Después de una carrera sobresaliente de más de 65 años en el mundo de la música afrolatina en Venezuela, falleció el pasado lunes 3 de julio, en Caracas, la cantante Canelita Medina, una artista calificada, muy apropiadamente, por el productor, crítico musical y cronista, Federico Pacanins, como “una verdadera señora, que ética y estéticamente lo reflejaba absolutamente en su arte, el canto”, pues proyectaba “ese refinamiento popular, traducido en una pronunciación impecable y en una observación de todas las reglas naturales que tiene la vocalización”.
Nativa de La Guaira, el 6 de marzo de 1939, se inició profesionalmente en la música en 1957, a la temprana edad de 18 años, como integrante de la Sonora Caracas, no sin antes haberse presentado en programas musicales de aficionados en la radio de la época, un periplo que inició en 1955 en la caraqueña emisora Radio Continente. Su referente era la intérprete cubana Celia Cruz, quien por cierto, en una visita a Venezuela realizada en 1948, como parte de un show con Las Mulatas de Fuego, había grabado un disco respaldada por la Sonora Caracas, donde Canelita permaneció siete años, preludio de una trayectoria profesional que a lo largo de más de seis décadas dejó una impronta marcada por la excelencia y la constancia.
“Carlos Guerra, el compositor, resultó igualmente importante dentro de la carrera de ella”, destaca Pacanins, “lo mismo que Pedro J. Belisario. También grabó un disco con Víctor Piñero y después está toda la pasantía como primera voz femenina de la salsa en Venezuela, porque hace Besos brujos, que pega mucho en la radio respaldada por Federico y su Combo Latino”. Luego llega el tiempo del Sonero Clásico del Caribe, con el que graba Rosas rojas, su otro gran éxito. “En una última etapa la presentaba también Andy Durán”, puntualiza Pacanins, quien resalta también que era muy consciente de sus cualidades y hacia dónde quería dirigir su arte. “No se prestaba sino a estilos que consideraba afines a lo que ella hacía. Cantaba sones, guarachas, boleros y lo hacía con los ingredientes clásicos: soneros, afrolatinos”.
Lil Rodríguez, estudiosa de la música popular, dice de ella que “fue poseedora de una voz inconfundible, tanto por su timbre, como por su dulzura, por esa manera tan particular de entonar con esa fuerza tan dulce, porque nunca se quiso imponer. Ella siempre fue ella, con un don de gentes, y un carisma realmente inolvidables”.
“Era una Señora. Con todas las letras de la palabra Señora”, reitera Federico Pacanins, esta vez sobre la manera de ser de la cantante. “Era una mujer discreta, muy bien hablada, no le gustaban las vulgaridades, las groserías, los excesos. Daba respeto y pedía respeto. No tenía vicios. Era graciosa, porque parecía refunfuñona, pero eso era un acto de ella, porque se reía con eso”.
Su única hija, Trina Medina, se dedicó también a la música como cantante, con la misma pericia, temperamento y buen hacer de su madre. Es otra apreciable herencia que con su fallecimiento, a los 84 años, nos deja Canelita Medina. Bien por ella, hoy y siempre.
Comments