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La ONU: ¿dónde está el "Espíritu de la Paz"?

El lugar marginal que ocupa la ONU en el planeta es por el desprecio  que sienten por ella los líderes de las superpotencias. Foto: Archivo I21
El lugar marginal que ocupa la ONU en el planeta es por el desprecio que sienten por ella los líderes de las superpotencias. Foto: Archivo I21

La Organización de Naciones Unidas (ONU) fue creada en 1945 por las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial, con el expreso propósito de evitar que conflagraciones como esa se repitieran. Dominaba lo que podría llamarse el "Espíritu de la Paz".


La guerra había causado más de sesenta millones de muertes y otro tanto de heridos y mutilados. Una buena parte de Alemania e Italia había sido destruida. Londres había estado sacudida por miles de bombas lanzadas por los nazis y se encontraba bajo escombros. El Holocausto había provocado el asesinato de seis millones de judíos. Un enorme sector del aparato industrial del viejo continente y de su infraestructura había quedado destrozado. En las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, se habían probado por primera vez los efectos mortíferos de la bomba atómica, la nueva y poderosa arma inventada por Estados Unidos. El mundo había salido de la pesadilla representada por los nazis, los fascistas y el imperio japonés. Era necesario crear un foro que evitara que esa tragedia volviera a ocurrir.


Los Aliados consideraron indispensable que ese foro sustituyera a La Sociedad de Naciones (LSN), formada en 1920, después de concluida la Primera Guerra Mundial. Esta agrupación había sido incapaz de evitar el ascenso del nazifascismo e impedir la guerra mundial que comienza a finales de los años treinta del siglo pasado. Existía entre las potencias victoriosas la convicción de que el nuevo foro internacional tendría que ser más activo y fuerte, con capacidad de mediar entre los países para evitar los enfrentamientos armados, promover la cooperación internacional, mantener la paz y la seguridad nacionales, fomentar las relaciones de amistad entre los pueblos, promover el respeto a los derechos humanos sin distinciones de raza, religión, sexo o idioma.


Luego, con el paso del tiempo, a esos objetivos de la recién creada ONU, se agregaron otros: promover el desarrollo sustentable, preservar el ambiente y la acción en beneficio del clima, y responder a las crisis humanitarias con prontitud.


El entusiasmo y la esperanza iniciales duraron poco. Iósif Stalin, el tirano instalado en la URSS, tenía otros planes en mente. Quería expandir el comunismo y el poder de la URSS por toda Europa y por los países que lo permitieran. La Guerra Fría comenzó apenas concluida la

Segunda Guerra Mundial. Esa nueva "guerra" se expresó en China, Corea, Vietnam, Indochina, Cuba, la Chile de Allende y las numerosas dictaduras anticomunistas apoyadas por Estados Unidos en diferentes partes del globo. La confrontación entre capitalismo y comunismo, núcleo de la Guerra Fría, se extendió hasta el derrumbe del Muro de Berlín, el colapso de la Unión Soviética y la extinción del socialismo en Europa del Este, a fines del siglo pasado.


Durante ese largo período, la ONU se vio maniatada por la actuación de Estados Unidos y la URSS, que operaban obedeciendo a sus intereses geoestratégicos, sin alinearse con los propósitos que animaron el nacimiento de la ONU. Este foro solo servía como una especie de escenario en la que ambas naciones simulaban concernirles el futuro de la humanidad, cuando en realidad solo les interesaba su propio destino. Era poco lo que el resto de las naciones del mundo podían hacer para oponerse o, incluso, obstaculizar las metas de las dos

superpotencias mundiales. El mundo era bipolar.


Con la desaparición del comunismo y su sustitución por modelos híbridos, diferentes naciones han tratado de impulsar un mundo multipolar que tenga su expresión en la ONU. Ese esfuerzo se ha topado de nuevo con los superpoderes, que ya no son dos, sino al menos tres: Estados Unidos, Rusia y China, cada uno con sus áreas de influencia. Hay que agregar India y los otros países de los Brics, la Unión Europea –que realiza esfuerzos agónicos por mantenerse cohesionada, a pesar de las notables diferencias existentes en su seno-, y Japón, descolocado en este momento debido a los desplantes de Estados Unidos.


En el nuevo contexto de la multipolaridad, el papel de la ONU sigue siendo tan limitado y secundario como al inicio de su creación. No pudo evitar la invasión de Crimea y Ucrania, ni la terrible situación en Afganistán, ni la destrucción de Gaza, ni los numerosos conflictos que se registran en África y Asia. No logra que se respeten los derechos humanos en Cuba y Nicaragua. Su capacidad de anticiparse a las confrontaciones armadas, evitarlas o acabarlas, se ha reducido al mínimo. Lo mismo sucede con sus posibilidades de promover la cooperación internacional para que las tensiones entre los países aminoren. Hasta en el área ambiental, la capacidad de la ONU para preservar el ambiente ha menguado de forma sensible.


Aunque es una organización burocrática y demasiado lenta en la toma de decisiones, el lugar marginal que ocupa la ONU en el planeta es el resultado del desprecio olímpico que sienten por ella los líderes de las superpotencias: Donald Trump, Vladimir Putin y Xi Jinping.


La Sociedad de Naciones surgió después de la Primera Guerra Mundial. La ONU fue creada luego del fracaso de esta plataforma y de precipitarse la Segunda Guerra Mundial.


Esperemos que el aniversario ochenta sirva para que la ONU se reforme y sea apoyada por las grandes potencias mundiales: las tradicionales y las emergentes. Hay que recuperar el "Espíritu de la Paz".


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