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La Dama Ciega


La Dama Ciega tiene una balanza en una mano, símbolo de equilibrio, y una espada en la otra, símbolo de firmeza. Imagen: Clker-Free-Vector-Images, Pixabay

Decía el premio Nobel de economía Milton Friedman que una sociedad que pone su énfasis en el valor de la libertad más que en la igualdad, obtiene mucho de ambas, mientras que si hace lo contrario se queda sin las dos cosas.


La libertad y la igualdad son valores que van aparejados en dos textos seminales escritos en el siglo XVIII y que son memorables piezas del pensamiento político: La Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América, de 1776, y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en la revolución francesa, de 1789. Pero desde entonces, han sido objeto de mucha rivalidad conceptual, en vez de ser dos caras de una misma moneda.


El liberalismo y el socialismo, dos de los pensamientos más potentes originados por la civilización occidental, se bifurcan en algún momento precisamente por la visión que de cada una tienen estas dos doctrinas políticas. Tanto el liberalismo como el socialismo obtienen, del movimiento intelectual, conocido como La Ilustración, una enorme influencia. El ideario liberal más de la tradición inglesa y de La Ilustración escocesa, con Locke, Hume y Smith a la cabeza, y las ideas socialistas, por su parte, más de cierta rama de La Ilustración continental europea, particularmente suizo- francesa, con Rousseau como gran maestro.


Los liberales y los socialistas discuten poco sobre el valor de la libertad, ambos proclaman su apego y reconocimiento a este principio. Sin embargo, respecto a la igualdad, discrepan bastante, ya que, dependiendo del énfasis y forma de entenderla, se pueden producir deformaciones significativas. De esta manera aparecen dos enfoques distintos: la igualdad ante la Ley y la igualdad mediante la Ley.


La igualdad ante la Ley es el principio liberal por excelencia. Parte de la idea de que todos somos iguales frente al poder y sus instituciones, poseedores de una misma dignidad por nuestra condición de seres humanos, la cual nos otorga derechos naturales, como la vida, la libertad y la propiedad, independientemente del Estado. Es la llamada igualdad moral. Sin embargo, el socialismo, en su desarrollo, incorporó la visión, inspirada en Rousseau, de la

igualdad mediante la Ley, ya que, según el ginebrino, “en condiciones de desigualdad, la libertad oprime”.


La Ley y la Justicia, son representadas universalmente por una dama que tiene una balanza en una mano, símbolo de equilibrio, y una espada en la otra, símbolo de firmeza. Pero hay otra característica de esta representación clásica, la dama en cuestión tiene una venda frente a los ojos, por eso a la Justicia se le dice La Dama Ciega.


Según los liberales, la igualdad ante la Ley es lo que garantiza la protección del débil o del menos afortunado. Por eso ser invidente, en el caso de la Justicia, constituye un atributo importantísimo, ya que garantiza igualdad de trato legal independientemente de la condición social, credo, raza o cualquier otra diferencia entre las personas que comparezcan ante la autoridad legítimamente constituida.


Pero las corrientes socialistas hablan de un débil jurídico- y según este enfoque- la Justicia debe quitarse la venda, contraviniendo la tradición normativa liberal del derecho, y distinguir entre nosotros para detectar las desigualdades existentes entre los ciudadanos y tratar de corregirlas, igualándonos mediante el uso de la Ley. Es la idea de la igualdad consistente en quitarles a unos para darles a otros. Ahí radica la crucial diferencia de enfoque respecto al tema de la igualdad entre las corrientes liberales y las socialistas. El debate sigue abierto y es intenso.


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