La victoria de Milei: nuevos desafíos
- Trino Márquez
- hace 3 horas
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La holgada victoria de La Libertad Avanza (LLA) en las elecciones legislativas del domingo 26 de octubre fue una gran sorpresa hasta para los seguidores de Javier Milei. Las encuestas previas anticipaban una cerrada competencia entre LLA y Fuerza Patria (FP), plataforma con la
cual se presentó el peronismo. Al final, los aliados de Milei obtuvieron 40,6% de la votación, contra 31,7% de FP. Aunque el mandatario no obtuvo la mayoría absoluta en el Congreso, el hecho de que superara la barrera de 30% del total de los legisladores, le otorgó la capacidad de vetar los proyectos de ley que presenten sus adversarios en el Parlamento. Además, con unas pocas alianzas podrá obtener la mayoría absoluta para llevar adelante sus propuestas de cambio.
Ese triunfo vino a despejar el sombrío panorama que se cernía para el líder liberal y los grupos que respaldan su gestión desde la Casa Rosada. La derrota de la LLA ante el kirchnerismo en los comicios provinciales de septiembre pasado en la provincia de Buenos Aires –que agrupa cerca de 40% del electorado de todo el país- presagiaba un nuevo fracaso en la consulta de mitad de período, dirigida a renovar gran parte de los senadores y diputados al Congreso Nacional. Además de aquel fiasco, expresión del malestar de la población ante el agresivo plan de ajuste de Milei y las severas políticas económicas y sociales que lo acompañan, el Gobierno –y sobre todo algunos miembros del círculo
íntimo del Presidente, entre ellos su hermana Karina y un colaborador tan cercano como José Luis Espert, quien encabezaba la lista de diputados por Buenos Aires por LLA- se vieron envueltos en episodios de corrupción, uno de los principales flancos de ataque al peronismo.
La victoria de Milei desbroza su camino hacia la relección y, en buena medida, constituye un plebiscito acerca de su gestión al frente del Gobierno. Representa un voto de confianza a su proyecto de cambio radical, arriesgada apuesta en un país donde el populismo peronista
forma parte de la cultura nacional desde hace al menos ochenta años. Desde su arribo a la Casa Rosada, si bien los argentinos han visto reducir la inflación desde los niveles tan elevados donde se encontraba, el Presidente no ha podido abatirla. Su programa de choque ha comprimido el gasto público, pero la pobreza se mantiene en una tasa elevada, con reclamos continuos del sector universitario, y los pensionados y jubilados, entre otros grupos vulnerables de la población. El deficiente funcionamiento de los servicios públicos nutre otra fuente de constantes protestas. La escases y el encarecimiento del dólar forma parte también de los motivos de preocupación de los argentinos, habituados a fijar los precios tomando en cuenta el billete norteamericano y ahorrar en divisas para protegerse de la continua devaluación del peso.
En este punto resulta capital la intervención de Donald Trump. El presidente norteamericano le prometió a Milei un auxilio financiero por veinte mil millones de dólares, que servirían para paliar la insuficiencia de divisas en Argentina, si y solo si el mandatario argentino triunfaba en
los comicios legislativos. No sería una ayuda para Argentina, sino para su aliado político e ideológico. Trump manifestó con total claridad que no estaba dispuesto a respaldar las fuerzas de izquierda, adversarios del proyecto capitalista propuesto por Milei. El mensaje del magnate norteamericano fue perfectamente entendido por los votantes argentinos: si queremos tener acceso a los dólares hay que tomar en cuenta esa advertencia. No hay que correr ninguna clase de riesgos imprudentes e incensarios. En Argentina, gran parte de los precios –como los alquileres- se fijan en dólares; si estos escasean, la inflación se dispara y
los desajustes se profundizan. Los votantes actuaron con pragmatismo y sabiduría.
Javier Milei ahora cuenta con una nueva oportunidad para demostrar que los dos años al frente del Gobierno le han enseñado a moverse en el intrincado mundo de la política. Está obligado a preservar la mayoría relativa obtenida tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado. Si quiere evitar que el peronismo se fortalezca y se convierta de nuevo en una alternativa válida, debe atraer sus eventuales aliados y establecer con ellos pactos duraderos basados en el respeto y en ciertas concesiones que, sin modificar las líneas centrales de su programa, permitan crear la gobernabilidad y estabilidad que Argentina necesita para volver a desempeñar el papel protagónico que alguna vez tuvo.
Milei tendrá que comprender que la política real no se desprende de los textos de Mises, Hayek y Nozick, sino de la comprensión de las coyunturas concretas en las que cada gobernante se ve obligado a actuar. Debería asumir que es el Presidente de todos los argentinos, incluidos quienes no han votado por él.
Ya no le queda bien portarse como un enfant terrible que se pasea desafiante con una motosierra, sino como el estadista visionario que sabe aprovechar la ayuda de Trump y el miedo al retorno del peronismo, para convertirse en la esperanza liberal y democrática en un continente plagado de miseria populista.


