27 noches: Daniel Hendler y la locura de querer vivir como uno quiere
- Juan E. Fernández, Juanette

- 22 oct
- 3 Min. de lectura

Hay películas que no necesitan monstruos para dar miedo. Basta con un formulario, una firma y unas hijas bienintencionadas para que la pesadilla empiece. En 27 noches, Daniel Hendler mete el bisturí justo ahí: en el lugar donde la cordura se define a fuerza de papeles y diagnósticos.
Basada en la novela homónima de Natalia Zito —inspirada en un caso real de 2005 donde una mujer fue internada contra su voluntad—, la película de Hendler se mueve entre el absurdo y la tragedia con la naturalidad de quien ya entendió que el límite entre ambas cosas es el desayuno familiar del domingo.
Marilú Marini interpreta a Martha Hoffman, una mujer mayor que un día es llevada a una clínica psiquiátrica por sus hijas. Un perito, interpretado por el propio Hendler, debe determinar si está loca o si simplemente está cuerda en un mundo que prefiere la sumisión al deseo.
Y ahí empieza el baile. Hendler, que ya venía explorando el desconcierto existencial en El otro hermano o El incendio, ahora se saca el casco de actor y dirige con precisión quirúrgica una historia que podría haber sido un drama seco, pero él decide reírse un poco. Porque la risa, cuando duele, cura mejor.
La comedia del poder
El guion, escrito junto a Martín Mauregui y Agustina Liendo, con una primera adaptación de Mariano Llinás, nunca se pone solemne. Hay ironía, hay gestos grotescos, hay una Marilú Marini que te arrastra con su energía. Cada mirada suya parece decir: “¿De verdad creés que estoy loca por querer estar sola?”.
La fotografía de Julián Apezteguia y el montaje de Nicolás Goldbart —viejos cómplices de la factoría La Unión de los Ríos, con Santiago Mitre y Agustina Llambí Campbell en producción— le dan a la historia ese aire de “comedia clínica”: un espacio aséptico donde la razón se mide en informes, pero la locura es el único signo de humanidad.
Estrenada como película de apertura del Festival de San Sebastián 2025 y disponible desde octubre en Netflix, 27 noches confirma que Hendler se ha convertido en uno de los autores más coherentes de su generación: un tipo que mira la realidad con cara de “¿es en serio esto?” y, en vez de enojarse, filma.
Del expediente a la emoción
El caso real que inspiró la novela y luego el film —el de una artista internada por decisión familiar en 2005— reabrió debates sobre las internaciones involuntarias, los derechos de las personas mayores y la eterna pregunta: ¿quién decide qué es vivir “bien”?
Según Página 12, el episodio llegó a influir en el debate que desembocó en la Ley Nacional de Salud Mental de 2010, aunque Hendler no cae en el panfleto: su película no denuncia, muestra. Y en ese gesto está su poder.
Risa, libertad y otras demencias
En una entrevista reciente, Hendler dijo que “el humor aparece en cada resquicio, hasta en lo trágico”. Y eso se nota: 27 noches te hace reír con culpa, con miedo, con ternura. Es la comedia más incómoda del año porque te deja pensando si no seremos todos un poco Martha Hoffman: personas que solo quieren que las dejen ser.
27 noches no es una historia sobre la locura. Es una historia sobre el derecho a ser rara, a ser incómoda, a no seguir el manual familiar de la cordura. Y en tiempos donde todos opinan qué deberías hacer con tu vida —o con tu timeline—, eso es casi un acto de rebeldía.






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