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La hormiga y la cigarra


En Venezuela hemos seguido el ejemplo de la cigarra, no el de la hormiga. Imagen: Couleur, Pixabay

Una nación que no ahorra y no invierte no se desarrolla. El ahorro acumulado por las personas en la sociedad es la base del progreso y del combate a la pobreza. Si lo que

produce un país como el nuestro se lo consume íntegramente, entonces no sale adelante, ya que al mantenerse el crecimiento poblacional se requerirá disponer de recursos suficientes para cubrir las necesidades del incremento demográfico. Tanto es así que Venezuela, según datos confiables emitidos por organismos multilaterales, en los últimos 50 años vio crecer su economía a un ritmo inferior a 1,5% interanual, mientras que el número de sus habitantes aumentó en promedio 3% por año. Eso quiere decir que la población creció más del doble de lo que se incrementó cantidad de bienes y servicios que generó el país en ese lapso.


Como resultado, la participación por habitante en el PIB se contrajo más de 50% en las últimas décadas, de acuerdo a datos proporcionados por el profesor Asdrúbal Baptista en varios de sus ensayos. Un estudio del Banco Mundial (BM) realizado especialmente para Venezuela revela que nuestro país tiene desde los años 80 del siglo pasado una tasa negativa de entre 4 y 5% anual al medir su ahorro neto nacional.


En otras palabras, una sociedad que no ahorra se empobrece ya que no tiene reservas financieras para costear las inversiones que se necesitan para apuntalar su crecimiento a futuro. En definitiva, lo que hacemos los venezolanos es consumir a tasas declinantes ya que no se produce lo suficiente, lo cual a la larga lleva a agotar nuestras reservas económicas.


Cuando una sociedad tiene una tasa de ahorro negativa entonces es una señal de que la riqueza del país se está achicando. Indica el estudio del BM que nuestro país consume más de lo que invierte. O pensamos en ahorrar, invertir y producir, para poder aumentar el consumo de forma consistente, o esta sociedad nunca podrá vencer la pobreza.


Estas reflexiones las hacemos a propósito del famoso e histórico editorial “Sembrar el Petróleo”, publicado, un 14 de julio de 1936, en el diario Ahora de la ciudad de Caracas. Como toda nota editorial, que expresa la opinión institucional del medio de comunicación que la publica, no llevó la firma de quien la redactó, pero es bien sabido que aquellas memorables líneas salieron del genio y de la pluma de Arturo Uslar Pietri. Uslar pudo popularizar una

expresión que antes había sido acuñada por Alberto Adriani, otro venezolano de excepción.


De esta célebre nota periodística, que por su preclaro contenido y visión de futuro se convirtió en el ensayó de economía política más influyente del siglo XX en Venezuela, se nos ocurre llamar la atención sobre uno de sus pasajes que más fielmente expresa el espíritu de las ideas plasmadas por Uslar en aquel breve escrito: “Cuando se considera con algún detenimiento el panorama económico y financiero de Venezuela se hace angustiosa la noción de gran parte de economía destructiva que hay en la producción de nuestra riqueza, es decir, de aquella que consume sin preocuparte de mantener ni de reconstituir las cantidades existentes de materia y energía. En otras palabras, la economía destructiva es aquella que sacrifica el futuro al presente, la que llevando las cosas a los términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la hormiga”.


Este símil utilizado por el para entonces joven intelectual venezolano, quien para explicarnos el fenómeno económico que representa la renta petrolera recurre a una pincelada literaria y nos remite a uno de los relatos emblemáticos atribuidos a la autoría del célebre fabulista griego Esopo, le imprime sin duda a este texto su carácter trascendente y su vigencia en el tiempo.


Las fábulas esópicas siempre estaban cargadas de un denso contenido moral y ético. La de la hormiga y la cigarra nos habla de dos insectos, uno que en tiempo de verano, a pesar de la abundancia de alimentos, se dedicaba a recolectar granos de trigo y cebada para almacenar ante la llegada del invierno; y de otro, que dedicaba la época veraniega a pasar todo el día cantando. La cigarra asombrada, se burlaba por la actitud de la hormiga, mientras ésta sólo guardaba silencio. A la llegada del invierno el insecto que consumió la época de la abundancia para nada más que divertirse, pasó hambre y necesidades, pero la hormiga pudo sobreponerse a la escasez por su espíritu ahorrativo y previsivo.


A casi nueve décadas de la publicación del editorial “Sembrar el petróleo”, los venezolanos de hoy seguimos dedicados de manera tenaz a querer parecernos más a la cigarra que a la hormiga. Otra vez está frente a nosotros la trágica consecuencia de no haber utilizado los excedentes petroleros de la época de bonanza para amortiguar los efectos de la época de la escasez.



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