de Libia, Siria e Irak.

En Latinoamérica, el siglo 20 se caracterizó por las dictaduras y en este siglo, los neo-caudillos han intentado nuevas formas de dictaduras disfrazadas con el nombre de socialismo del siglo 21.

El intento más importante fue en Venezuela con el “comandante supremo”, que gracias a la riqueza petrolera pudo durar un buen tiempo, además de sostener la dictadura de los hermanos Castro, hasta que el sistema socialista destruyó la economía venezolana como antes la de todos los países donde se ha intentado aplicar sus recetas. No obstante, el futuro de la humanidad no está en el populismo, socialismo del siglo 21, o en el comunismo, en los autoritarismos, o en las dictaduras de distintos signos.

Cada año que pase veremos más democracia, más libre mercado y más libertad. Los dictadores no tendrán cabida en el futuro. Incluso, los actuales pichones de dictadores en algunos países de Latinoamérica, ni siquiera lo pueden proclamar, como si lo hacen aún en Corea del Norte o Cuba y lo hicieron en el pasado tantos sátrapas, ahora tienen que disimular y aparentar ser demócratas. Por allí vimos a Lula Da Silva, y a Cristina Fernández de Kirchner, y vemos a Rafael Correa, a Evo Morales, y a Nicolás Maduro, tratando de aparecer como líderes de la democracia. Pero desaparece Fidel Castro, y todos se lanzan una campaña de alabanzas, invitando a los latinoamericanos a “ser como Fidel”. Este es su deseo oculto. Esa es la esencia de su “yo” interior. Ellos quisieran ser dictadores como lo fue Fidel Castro y lo es su hermano. Afortunadamente eso ya nunca pasará. Los dictadores y las dictaduras quedarán en el pasado sombrío como ejemplo de lo que no deberá hacerse nunca más.

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