Es terrible el daño que los celulares y tablets le hacen a nuestra vista. Y no me refiero a la luz azul que afecta la visión, sino a la obsesión de registrarlo todo a través de una cámara.
De hecho, hasta hace días yo era de esas personas que, cuando está de vacaciones, le tomaba fotos absolutamente todo lo que pasaba a mi alrededor. Pero todo cambió cuando noté que mi novia Florencia, a pesar de tener celular, no tomaba ni una sola foto y mucho menos videos.
Cuando le pregunté por qué si estábamos frente a las impotentes Cataratas de Iguazú, una de las 7 maravillas naturales del mundo, no registraba ninguna imagen con su teléfono me respondió:
Yo me estoy llenando los ojos. Observo detenidamente todo a mi alrededor, escucho los sonidos, siento los olores y junto las piezas en mi memoria. Ese es el secreto.
Luego de la explicación de Florencia decidí guardar el celular y comenzar a disfrutar de cada paisaje, sonido y olor que nos ofrecía la hermosa provincia de Misiones, ubicada al norte argentino.
Fue así como navegamos por el Rio Iguazú, fuimos empapados por El Salto San Martín, tocamos las piedras de cuarzo dentro de las minas de Wanda y nos maravillamos con las ruinas de la misión San Ignacio Mini.
Yo por mi parte, estando en la misión de San Ignacio, recordé todo lo enseñado por el Sacerdote Jesuita José Ramón Aguirre, quien en 7mo año , cuando estudiábamos en el Instituto Técnico Jesús Obrero, nos habló acerca de las reducciones del Paraguay.
Sin lugar a duda el sistema de Flor para registrar lo vivido fue maravilloso. Pero hubo una imagen que confirmó lo que digo acerca de lo mal que nos está haciendo el celular: Ví una larga fila de seres humanos caminando hacia “La Garganta del Diablo”, que es el salto de agua más poderoso de Las Cataratas.
Me impactó cómo las personas no apreciaban la belleza del salto, es más, creo que ni siquiera sentían el agua pues nunca levantaron la mirad. Tenían la cara enterrada en la pantalla. Imagino que buscaban captar la mejor imagen posible.
No digo que esté mal hacer fotos, pero también apliquemos la maravillosa práctica de llenarse los ojos.
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