¿Por qué a veces creemos en los rumores?
- María Mercedes y Vladimir Gessen

- 19 sept
- 15 Min. de lectura
¿Por qué resulta tan atractivo creer en explicaciones ocultas? ¿Qué necesidades psicológicas satisfacen las teorías de conspiraciones?
El contrasentido
Vivimos en una paradoja de nuestra época porque nunca antes la humanidad tuvo acceso a tanta información y, sin embargo, nunca había circulado tanta desinformación. A un solo clic, la humanidad dispone de bibliotecas infinitas, archivos históricos, datos científicos y opiniones de expertos. Pero ese mismo instante también nos expone falsedades deliberadas, rumores amplificados y narrativas fabricadas para manipular a nuestras emociones. En este contexto surgen dos fenómenos clave, la posverdad y las teorías conspirativas. La posverdad no consiste simplemente en mentir, se trata de una cultura política y mediática en la cual los hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que los llamamientos a las emociones y a las creencias personales. Es decir, importa más lo que se siente que lo que se demuestra. Las teorías conspirativas, por su parte, son relatos que explican la realidad atribuyendo los acontecimientos a tramas secretas, urdidas por grupos poderosos y ocultos, y encuentran terreno fértil en tiempos de incertidumbre y desconfianza. Ambas dinámicas —posverdad y conspiración— no solo distorsionan la percepción de los hechos, sino que plantean una pregunta inquietante: ¿cómo discernir la verdad en medio de este torbellino? Y, sobre todo, ¿cómo afecta este fenómeno no solo a la psicología individual, moldeando miedos, prejuicios y creencias, sino también a la estabilidad de nuestras instituciones, y a la salud de la sociedad y de la democracia misma?
Un caso evidente de conspiración lo encontramos en las fábulas en torno al atentado del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Aunque investigaciones oficiales, reportes periodísticos y pruebas científicas confirmaron que los ataques fueron ejecutados por Al Qaeda, surgió una teoría conspirativa conocida como el movimiento “9/11 Truth”. Sus defensores sostienen que el propio gobierno estadounidense organizó o permitió los atentados para justificar guerras en el Oriente Medio. Pese a la abrumadora evidencia en contra, esta teoría sigue viva en foros y redes sociales, porque responde a una necesidad psicológica como sería encontrar explicaciones simples y también a los “culpables verdaderos” en estos criminales y difíciles de aceptar.
Testimonio de Luis O, 52 años, exmilitante político y hoy taxista: “Yo creí de verdad que todo era culpa de una conspiración extranjera contra nuestro país. Me sentía parte de una resistencia heroica… hasta que entendí que también nos estaban usando para tapar errores propios”
Las teorías conspirativas más famosas
Son miles, pero entre las más destacadas están: El alunizaje del Apolo 11 (1969) que Es una de las conspiraciones más populares, y plantó la idea de que el hombre nunca llegó a la Luna y que todo fue filmado en un estudio, como parte de la Guerra Fría contra la URSS.
El “Nuevo Orden Mundial”: una historieta difusa que asegura que élites globales de banqueros, políticos, corporaciones, y grupos secretos como los Illuminatis, conspiran para establecer un gobierno mundial autoritario.
Los “chemtrails”: La creencia de que las estelas blancas dejadas por aviones no son vapor de agua, sino químicos liberados deliberadamente para manipular el clima, controlar la población o modificar conductas.
Las vacunas y autismo: Nacida en 1998 con un artículo fraudulento de Andrew Wakefield en The Lancet (desmentido y retirado), sostiene que las vacunas infantiles —en particular la triple vírica (sarampión, paperas, rubéola)— provocan autismo. Aunque está científicamente refutada, sigue circulando y alimentando movimientos antivacunas.
Vacunas contra COVID-19: Con ellas surgieron múltiples versiones como que contienen microchips para controlar a la población, que alteran el ADN, que son un mecanismo de esterilización masiva o incluso que forman parte de un plan del “Nuevo Orden Mundial”.
La Tierra plana: A pesar de siglos de evidencia científica, en las redes sociales y YouTube resurgió la creencia de que la Tierra no es esférica sino plana, y que la NASA y los gobiernos del mundo lo ocultan deliberadamente.
QAnon: Una de las conspiraciones más influyentes de la última década, la cual afirma que existe una red secreta de élites políticas y celebridades dedicada a la trata de niños y que Donald Trump lucha en secreto contra ellos.
5G y control poblacional: Al inicio de la pandemia circularon rumores de que la tecnología 5G propagaba el virus o debilitaba el sistema inmunológico, generando ataques a antenas de telecomunicaciones en varios países.
Psicología de la desinformación
La mente humana no es una máquina imparcial de procesamiento de datos. Está atravesada por atajos y sesgos que, si alguna vez ayudaron a sobrevivir en entornos primitivos, hoy nos exponen a engaños cognitivos que erosionan la democracia y distorsionan el sentido común: Trampa 1, el Sesgo de confirmación: Las personas seleccionan información que valida lo que ya creen, e ignoran lo contrario. En la teoría de la disonancia cognitiva, se muestra cómo evitamos datos que amenacen nuestras convicciones (Festinger,1957). Desde nuestra perspectiva, este sesgo es hoy el combustible principal de la polarización. Lo observamos a diario en las redes sociales, donde algoritmos refuerzan las creencias previas y crean burbujas informativas que nos vuelven impermeables al diálogo o a percibir siquiera las otras opiniones.
Testimonio de Carla A., 38 años, profesora: “Yo dejé de hablar con mi hermano por política. Cada uno solo comparte enlaces que confirman lo que piensa, y ya no hay un espacio neutral para conversar. Nos atrincheramos en verdades distintas”.
2: El Tribalismo. La teoría de la identidad social es otra trampa que explica cómo la pertenencia a un grupo nos lleva a sobrevalorar a los nuestros, y a despreciar a los otros, incluso si ello implica distorsionar la realidad (Tajfel & Turner, 1979). Vemos aquí un eco ancestral donde la mente tribal que alguna vez protegió al clan, hoy se traduce en polarización política, fanatismo deportivo o radicalismo ideológico. La pertenencia da seguridad, pero también ciega.
3. Narrativa de victimización. En la práctica clínica lo conocemos como un mecanismo de defensa proyectivo, en la política, es una herramienta para cohesionar. Los líderes manipulan este rol para legitimar acciones extremas (Stanley, 2020) en How Propaganda Works. Nuestra lectura es que la victimización proyectiva es quizá el arma más peligrosa. Cuando un líder poderoso convence a su pueblo de que “son las víctimas” de conspiraciones externas o internas, se abre la puerta a justificar represalias violentas, persecuciones y hasta guerras. Otra opción es hacerle creer a los pueblos que son superiores a los otros.
El caso de Mariana
Escena: Despacho de la psicóloga, ambiente sobrio y cálido. Mariana, de 24 años, estudiante de Medicina en su último año, y participante en un concurso de belleza. Ella acude a una consulta psicológica. La Dra. Isabel H, de 43 años, es psicóloga clínica con especialidad en psicología social.
Mariana: (visiblemente tensa) Doctora, estoy muy preocupada. En las redes sociales todo el mundo opina, hay miles de versiones sobre cada tema, y a veces siento que no sé qué es verdad, o qué es mentira. Igual, me ha pasado que en entrevistas con periodistas me hacen preguntas difíciles y no sé cómo responder sin quedar mal.
Psicóloga: Entiendo tu preocupación, Mariana. No es un problema solo tuyo, vivimos en la era de la posverdad. Eso significa que, muchas veces, lo que pesa más en la opinión pública no son los hechos, sino las emociones y creencias personales.
Mariana: Exacto… y siento que cualquier respuesta puede ser criticada, incluso distorsionada.
Psicóloga: Claro. Eso se debe a que las redes amplifican tanto noticias verdaderas como falsas. Y las teorías conspirativas aprovechan ese terreno fértil. Una conspiración explica lo complejo con un relato simple, muchas veces acusando a “poderes ocultos” o grupos secretos. Es atractivo porque da seguridad y pertenencia, pero no necesariamente es toda la verdad.
Mariana: Entonces… ¿cómo hago para no caer en eso? Y sobre todo, ¿cómo contestar en público?
Psicóloga: Lo primero es apoyarte siempre en fuentes confiables. Como estudiante de Medicina, tienes formación científica. Usa esa misma lógica para otros temas: busca organismos internacionales como la OMS, ONU, universidades reconocidas, medios de comunicación con reputación contrastada, y evita cadenas de WhatsApp o cuentas anónimas para obtener informaciones.
Mariana: ¿Y si no sé qué responder en algún momento cuando un periodista me pregunte?
Psicóloga: No pasa nada. Puedes decir: “Ese es un tema complejo, prefiero basar mi opinión en fuentes verificadas antes de dar una respuesta incompleta”. Eso demuestra seriedad y prudencia y transmite madurez y, lo más importante, veracidad.
Mariana: Me gusta… suena firme y profesional.
Psicóloga: Exacto. Y en redes, antes de compartir algo, hazte tres preguntas: ¿La fuente es confiable y reconocida? ¿El dato aparece en más de un medio serio e independiente? ¿Cuál es la intención del mensaje, informar, emocionar o manipular?
Mariana: Entonces, ¿no se trata de saberlo todo, sino de mostrar criterio?
Psicóloga: Así es. Nadie lo sabe todo. Pero quien demuestra pensamiento crítico y la capacidad de decir “voy a verificar antes de opinar” gana respeto. Eso, Mariana, es más poderoso que dar una respuesta apresurada y/o falsa.
Mariana: Gracias, doctora. Me siento más tranquila. Creo que puedo convertir esta inseguridad en una fortaleza si aprendo a manejar la verdad con responsabilidad.
Psicóloga: Exactamente. Esa es tu mejor carta de presentación. Una mujer bella, inteligente y prudente, que no repite rumores sino que transmite confianza y certeza… Déjame asegurarte Mariana que lo primero, al estar participando en un certamen de belleza, es cómo la comunidad te percibe como un personaje público. Eso significa que te harán muchas preguntas, algunas inesperadas, y debes estar preparada para responder con serenidad e inteligencia. Hoy más que nunca, se espera que la belleza tenga propósito y sentido. Por eso los concursos más importantes brindan formación y acompañamiento ya que no se trata solo de la presencia escénica, sino también de tu voz y tu mensaje.
Mariana: Si, es verdad y eso me da más seguridad. Muchas veces uno se deja llevar por lo primero que aparece en las redes.
Psicóloga: Ahí entra el pensamiento crítico e indaga ¿quién dice esto?, ¿con qué intención? ¿hay consenso? ¿Qué pienso yo? Antes de compartir o responder algo, pregúntate: ¿de dónde viene la información? ¿quién se beneficia de que yo crea esto? ¿qué dicen los medios reconocidos? Ese filtro te protegerá…
Mariana: Es cierto… y me doy cuenta de que también puedo equivocarme.
Psicóloga: Y eso no es debilidad, Mariana. Al contrario, reconocer que la desinformación existe y que tú misma has tenido dudas genera empatía. Esa vulnerabilidad se convierte en fortaleza.
Mariana: Me encanta. Suena auténtico y humano.
Psicóloga: También recuerda estas claves: Debes respirar antes de responder, no opines sin información, busca siempre fuentes creíbles, y evita el terreno del miedo, porque muchas teorías conspirativas seducen justamente porque asustan. Usa los buscadores acreditados online, y la IA para buscar respuestas verdaderas. Además busca los temas de actualidad y prepárate para responder las posibles interrogantes. Convierte tus dudas en aprendizaje y, cuando vaciles, investiga y busca tu respuesta adecuada.
Mariana: Veo que debo ser más cuidadosa antes de publicar o reaccionar.
Psicóloga: Exacto. Toma tu tiempo en las redes y unos segundos si estás en vivo. Practica tus respuestas ante las preguntas posibles y elige tus declaraciones. No entres en discusiones agresivas, mantén siempre el respeto. Sé coherente con tus valores, defiende la verdad, la empatía y la responsabilidad social. Y nunca olvides que inspiras a otros. Tu voz, Mariana, puede ser una guía para quienes te escuchan. Úsala para educar y construir confianza.
Mariana (sonríe, aliviada): Gracias, doctora. Me doy cuenta de que no se trata de tener todas las respuestas, sino de cómo transmito mis valores y de mostrarme auténtica y preparada…
Psicóloga: Mariana, lo que trabajamos hoy es un primer paso. Para que te sientas cada vez más segura, por lo que te propongo un plan de seguimiento en tres partes, con sesiones de simulación de entrevistas, donde practicaremos preguntas difíciles o inesperadas, como las que podrían hacerte periodistas o jueces del certamen. La idea es que aprendas a responder con calma, claridad y veracidad, sin sentirte presionada. Te propongo llevar un diario de reflexión personal para escribir, una vez por semana, tus dudas, pensamientos y emociones frente a la información que consumes. Esto te ayudará a identificar patrones, sesgos y temas en los que quieras profundizar en la consulta para sentirte más preparada. También debemos revisar las fuentes de información y la construcción de tu voz y tu estilo en las respuestas. Vamos a crear juntas una pequeña lista de fuentes confiables y temas clave de actualidad sobre salud, ambiente, sociedad, derechos humanos y cómo manejarte ante lo social y la comunidad. Así podrás armar tu “caja de herramientas” de conocimientos y desarrollar un discurso propio, coherente con tus valores como futura médica, y como candidata o como la reina en un concurso de belleza.
Mariana: Me gusta mucho esa idea, doctora. Creo que me ayudaría a sentirme más segura y auténtica.
Psicóloga: Esa es la meta, Mariana, que tu voz tenga fuerza, verdad y propósito. Y que, al subir al escenario o hablar en público, lo hagas con la certeza de que inspiras a otros desde tu autenticidad.
El atractivo de las teorías conspirativas
¿Por qué tanta gente se aferra a la idea de que el mundo está manejado por fuerzas ocultas y cree en buena medida en toda clase de conspiraciones?
Lo primero es que simplifican la complejidad. En The Psychology of Conspiracy Theories, se explica que estas narrativas reducen la incertidumbre al señalar un “culpable claro” (Van Prooijen, 2018). Nuestra opinión es que esta necesidad de simplificar refleja un instinto evolutivo porque cuando el peligro era difuso, atribuirlo a un enemigo concreto aumentaba la sensación de control. El problema es que, en este siglo, esa reducción termina fabricando “enemigos imaginarios” que dividen sociedades y legitiman odios colectivos.
Testimonio de Julián H, 29 años, ingeniero desempleado: “Cuando perdí mi trabajo en la pandemia, me refugié en foros donde decían que todo era un plan secreto de las élites. Me sentía parte de una comunidad que sabía la verdad. Con el tiempo entendí que solo estaba buscando una explicación que calmara mi miedo, ahora estoy trabajando”.
En segundo término, se traduce en que estas teorías de conspiración crean una ilusión de control. En condiciones de incertidumbre, las personas tienden a ver patrones y conexiones inexistentes para recuperar la sensación de control (Science Podcast, Science). A nuestro juicio, las teorías conspirativas actúan como una prótesis psicológica ya que otorgan la sensación de entender el caos, aunque sea a costa de aceptar una mentira. Es más fácil creer que “todo obedece a un plan oculto” que asumir la fragilidad y el azar de la vida.
Lo otro es que cada conspiración genera pertenencia. Las comunidades conspirativas satisfacen necesidades de identidad y refuerzan vínculos emocionales (Douglas et al., 2017). En la psicología vemos cómo la pertenencia a un grupo conspirativo ofrece el consuelo de su grupo porque se comparte un lenguaje, símbolos y hasta un sentimiento de superioridad moral. En la política, esto se traduce en movimientos cerrados sobre sí mismos que se autoconfirman, y generalmente se aíslan del resto de la sociedad. Los estudios demuestran que las teorías de conspiración disminuyen la confianza en las instituciones gubernamentales (Einstein y Glick, 2015).
Testimonio de Rosa Salazar, 45 años, enfermera comunitaria cubana: “Durante años repetí que éramos un pueblo atacado por todos los demás. Esa idea me daba fuerza y orgullo, pero al mismo tiempo me cegaba porque justificaba cualquier decisión del líder. Hoy sé que era una forma de manipularnos”.
Viralidad y redes sociales
Las redes digitales son el terreno fértil para las teorías de conspiraciones por tres razones: Una es la velocidad de lo falso. Las noticias inventadas en Twitter se difunden seis veces más rápido que las verdaderas porque despiertan emociones intensas como sorpresa o indignación (Vosoughi, Roy y Aral. 2018, Science). Nosotros pensamos que esto revela un rasgo profundo de la mente humana. Lo que sacude emocionalmente se graba más fuerte y se comparte con mayor urgencia. En la práctica, la mentira se vuelve más “seductora” que la verdad, porque no está limitada por hechos, sino alimentada por la imaginación.
La segunda causa es el efecto cámara de eco. Los algoritmos y la auto-selección hacen que las personas se rodeen solo de información afín, radicalizando sus posturas (Sunstein, 2001). Creemos que este efecto es un nuevo tribalismo digital, es decir un espacio donde se amplifica lo que ya decimos, y se excluye lo que desafía nuestras certezas. Es un “espejo encantado” que devuelve siempre nuestra propia imagen, aunque distorsionada.
Otra causa es la polarización y los populismos. Politólogos advierten que este ecosistema refuerza la polarización y abre la puerta a líderes populistas que prosperan en la desconfianza (Levitsky y Ziblatt, 2018, How Democracies Die). Las redes no solo reflejan la fragmentación social, sino que la aceleran. Al dar megáfono a la indignación y la desconfianza, convierten a ciertos líderes en profetas de la rabia colectiva, erosionando los fundamentos de la democracia deliberativa.
Impacto político-social en la democracia
La primera consecuencia es la erosión de la confianza. Investigaciones muestran que la desinformación reduce la confianza en las instituciones democráticas (Norris, 2011, Democratic Deficit). Esta pérdida de confianza es letal ya que cuando el ciudadano cree que todo es mentira, deja de diferenciar entre errores humanos y conspiraciones deliberadas. Y sin una mínima confianza, la democracia se convierte en un teatro vacío.
También, la polarización extrema. La desinformación potencia divisiones hasta el punto de convertir al adversario político en enemigo existencial (McCoy y Somer, 2019, Polarization and the Global Crisis of Democracy). Creemos que esta dinámica responde a un mecanismo psicológico básico como es la necesidad de pertenecer. Pero, trasladada a la política, se transforma en un “nosotros contra ellos” que rompe el tejido social y anula la posibilidad de diálogo.
Otra consecuencia, ya mundial, es el ascenso del populismo. La polarización y la desconfianza facilitan el ascenso de líderes populistas que se presentan como “los únicos que dicen la verdad” (Levitsky y Ziblatt 2018, How Democracies Die). Nuestra reflexión es que estos líderes manipulan el dolor social, transformando el resentimiento en un arma política. En lugar de resolver problemas los perpetúan porque su poder depende de mantener viva la rabia y la sensación de traición.
Testimonio de María Eugenia T, 57 años, comerciante: “Yo voté por un candidato que decía ser el único que nos decía la verdad. Desconfiaba de todos los demás. Hoy veo que sigo igual de pobre y que la corrupción no cambió. Pero mi familia quedó dividida, porque cada uno defendía su verdad como si fuera una religión”.
Sin verdad no hay democracia ni libertad
La desinformación y las teorías conspirativas no son fenómenos marginales, más bien constituyen un desafío psicológico y político de primer orden. Nuestra mirada es que no se trata de anécdotas pasajeras, sino de un terremoto silencioso que deteriora la confianza colectiva. Si no se enfrenta, el riesgo es que la democracia se degrade desde dentro, sin que nadie note cuándo dejó de serlo. La evidencia muestra que las vacunas favorecen a la humanidad, que el calentamiento global está deteriorando al planeta y que el presidente Obama nació en los Estados Unidos. ¿Por qué a pesar de ello algunos siguen creyendo que estas fake news son ciertas? Para enfrentarlo, necesitamos alfabetización mediática (Lewandowsky et al., 2020), pensamiento crítico y políticas públicas que reconstruyan la confianza. Estos tres elementos no son lujos académicos, sino vacunas sociales. La alfabetización mediática permite distinguir hechos de ficciones, el pensamiento crítico inmuniza contra el engaño, y las políticas públicas son el puente para que la confianza no quede solo en manos privadas o algoritmos.
Testimonio de Claudia Rivas, 42 años, maestra de primaria: “Yo misma compartí cadenas de WhatsApp creyendo que ayudaba a mis vecinos. Después supe que eran inventos. Sentí vergüenza, pero también miedo… si yo caí, cualquiera puede caer. Hoy pienso que necesitamos aprender desde jóvenes a desconfiar sanamente y a verificar antes de creer”.
La verdad puede ser incómoda, compleja y, a veces, dolorosa. Pero desde nuestra mirada, ese es precisamente su valor. No está hecha para complacernos, sino para sostenernos. La verdad no seduce ni halaga, no nos acaricia con promesas fáciles ni con crónicas diseñados para anestesiar el dolor. La verdad, desnuda, es exigente. Y sin embargo, es la única base firme sobre la cual se puede construir una convivencia justa y duradera. Cuando renunciamos a ella, la sacrificamos en nombre de la comodidad emocional, y aceptamos vivir en un espejismo. La psicología nos recuerda que los seres humanos necesitamos tradiciones para vivir. Sin la historia, no hay identidad ni sentido. Pero aquí está nuestro desafío mayor como es elegir relatos que unan y no que dividan, que inspiren y no que destruyan.
Hoy, frente a la desinformación y las teorías conspirativas, ese desafío se vuelve urgente. Debemos recuperar la palabra como puente, como espacio de encuentro, como memoria que da sentido al presente y esperanza al futuro. Porque, si cedemos la verdad, si dejamos que se disuelva entre rumores y engaños, perderemos no solo la confianza y la cohesión social, perderemos nuestra convivencia. Y entonces ya no habrá futuro compartido, sino apenas ruinas de desencuentro.
Nuestro llamado es urgente y profundo: resistir la desinformación no solo es tarea de periodistas o académicos, sino de cada persona. Si queremos que las democracias vivan, hay que cuidarlas desde las conversaciones íntimas, desde los valores personales. Hay que negarse a normalizar la mentira, a permitir que la indignación sustituya al debate, que el odio sea más escuchado que la empatía. Nuestra voz —con verdad, con autenticidad, con propósito— puede transformarse en un faro.
La tarea está en nuestras manos, en cada ciudadano que elige la honestidad, que decide informarse antes de opinar, en cada líder que resiste la tentación de manipular. Ese es el compromiso que nos toca. Las democracias no solo mueren por golpes de Estado, por tanques en las calles o por asaltos sangrientos… Mueren poco a poco, desde adentro, paso a paso, y a través de quienes fueron elegidos para defenderlas. Así nos lo muestra la historia del siglo pasado y del presente… Italia, Alemania… Venezuela… Si quieres profundizar sobre este tema, consultarnos o conversar con nosotros, puedes escribirnos a psicologosgessen@hotmail.com. Hasta la próxima entrega… Que la Divina Providencia del Universo nos acompañe a todos…
María Mercedes y Vladimir Gessen, psicólogos. (Autores de “Maestría de la Felicidad”, “Que Cosas y Cambios Tiene la Vida” y de “¿Qué o Quién es el Universo?”)
Puede publicar este artículo o parte de él, siempre que cite la fuente de los autores y el link correspondiente. Gracias.
© Fotos e imágenes Gessen&Gessen














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