En tiempo en las que autoridades como la Organización Mundial de la Salud(OMS) manifestó que existen según los estudios, resistencia al uso excesivo de antimicrobianos no sólo en la gente sino en el ambiente y en los animales, sobre todo en los que sirven como alimento, el conocimiento ancestral del uso de plantas medicinales podría servir para fortalecer el sistema inmunológico en estos tiempos.
Si echamos la vista atrás, veremos que el uso de los vegetales para combatir a las bacterias no es nada nuevo.
Antes de existir las neveras, las piezas de caza y de pesca se cubrían con romero o tomillo, que permitían conservar estos alimentos más tiempo en buenas condiciones. Posteriormente se retiraban, pero siempre quedaba algún resto, por lo que ambas plantas pasaron a formar parte de muchas recetas tradicionales de carne y pescado.
Hoy existen evidencias científicas de que los aceites esenciales que contienen las hojas tanto del tomillo como del romero presentan actividad antimicrobiana.
De acuerdo a una información publicada en El Nacional, los aceites esenciales son sustancias volátiles que dan olor y sabor a muchas plantas, lo que les confiere interés para la industria farmacéutica, cosmética, alimentaria y de perfumes. Constituidos por mezclas complejas de unos compuestos orgánicos llamados terpenos y fenilpropanoides (entre 20 y 60 sustancias distintas normalmente), presentan además capacidad antibacteriana, antifúngica, antiparasitaria o incluso antiviral.
Alguna de las sustancias que los componen, como el mentol, el anetol o el limoneno, pueden resultarles familiares al lector. Aunque en ocasiones, el aceite esencial completo es más eficaz que los componentes por separado, puesto que estos actúan de manera sinérgica.
Estos aceites se acumulan principalmente en las hojas, caso de la menta o el eucalipto, y las flores, como ocurre con la rosa o la manzanilla. Pero también pueden encontrarse en otras partes de la planta: la corteza (canela), el leño o tronco (sándalo), los frutos (anís), las semillas (nuez moscada) o los órganos subterráneos (jengibre y vetiver).
Al ser muy irritantes, deben utilizarse siempre diluidos y normalmente no es conveniente administrarlos por vía oral (nos referimos al aceite esencial aislado, no a la planta que lo contiene).
Beneficios del eucalipto, el tomillo, el apio, la manzanilla
Las pruebas científicas del poder antiséptico de los aceites esenciales son muy numerosas:
Aceite esencial del eucalipto: además de ser antitusivo y expectorante, tiene propiedades antisépticas en las vías respiratorias.
Componentes del aceite esencial del árbol del té, de algunas especies de lavanda o del eucalipto: actividad bactericida frente a bacterias multirresistentes.
Aceite esencial de algunas especies de tomillo y apio: ataca a la bacteria Helicobacter pylori.
Aceite esencial de orégano: eficaz para la higiene de manos.
Aceite esencial de sándalo o manzanilla: útil para la higiene y el mal olor de los pies.
Aceite esencial de limón, salvia, tomillo o lavanda: desinfección de superficies.
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