Cuando Washington seƱala al enemigo: Hussein y Maduro
- Antonio de la Cruz
- hace 10 horas
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En marzo de 2003, el presidente George W. Bush apareció ante las cĆ”maras para lanzar un ultimĆ”tum de 48 horas a Saddam Hussein: abandonar Irak o enfrentar una coalición militar encabezada por Estados Unidos. No fue un mensaje improvisado. Era la culminación de un proceso en el que Washington habĆa identificado a Hussein como un enemigo existencial: un actor que combinaba ambiciones militares, violaciones sistemĆ”ticas de resoluciones de la ONU y vĆnculos con el terrorismo. La decisión de Bush de actuar sin el respaldo explĆcito del Consejo de Seguridad de la ONU reflejó una convicción: cuando el enemigo es claro y la amenaza inminente, Estados Unidos no puede esperar a que la burocracia internacional se ponga de acuerdo.
Hoy, bajo la administración de Donald Trump, esa misma lógica ha encontrado un nuevo objetivo: NicolĆ”s Maduro. Pero el terreno ha cambiado. No se trata ya de un Estado hostil convencional, sino del cabecilla de una organización criminal-terrorista transnacional: el CĆ”rtel de los Soles. En julio de 2025, el Departamento del Tesoro designó formalmente a este cĆ”rtel como Organización Terrorista Global Especialmente Designada (SDGT por sus siglas en inglĆ©s), y dĆas despuĆ©s, el Departamento de Justicia elevó la recompensa por Maduro a 50 millones de dólares, la cifra mĆ”s alta en la historia para un lĆder en funciones.
De Bagdad a Caracas
En operaciones militares, la identificación del enemigo es la piedra angular de la estrategia. En 2003, Hussein fue descrito como un lĆder imprevisible, en posesión de armas de destrucción masiva, que habĆa burlado inspecciones y acumulado poder militar en violación de acuerdos internacionales. En 2025, Maduro es descrito como un lider criminal que ha capturado el Estado venezolano para proteger y expandir una red de narcotrĆ”fico con alcance hemisfĆ©rico.
La similitud no estĆ” en la forma del rĆ©gimen, sino en el proceso de clasificación estratĆ©gica: ambos son presentados como amenazas directas a la seguridad nacional estadounidense. En ambos casos, Washington ha pasado del lenguaje diplomĆ”tico a la narrativa de neutralización. Y en ambos, la acción unilateral āo con coaliciones limitadasā se considera legĆtima ante la inacción o parĆ”lisis del sistema multilateral: ONU, OEA, CPI.
Dos estrategias, un mismo principio operativo
La administración Bush aplicó la doctrina preventiva: actuar antes de que el adversario tenga la oportunidad de infligir daño. Para Saddam, esto significó invasión, captura, juicio y ejecución.
La administración Trump, en cambio, ha optado por un modelo mĆ”s adaptado al siglo XXI cuando el objetivo es un lĆder criminal-terrorista y no un Estado formal:
Reencuadre legal: designación del CÔrtel de los Soles como SDGT.
MÔxima presión económica y judicial: acusaciones penales, sanciones financieras globales y congelamiento de activos.
Incentivos asimĆ©tricos: la recompensa de 50 millones de dólares funciona como un multiplicador de riesgo interno para el cĆrculo de protección de Maduro.
Opciones de fuerza limitadas: acciones extraterritoriales especĆficas contra nodos operativos del cĆ”rtel, sin recurrir a una invasión convencional.
El mensaje a la estructura de poder de Maduro es claro: no se le trata como jefe de Estado legĆtimo, sino como el capo o lĆder de una organización terrorista global.
Escenarios y riesgos: cómo termina la amenaza
La experiencia en Irak muestra que, una vez que Estados Unidos fija como objetivo la eliminación, neutralización o reducción de un enemigo, el desenlace no es cuestión de si ocurrirÔ, sino de cuÔndo y cómo. Pero el caso venezolano presenta variantes:
Arresto: captura por fuerzas internas o mediante cooperación internacional; extradición a Estados Unidos.
Fuga: salida hacia un paĆs no cooperante como Rusia, TurquĆa, Emiratos Ćrabes, prolongando el conflicto.
Colapso interno: ruptura del aparato de seguridad y pƩrdida de control sobre la red criminal, enfrentamiento entre bandas.
Negociación condicionada: salida pactada a cambio de garantĆas personales.
A diferencia de 2003, la opción de ocupación militar total es poco probable. En cambio, el escenario mĆ”s plausible es una combinación de asfixia financiera, erosión del cĆrculo de lealtades y operaciones puntuales que terminen en arresto o colapso interno.
Lecciones estratƩgicas
Desde una perspectiva operativa, el caso Maduro representa la aplicación de la āteorĆa del enemigoā a un adversario hĆbrido ācriminal y polĆticoā que no encaja en las categorĆas de la Guerra FrĆa ni en las de la guerra contra el terrorismo posteriores al 11SĀ āfecha de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva Yorkā. Washington ha adaptado su manual: sustituye la ocupación militar por la guerra judicial-financiera, y la disuasión diplomĆ”tica por la presión continua sobre la red personal del capo o lĆder.
En el terreno, el efecto buscado es el mismo que en 2003: aislar al enemigo, quebrar su estructura de mando y dejarlo sin salida segura. La diferencia es que hoy, la lĆnea de llegada podrĆa no ser un tribunal en su propio paĆs, sino una celda federal en Estados Unidos.
Enemigo para la seguridad de Estados Unidos

*SDGT: Terrorista Global Especialmente Designado
** NRP y SDGT refuerzan persecución legal contra Maduro.
La historia de Saddam Hussein nos recuerda que, una vez que un lĆder cruza la lĆnea y se convierte en āenemigoā para la seguridad nacional estadounidense, el desenlace estĆ” sellado. La cuestión āpara NicolĆ”s Maduroā no es si Washington actuarĆ”, sino cuĆ”l de los escenarios se materializarĆ” primero.