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¿Cuál de los dos es menos malo?


En Rusia la transición económica se dio en términos bastante opacos y tenebrosos, Imagen: OpenClipart-Vectors, Pixabay

¿Es la revolución socialista bolivariana realmente una revolución y realmente es socialista? La respuesta corta es sí.


Las revoluciones políticas de esta naturaleza, no se caracterizan ni se identifican por lo construyen, sino por lo que destruyen. Y aunque se dice con cierta razón que es más fácil destruir que construir, sin embargo, para hacer una demolición con eficacia se requiere de coherencia y saber qué se está haciendo.


Ya en 1922, en su obra “Socialismo”, Ludwig von Mises, uno de los pensadores liberales más importantes de su tiempo, definía a la incipiente revolución socialista soviética con estas palabras: “El socialismo no es en realidad lo que pretende ser; es el destructor de todo lo que penosamente han creado siglos de civilización. Nada construye, todo lo demuele”.


Pues bien, para destruir un orden, si se quiere hacerlo bien, se precisa de una visión estratégica, acerada determinación y si es necesario paciencia. En el caso venezolano, nuestro país pudo iniciar hacia principios del siglo XX un exitoso proceso de regeneración republicana que tomó varias décadas consolidarlo. Este proceso se desarrolló sobre cuatro pilares fundamentales, a saber: el sistema monetario nacional, la hacienda pública nacional,

el ejército nacional y la industria petrolera nacional. Con precisión quirúrgica, la revolución socialista bolivariana fue a la yugular de esas instituciones.


El socialismo como sistema tiene como propósito esencial destruir el sistema de precios, reducir de forma sistemática la propiedad privada y anular los contratos voluntarios entre

las personas. En tal sentido, califica de forma sobresaliente el ensayo socialista bolivariano.


Esta revolución venezolana del siglo XXI ya supera las dos décadas, y como suele ocurrir, los regímenes de tal naturaleza comienzan a mutar, luego de cierto tiempo, hacia formas económicas menos socialistas y pro mercado para evitar el colapso. Simple instinto de conservación. La historia reciente nos demuestra que el capitalismo es la etapa superior del socialismo. Tanto nadar para morir en la orilla, como dice la expresión popular.


Así sucedió con la revolución mexicana, la soviética, la china, la vietnamita, la camboyana, la cubana, la sandinista y ahora la bolivariana. Es el mismo patrón, aunque no todas con el mismo éxito. Los casos asiáticos han tenido un desempeño más virtuoso en lo que respecta a la esfera de lo economía, sacando de la pobreza extrema a millones de sus conciudadanos.


Sin embargo, la mutación descrita de relaciones económicas socialistas a capitalistas en los mencionados países no ha sido idéntica. Por ejemplo, los chinos, los vietnamitas y los camboyanos han asumido sin titubeos la transición al capitalismo. Es decir, han echado mano de fórmulas de mercado y de apertura comercial, no para socorrer a un socialismo moribundo, sino para dejar atrás esa pesadilla empobrecedora. En relación a Rusia, su

ejemplo es bastante peculiar ya que la transición económica se dio en términos bastante opacos y tenebrosos, a diferencia de la forma en que se hizo en otras repúblicas exsoviéticas o naciones de Europa oriental.


En el caso venezolano, el modelo socialista avanzó tanto, que el propio gobierno ahora lo quiere revertir en algunos aspectos. Estamos observando una transición del socialismo al capitalismo con enormes asimetrías, con reparto de privilegios mercantiles, opacidad en extremo y enorme ineficiencia ya que no se identifican en el horizonte los operadores económicos que tengan la suficiente experticia para conducir tal proceso.


En Venezuela, los que detentan el poder, exhiben puro instinto de sobrevivencia, cuando para dirigir algún diseño económico coherente, se necesita de mucho conocimiento

contraintuitivo. Tal vez pasemos de un socialismo salvaje a un capitalismo salvaje. ¿Cuál de los dos es menos malo?


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