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Foto del escritorCarolina Jaimes Branger

... y la suciedad seguirá aplaudiéndolos


Lo que se robó esa gente faltó en algún hospital para asistir a miles que murieron de mengua. Foto: OpenClipart-Vectors, Pixabay

Ocurrió cuando yo apenas tenía cinco años, pero lo recuerdo tan vívidamente como si hubiera pasado ayer. Una tarde fui a jugar con mis amigas Mau y Érika Sosa. Tata, su nana, estaba barriendo el patio, cuando subió a hacer algo y dejó el montoncito de basura al lado de la escoba y el recogedor, justo al lado de la entrada de la casita de muñecas donde estábamos nosotras. Nos llamaron a merendar. Cuando salimos de la casita, algo de un color muy chillón llamó mi atención en aquel montoncito. Era un zapatico de plástico, de esos que venían como cotillón en las piñatas. Yo tenía uno, que le servía a una muñeca que era algo más grande que la Barbie. Pero me faltaba la pareja. Lo agarré y me lo metí en uno de los bolsillos de mi braga.

Cuando llegué a mi casa, fui directo a bañarme. Me desvestí. Mi mamá estaba conmigo en el baño, cuando sacó el zapatico del bolsillo. “¿Esto qué es?” me preguntó. Le expliqué lo que acabo de contar. “¿Te lo regalaron?”. “No”, respondí. “Lo saqué de la basura, lo iban a botar”. “No importa si lo iban a botar. Si no te lo regalaron, no es tuyo. Vístete que lo vamos a ir a devolver y te vas a disculpar”. Creo que fue la primera vez en mi vida que sentí vergüenza. Cuando llegamos a casa de los Sosa, no quería bajarme del carro. “Vamos, Carolina”, la voz de mi mamá era conminadora.

Érika Sosa, la mamá de mis amigas, me abrazó y me dijo que aceptaba mis disculpas, pero que en realidad no había nada que disculpar y que me podía llevar el zapatico. “Ahora sí te lo puedes llevar”, me dijo mi madre, “Érika te lo regaló”.

¡Qué lección de vida! Tuve la oportunidad de agradecérsela a mi mamá varias veces, cuando salían a relucir “escándalos” que, comparados con los robos de hoy en día, eran algo que podría calificarse de nimio, pero no lo eran. A los cinco años aprendí que ladrón es quien se roba un zapatico de plástico, quien se roba un lápiz, quien roba un banco, quien hace negocios sucios, quien defrauda a la Nación... Lo que difiere es el monto de lo robado.

Cuento esta historia en recuerdo de mi madre, agradecida por la educación que recibí, porque fue estricta cuando tuvo que serlo. Hoy, a la vista de estos robos milmillonarios de los que están acusados e imputados unos cuantos funcionarios, me pregunto dónde estaban sus mamás cuando empezaron a robar.

Es más, me pregunto qué tienen en la cabeza -y en el alma- esos padres que a sabiendas de que sus hijos no tenían cómo comprarse una mansión en el Caracas Country Club, un avión, una finca, apartamentos en las ciudades más caras del mundo, carros de lujo y un largo etcétera, se llenaban la boca contándoles a sus amigos “la genialidad para los negocios” de su retoño. Ningún adulto es tan idiota para no darse cuenta de lo que había detrás de esos “negocios”. Fueron alcahuetas y peor aún, cómplices de asesinato. Sí. Así como lo leen. Porque lo que se robó esa gente faltó en algún hospital para asistir a miles que murieron de mengua, esperando los insumos que no había y que por el precio, eran imposibles de comprar en una farmacia. Son cómplices de darle aire a un régimen que ha matado y torturado a presos políticos. Sus hijitos, de los que se sienten tan “orgullosos”, se cogieron el dinero que estaba destinado a subir los sueldos de tantos empleados decentes, cuyos hijos, padres, o ellos mismos, han muerto de hambre.

¿Y qué decir de los “amigos”? ¡La mayoría aprovechando la chamba! ¡Y encima, no tienen el más mínimo reparo de publicarlo en sus redes sociales! ¡Qué podredumbre la de esta sociedad! ¿O debería llamarla más bien “suciedad”?

Tengo mis reservas sobre si estas detenciones son reales o solo son un show para captar votos. Las bragas naranjas “Alex Saab style”. Las poses pretendiendo que iban esposados hasta que al gordo de franela negra se le olvidó y se metió los dedos en la nariz. La braga de la única mujer entallada... ¿para que se vea más bonita?... La sala con las sillas de agencia de festejos... Habrá que esperar. Lo que no puede esperar es la reeducación en valores. Si eso no sucede, lo que cambiaremos serán los nombres. Los ladrones seguirán saqueando, depauperando, destrozando el país y matando a sus habitantes. Y la suciedad seguirá aplaudiéndolos...


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