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El cuerpo femenino


El cuerpo de la mujer tiene la capacidad única de dar vida a otros ser humano. Foto: Boris González, Pixabay

A lo largo de la historia el cuerpo humano ha sido tomado en cuenta en diferentes áreas del

quehacer intelectual, en el arte, en la religión, en la filosofía. Si damos una mirada al arte griego en la antigüedad, vemos la admiración que por el cuerpo humano sentían, no se

cansaban de intentar representarlo como perfecto, y hoy en día nosotros no dejamos de

emocionarnos y sentir la grandeza de la cultura griega cuando nos encontramos frente a la

Venus de Milo o el Discóbolo.


Pero esta admiración por el cuerpo humano se fue transformando, y en la época medieval con el cristianismo el cuerpo pasó a ser ese elemento que nos puede alejar de la vida ideal, la vida dedicada a la adoración de Dios. El acercamiento al ser divino es por la vía espiritual, por lo que se debía controlar las afectaciones, inclinaciones y pasiones nacidas del cuerpo.


Paulatinamente, y a partir del renacimiento el cuerpo humano toma otra perspectiva. Los

avances de los estudios en medicina a partir de esta época ayudaron a aproximarnos, tratar y

cuidar el cuerpo humano de una nueva manera, por ejemplo la realización de disecciones se

empezó a realizar con mayor frecuencia, lo que generó adelantos en el ámbito de la anatomía.


Hasta este momento nos aproximamos al cuerpo humano en general, pero éste muestra modos, en tanto que cuerpo humano es el masculino y el femenino, que se presentan como diferentes tanto física, fisiológica, anatómica, estética y hasta intelectualmente. Por ejemplo, para Aristóteles la mujer es un ser imperfecto que no logó un desarrollo cabal, por lo que no puede contralar sus emociones y pasiones. Mientras que Descartes sostendrá la igualdad de la razón y del buen sentido independientemente del sexo, la raza, etnia, cultura, religión o color.


Estos modos del cuerpo centraron la discusión desde el siglo XVII y XVIII, por ejemplo el

pensador ilustrado J.J Rousseau, afirma que la diferencia de sexo hace a la mujer más apta

para unos espacios, distintos de aquellos donde se desarrolla el hombre. Estos modos del

cuerpo humano contribuyeron a asignar actividades, hábitos, costumbres, modos de

comportamientos y lugares físicos, apropiados para cada sexo. Las mujeres eran más aptas

para el espacio doméstico, mientras los cuerpos varoniles se desarrollaban en los combates, en las luchas, en la cacería, y particularmente en el ámbito político y religioso, es decir, afines al poder. Aunque siempre hubo excepciones.


Con la proclamación que asoma la modernidad de las igualdades intelectuales se inicia todo un proceso para disolver estas deferencias de espacios, costumbres, hábitos, destinados a un sexo o al otro. Aunque los logros han demorado los intentos femeninos por disolver esta situación de segregación se iniciaron unos siglos antes que la oleada radical feminista de esta época. Con los movimientos feministas en pro de la igualdad se afirma que las diferencias corporales no conducen a limitaciones, ni conductas, ni tratos diferentes. Todos los seres humanos como seres racionales nos orientamos, conducimos e interpretamos la realidad desde la razón, porque las afecciones corporales nos son determinantes. Por tanto, la mujer debe recibir un trato igualitario, porque supuestamente no existe un algo femenino que nos haga diferentes.


Sin embargo, creo que el cuerpo visto desde una manera personal y particular nos configura

tanto en nuestra realidad y relación con los otros. El reconocimiento de un cuerpo como

agradable o desagradable, capaz o incapaz para ciertas actividades afecta nuestra manera de

concebirnos. Por ejemplo, mi estatura no me permite ser la rival de Yulimar Rojas (campeona

mundial de triple salto).Y como decía Oscar Wilde, la belleza de la mujer es la clase de genio

que no necesita explicación.


Por otra parte, el cuerpo impone sus razones y limitaciones. Si nos detenemos a ver y entender la corporalidad femenina y la relación que establecemos con ella, podemos percibir que no somos iguales al hombre. Hay una serie de situaciones derivadas del sexo femenino que si no son atendidas conducen, no a la igualdad sino a la degradación de la mujer, circunstancias que no debemos dejar de reconocer y evaluar. Tomemos en esta ocasión todo lo que hoy en día se comercializa del cuerpo de la mujer, como el alquiler de vientres, la venta de óvulos y la leche materna. Sin contar la profesión más antigua del mundo. Mientras que el hombre se limita a la venta de espermatozoides.


Muchas de estas actividades se encubren bajo el supuesto donativo, colaboración y solidaridad con aquella mujer que justamente su cuerpo no le ha permitido concretar sus deseos de maternidad. Limitándonos a la mujer que alquila su vientre. Cuántas mujeres africanas no han tenido que pasar por el doble dolor de tener que alquilar su vientre como cualquier máquina de una fábrica, ver su cuerpo como un medio de subsistencia, y luego de meses de cargar otro ser en su vientre tener que entregarlo como tal producto fabricado. Destacando que la venta de espermatozoides no tiene el mismo apego, vinculo, ni afectación que el alquiler de un vientre. Si el contra argumento es decir que estas mujeres no sufren esa separación, que ya están acostumbradas o que simplemente es un negocio nos dice dos cosas. Primero, si estas mujeres ven el alquiler y entrega del hijo como un negocio nos lleva a pensar que el trato y la concepción que de la mujer socialmente se ha establecido es el de un cuerpo meramente reproductivo, como una impresora, una máquina de hacer helados, que se les introduce una materia y la transforman en un producto. Segundo, asumir que la mujer no tiene ninguna afectación emocional en todo este proceso es despojarla de una de sus cualidades que la caracteriza como ser humano, porque la mujer es capaz de reconocer que el crecimiento de otro ser en su vientre no es igual que una apendicitis, hay la conciencia de que ese otro es potencialmente una vida humana y que llevarla al acto es lo propio de la maternidad. No admitir la posibilidad de esta conciencia es intentar arrancar de la mujer su capacidad de pensar al otro. No en vano la discusión del aborto es tan polémica.


La comercialización del cuerpo femenino nos obliga a pensar y reflexionar en cómo entender

y proteger lo propio de la mujer. Si no defendemos nuestra feminidad cada día más nos verán

y comercializarán como una vaca, evaluando la variedad de los cortes de nuestro cuerpo,

vientre, óvulos, leche. Las mujeres pasamos de ser la femme fatale, la causante de

infidelidades, de las pasiones más locas de los varones a ser la sección de productos materno-infantil en el supermercado contemporáneo de órganos humanos. ¿Llegaremos a la clonación?


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