Tecnología sin rostro: el precio de confiar en plataformas globales
- Eduardo Frontado Sánchez
- hace 1 hora
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En el mundo actual, el uso de plataformas digitales está a la orden del día. Las empleamos para trabajar, enviar dinero, jugar, ahorrar comisiones y, en muchos casos, para ganarnos la vida. La tecnología ha transformado nuestras rutinas y representa, sin duda, un avance para esta era contemporánea. Sin embargo, este progreso no está exento de sombras. Hay riesgos implícitos cuando estas plataformas no son claras ni transparentes en sus términos y condiciones de uso.
Confieso que recientemente viví una experiencia amarga con una de estas plataformas: PayPal. La he utilizado durante más de doce años, no solo para simplificar mis transacciones, sino también como una forma de mantenerme al día con el uso de herramientas tecnológicas. No obstante, lo ocurrido el pasado mes de abril me dejó una profunda sensación de indefensión.
El 31 de marzo realicé un envío de dinero desde mi cuenta PayPal a mi cuenta bancaria en Estados Unidos. La operación debía completarse el 2 de abril, pero el dinero nunca llegó. A partir de ese momento, comenzó una odisea de respuestas confusas por parte del personal de atención al cliente. Cada operador ofrecía una versión distinta del problema; ninguna aportaba claridad, y ninguna resolvía nada.
Lo más indignante fue la explicación final: mi ubicación geográfica, dijeron, no cumplía con los parámetros de la plataforma. Una afirmación preocupante, si se considera que hablamos de una empresa global con millones de usuarios en todo el mundo. ¿Es la geografía una excusa para perder rastros de una transacción?
Puedo entender que existan errores técnicos o humanos. Pero lo que no se puede aceptar es que, hasta la fecha, mi dinero sigue sin aparecer y mi cuenta haya sido cerrada sin una explicación satisfactoria. El silencio administrativo, disfrazado de protocolos y respuestas automáticas, genera una desconfianza profunda.
Este artículo no nace desde el victimismo ni pretende inspirar lástima. Es un llamado de atención, una voz que se alza en medio de la aparente eficiencia de las plataformas digitales. Porque detrás de cada interfaz elegante y promesa de innovación, hay seres humanos que requieren soluciones reales, sobre todo cuando se trata de dinero.
Uno de los valores que más debería defender una empresa tecnológica es la empatía. En mi caso, brilla por su ausencia. A pesar de haber presentado pruebas claras de que mi banco no retuvo el dinero, PayPal cerró el caso sin resolverlo, dejando una vez más al usuario como último eslabón en una cadena sin rostro.
Sigo creyendo en la tecnología como herramienta de progreso, pero también creo que debemos hablar de sus fallas. Este testimonio quiere ser una advertencia para quienes depositan toda su confianza en las plataformas digitales. Porque, aunque muchas veces nos presentan sus beneficios como indiscutibles, los riesgos no son menores: desde fallas técnicas hasta negligencia humana, pasando por el desprecio absoluto por la experiencia del usuario.
Confiar no debería ser un acto ingenuo. Hoy más que nunca, la honestidad y la transparencia deben ser principios no negociables en el ecosistema digital. No todo lo que brilla en la nube es confiable. Y lo humano —aquello que nos identifica— no debe quedar fuera del código.