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Trabajo o pasar trabajo


Como sociedad, en Venezuela, nos queda la tarea de recuperar las fuentes de trabajo y revalorizar el salario. Foto: Twitter @OmarAvilaVzla

En Venezuela los políticos tienden a crearse su propio mote para engrandecerse y enaltecerse, hemos tenido padre de la patria, hijo de la patria, el padre de la democracia, y el actual jefe del poder ejecutivo se ha autodenominado como el presidente obrero. Esto último invita a suponer que sería un defensor del trabajador, pero esto es sólo una suposición.


Los pasados primeros de mayo eran una fecha que hace muchos años se esperaba con grandes expectativas, tanto por empleados como por empleadores, desde que el poder ejecutivo asumió el control de los salarios. Este mes vimos nuevamente cómo una gran parte de la población fue maltratada y desvalorizada con el parapeto de aumento laboral. Y esto es así, porque lamentablemente en Venezuela hemos dejado que sea el poder ejecutivo el que determine el valor del trabajo, imponiendo el costo de nuestra fuerza laboral independientemente de las demandas y necesidades de los trabajadores. Este afán por parte del poder ejecutivo de imposición, control y dominio lo vemos en todas las áreas, desde la definición del salario, a la producción y hasta en la distribución de los productos, en la política económica que sigue el gobierno.


La importancia de la fuerza laboral y su adecuada retribución en un país no se limita exclusivamente al desarrollo económico que trae como consecuencia, también influye en el

ámbito social y personal de cada individuo.


El trabajo, en cuanto a su aporte como fuerza económica y productiva, es bien conocido, aunque en la actualidad su valor sea discutible como consecuencia de los avances tecno-

científicos. Sea un trabajo industrial, agrícola, intelectual o de creación tecnológica, por

mencionar algunos, es indudable que transforman la dinámica monetaria de un país generando crecimiento.


A nivel personal el trabajo se identifica con la actividad que es propia del sujeto, es uno de los componentes que configura tanto nuestro presente como nuestro futuro, aspiramos formarnos en un área para ejercer y obtener un trabajo que nos permita acceder a una vida más confortable y placentera, en tanto que el trabajo ha sido el modo tradicional de distribución de la riqueza en un país. Esto es lo que daba fundamento a una educación para el trabajo. En este sentido, el trabajo se considera como uno de esos elementos que influye en nuestro proceso de madurez, crecimiento e independencia, es decir, el trabajo y su remuneración nos permite dar sentido y forma a nuestra propia vida. El ingreso derivado del trabajo nos da la posibilidad plantearnos metas a corto, mediano y largo plazo, planteamiento que hoy en Venezuela parece no ser posible, porque no están pagando la fuerza de trabajo, ya no cobramos según nuestro trabajo, sino que recibimos una dádiva del gobierno, recibimos un bono, lo cual hace patente su afán de control. El bono es una limosna, no nos otorga ningún derecho. En consecuencia, el trabajador no tiene posibilidades de incrementar su salario según sus capacidades, porque el bono es indiferente a la experticia que pueda tener o adquirir el trabajador.


El desinterés de la sociedad y de los jóvenes por la educación tiene como causa no ver posibilidades de trabajo ni progreso personal. No tiene sentido ser un técnico especialista

cuando está moribunda la industria, no tiene sentido aprender a coser cuando las importaciones dominan el ámbito interno, no tiene sentido ser farmaceuta cuando todos los

medicamentos provienen de Irán, Rusia o la India. Como hemos perdido la capacidad de

recursos y de producción para el intercambio se genera la miseria.


El salario es el recurso que tiene el trabajador para disfrutar el presente según sus gustos y

deseos, ir a una obra de teatro, un día de playa, una cena, cosas imposibles actualmente, pues ir a una presentación en el Teatro Teresa Carreño cuesta un salario mensual. Un obrero que gane salario mínimo no tiene posibilidades de ir a una actividad cultural. La tan vociferada cultura para el pueblo parece no llegar al pueblo.


Esta situación de destrucción del trabajo también afecta nuestro futuro, nuestra vejez. Si

asumimos la conocida idea de que el bienestar de una sociedad se puede evaluar por el trato

que se da a niños, presos y ancianos, lamentablemente Venezuela es una sociedad de malestar.


Los niños están sin comida, los presos sometidos en sus prisiones por otros delincuentes y los ancianos, como dice la película argentina, Esperando la carroza.


Otro elemento importante a considerar es que el trabajo y el ingreso que genera nos da

posibilidades de libertad, de ser menos dependientes tanto del gobierno y sus políticas como

de los empleadores, estar capacitado para un trabajo nos genera y da posibilidad de autonomía, de mejorar nuestras propias condiciones. La pérdida de esta autonomía se ha hecho evidente en distintos sectores de la población venezolana. A medida que la situación laboral en Venezuela fue empeorando, reflejándose en la reducción de empleos, vimos tanto a empleados públicos como a desempleados depender de una bolsa de comida, de un bono; mecanismos que generaron obediencia y control. Son infinitas las historias de empleados públicos que obligatoriamente debían asistir a marchas oficiales porque de ello dependía su permanencia laboral.


Como sociedad nos queda la tarea de recuperar las fuentes de trabajo y revalorizar el salario.


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