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Chile: normalidad a pesar de los extremos

Jeannette Jara y José Antonio Katz representan dos concepciones de la realidad contrapuestas.
Jeannette Jara y José Antonio Katz representan dos concepciones de la realidad contrapuestas.

El triunfo en la primera vuelta de las elecciones chilenas de Jeannette Jara, del Partido Comunista Chileno, y José Antonio Katz, del ultraderechista Partido Republicano, muestra de nuevo cómo el electorado de una gran parte de América Latina y el mundo, se siente cada vez más atraído por las posiciones políticas extremas. El centro parece haber perdido magnetismo. La moderación, los cambios progresivos y acompasados aparentemente no seducen; aunque luego, cuando los abanderados de los extremos llegan al poder, se ven

obligados a domar sus impulsos.


Los votantes chilenos optarán entre Katz, un aspirante que cree ciegamente en las fuerzas del libre mercado, con una visión del Estado según la cual su intervención en el proceso económico debe ser mínima; y Jara, candidata comunista que, si aspira a ser consecuente con su visión teórica, tendrá que plantearse subordinar el mercado a la planificación central y a los intereses supremos del Estado. Se trata de dos concepciones de la realidad contrapuestas.


En Chile está repitiéndose la experiencia de Colombia, cuando a la segunda vuelta de los últimos comicios presidenciales concurrieron el actual mandatario Gustavo Petro, exmiembro del grupo izquierdista insurreccional M-19, vinculado con el Foro de Sao Paulo, y el fallecido

empresario Rodolfo Hernández, de clara tendencia liberal. En Argentina, dentro de un contexto político diferente, se produjo la confrontación entre Sergio Massa, peronista moderado vinculado con la socialdemocracia, y el libertario anarco capitalista, según él mismo se define, Javier Milei.


Los discursos radicales de los aspirantes tienden a atenuarse cuando estos alcanzan la presidencia de la República. Gobernar constituye un desafío demasiado exigente para amarrarse a discursos abstractos, generalmente extraviados en el espacio sideral.


En Chile, el joven izquierdista Gabriel Boric tuvo que ajustar sus exageradas ofertas electorales de cuando era candidato, para adaptarlas a la realidad de un país que había estado sometido durante casi dos décadas a la bota de Augusto Pinochet; y luego había vivido un largo ciclo de gobiernos democráticos, todos pragmáticos, centristas y moderados.

La inexperiencia le jugó una mala pasada a Boric. Nunca logró conformar un gabinete competente que afrontara con resolución y eficiencia los problemas de la nación. Ha sido un demócrata cabal, pero en el plano de las realizaciones se quedó demasiado corto. Fue

desbordado por las dificultades y los retos, incapaz de responder como los chilenos esperaban. En la esfera política, no pudo concretar una de sus ofertas electorales más importantes: sustituir la Constitución pinochetista por una elaborada durante la era democrática. Su propuesta fue presa de las garras de los factores más radicales de la alianza que lo ha acompañado. El electorado la desechó. Su gobierno cuenta con un bajo nivel de aceptación y popularidad.


Ese desencanto se expresó en la primera vuelta del domingo 16 de noviembre. Jeannette Jara no logró alcanzar ni siquiera la cota de 30% que vaticinaban las encuestas. La exitosa exministra del Trabajo, ahora tiene que cargar con el desprestigio del gobierno de Boric.


Lo más probable, según proyectan los sondeos de opinión, es que José Antonio Katz se convierta en el próximo Presidente de Chile. Ya la mayoría de los aspirantes que no pasaron a la segunda vuelta le han expresado su apoyo. Tendría que ocurrir una hecatombe para que el representante del Partido Republicano fracase. Sin embargo, Katz ha demostrado haber madurado y entendido los sinuosos laberintos de la política. Es la tercera vez que compite por la presidencia. En la elección pasada perdió frente a Gabriel Boric.


Durante la campaña, Katz evitó referirse a espinosos temas ligados a la descalificación del movimiento LGTB, derechos reproductivos, el medio ambiente y el cambio climático. Todos polémicos. Se centró, más bien, en los problemas relacionados con la seguridad y el orden público, la lucha contra el crimen organizado, y blindar las fronteras y combatir la inmigración ilegal, asunto tan sensible en el Chile actual.


En la dimensión económico y social, de nuevo asumió la defensa de la economía de mercado, reducir los impuestos y focalizar el gasto social en los grupos más vulnerables de la población. El candidato de la derecha fue capaz de tomarle el pulso al país y centrarse en las demandas de la gente.


De la primera vuelta hay que destacar la normalidad del proceso electoral, la ponderación con la que actuó el Gobierno nacional y el presidente Boric. Todo fluyó sin sobresaltos ni desmesuras. A las pocas horas, Chile y el mundo entero se enteraron de los resultados sin vivir momentos de angustia. Seguramente la segunda ronda terminará igual.


Chile ha demostrado ser una democracia seria y estable, aunque su opción se ubique entre dos extremos.


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