El 21 de septiembre mi amigo Rafael Méndez publicó en su cuenta de Instagram una serie de fotos de una mujer que fue bella por fuera y más bella todavía por dentro. “Con gran tristeza escribo para despedir a una gran SEÑORA, en toda la extensión de la palabra”, empezaba su publicación.
Libertad o Berta, como la conocimos quienes tuvimos ese privilegio, vino a Venezuela con su marido, en busca de nuevas oportunidades y un futuro mejor. Su vida es un ejemplo vivo de cómo la determinación y el trabajo duro hacen sueños realidad.
Su historia comenzó en las verdes colinas de Asturias, donde nació y creció rodeada de la rica cultura y tradiciones del norte de España. Se casó con un gallego, Francisco Rodríguez Sobral. Venezuela, en aquel momento, ofrecía prosperidad. Como tantos inmigrantes españoles, vinieron a trabajar, a construir un nuevo hogar lejos del país que los vio nacer y a la vez, a ayudarnos a hacer de Venezuela el gran país que fue hasta que nos cayó la desgracia.
Al llegar a Venezuela, Berta y Francisco se enfrentaron a numerosos desafíos. Sin una red de apoyo y con recursos limitados, tuvieron que adaptarse rápidamente a su nuevo entorno. Francisco encontró empleo como mesonero, trabajando largas horas para mantener a su pequeña familia. Mientras tanto, Berta, con su espíritu emprendedor, empezó a buscar formas de contribuir económicamente. Fue entonces cuando decidió aprovechar sus habilidades culinarias y comenzó a preparar tequeños, el más popular de los pasapalos venezolanos. Los suyos siguen siendo los más deliciosos que he probado en mi vida. Debe ser porque siempre los hizo con amor y ese amor quedó en la receta tantas veces replicada.
Con el tiempo, Berta y Francisco ahorraron lo suficiente para abrir su propio negocio, Festejos MAR. Su dedicación y esfuerzo constante dieron frutos, el negocio comenzó a prosperar y la familia a crecer. La fortuna que amasaron no solo fue resultado de su arduo trabajo, sino también de su capacidad para innovar y adaptarse a las necesidades del mercado.
A pesar de su éxito, Berta nunca perdió su humildad ni su generosidad. Nunca olvidó los tiempos difíciles y siempre se esforzó por ayudar a quienes lo necesitaban. Berta y Francisco proporcionaron empleo y apoyo a muchas familias. Por eso mi amigo Rafael tiene razón al decir que despedimos a una gran señora, a una gran dama.
El concepto de “dama” ha evolucionado significativamente a lo largo de la historia y obviamente varía dependiendo del contexto cultural, social y temporal. Sin embargo, hay ciertos atributos y comportamientos que pueden considerarse característicos.
Una dama suele ser reconocida por su cortesía y buenas maneras. Se comporta de manera respetuosa y considerada con los demás, independientemente de las circunstancias, como siempre lo hizo Berta. Siempre pedía las cosas "por favor" y siempre daba las gracias. Escuchaba activamente y mostraba empatía. La generosidad no se refiere únicamente a compartir recursos materiales, sino también a ofrecer tiempo, atención y apoyo emocional. Berta fue verdadera consigo misma a la vez que respetó las diferencias y perspectivas de los demás.
En ella fue cierto que la inteligencia no se mide solo por títulos académicos, sino también por la curiosidad y el deseo de entender el mundo que la rodeaba. Y la integridad es un componente clave de lo que hace dama a una dama: actuar con honestidad y mantener altos estándares éticos en todas las áreas de la vida, prácticas que definen a una persona íntegra, así fue Berta.
Ser una dama también implica tener la fortaleza para enfrentar desafíos y la resiliencia para recuperarse de las adversidades. Berta tuvo la capacidad de manejar ambas situaciones con gracia y dignidad.
Berta Rodríguez de Rodríguez siempre mantuvo una combinación de atributos personales, comportamientos y valores que reflejaron en todo momento cortesía, autenticidad, inteligencia, compasión, integridad, elegancia, resiliencia, independencia y capacidad de comunicación.
Te vamos a extrañar, Berta. Pero como me dijo tu hija Mari Rodríguez de Salgado, “Mamaíta ya está con sus hermanas”. Fue un honor conocerte y más que eso, que me consideraras tu amiga. Envío a toda mi querida familia Rodríguez Rodríguez mi más sentido recuerdo de su esposa, mamá, abuela y bisabuela ejemplar.
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