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Cuando Washington seƱala al enemigo: Hussein y Maduro

Con Hussein y con Maduro Washington ha pasado del lenguaje diplomÔtico a la narrativa de neutralización. Imagen: Pixabay
Con Hussein y con Maduro Washington ha pasado del lenguaje diplomÔtico a la narrativa de neutralización. Imagen: Pixabay

En marzo de 2003, el presidente George W. Bush apareció ante las cÔmaras para lanzar un ultimÔtum de 48 horas a Saddam Hussein: abandonar Irak o enfrentar una coalición militar encabezada por Estados Unidos. No fue un mensaje improvisado. Era la culminación de un proceso en el que Washington había identificado a Hussein como un enemigo existencial: un actor que combinaba ambiciones militares, violaciones sistemÔticas de resoluciones de la ONU y vínculos con el terrorismo. La decisión de Bush de actuar sin el respaldo explícito del Consejo de Seguridad de la ONU reflejó una convicción: cuando el enemigo es claro y la amenaza inminente, Estados Unidos no puede esperar a que la burocracia internacional se ponga de acuerdo.


Hoy, bajo la administración de Donald Trump, esa misma lógica ha encontrado un nuevo objetivo: NicolÔs Maduro. Pero el terreno ha cambiado. No se trata ya de un Estado hostil convencional, sino del cabecilla de una organización criminal-terrorista transnacional: el CÔrtel de los Soles. En julio de 2025, el Departamento del Tesoro designó formalmente a este cÔrtel como Organización Terrorista Global Especialmente Designada (SDGT por sus siglas en inglés), y días después, el Departamento de Justicia elevó la recompensa por Maduro a 50 millones de dólares, la cifra mÔs alta en la historia para un líder en funciones.


De Bagdad a Caracas


En operaciones militares, la identificación del enemigo es la piedra angular de la estrategia. En 2003, Hussein fue descrito como un líder imprevisible, en posesión de armas de destrucción masiva, que había burlado inspecciones y acumulado poder militar en violación de acuerdos internacionales. En 2025, Maduro es descrito como un lider criminal que ha capturado el Estado venezolano para proteger y expandir una red de narcotrÔfico con alcance hemisférico.


La similitud no estĆ” en la forma del rĆ©gimen, sino en el proceso de clasificación estratĆ©gica: ambos son presentados como amenazas directas a la seguridad nacional estadounidense. En ambos casos, Washington ha pasado del lenguaje diplomĆ”tico a la narrativa de neutralización. Y en ambos, la acción unilateral —o con coaliciones limitadas— se considera legĆ­tima ante la inacción o parĆ”lisis del sistema multilateral: ONU, OEA, CPI.


Dos estrategias, un mismo principio operativo


La administración Bush aplicó la doctrina preventiva: actuar antes de que el adversario tenga la oportunidad de infligir daño. Para Saddam, esto significó invasión, captura, juicio y ejecución.


La administración Trump, en cambio, ha optado por un modelo mÔs adaptado al siglo XXI cuando el objetivo es un líder criminal-terrorista y no un Estado formal:


  • Reencuadre legal: designación del CĆ”rtel de los Soles como SDGT.

  • MĆ”xima presión económica y judicial: acusaciones penales, sanciones financieras globales y congelamiento de activos.

  • Incentivos asimĆ©tricos: la recompensa de 50 millones de dólares funciona como un multiplicador de riesgo interno para el cĆ­rculo de protección de Maduro.

  • Opciones de fuerza limitadas: acciones extraterritoriales especĆ­ficas contra nodos operativos del cĆ”rtel, sin recurrir a una invasión convencional.


El mensaje a la estructura de poder de Maduro es claro: no se le trata como jefe de Estado legítimo, sino como el capo o líder de una organización terrorista global.


Escenarios y riesgos: cómo termina la amenaza


La experiencia en Irak muestra que, una vez que Estados Unidos fija como objetivo la eliminación, neutralización o reducción de un enemigo, el desenlace no es cuestión de si ocurrirÔ, sino de cuÔndo y cómo. Pero el caso venezolano presenta variantes:


  • Arresto: captura por fuerzas internas o mediante cooperación internacional; extradición a Estados Unidos.

  • Fuga: salida hacia un paĆ­s no cooperante como Rusia, TurquĆ­a, Emiratos Ɓrabes, prolongando el conflicto.

  • Colapso interno: ruptura del aparato de seguridad y pĆ©rdida de control sobre la red criminal, enfrentamiento entre bandas.

  • Negociación condicionada: salida pactada a cambio de garantĆ­as personales.


A diferencia de 2003, la opción de ocupación militar total es poco probable. En cambio, el escenario mÔs plausible es una combinación de asfixia financiera, erosión del círculo de lealtades y operaciones puntuales que terminen en arresto o colapso interno.


Lecciones estratƩgicas


Desde una perspectiva operativa, el caso Maduro representa la aplicación de la ā€œteorĆ­a del enemigoā€ a un adversario hĆ­brido —criminal y polĆ­tico— que no encaja en las categorĆ­as de la Guerra FrĆ­a ni en las de la guerra contra el terrorismo posteriores al 11SĀ  —fecha de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York—. Washington ha adaptado su manual: sustituye la ocupación militar por la guerra judicial-financiera, y la disuasión diplomĆ”tica por la presión continua sobre la red personal del capo o lĆ­der.


En el terreno, el efecto buscado es el mismo que en 2003: aislar al enemigo, quebrar su estructura de mando y dejarlo sin salida segura. La diferencia es que hoy, la lĆ­nea de llegada podrĆ­a no ser un tribunal en su propio paĆ­s, sino una celda federal en Estados Unidos.


Enemigo para la seguridad de Estados Unidos


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*SDGT: Terrorista Global Especialmente Designado

** NRP y SDGT refuerzan persecución legal contra Maduro.


La historia de Saddam Hussein nos recuerda que, una vez que un lĆ­der cruza la lĆ­nea y se convierte en ā€œenemigoā€ para la seguridad nacional estadounidense, el desenlace estĆ” sellado. La cuestión —para NicolĆ”s Maduro— no es si Washington actuarĆ”, sino cuĆ”l de los escenarios se materializarĆ” primero.


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