En este comienzo de un nuevo año se producen los viejos acontecimientos que ya hemos padecido u observado de cerca o desde lejos, según cada caso en particular. Es como si no hay cambios en el futuro, pero si reajustes en ese pasado que vamos dejando atrás. Por eso, bien se ha dicho que no hay cosa que cambie más que el mismísimo pasado.
Comenzamos este nuevo año conmovidos por la tragedia que estremeció a millones de
japoneses que se vieron en medio de un brutal terremoto que como tratamos de recordarlo,
no es una novedad ni para los nipones ni para el resto del mundo, porque en estas
mismas fechas, similares tragedias han copado las primeras páginas de los periódicos o
de los portales que corren por las redes sociales. No es que estemos dando por sentado
que se van a repetir esas calamidades en otras partes del mundo para estas mismas
fechas, lo que pretendemos advertir es que nada de lo que hoy nos sacude el alma es
equivalente a una sorpresa, ya que, si echamos un vistazo a nuestras hemerotecas, nos
faltarán días para anotar qué otras desventuras se han desarrollado casualmente en
calendarios similares.
Otro hecho noticioso son las guerras. Ahora nos ocupan las confrontaciones que se
llevan adelante en Ucrania como consecuencia de la furia que ha desatado Rusia sobre
ese país y su gente. También los conflictos de vieja data que tiene en este momento
unos decibeles de explosión elevados en la Franja de Gaza. Pero para agravar más las
tensiones, tenemos que ya resultan como moneda corriente, que desde Corea del Norte
se repliquen los ensayos con potentes armas que ponen en vilo a la humanidad entera,
temiendo lo peor de esas extravagancias bélicas del dictador Kim Jong-un.
Otro fenómeno que tiene rango de desafío universal, es el terrorismo en sus diferentes
modos, formas o manifestaciones. No es que veamos como inevitable sus andanzas,
pero sí que confirmamos que sus actores no cesan en cometer atentados descomunales y
de confesar la autoría de tales bestialidades y comunicar, con una frialdad espantosa, las
instrucciones de asesinar a mansalva a quienes tienen como blanco de sus fechorías.
No se quedan atrás los maleficios del narcotráfico, de la corrupción y la violencia generalizada que se lleva por delante vidas inocentes. Es una expansión relacionada con
otros factores económicos y hasta políticos, ya que está a la vista de todos, cómo los
tentáculos de esos negocios tan oscuros pretenden inocular los estamentos políticos y
hacerse con el control de instituciones claves de los Estados.
Las migraciones siguen su peregrinaje por los cuatro confines del planeta, unas mayores
que otras, y por distintas motivaciones, bien sea por guerras, fenómenos naturales como
inundaciones, sismos o de razones políticas como la que protagonizan millones de
ciudadanos venezolanos.
Lo importante es que cada día se ven soluciones a esos problemas. Los gobernantes de
países con previsibles fallas telúricas han ido tomando precauciones para disminuir el
número de víctimas. La democracia va ganando y recuperando terrenos perdidos ante el
fatal populismo. La lucha del bien contra el mal, en todos los sentidos y facetas, no da
tregua a la hora de frenar los desplazamientos de esas mafias que se topan con
instituciones sólidas y bien conducidas para evitar más crimines.
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