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Dos canciones y un poema para despedir el año


Música y poemas que forman parte de la tradición latina el último día del año. Foto: Alexandra_Koch en Pixabay

Oswaldo Oropeza no esperaba tener éxito con "Faltan 5 pa' las 12"


Este domingo 31 de diciembre se despide el año 2023 y damos la bienvenida al 2024. En Venezuela, y otros países latinoamericanos, las familias se reúnen para iniciar el Año Nuevo en compañía, deseándose entre sí dicha y prosperidad.


Aparte de las comidas tradicionales y los agüeros, como el de meterse lentejas en los bolsillos de la ropa, o de salir a dar una vuelta con las maletas, la música también hace eco cada fin de año.


Por un lado, los clásicos bailables son infaltables, pero por el otro existe un tema musical que algunas personas ponen a todo volumen cinco minutos antes de la llegada del Año Nuevo.


Dicha interpretación lleva el nombre de "Faltan cinco pa’ las doce", su ritmo es un poco melancólico y despierta los sentimientos en más de uno en la fecha decembrina.


Precisamente, debido a la popularidad que tiene la mencionada canción, vale la pena hacer un recuento de cuál es el origen de su creación y otros datos.


Lo que se sabe acerca de esta composición musical


“Las campanas de la iglesia están sonando/ anunciando que el año viejo se va/ la alegría del Año Nuevo viene ya/ los abrazos se confunden sin cesar. Faltan cinco pa’ las doce, el año va a terminar/ me voy corriendo a mi casa a abrazar a mi mamá”, son las primeras estrofas de la famosa canción de fin de año.


Entonces, "Faltan cinco pa’ las doce" es de los llamados himnos de Año Nuevo que pone a llorar y descongela recuerdos, en especial en quienes tienen un ser querido o allegado fallecido.


La voz detrás del tema es del que fue cantante y actor venezolano Néstor Jesús Zavarce Sierralta, y la composición es de su compatriota Oswaldo Oropeza en el año 1963.


En un principio, la canción estuvo planteada como parte de un álbum musical titulado "El gallo pelón", pero tras su lanzamiento comenzó a tener mucha aceptación de parte de los oyentes venezolanos y en el resto de países de habla hispana,ntre ellos Colombia, Perú y Ecuador.


De hecho, el boom de "Faltan cinco pa’ las doce" fue el que le permitió a Néstor Zavarce y a Oswaldo Oropeza tener una mejor vida en términos de adquisición monetaria, pero también de reconocimiento internacional. Con información de Msn




La historia del "Año viejo"


"El Año Viejo" la composición interpretada por el mexicano Tony Camargo, es un tema clásico escuchado por miles de familias durante la noche en la termina un año y comienza otro.


“Ay, yo no olvido al año viejo porque me ha dejado cosas muy buenas./ Me dejó una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra", versos que se han convertido en un himno en las familias de varios países. La canción, con una letra muy sencilla y una música pegajosa, fue grabada, por primera vez en el año 1953.


Su compositor fue el colombiano Crescencio Salcedo, la canción supo reflejar aquellas emociones que sienten en estas épocas.


Salcedo siempre hacía alusión a su origen, el cual lo convirtió en un “recogedor de sonidos” al escribir canciones. Nació en Palomino, Bolívar, el 27 de agosto de 1913 y creció entre los agrestes campos, con hacha y machete, ordeñando vacas y sembrando sueños.


Hace 71 años, en 1952, Tony Camargo se encontraba de gira y llegó a Caracas, Venezuela, donde le presentaron unos papeles con apuntes sobre una canción: se trataba de "El Año Viejo" que estaba pensada originalmente para el género de cumbia.


A su regreso a México, decidió grabar la canción con la disquera RCA en 1953, e incluirla en su primer material de larga duración.


La canción, que se despide del año de una forma alegre gracias a sus trompetas y coros, se volvió desde su lanzamiento en un éxito rotundo. Los coros fueron realizados por el trío Las tres Conchitas, integrado por Refugio "Cuca" Hernández y las hermanas Gudelia y Laura Rodríguez.


A pesar del éxito de "El Año Viejo", Tony Camargo nunca conoció personalmente a Crescencio Salcedo, autor de la letra que lo llevó a obtener reconocimiento a nivel internacional. “(Me lamento) de no haber ido a Colombia a conocer a Crescencio Salcedo y darle un abrazo”, dijo en una entrevista. Con información de Elfinanciero




Las centenarias Uvas del Tiempo


Andrés Eloy Blanco escribió su gran poema añorando a Venezuela desde Europa el 31 de diciembre de 1923. Estableció una tradición esa “noche en que todos se ponen en los ojos la venda… por lo que viene y por lo que se queda… ”


“Mi soledad y tu recuerdo, madre, marchan, como dos penas”, escribió desde Madrid, “solo… tan solo”, sumergido en “toda la acidez del mundo”, un joven cumanés de 27 años que había viajado a España a recibir un premio de poesía.


La estancia se prolongó varios meses y aunque las circunstancias de su viaje pudieron haber sido agradables, califican para un exilio clásico de añoranza, sensación que hoy millones de venezolanos viven incluso estando dentro del país. “Y ahora me pregunto: ¿Por qué razón estoy yo aquí? (…) Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria, ¡cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella!”.


En la Venezuela de 1923 imperaba la opresión y el atraso caudillista y Andrés Eloy Blanco ya había sido apresado varias veces. Aún así, quería volver. “Tienen el ácido de lo que fue dulzura las uvas de la ausencia”.


Según una anécdota referida en 2018 por el escritor trujillano Juan Carlos Chirinos, y reseñada por ElUniversal, Blanco creó Las uvas del tiempo porque perdió el barco de regreso y tuvo que pasar la Nochevieja de 1923 cerca de la Puerta del Sol de Madrid. “Para mí, este poema y el fin de año en casa de mis padres en Valera son la misma cosa”, apuntó.


El texto se convertiría en una tradición radial venezolana y en otros países de reflexión antes de las solemnes campanadas cada 31 de diciembre “por lo que viene y por lo que se queda”, minutos antes de la algarabía, el himno nacional y los incontables abrazos, fuegos artificiales y gritos entre “las manos que se buscan con la efusión unánime de ser hormigas de la misma cueva”.


Además, al ser tan radiado y hasta televisado, de cierta manera popularizó el género de la poesía. “Es un clásico de las letras venezolanas que trascendió al mundo. Su vigencia es imperecedera”, comenta el abogado Jesús Correa Salinas, fanático de Blanco por casi siete décadas.


“Lo escribió con amor y nostalgia por su terruño, por su familia y sobre todo por el recuerdo de su amada madre, en la oportunidad del cierre de un año. Hallándose fuera de su país tuvo la extraordinaria inspiración, la feliz musa, permitiéndole elevarse al pináculo de la poesía popular y sentimental, y propiciar su figura como el gran poeta de Venezuela. Desde niño memoricé sus poemas cuando a los 12 años compré en el Centro Simón Bolívar de Caracas la colección completa de sus obras”.


Eugenio Hernández-Bretón, miembro de la Academia Venezolana de Ciencias Políticas y Sociales, recuerda que “De niño, cada Nochevieja sonaba el viejo disco con la voz de Andrés Eloy Blanco declamando Las uvas del tiempo. Para mi mamá y mis tías era escuchar la voz del tiempo que ya no era y la voz de los que querían que estuviesen allí con nosotros. Es como hoy, es como siempre: el deseo de una familia unida y junta para esperar la venida de un tiempo mejor. El mismo sentimiento de millones de venezolanos hoy, de los que están fuera y de los que quedan dentro del país”.


Las doce uvas de Andrés Eloy Blanco no se desgranan con las manos, sino se “desangran” con los labios, los mismos que “están bebiendo de tu seno” materno, “racimo de la parra buena”. Esa última noche de 1923 el poeta honraba los recuerdos de su natal Cumaná y de Caracas – “el cañonazo en la Planicie” -, a donde se mudó para estudiar Derecho y comenzar a forjar lo que sería su sitial en la historia nacional como político socialdemócrata -fundador del partido Acción Democrática-, prócer y escritor, miembro de lo que luego se llamaría “la Generación del 28”.


En esos versos contrasta las costumbres caribeñas con las de Madrid, capital donde en septiembre de ese año el militar Miguel Primo de Rivera se había hecho del poder a la fuerza. Al comparar aquella ciudad con las plazas venezolanas sentencia que allá “no se abrazan ni gritan: '¡Feliz Año!', como en los pueblos de mi tierra; en este gozo hay menos caridad; la alegría de cada cual va sola, y la tristeza del que está al margen del tumulto acusa lo inevitable de la casa ajena”.



De manera que esta noche se nos va un año. Unos saldrán corriendo cuando falten cinco pa'las doce para abrazar a la madre; otros arrancarán del racimo una uva con cada campanada de la Catedral y unos terceros harán un balance de por qué no olvidan al año que se va. Pero todos gritarán... Feliz año.



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