Producto nacional
- Máximo Rondón Aguirre
- hace 8 horas
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“Ya tú eres producto nacional”, sentenció mi amiga Sara, queriendo decir que mi integración a la sociedad burgalesa era completa.
Me sentí orgulloso tras 14 años de haber emigrado desde Venezuela a Burgos, la tierra de mi madre y mis abuelos. Me sentía —y me sigo sintiendo— cómodo en estas tierras, cuyas gentes tienen fama de secas y distantes. Menos expresivas y emocionales que los latinoamericanos, seguro. Pero esa forma directa, franca, y esa tendencia a darse tiempo para conocer a la gente antes de entregar la confianza y un abrazo, me gusta. En las relaciones parecen valorar la coherencia antes que la expresión de afectos vacíos que solo queda en palabras.
Sin embargo, con el paso de los días recordé algo que es obvio: por más integrado, aceptado y a gusto que esté con la cultura burgalesa, mi lugar de nacimiento y crianza fue Venezuela. También me di cuenta de que en Burgos existe una concepción parcial de la venezolanidad que, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, lleva a ver a Venezuela como un país del tercer mundo, profundamente atrasado y en manos de alguien como Nicolás Maduro. Pero Venezuela ha sido y es mucho más que eso.
No me gusta quedarme en el pasado, en esa época dorada de la Venezuela saudita, cuando era el faro de la democracia en América Latina y un ejemplo de progreso económico y social en todo el mundo. Así que prefiero quedarme en el presente, en el que la diáspora venezolana no solo está conformada por excluidos del sistema y personas con pocos recursos económicos y escasa formación. También están todos esos profesionales, emprendedores, intelectuales, hombres y mujeres luchadores que, con su patria en el corazón, dan ejemplo en todo el mundo de nuestra capacidad de reinvención, ingenio, buen humor y alegría de vivir.
Estas líneas no son para excluir a los desheredados del petróleo venezolano, a los abandonados de la clase democrática venezolana y luego traicionados por el régimen de Chávez. Estas líneas son para integrarlos a ellos, y también a aquellos que parecemos diferentes, pero que venimos de una misma tierra.
Así pues, me asumo parte de esta tierra de Burgos que me ha recibido y abierto sus puertas con generosidad. Pero también reivindico ser parte del país en que nació mi padre, en el que crecí y me formé junto a mis hermanos. El mismo que, a mediados del siglo XX, acogió a mis abuelos cuando dejaban Burgos durante la posguerra y en el que convivieron armoniosamente criollos junto a libaneses, italianos, portugueses, españoles, católicos, judíos y musulmanes.
Sí, Burgos es mi hogar, y Venezuela un pasado con el que he roto. Pero no dejo de ser venezolano. Yo, también soy Venezuela.