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Acuerdo firmado: Trump en Jerusalén

EE.UU y parte de la comunidad  internacional se han comprometido a cooperar en el esfuerzo de reconstrucción que, si llega a darse,  será gigantesco y costoso. Imagen: Pixabay
EE.UU y parte de la comunidad  internacional se han comprometido a cooperar en el esfuerzo de reconstrucción que, si llega a darse,  será gigantesco y costoso. Imagen: Pixabay

El sábado pasado (11 de octubre) en este mismo espacio comentamos las primeras impresiones en relación con el acuerdo de paz que se suscribiría el siguiente  13 de octubre entre Israel y Hamás, logrado  gracias a la intervención de un importante equipo mediador, pero en especial -reconozcámoslo- al esfuerzo,  el tesón y la presión ejercida por el presidente Donald Trump, quien muy bien pudiera convertirse ahora en merecedor del Premio Nobel de la Paz del año 2026 siempre que las postulaciones se hagan en fecha que finaliza el 31 de enero.


En la columna referida expresamos tanto nuestra satisfacción por la firma como también la preocupación de que el acuerdo pudiera ser frágil. No habría terminado de secarse  la tinta cuando ya Hamás se encargó de dar rienda suelta a la brutalidad que siempre lo ha caracterizado.


En efecto,  militantes de Hamás se han dedicado a buscar, perseguir y ejecutar en la plaza pública a aquellos mismos palestinos de quienes ellos sospechan como que en su momento pudieron haber simpatizado con Israel. El objetivo evidentemente es dejar saber a la población gazati que quienes mandan son ellos, sea cual fuere el contenido de las obligaciones acordadas por los representantes oficiales. Nada de qué asombrarse.


Otro tanto ocurrirá a la hora de dar cumplimiento a la obligación de hacer entrega de las armas. No hay que ser muy suspicaz para predecir que tal entrega será, si acaso, parcial e incompleta, reservándose Hamás un lote suficiente para continuar sembrando terrorismo y muerte. ¿Pesimismo? Sí, ¿realismo? También.

Como es sabido, el presidente Trump viajó a Israel el pasado lunes. Allí pronunció un discurso de más de una  hora ante la Knesset (Parlamento), el cual sin duda puede calificarse de histórico y su contenido propio de un estadista pese a no tratarse de santo de nuestra devoción ni ser nosotros festejadores de su inusual estilo de decir las cosas, en este caso “YO y la paz”. Pero lo cierto es que lo que se propuso lo logró. También deben reconocerse las concesiones acordadas por el primer ministro de Israel, Benjamín Netanhayu, cuyo costo político seguramente tendrá que afrontar en su propia coalición de gobierno.


Lo que se jugaba no era ni más ni menos que la devolución con vida de 20 rehenes y la entrega de varias decenas de cadáveres de quienes fueron asesinados en el interín. Por otro lado, se honraba la obligación de liberar 1.700 presos palestinos que pagaban condena en cárceles israelíes. El precio parece exhorbitante, pero los sentimientos involucrados así lo exigían.


Como era de anticipar, el presidente Trump criticó el amplio reconocimiento internacional al Estado Palestino, cuantificado apenas unos días atrás en la Asamblea General de la ONU.


Proclamó -acertadamente en nuestra opinión- que Hamás resultó perdedor e Israel ganador en el conflicto y también anticipó el inicio de una nueva era de paz para todo el Medio Oriente, incluyendo en ella no solo a Israel sino a todos aquellos Estados suscriptores de los acuerdos de Abraham (Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Marruecos, Sudan) y el firme interés de Arabia Saudita y Siria de incorporarse a los mismos. ¿Será así? Todos lo deseamos, pero no hay que olvidar que por detrás median décadas de odios fundamentales que trascienden la voluntad de reyes, emires y presidentes porque radican  en el corazón de la población a quien enseñan desde temprana edad a odiar a Israel y a convencerlos de que la inmolación en actos de terrorismo garantiza el cielo para quienes los perpetran. ¡Eso no se borra ni con un tratado ni en una generación!


Israel de una vez cumplió con retirar su ejército a las líneas convenidas. Hamás aún no lo ha hecho. 


Estados Unidos y parte de la comunidad  internacional se han comprometido a cooperar en el esfuerzo de reconstrucción que, si llega a darse,  será gigantesco y costoso. Lo veremos o apenas nos tocará ser testigos de promesas incumplidas?


Qué actitud tomarán aquellos que -con buena intención o no- apoyaron y aun apoyan, a veces con violencia,  la causa palestina compartiendo sus aspiraciones y su dolor?


Vergüenza da pensar en las lamentables declaraciones de la “nomenklatura” bolivariana alineándose con el lado que podemos calificar de perdedor con lo que contribuyen a su ya evidente aislamiento.


Dónde quedan Nicolás y sus cómplices ahora cuando sus potenciales “aliados” no parecen rasgar sus vestiduras más allá de sonoras declaraciones y  alguna  accion demencial como la protagonizada por Petro en las calles de Nueva York renovando las  insistentes sospechas acerca de su cordura?


En resumen: la puesta en escena avizora tiempos mejores. La opinión de este articulista es menos optimista.


No podemos concluir estas líneas sin saludar con emoción el Premio Nobel de la Paz concedido a María Corina Machado. Tenemos la satisfacción  y orgullo de ser miembros  activos de algunas instituciones venezolanas que en su momento hicieron la postulación oficial, entre otras Venamerica, Ciciven, etc. 


A partir de ahora María Corina Machado adquiere una estatura y un valor político que en nuestra opinión la vuelven intocable. Hagamos votos por que quienes ya están prácticamente de salida no vayan a intentar alguna maniobra inspirada en el desespero que ya a todas luces los acosa.



2 comentarios


Teo Matiz
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