La hambruna y limpieza étnica de Netanyahu
- Trino Márquez
- hace 1 día
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Benjamín Netanyahu, el eterno primer ministro israelí soportado en el Gobierno por la ultraderecha de su país, está llevando a cabo en la Franja de Gaza una labor de exterminio y limpieza étnica basada en tres pilares fundamentales: la incursión del ejército israelí por vía terrestre, los continuos bombardeos de la aviación y el uso del hambre –holodomor- como mecanismo de sometimiento y aniquilación. La población palestina en Gaza, un poco más de dos millones de personas, está siendo desplazada y arrinconada en la zona sur de la Franja, donde la mayoría vive en condiciones infrahumanas. Desde que comenzó el conflicto, hace casi dos años, han fallecido más de 58.000 personas, la mayoría de ellas mujeres, ancianos con dificultades para desplazarse y niños.
Durante las semanas recientes, Netanyahu ha utilizado una nueva forma de atrocidad: asesinar a gente que, desesperada por el hambre, se acerca a buscar alimentos a alguno de los apenas cuatro centros de distribución que su gobierno permitió instalar en la Franja. Todos
situados al sur de la Franja, donde el primer ministro quiere ubicar, en campos de concentración, a la población gazatí. Desde que esos centros están operando han fallecido cerca de mil personas por proyectiles disparados por el Ejército o por las estampidas incitadas por las detonaciones provocadas por los soldados. El Gobierno israelí se ha limitado a señalar en algunos casos que ha habido "excesos" de parte de la tropa, o que ha habido "lamentables errores". Lo que no dice es que esos "errores" se repiten continuamente sin que los responsables aparezcan jamás.
Las denuncias de las monstruosidades que Netanyahu está cometiendo en Gaza –y también, en menor medida, en Cisjordania- han sido ampliamente documentadas por la mayoría de los medios de comunicación independientes con reporteros que transmiten directamente desde el escenario de los acontecimientos: TV Española, Deutsche Welle, BBC de Londres y CNN son algunas de la televisoras que se encargan de fundamentar los hechos en torno al horror de la guerra desatada contra los palestinos y la precaria situación de los gazatíes. También en torno del tema escriben analistas de los más prestigiosos periódicos y revistas del mundo.
The New York Times, The Economist, Foreign Affairs, Foreign Police, The Atlantic, son algunos
de esos medios. Ninguno de ellos puede ser descalificado por antisemita, por avalar el asalto perpetrado por el grupo terrorista Hamás el 7 de octubre de 2023 o por restarle gravedad a ese acto criminal. Al contrario, la prensa independiente del mundo ha sido firme en el repudio y la condena a ese episodio. Sin embargo, ese reproche severo y la solidaridad con Israel no ha conducido a respaldar la vorágine de sangre desatada por Netanyahu a partir de aquel deplorable episodio.
Los cuestionamientos al primer ministro no se circunscriben al exterior. También dentro de su país, Netanyahu ha sido objeto de duros cuestionamientos por parte de la oposición, que lo ha acusado de elevar la violencia y bloquear cualquier camino que conduzca a la paz, con el
fin de ocultar los casos de corrupción por los cuales está siendo acusado en los tribunales.
Dentro del mundo académico han surgido severos críticos que lo recriminan. Entre ellos destaco a Gadi Algazi (Tel Aviv, 1961), historiador social, profesor de Historia en la Universidad de Tel Aviv, especialista en historia de Israel y Palestina en las décadas de 1950 y 1960.
Recomiendo leer su breve ensayo Netanyahu usa el hambre como arma de guerra, publicado en El País en la edición del 19 de julio pasado. Podrán ver de la pluma de un docente israelí cómo Benjamín Netanyahu ha ido urdiendo la estrategia para exterminar a los palestinos,
reducirlos a campos de concentración y deportarlos a países de acogida.
Lo que más me impresiona del comportamiento de Netanyahu es la arrogancia con la que actúa. Su soberbia y el desprecio que siente por la vida humana. Antepone sus propios intereses, y los de una fracción de la élite política y del pueblo israelí, a los intereses de la mayoría de la nación. Se deleita inflamando conflictos que podrían atenuarse por la vía
de la negociación diplomática y el ejercicio de la Política como el arte para resolver conflictos espinosos. La liberación de los rehenes o su rescate vivos o muertos, dejaron de ser la razón de la intervención militar en Gaza, dando paso a la idea de exterminio. Al desplazamiento
de todo un pueblo.
Su comportamiento ha provocado la furia de numerosos familiares de los rehenes que aún se encuentran retenidos por Hamás. Hasta su mentor Donald Trump ha mostrado incomodidad por la forma cruel como actúa el gobernante israelí. La historia demuestra cómo, sobre todo en graves conflagraciones, la Política debe ponerse en práctica para reducir o acabar con la confrontación. Por la vía de la violencia destructiva e implacable, Netanyahu nunca acabará con Hamás ni logrará la paz en el Medio Oriente.
Frente a Netanyahu, los gobiernos civilizados del mundo están obligados a ir mucho más allá de declaraciones como la expresada en el reciente documento firmado por los veinticinco países de la Unión Europea que lo conminaron a finalizar la guerra. Ya la Corte Penal Internacional (CPI) emitió una orden de arresto contra él por crímenes de guerra y crímenes de la lesa humanidad. Ahora hay que cumplirla.
Por mi parte, me siento en la obligación moral de oponerme y denunciar el holodomor y la limpieza étnica emprendida por Netanyahu.