Carmencita: la hermana que me regaló la vida
- Carolina Jaimes Branger
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Ella, Carmencita Tirado Yépez, es uno de los primeros recuerdos de mi infancia y ha sido una presencia constante y significativa en mi vida. Nacimos con un año de diferencia y, como si el destino lo hubiera planeado, nuestras familias vivían una al frente de la otra. Desde ese primer encuentro, desde que éramos bebés, nuestras vidas se entrelazaron de tal manera que no puedo imaginar cómo hubiera sido si no nos hubiéramos tenido una a la otra.
Nuestra infancia fue un cúmulo de aventuras y travesuras. Juntas, exploramos el mundo que nos rodeaba, creamos mundos imaginarios y compartimos secretos que solo nosotras entendíamos. Pasábamos las tardes en el jardín o en mi casita de muñecas, jugando sin preocupaciones, al amparo de la inocencia. Era común escuchar a su papá decir con cariño: “Lo único que le falta para ser Jaimes es cambiarse el apellido”. Ese comentario no solo reflejaba la cercanía entre nuestras familias, sino también la profunda conexión que hemos tenido siempre.
Recuerdo unas vacaciones en Playa Azul -a las que ella siempre venía conmigo- una mañana que íbamos bajando en el ascensor, dos muchachas se montaron con nosotros. Y fue muy divertido porque me vieron y le preguntaron a mi mamá si yo era hija de ella. “Es que estos tres son igualitos”, dijeron refiriéndose a mis hermanos y a Carmencita. “La distinta es ella” (yo). Todavía nos reímos de eso.
La juventud llegó y con ella, un torrente de emociones y experiencias compartidas. Nos apoyamos mutuamente en los momentos difíciles, en las decisiones importantes y en los cambios que la vida arrojó en nuestro camino. Hemos sido testigos de las alegrías y las penas de cada una, y en cada etapa de nuestras vidas, hemos reafirmado esa conexión especial que nos une.
La cercanía entre nosotras ha trascendido la distancia física. Aunque la vida nos ha llevado por caminos diferentes, siempre encontramos la manera de reunirnos, de celebrar cada hito y de estar presentes en los momentos más significativos. Celebramos tanto las pequeñas victorias como los grandes logros, sabiendo que cada uno de esos instantes está impregnado de algo especial.
El esposo de Carmencita es otra parte fundamental de esta historia. Para mí, no es simplemente un cuñado: es como un hermano. La relación que hemos construido todos juntos es un reflejo del amor y el respeto que en familia nos debemos. Juntos hemos compartido risas, celebraciones y, por supuesto, momentos de apoyo incondicional.
En definitiva, Carmencita es una hermana elegida, alguien que ha estado a mi lado en cada paso del camino. Los nexos del espíritu son más importantes y fuertes que los de la sangre, porque los primeros los escogemos. Su presencia ha enriquecido mi vida de tantas maneras (que a veces resulta difícil ponerla en palabras) y por eso siempre le estaré agradecida. En un mundo que a menudo todo lo que sucede es caótico, ella representa la estabilidad, el amor y la alegría. Así que, celebro a esa persona especial en mi vida. Carmencita me ha regalado vida a través de su presencia constante, su amor incondicional y su inquebrantable apoyo.
Sirva este artículo para homenajearla en su cumpleaños, el pasado 8 de agosto.
Carolina Jaimes Branger