Celosa y malgeniada
- Juan E. Fernández, Juanette
- 11 jul 2023
- 2 Min. de lectura

Había pasado un mes desde que se emitió la primera emisión del programa de televisión que
conducía el ex embajador, y contra todo pronóstico, el equipo se había engranado a la
perfección, tal y como si se tratara de un reloj suizo.
Aquellas primeras semanas en ese canal de TV, donde siempre soñé trabajar, habían sido una luna de miel que pensé, sería eterna. Pero con el tiempo, mi compañera Marina, quien era una excelente productora de internacionales, se sintió amenazada al enterarse que yo era
productor fixer en la cadena internacional CNN.
Los celos de Marina comenzaron (de esto me enteré con el tiempo), cuando el ex embajador
comentó que estaba muy cómodo con mi trabajo y que abogaría con la dirección del canal
para que me tomaran como empleado de planta permanente. Esto molestó a Marina, pues
pensó que al entrar yo como fijo, ella dejaría de ser la productora ejecutiva.
Fue así como mi olfato para escoger los temas, y obtener las mejores tomas pasó de ser
“magistral” a “eso lo puede hacer cualquiera”. La situación se volvió insostenible al punto que
llegamos a discutir con gritos. Por lo que decidí renunciar y volver a tocar la puerta en CNN.
Pasaron los años, dos décadas para ser exactos. Me casé, tuve hijos, me separé, vino una
pandemia, nos confinaron, salimos. Y justo cuando creíamos que los seres humanos seríamos
más empáticos y menos violentos, estalló la guerra en Ucrania. Y justo ahí, en medio de aquel
desastre, Marina y yo nos reencontramos.
Juntos superamos los desafíos de la guerra y logramos entregar reportajes conmovedores y
veraces. A medida que compartíamos experiencias y nos apoyábamos mutuamente, nuestra
relación profesional se transformó primero en una amistad, y luego los constantes cruces de
mirada, decantaron en algo más.
Aquella mañana de sábado, cuando bajé a desayunar, ya Marina se había marchado porque
tenía que grabar una entrevista con el líder de una organización de derechos humanos. No sé
cómo explicarlo, pero al ver la mesa donde siempre nos sentábamos a tomar café y reírnos de las cosas estúpidas por las que peleábamos en el pasado, una sensación extraña me invadió.
Dos horas después lo entendí todo: El restaurante donde Marina y su equipo se reunieron con el director de aquella organización de derechos humanos, fue impactada por un misil. Me
avisaron que hay muertos y heridos…
Solo espero que la productora celosa y malgeniada esté bien, porque de lo contario, no sé qué será de mi.
Escrito dedicado a las víctimas del misil que impactó en Kramatorsk. En especial a: Victoria
Amelina, Catalina Gómez, Sergio Jaramillo y Héctor Abad Faciolince.
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