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El tiempo y el valor de vivir desde adentro


La meditación nos permite explorar nuestro mundo interno para saber qué esperamos de la vida y desde qué lugar lo esperamos. Foto: terimakasih0, Pixabay
La meditación nos permite explorar nuestro mundo interno para saber qué esperamos de la vida y desde qué lugar lo esperamos. Foto: terimakasih0, Pixabay

Con el paso del tiempo, uno va entendiendo que la responsabilidad de nuestro bienestar interno no depende de las acciones de los demás, ni de sus palabras o silencios, sino de nosotros mismos. De cómo decidimos enfrentar los pequeños retos que la vida nos presenta cada día. No se trata de negar la influencia de lo externo, sino de asumir que lo esencial ocurre dentro de nosotros.


Este proceso no es inmediato. Puede tomar años y requerir mucha introspección —un análisis interno y externo— para comprender que, en lo más profundo, somos los únicos responsables de lo que vivimos y de cómo lo vivimos. Y cuando finalmente lo entendemos, ocurre algo maravilloso: dejamos de sentirnos víctimas de las circunstancias y comenzamos a ver cada experiencia como una oportunidad de aprendizaje.


Con los años, la forma en que vemos la vida cambia, pero ese cambio debe venir también desde adentro. Es necesario preguntarnos qué esperamos de la vida y desde qué lugar lo esperamos. En lo personal, siempre me he sentido afortunado porque, incluso en los momentos más adversos, he tenido la capacidad de ver oportunidades. Nunca he perdido las ganas de luchar por una meta —ya sea individual o colectiva— y eso, por sí solo, ya es una pequeña victoria.


Sería ideal que los seres humanos pudiéramos hacer este trabajo interior sin necesidad de atravesar dificultades. Pero la realidad es que, cuando enfrentamos momentos oscuros, no siempre sabemos cómo —ni dónde— encontrar la luz. Y aunque cada proceso tiene su tiempo y su razón de ser, lo importante es no quedarse pegado en él. Hay que avanzar.

Aprender. Y entender que, aunque los resultados no siempre sean tangibles, el simple hecho de recuperar la paz interna ya es un gran logro.


A lo largo de mi vida, he entendido que hay cosas que no se negocian. Puedes ofrecer apoyo, afecto, comprensión... pero eso solo tiene sentido si la otra persona está dispuesta a recibirlo, a comprenderlo, a valorarlo. Cuando no existe esa reciprocidad, cuando no hay un lenguaje común de respeto, a veces es mejor alejarse antes de seguir haciéndose daño.


Nunca me ha parecido normal, aunque ocurre con frecuencia, que tengamos que convivir con personas que nos rodean pero que son tóxicas. Personas que manipulan, que te culpan, que no asumen su parte de la realidad. Y aquí es donde uno debe decidir no quedarse en lo que duele, sino buscar las herramientas necesarias para reencontrarse con su valor humano, sin perder de vista la propia esencia.


La vida, después de todo, es un viaje corto. Un viaje lleno de cosas por hacer, virtudes por descubrir y sueños por alcanzar. Por eso debemos valorar cada oportunidad que se nos presenta, incluso aquellas que vienen disfrazadas de desafío. Nuestro mayor valor está en la capacidad de transformar lo que nos rodea en una oportunidad de mejora y crecimiento personal.


Hablar de motivación puede parecer un cliché, pero encontrar la motivación interna es un trabajo diario. No se trata de lo material, que muchas veces es pasajero, sino del aprendizaje, las vivencias y los recuerdos que acumulamos a lo largo del camino. Esos tesoros que debemos cuidar y disfrutar, especialmente cuando estamos rodeados de personas que nos quieren, nos apoyan y nos valoran en nuestra esencia.


No es fácil, pero como seres humanos tenemos la capacidad de soltar lo que nos hace daño, de convertir el dolor en aprendizaje, y de seguir adelante con la convicción de que estamos en un mejor lugar. Quizás incluso, en el momento indicado.


Todos los días tenemos algo que aprender. Y nuestro compromiso —con nosotros mismos y con quienes nos rodean— debería ser el de buscar la felicidad, compartirla y aprender juntos. Porque cada persona que nos acompaña, de una forma u otra, siempre tiene algo que enseñarnos.



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