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¿Por qué Candilejas es la película más actual de Chaplin?


Chaplin la rodó Candilejas justo cuando el gobierno estadounidense le estaba haciendo la vida imposible. Foto: Cortesía
Chaplin la rodó Candilejas justo cuando el gobierno estadounidense le estaba haciendo la vida imposible. Foto: Cortesía

Estaba sentado en la butaca del Teatro Astros de Buenos Aires, esperando que saliera mi maestro y amigo Laureano Márquez, quien por estos días está presentando su gira de Stand Up “Por qué somos como somos”. Y al arrancar su monologo Laureano dijo una frase que me pegó como un cachetazo: "Me acusan de hacer humor inteligente, para muchos hoy eso es sinónimo de aburrimiento". Me quedé ahí, procesando esas palabras mientras el público se reía nervioso, porque todos sabíamos que había dado en el clavo.


Y ahí fue cuando se me vino a la mente Candilejas (1952), esa joya de Chaplin que casi nadie menciona cuando hablan de sus películas. Porque si hay algo que esta película entiende mejor que cualquier tratado académico, es cómo el mundo puede volverse inhóspito para quienes se atreven a hacer arte con sustancia.


El arte de quedarse sin público


La película nos presenta a Calvero, un payaso veterano interpretado por el mismísimo Chaplin, que vive el ocaso de su carrera en el Londres de la Primera Guerra Mundial. Está borracho, deprimido y el público ya no se ríe con sus números. Suena familiar, ¿verdad? Es la historia de cualquier humorista que se atreve a hacer más que muecas y chistes de baño en esta época donde todo tiene que ser inmediato, viral y, sobre todo, políticamente correcto según el bando que te toque.


Calvero salva a Terry (Claire Bloom), una joven bailarina que quiere suicidarse y que cree estar paralítica (Debido a un trauma psicológico). Entre los dos forman una alianza hermosa: él la ayuda a volver a caminar y bailar, ella le devuelve un poco de fe en el arte. Pero cuando Terry triunfa, Calvero se da cuenta de que su tiempo ya pasó. El público quiere sangre nueva, no la sabiduría de quien lleva décadas en el ruedo.


Cuando los gobiernos deciden qué es gracioso


Lo que hace que Candilejas sea profética es que Chaplin la rodó justo cuando el gobierno estadounidense le estaba haciendo la vida imposible. Lo acusaban de comunista (como si hacer reír fuera ideología política), le revocaron el permiso de residencia y básicamente lo exiliaron. ¿Les suena conocido? Hoy tenemos gobiernos que deciden qué chistes están permitidos y cuáles son "peligrosos para la sociedad".


Como si los humoristas fuéramos terroristas armados con micrófono en lugar de bombas.

La película se volvió inédita en varios estados de Estados Unidos. Imagínense: censurar

a Chaplin por hacer humor inteligente. Es como si hoy cancelaran a los comediantes que

se atreven a pensar más allá del meme de turno.


La inteligencia artificial del humor


Y aquí viene lo que me tiene desvelado: ¿Qué pasa cuando la tecnología decide por nosotros qué es gracioso? Así como el cine sonoro dejó obsoletos a muchos cómicos del

mudo (ahí aparece Buster Keaton en la película, haciendo su último gran número junto a

Chaplin), hoy la inteligencia artificial y los algoritmos están decidiendo qué contenido consume la gente.


¿Resultado? Humor de 15 segundos, chistes que no ofendan a nadie (o sea, que no digan

nada), y comediantes que prefieren hacer muecas virales antes que reflexiones que

incomoden. Es como si hubiéramos vuelto a la época de Calvero, donde el público quiere entretenimiento fácil y los artistas que piensan quedan relegados a teatros vacíos.


El ocaso de los maestros


La escena más desgarradora de Candilejas es cuando Calvero se queda solo en el escenario mientras se apagan las luces una por una, después de haber sido aceptado como payaso de comparsa con nombre falso. Esa imagen me persigue porque es exactamente lo que está pasando hoy: los humoristas que construyeron la comedia inteligente tienen que esconderse detrás de personajes o formatos que no los representen para poder seguir trabajando.


La película termina con Calvero muriendo tras su último número exitoso junto a Keaton. Es hermoso y trágico a la vez: muere haciendo lo que ama, pero también muere sabiendo que su época terminó. Y uno se pregunta si eso es lo que nos espera a quienes todavía creemos que el humor puede ser inteligente sin ser aburrido.


La pregunta incómoda


Laureano tenía razón esa noche en el Astros. Vivimos en una época donde la complejidad asusta, donde los matices molestan y donde todo tiene que caber en un tuit. Los gobiernos de izquierda y derecha, cada uno con su agenda, prefieren humor que adoctrine o que no diga nada. La tecnología premia lo inmediato sobre lo reflexivo. Y nosotros, los que hacemos humor con cerebro, quedamos como Calvero: esperando que alguien entienda que reírse pensando no tiene que dar flojera.


Candilejas no es solo una película sobre el ocaso de dos genios del cine mudo. Es una advertencia sobre lo que pasa cuando una sociedad decide que el arte inteligente es prescindible. Y francamente, viendo el panorama actual, Chaplin no estaba tan equivocado al despedirse del mundo con esta carta de amor al humor que hace pensar.


La música de la película (compuesta por el propio Chaplin) le valió su único Oscar competitivo a los 83 años. Veintiún años después del estreno. A veces el reconocimiento llega tarde, pero llega. La pregunta es si nosotros tendremos la paciencia de esperar.



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