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El orden del día


Silueta de reunión. Pixabay
En una reunión llevada a cabo el 20 de febrero de 1933 el orden del día era apohyar a Hitler, Foto: Pixabay

Un refrán venezolano dice: El que le pega a la familia se arruina. Hago esta

mención por adelantado, debido al tema que reseñaré a continuación, el cual

podría dar pie a creer que comparto plenamente todos los hechos que allí se

describen. El orden del día, es una novela del género político, del cineasta y

guionista francés Éric Vuillard, que cuenta cómo en 1933 en el Reichstag, un

edificio ubicado en Berlín, tuvo lugar una reunión secreta, evento que careció de

agenda previa, y al parecer, tampoco con registro posterior. Allí, 24 empresarios

alemanes dueños de las más importantes marcas comerciales donaron ingentes

cantidades de dinero a Hitler para conseguir la estabilidad que él prometía. Para

nadie es un secreto que, todos los dictadores suelen llegar y mantenerse porque

alguien los ayuda y pueden aparecer en pueblos prósperos, educados y

sofisticados que parecían estar lejos de llegar a tener un gobierno totalitario.


En la citada reunión, Hermann Göring político y criminal de guerra nazi, pidió a

importantes empresarios teutones apoyarlos financieramente de cara a las

elecciones legislativas de marzo de 1933: “orden, trabajo, represión sindical y

enormes beneficios a cambio de ayuda para hacerse con el poder”, era uno de los

ofrecimientos del lugarteniente de Hitler. Más tarde, varios de ellos se

beneficiaron de los trabajos forzados de los deportados y prisioneros, una mano

de obra barata. “Son estos empresarios los que, al igual que las cicatrices que han

quedado, siguen reinando gracias a su legado ya asimilado socialmente, pues las

empresas no mueren como los hombres. Son cuerpos místicos que no perecen

jamás: No mueren, al contrario, proliferan”, escribe el periodista chileno Nicolás

Poblete Pardo, en una reseña que hace de la novela El orden del día.


En la reunión llevada a cabo el 20 de febrero de 1933, “la cual cabría calificar de

momento único en la historia patronal, de compromiso inaudito con los nazis, para

los grupos económicos no es más que un episodio bastante habitual en el mundo

de los negocios, una trivial recaudación de fondos. Todos ellos sobrevivirán al

régimen y financiarán en el futuro a numerosos partidos a tenor de sus beneficios”,

dice Poblete.


El orden del día, es una novela donde el escritor hizo una detallada

documentación, recopilando archivos, datos, anécdotas y hasta citas de Hitler.

Vuillard comienza su narración haciendo un diagnóstico general respecto a la

trivialidad en la que acontecen grandes cambios y detalla el ambiente de la

reunión: “Pese a todo, la mayoría pasó la mañana arrimando el hombro, inmersa

en esa gran mentira decente del trabajo, con esos pequeños gestos donde se

concentra una verdad muda, decorosa, y donde la epopeya de nuestra existencia

se reduce a una pantomima diligente. Así, el día transcurrió apacible, normal”,

comenta el escritor francés, refiriéndose al entorno que acompañó a la

impresionante reunión.


Al referirse a los empresarios, amigos del Führer, el escritor galo dice: “Los

veinticuatro lagartos se alzan sobre las patas traseras y se mantienen bien

erguidos”. Por su parte, Poblete realiza las siguientes observaciones: “Es curioso

cómo, hasta el final, los tiranos más convencidos respetan vagamente las formas,

como si quisieran dar la impresión de que no se saltan por las buenas, los trámites

administrativos mientras transitan abiertamente por encima de todas las normas.

Se diría que el poder no les basta, y que experimentan un placer suplementario,

obligando a sus enemigos a cumplir, por última vez, los rituales del poder que ellos

mismos están dinamitando”.


Con esta conciencia de “fabricación” Vuillard cita a sus personajes para hacer un

paneo histórico, y para identificar determinadas conductas que, idealmente, podría

ayudar a evitar ciertos errores en algún futuro. En muchas oportunidades, durante

la novela, Vuillard da rienda suelta a imágenes que hablan de su frustración, cierta

rabia. A veces con ironía, a veces con pasmo, su escritura nos interpela acerca de

las consecuencias posteriores al evento. El sitio de la reunión hace referencia a

los diferentes parlamentos que se sucedieron en Alemania entre 1849 y 1944.

Desde ese momento, Hitler comenzó una campaña para anexionarse Austria, lo

cual consiguió en 1938. En la historia contada, queda claramente establecido que,

sin el apoyo de aquellos empresarios, “quizá todo hubiese sido distinto”, piensan

algunos.


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