¿Elon Musk en la ruta hacia el poder político?
- Vladimir Gessen
- 5 jul
- 14 Min. de lectura
¿Puede un tercer partido liderar el Congreso y cambiar a Estados Unidos? El centro político lo espera: ¿Es el inicio de un cambio político?
El empresario más influyente del siglo XXI
Elon Musk no es simplemente un empresario exitoso y el hombre más rico del mundo. Es una figura global que simboliza innovación, ruptura de paradigmas y desafío a las estructuras tradicionales. Nacido en Sudáfrica se hizo estadounidense, ha transformado sectores enteros, desde los vehículos eléctricos con Tesla, pasando por la exploración espacial con SpaceX, las telecomunicaciones con Starlink, la neurotecnología con Neuralink hasta la inteligencia artificial con xAI. Además, fue la persona clave que llevo a Donald Trump a la Casa Blanca. También, es propietario de la red social X (antes Twitter), lo que le da un megáfono planetario sin filtro.
Más allá de su genio tecnológico, Musk ha asumido una voz política cada vez más activa. Ha criticado tanto a demócratas como a republicanos, denunciando la polarización, la ineficiencia del sistema, y el desplazamiento de ambos partidos hacia los extremos. En múltiples ocasiones ha sugerido, en serio o en tono provocador —como suele hacerlo— la necesidad de un tercer partido político en Estados Unidos que represente a quienes ya no se sienten identificados ni con la derecha conservadora ni con la izquierda progresista. En 2022, tuiteó que, de fundar un partido, lo llamaría el “Partido Moderado”. La idea quedó resonando… Hoy plantea el “American Party”.
¿La desaparición del centro político en EEUU?
Desde el año 2000 —y con mayor fuerza desde 2016— el sistema bipartidista estadounidense ha experimentado una polarización ideológica que ha desplazado el centro político, y los ignorados deploran el golpe.
El Partido Republicano, tradicionalmente una coalición de conservadores fiscales, libertarios moderados y religiosos tradicionales, se ha transformado. Desde la irrupción del Tea Party en 2009 —como reacción al gasto público, a las políticas de Barack Obama, y a una supuesta amenaza socialista— comenzó a radicalizarse una parte importante de su base. Esta ola abrió paso a una narrativa más confrontacional, anti-establishment y populista. Años después, con la llegada de Donald Trump en 2016, el partido terminó de redefinir su identidad, empujándose hacia una derecha conservadora autocrática, nacionalista, escéptica de la globalización, crítica de la élite científica y mediática, y favorable a políticas de control migratorio, proteccionismo económico y prioridad del orden público por encima de los derechos civiles. El movimiento MAGA (Make America Great Again) consolidó este giro, convirtiéndose en la bandera emocional e ideológica de millones de votantes republicanos. Si bien aún existen voces moderadas dentro del partido, el centro ha sido desplazado casi por completo.
El Partido Demócrata, por su parte, ha girado progresivamente hacia una izquierda socialista democrática, alejándose de las posturas centristas que marcaron el liderazgo de Bill Clinton en los años 90 bajo la llamada "Tercera Vía". Tras la crisis financiera de 2008, emergió una nueva generación de líderes y votantes que exigía una mayor intervención del Estado para corregir las desigualdades estructurales. El movimiento Occupy Wall Street (2011) puso en el centro del debate la brecha entre el 1% más rico y el resto de la población, sentando las bases ideológicas para una reconfiguración del partido. A partir de entonces, el discurso demócrata se ha orientado hacia una mayor equidad, la justicia social, la ampliación de derechos civiles, el feminismo interseccional, una transición energética acelerada y políticas redistributivas que incluyen aumentos de impuestos a los más ricos, expansión de la salud pública y educación gratuita. Figuras como Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez, Elizabeth Warren, Cori Bush e Ilhan Omar han sido clave en este viraje, impulsando una agenda progresista que, aunque no siempre se convierte en ley, marca el tono del debate nacional. Y ahora hace días, Zohran Mamdani, miembro de la Asamblea estatal y autoproclamado socialista democrático gana la nominación demócrata para la alcaldía de New York.
Aunque Joe Biden proyectó una imagen centrista y conciliadora, heredera del realismo político de los años de Obama, su presidencia estuvo constantemente presionada por una base activista más radicalizada, especialmente entre los jóvenes, las minorías raciales y los sectores urbanos. Estos grupos exigen reformas estructurales más profundas, como el Green New Deal, el Medicare for All, la condonación masiva de deudas estudiantiles, y una política exterior más coherente con los derechos humanos. Así, el Partido Demócrata se enfrenta a una creciente tensión interna entre su ala moderada institucional y una nueva izquierda decidida a redefinir el rol del Estado en la economía y la vida social del país.
¿Cuántos votantes del centro se han quedado huérfanos?
Estados Unidos atraviesa una etapa de profunda polarización política. Millones de ciudadanos que alguna vez se sintieron representados por una visión moderada del país —basada en el diálogo, el equilibrio fiscal, las libertades individuales y la reforma gradual— hoy se ven expulsados o invisibilizados por el radicalismo creciente de los partidos tradicionales. El centro político, históricamente amplio y decisivo en los comicios presidenciales, ha sido desplazado por discursos cada vez más ideológicos, reactivos y sectarios.
El caso demócrata: moderados en busca de una casa común
Según datos del Pew Research Center y Gallup, entre el 33 % de los votantes registrados que se identifican como demócratas, el 34 % se autodefinen como moderados, mientras que un 55 % se identifican como liberales y solo un 9 % como conservadores. Esta composición revela que un tercio de la base demócrata se ubica en un espectro centrista, alejado de las posturas progresistas que hoy marcan la agenda del partido.
Una encuesta de Gallup de enero de 2025 arrojó que el 45 % de los votantes demócratas y sus simpatizantes desean que el partido retome un rumbo más moderado. Dentro de ese grupo, el 43 % se identifica como centrista, y de ellos, un 62 % preferiría una plataforma ideológica menos inclinada hacia la izquierda. Esto sugiere que hay una tensión interna creciente entre la dirigencia del partido y una parte significativa de su base.
El cálculo aproximado del malestar centrista en el electorado demócrata es, si asumimos que existen cerca de 50 millones de votantes registrados como demócratas, y que el 34 % de ellos son moderados, eso nos da aproximadamente 17 millones de electores con una inclinación centrista. De estos, si al menos la mitad están descontentos con el giro progresista del partido, estamos hablando de más de 8 millones de personas que podrían estar abiertas a una nueva propuesta política. Incluso en un escenario más conservador —si entre el 10 % y el 15 % de los demócratas moderados se sienten huérfanos ideológicamente— eso equivaldría a entre 5 y 8 millones de votantes potencialmente receptivos a un nuevo proyecto centrista.
El caso republicano: moderados exiliados por la era MAGA
En el otro extremo del espectro, el Partido Republicano ha experimentado una transformación aún más abrupta. Según informes de Pew y análisis políticos de NPR y Politico, aproximadamente el 25 % de los votantes republicanos se definían como moderados o centristas antes del ascenso de Donald Trump. Sin embargo, tras el dominio del movimiento MAGA y el giro hacia una derecha nacionalista y autocrática, al menos el 12 % de estos votantes han abandonado la identificación partidista y ahora se declaran independientes o políticamente huérfanos.
Considerando que hay alrededor de 55 millones de votantes republicanos registrados, este 12 % representa un grupo de entre 6 y 10 millones de ciudadanos que podrían ver con buenos ojos la aparición de una alternativa política menos extrema, más pragmática y basada en principios tradicionales de conservadurismo liberal, gobernabilidad y respeto institucional.
Una mayoría silenciosa en busca de representación
Cuando se suman los centristas desencantados del Partido Demócrata con los moderados desplazados del Partido Republicano, surge una masa crítica de entre 11 y 18 millones de votantes que ya no se sienten representados por las opciones tradicionales. Esta población transversal —que cruza líneas ideológicas y demográficas— conforma lo que podríamos llamar la “mayoría silenciosa del siglo XXI”, es decir ciudadanos pragmáticos, más preocupados por soluciones que por consignas, por la eficacia que por la fidelidad partidista, y por la estabilidad que por las guerras culturales. No se trata de un grupo marginal. En un sistema electoral como el estadounidense, donde las elecciones presidenciales suelen decidirse por márgenes mínimos en menos de una docena de estados clave, esta mayoría silenciosa tiene el potencial real de inclinar la balanza del poder político nacional. En estados como Wisconsin, Georgia, Arizona o Pensilvania, bastan decenas de miles de votos para redefinir el rumbo de la historia. Un nuevo partido que capture la atención y confianza de una parte significativa de este electorado podría no solo influir en el resultado de las elecciones, sino también reconfigurar el mapa político estadounidense.
¿Qué tan grande es el campo independiente?
Más allá de los desplazamientos internos dentro de los partidos, las cifras generales del registro electoral revelan un fenómeno aún más significativo como es la independencia creciente del electorado. Según datos combinados de la Federal Election Commission y del U.S. Census Bureau, un 32 % de los votantes registrados se identifican como demócratas. Un 29 % como republicanos. Y un impresionante 39 % se declaran independientes o no afiliados a ningún partido político.
Esto significa que casi 4 de cada 10 votantes no se sienten representados por ninguno de los dos grandes partidos. En términos absolutos, estamos hablando de más de 90 millones de personas. Esta es la cantera electoral más amplia, volátil y estratégica del país, y representa la clave para cualquier movimiento político que aspire a romper el bipartidismo. Y este electorado no es apático ni indiferente. Lo que rechaza no es la política, sino la polarización, la corrupción, la ineficiencia, y la falta de visión a largo plazo. Es un grupo que clama por liderazgo auténtico, por propuestas concretas, por libertad con responsabilidad, y por una ética del servicio público. Y además no buscan ideologías dogmáticas, sino innovación, pragmatismo y sentido común. En pocas palabras, buscarían lo mismo que Elon Musk ha representado en los campos de la tecnología, el emprendimiento y la disrupción global.
¿Hay espacio para un tercer partido?
La pregunta ya no es si hay espacio… La interrogante es si hay valor para ocuparlo, estructura para sostenerlo y liderazgo para inspirarlo. Porque el vacío está ahí. Esperando ser llenado. Y si esa mayoría silenciosa decide hablar… no lo hará con gritos, sino con votos.
¿Tercer camino en la historia reciente?
Desde los años 80, ha habido candidaturas independientes o de terceros partidos que han logrado relevancia nacional, aunque ninguna ha ganado. Así, John Anderson (1980) un republicano moderado que se lanzó como independiente y obtuvo el 6.6% del voto popular. Ross Perot (1992), empresario texano que, con su discurso fiscal y anti-élite, logró el 18.9% del voto popular, sin ganar ningún estado, pero alterando profundamente la contienda entre Clinton y Bush padre. Ralph Nader (2000), como candidato del Partido Verde, obtuvo apenas el 2.7%, pero fue suficiente para dividir votos en estados clave y posiblemente inclinar el resultado a favor de George W. Bush.
¿Puede Elon Musk ser candidato presidencial?
No. La Constitución de los Estados Unidos, en su Artículo II, Sección 1, establece de manera explícita que para ser presidente se debe ser ciudadano estadounidense por nacimiento (natural-born citizen), tener al menos 35 años de edad y haber residido en el país durante los últimos 14 años. Elon Musk, aunque es ciudadano naturalizado desde mediados de los años 2000, nació en Pretoria, Sudáfrica, por lo que no cumple con el requisito constitucional de haber nacido en territorio estadounidense. Esto lo inhabilita legalmente para postularse a la presidencia, incluso si contara con el respaldo popular o de un partido emergente.
Sin embargo, esta limitación no impide que funde un partido político ni que juegue un rol decisivo en la vida política del país. En Estados Unidos, la creación de un partido no requiere autorización federal, basta con organizarse legalmente en los estados, cumplir los requisitos locales de registro y presentar candidaturas a cargos públicos. Elon Musk puede actuar como fundador, presidente del partido, estratega, financiador o vocero principal, utilizando su capital económico, su visibilidad mediática y su influencia social para posicionar al partido en la conversación nacional.
Además, si un eventual candidato de su partido ganara la presidencia, Musk podría ser designado en cargos clave del gabinete, como Secretario de Energía, de Comercio, de Defensa o incluso Secretario de Estado, siempre y cuando se cumplan los requisitos constitucionales y legales del cargo correspondiente. También está habilitado para postularse como senador o representante en la Cámara Baja, ya que ha sido ciudadano estadounidense por más de 9 y 7 años, respectivamente, como exige la ley. De esta forma podría ser el líder de una nueva bancada en el Parlamento estadounidense a la que le bastaría tener 5 senadores y 15 representantes en la Cámara para ejercer un real poder si se convierte en el fiel de la balanza que decida cada una de las leyes con sus votos cuando difieran los demócratas y los republicanos. La consecuencia es que los dos partidos tradicionales tendrían que moderar sus extremos de derecha o de izquierda.
¿Puede ese partido presentar un candidato presidencial?
En cuanto a la posibilidad de presentar un candidato presidencial, la respuesta es clara… Sí, un nuevo partido puede postular candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia de los Estados Unidos, siempre que estos cumplan los requisitos constitucionales. De hecho, figuras como Ross Perot (1992 y 1996), Ralph Nader (2000) o más recientemente Howard Schultz han evaluado o ejecutado este camino desde estructuras fuera del bipartidismo tradicional. Musk, aunque personalmente inhabilitado para la presidencia, podría respaldar a una figura independiente, carismática y capacitada como candidato presidencial, mientras articula una coalición electoral nacional con postulaciones al Senado, la Cámara de Representantes y gobiernos estatales. Por tanto, aunque no puede aspirar habitar la Casa Blanca, Elon Musk sí puede liderar desde fuera un movimiento político disruptivo, con capacidad real de presentar candidatos, cambiar el debate público y eventualmente transformar el mapa político de Estados Unidos. Lo difícil no es presentarse, sino lograr visibilidad nacional, reunir las firmas necesarias en todos los estados, participar en los debates presidenciales televisados y obtener una franja de votantes estratégicamente distribuida en el Colegio Electoral. Sin embargo, con el apoyo financiero, tecnológico y mediático de Elon Musk —que controla una red social global (X), es dueño de una constelación satelital (Starlink), y moviliza millones de seguidores diariamente—, ese desafío podría volverse factible.
¿Quiénes podrían ser candidatos del nuevo partido
a la presidencia, al Senado o a la Cámara de Representantes?
Musk podría atraer a figuras carismáticas, disruptivas y moderadas, provenientes de distintos campos. A continuación, una lista de 20 figuras —exdemócratas, exrepublicanos, independientes, líderes empresariales, sociales y culturales— que podrían postularse a la presidencia, o a cargos clave del Ejecutivo o el Congreso bajo un partido de centro, pragmático, y post-ideológico. Entre las figuras que podrían ser postuladas por un nuevo partido impulsado por Elon Musk —con vocación de centro, modernidad y sentido práctico— destacan algunos nombres. En primer lugar, Oprah Winfrey, empresaria, filántropa y símbolo de superación personal, representa una candidatura de consenso nacional, con fuerte arraigo emocional y una trayectoria que conecta con múltiples sectores del electorado. Otro nombre relevante es el de Andrew Yang, tecnócrata y exprecandidato presidencial que ha promovido ideas innovadoras como la renta básica universal y que ya fundó su propio partido, el Forward Party. Desde el mundo empresarial aparece Mark Cuban, dueño de los Dallas Mavericks y figura reconocida por su pensamiento crítico y su independencia ideológica. También Condoleezza Rice, exsecretaria de Estado con un perfil intelectual y experiencia en seguridad nacional, que conserva respeto en ambos lados del espectro. En la esfera corporativa destaca Howard Schultz, exCEO de Starbucks, identificado con valores centristas y un enfoque pragmático de la política. A ellos se suma Cory Booker, senador demócrata con discurso inclusivo y un historial de reformas moderadas, y Nikki Haley, republicana de origen indio, exembajadora ante la ONU y disidente de Trump, quien podría atraer a votantes conservadores desencantados.
Desde el ámbito cultural y mediático podría incorporarse Matthew McConaughey, actor e intelectual público que ha manifestado interés por la política con una mirada ética y no partidista. También Larry Hogan, exgobernador republicano de Maryland, ampliamente respetado por su gestión moderada. Gina Raimondo, actual secretaria de Comercio y exgobernadora de Rhode Island, posee un perfil técnico y proempresa que podría complementar un ticket centrista. En el ala conservadora moderada destaca Dan Crenshaw, congresista texano y ex-Navy SEAL, con posturas firmes, pero apertura al diálogo. El sector financiero podría estar representado por Jamie Dimon, CEO de JPMorgan Chase, quien ha sido mencionado como una figura capaz de liderar en tiempos de incertidumbre económica.
Por otro lado, Joe Rogan, comunicador independiente e influyente entre jóvenes, representa una voz disruptiva con llegada transversal. Desde el ámbito empresarial y tecnológico también podría emerger Sheryl Sandberg, ex COO de Meta y defensora del liderazgo femenino, o incluso Jeff Bezos, fundador de Amazon, cuyo perfil público combina éxito empresarial y proyección global. Más jóvenes, pero con potencial de futuro están Alexis Ohanian, cofundador de Reddit y activista digital, y Van Jones, abogado y comentarista con capacidad de tender puentes entre comunidades diversas. Asimismo, Meg Whitman, empresaria y ex CEO de eBay, con experiencia política como embajadora. Con ella completamos una lista diversa, transversal y con potencial real de proyección nacional...
Y, ¿por qué no agregar a Michelle Obama?, quien, aunque ha declarado no tener aspiraciones políticas, mantiene una imagen de integridad, liderazgo y empatía que muchos consideran presidenciable, o Arnold Schwarzenegger, exgobernador de California, defensor del medio ambiente y estadista reconocido a nivel mundial, que aunque no puede aspirar a la presidencia por no haber nacido en Estados Unidos si podría postularse a senador, o Jeb Bush, exgobernador de Florida, reformador educativo y respetado centrista dentro del Partido Republicano…
Estos nombres por supuesto, no son todos. En una nación de más de 330 millones de habitantes y con una diáspora diversa de talento político, académico, empresarial, artístico y cívico, existen figuras capaces y relevantes para ocupar con solvencia todas las curules del Senado y de la Cámara de Representantes, así como para asumir con visión y responsabilidad las más altas magistraturas del Ejecutivo, incluida la Presidencia y la Vicepresidencia de los Estados Unidos. Los nombres aquí mencionados son apenas los primeros que me acudieron a la memoria —o tal vez al inconsciente colectivo— cuando se piensa en quienes podrían encarnar una nueva propuesta política que reconcilie al país con su futuro.
¿Un futuro con tres caminos?
Elon Musk representa mucho más que un empresario visionario, encarna una revolución silenciosa que ha transformado industrias, desafiado modelos mentales y alterado el curso de la innovación global. Ahora, esa disrupción podría adquirir forma política. El desencanto creciente con el bipartidismo, la erosión del centro ideológico, la frustración ciudadana ante la inercia institucional y la fatiga del votante frente a las guerras culturales estériles, abren un espacio histórico para el surgimiento de una tercera fuerza política nacional con visión de futuro, centrada en soluciones y desprovista de los lastres ideológicos del pasado.
El año 2028 podría ser el punto de inflexión, el momento en que una nueva opción convoque a quienes hoy se sienten huérfanos de representación. Centristas, independientes, moderados, tecnócratas, emprendedores, jóvenes desencantados y millones de ciudadanos que creen en el progreso sin dogmas, en la eficiencia con compasión, y en la ética del servicio público antes que en la lealtad partidaria.
No sería fácil. El sistema electoral estadounidense —con sus reglas estatales, su diseño mayoritario y su histórico sesgo bipartidista— parece blindado frente a los outsiders. Las barreras legales, logísticas y culturales son reales. Pero la historia política de Estados Unidos también nos recuerda que las grandes transformaciones no nacen de la comodidad, sino del coraje. No se inician con certezas, sino con decisiones audaces y visionarias. Y si hay alguien hoy con la voluntad, los recursos, la influencia global y la audacia para intentar romper ese muro. Lo que no sabemos es si ese alguien es Elon Musk. Su figura polariza, pero también moviliza, interpela e inspira. No será él quien ocupe la presidencia, pero puede ser quien encienda la chispa que marque el inicio de un nuevo capítulo político en Estados Unidos, donde no haya solo dos caminos… sino, por fin, una tercera vía hacia el futuro.
¿Será este el inicio de un nuevo orden político en Estados Unidos? ¿Estamos presenciando el nacimiento de una tercera fuerza nacional que recupere el centro ideológico, el sentido común, la innovación práctica y la moderación como virtudes políticas? ¿Podrá Elon Musk —sin necesidad de postularse a la presidencia— redefinir el sistema desde sus márgenes, catalizando una transformación que ni los demócratas ni los republicanos han sabido liderar? ¿Podría una minoría convertirse en una fuerza decisoria en el Congreso porque sus votos sean necesarios para aprobar las leyes?
Las respuestas no están escritas. Como en toda encrucijada histórica, el futuro dependerá de la capacidad de imaginar alternativas, de organizarlas con coherencia y de llevarlas con valentía al terreno electoral. Pero algo parece evidente, millones de ciudadanos ya no quieren elegir entre dos extremos. Anhelan una opción que combine libertad con equidad, tecnología con humanidad, progreso con ética.
Nos corresponde a todos —ciudadanos, analistas, líderes y votantes— observar con lucidez, analizar con rigurosidad y, cuando llegue el momento, votar con conciencia, no con resignación. Porque quizás no estemos ante una simple elección presidencial… sino ante la posibilidad de iniciar una nueva era política para Estados Unidos. Y esas oportunidades, como bien sabemos, no se presentan todos los días…
Si deseas profundizar, comentar o consultar sobre este tema puede conectarme en psicologosgessen@hotmail.com. Nos vemos en la próxima entrega.

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