En una mañana dominguera en Buenos Aires, cuando ya muchos cafés porteños están con algunos comensales leyendo el diario en papel, mientras degustan una media luna y un café.
Me encontré con el escritor Martín Kohan. Con él hablé unos minutos acerca de “La batalla
cultural”.
De la batalla cultural específicamente en el cine argentino, Martín me dijo: No se trata de
acabar con el cine, sino de crear los mecanismos para brindar espacios para la pluralidad de
pensamiento.
Ya Kohan se ha expresado acerca de la batalla cultural en el pasado. De hecho, el discurso que dio el pasado 13 de mayo en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires se hizo viral.
Acerca de la afrenta que tiene el gobierno argentino contra instituciones culturales Martín
expresó en aquella oportunidad:
“Si se abre una batalla/ una disputa cultural por ejemplo a propósito del cine, y del lugar del cine en las políticas culturales en la Argentina, estaríamos discutiendo cine. Películas, estéticas, lineamientos, qué tipo de cine, qué tipo de cine queremos, qué tipo de cine se quiere promover en la Argentina, qué tipo de cine no se quiere promover, y se pretende que tenga su propio desarrollo por fuera de alguna política de promoción”.
Además, Kohan remató: “Esa discusión sería una discusión que podemos llamar disputa
cultural/batalla cultural. Reventar el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) no es ninguna batalla cultural, es reventar el INCAA. Es una arremetida contra la cultura no es una batalla cultural. Ojalá hubiese una batalla cultural”.
Por su parte, el gobierno ha dicho que la industria cinematográfica da pérdida y por eso hay
que “reformularlo”. Lo curioso es que en contraposición a lo que dicen desde La Casa Rosada, el conocido productor Axel Kutchevasky indica que el cine argentino aporta dividendos a la economía del país:
“Están apareciendo voces demagógicas que atacan al sector audiovisual sobre supuestos que son falsos. El sector audiovisual argentino tiene una diversidad ideológica enorme… además el sector audiovisual aporta a la economía del país 5,2% de forma directa e indirecta”.
¿Por qué Kohan dice que el gobierno arremete contra la cultura?
Desde la llegada al poder del presidente Javier Milei, su administración se ha enfocado entre
otros temas a ir contra de instituciones culturales y científicas como el INCAA y CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) A quienes se les acusa de ser “espacios de adoctrinamiento político”.
Este hecho fue vendido a la opinión pública como parte de “la batalla cultural”. Y si bien es cierto que el manejo de estas instituciones fue cuestionable en el pasado reciente, la solución no pasa por abolirlos totalmente sino por revisar su funcionamiento, mejorarlo y
depurarlo. Pero hasta ahora los hechos demuestran que a la gestión Milei no le interesa
hacerlos más eficientes sino acabar con ellos.
¿Qué es la batalla cultural?
La expresión guerra o batalla cultural viene de la palabra alemana Kulturkampf, que se refiere
al enfrentamiento que tuvieron el canciller alemán Otto von Bismarck y la iglesia católica
germana entre 1871 y 1878.
Posteriormente el autor norteamericano James Davison Hunter reflota el fenómeno en su libro publicado en 1991: Guerras Culturales: la lucha por definir América. En su texto, Hunter habla de cómo la política norteamericana y la cultura norteamericana se fue transformando a través de temas polarizantes como la inmigración, el aborto, la separación iglesia-estado, el
matrimonio igualitario, entre otros.
La batalla cultural puede describirse como el conflicto entre los valores conservadores y los
progresistas.
Ojalá hubiese una verdadera batalla cultural
Como ya he escrito en esta columna, a los políticos les interesa mantener a los ciudadanos entretenidos (por no decir peleando) para que ellos puedan hacer sus negocios tras bastidores.
La verdadera batalla cultural no pasa por anular al que no opina como tú, ni cerrar instituciones, sino más bien consiste en crear espacios de debate y encuentro donde cada
quien pueda demostrar su punto de vista.
Cuando un gobierno comienza a anular a quien no comparte sus ideales, a través de la justicia y otros mecanismos de estado, se pasa a ser un gobierno autoritario.
Para cerrar mi columna de esta semana te quiero invitar a ti, amigo lector: No te quedes sólo
con lo que lees en Twitter o te dice el canal de noticias de tu preferencia. Lee también lo que
escriben y dicen los que no piensan como tu; y ya con ambas visiones, saca entonces tus
propias conclusiones.
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