La vulnerabilidad de los niƱos hoy
- Carolina Jaimes Branger
- hace 1 hora
- 3 Min. de lectura

Yo crecĆ en un mundo ingenuo, donde la mayorĆa de los niƱos podĆamos ser niƱos sin mayores riesgos o preocupaciones. SĆ© que me dirĆ”n que fui una privilegiada, y sĆ que lo fui, pero en el presente, ser āprivilegiadoā es un lujo que sólo minorĆas se pueden dar, sin importar estrato social o económico.
Y es que en un mundo que avanza a pasos agigantados, los niños de hoy se enfrentan a una serie de vulnerabilidades que, a menudo, los ponen en el centro de un escenario de riesgos diversos. Para entender la complejidad de su situación actual, resulta útil remontarnos a décadas pasadas y observar cómo ha evolucionado su entorno y las amenazas que les acechan.
En generaciones anteriores, los niƱos crecĆamos en un contexto en el que las interacciones sociales se limitaban en gran medida al entorno familiar y a la comunidad inmediata. Los peligros, en su mayorĆa, eran palpables: el trĆ”fico, los accidentes domĆ©sticos o la violencia fĆsica eran amenazas visibles. Sin embargo, contaban con el amparo de una red comunitaria que, en muchos casos, les brindaba protección y apoyo. Las horas al aire libre, los juegos en la calle y la simple libertad de merodear por el vecindario eran parte de su dĆa a dĆa.
Hoy, en contraste, los niƱos navegan por un mundo inundado de tecnologĆa y globalización. A travĆ©s de dispositivos móviles e Internet, tienen acceso a una cantidad de información sin precedentes, pero esta misma información puede convertirse en un arma de doble filo. Las redes sociales, que ofrecen plataformas para la socialización, tambiĆ©n abren las puertas a peligros como el ciberacoso, la exposición a contenido inapropiado y la manipulación por parte de extraƱos.
La conexión virtual, aunque enriquecedora, a menudo acarrea una soledad profunda, y los niƱos se encuentran lidiando con presiones sociales y expectativas que podrĆan resultar abrumadoras. Un aspecto igualmente preocupante es la creciente exposición a una realidad a menudo distorsionada. Mientras que en dĆ©cadas pasadas los niƱos estĆ”bamos relativamente aislados de los conflictos globales, los desastres naturales, las crisis polĆticas y las catĆ”strofes humanitarias son ahora temas omnipresentes. Las noticias, siempre a un clic de distancia, pueden llevar a una percepción constante de peligro e incertidumbre, afectando su paz mental y bienestar emocional. El estrĆ©s y la ansiedad, fenómenos que antes parecĆan lejanos, han ganado terreno en la vida cotidiana de los mĆ”s jóvenes.
La pandemia de COVID-19 ha intensificado estas vulnerabilidades, exponiendo la fragilidad de su desarrollo social y emocional. El confinamiento, las restricciones y la abrupta transición hacia la educación online han trastocado su rutina, y muchos han tenido que afrontar un aislamiento que se ha convertido en parte de su realidad. Lejos de los juegos y la interacción fĆsica, esta generación ha visto cómo sus momentos de felicidad se transforman en pantallas, disminuyendo la oportunidad de forjar amistades autĆ©nticas. Ya incluso en los colegios o en sus casas, los muchachos no juegan entre ellos: sólo ven sus celulares.
Sin embargo, no todo es desolador. La conciencia colectiva sobre la salud mental y el bienestar infantil ha crecido en las Ćŗltimas dĆ©cadas. Hoy en dĆa, existe una mayor apertura para defender sus derechos, proporcionando herramientas y recursos que antes carecĆan. Las instituciones escolares y las comunidades estĆ”n impulsando iniciativas para ofrecer un espacio seguro para sus emociones, y se trabaja en la promoción de la resiliencia y la educación emocional como parte fundamental de su desarrollo.
Es evidente que, aunque los desafĆos han cambiado, la vulnerabilidad infantil persiste. Enfrentamos el reto no solo de comprender el entorno en el que crecen nuestros niƱos, sino tambiĆ©n de adoptar un enfoque activo para protegerlos y empoderarlos en esta nueva era. En definitiva, la conjunción de la tecnologĆa y el cambio social exige una respuesta adaptativa que permita a los niƱos de hoy convertirse en adultos resilientes y comprometidos con su futuro.
Por lo tanto, la pregunta que debemos plantearnos no es solo sobre los peligros que enfrentan, sino sobre cómo, colectivamente, podemos contribuir a forjar un entorno donde puedan crecer seguros, felices y plenos, equilibrando lo mejor de ambos mundos: el de la era moderna y el de generaciones pasadas.


